Puerto de Vega. Sabor a yodo y esencia marina

Esta preciosa villa marinera del occidente astur tiene el privilegio de añadir a su pasado comercial y ballenero, un presente ligado al mar, tanto a la pesca como a la industria derivada de las conservas, salazones y escabeche. Y eso se nota en sus calles, en sus gentes y en su gastronomía. Sin duda, Puerto de Vega sabe a mar.

Y sabe a mar por sus cuatro costados. Cuando llegas aquí lo primero que te llama la atención es el entramado de sus calles angostas, salpicadas de pequeñas casas blancas y azules donde se mezcla en perfecta armonía, el asentamiento original del poblado marinero con edificios de nueva construcción. Un recorrido para hacer a pie y disfrutar sin prisa, mejor con una cámara de fotos en la mano.
El puerto es pequeño y pintoresco. Está protegido con almenas del siglo XVIII y custodiado en sus extremos por dos salientes de roca con nombre propio: Castillo y Atalaya. En el puerto se puede contemplar la flota pesquera del pueblo, que sigue apostando por una actividad que aquí cuenta afortunadamente con relevo generacional. Entre los armadores sigue funcionando la herencia, y la mar está sirviendo para anclar en Puerto de Vega a una parte de población joven. A su lado está la Lonja donde se subastan pescados y mariscos, que luego viajarán por toda España. No todos: aquí se queda un importante número de piezas que, después de pasar por los fogones, se convierten en auténticas joyas de la gastronomía estival. Y a eso también huelen sus calles.
Son famosos los percebeiros de la zona, una de las artes de pesca más peligrosas, que exige una gran destreza. La Cofradía de Pescadores de Nuestra Señora de la Atalaya es la primera distribuidora de percebe de Asturias y una de las más importantes de España en cuanto a captura y venta.
En verano, más que en otros momentos del año, se imponen las cocinas marineras, los tradicionales guisos de pescadores; fritos o a la plancha el pescado y el marisco son los auténticos protagonistas en este destino donde todavía no han llegado los precios desorbitados ni la masificación. La gastronomía sale a la calle, inunda con su aroma e invita a los viandantes a sentarse en torno a una mesa en un restaurante, sidrería o en cualquiera de las fiestas gastronómicas que se organizan en esta localidad durante el mes de agosto.
Y como en verano el pescado azul es el rey, las primeras citas giran en torno al más fino de todos los túnidos, el bonito. Protagonista indiscutible de la marmitada que, como cada año, organiza el sábado 3 de agosto la Asociación de Mujeres La Romarela. Cinco ollas a pleno rendimiento atendidas por cocineros locales, que albergarán cerca de trescientos kilos de bonito, pimientos previamente asados de forma artesanal, tomate natural escaldado, cebolla y aproximadamente ciento setenta y cinco kilos de patatas, de las que luego se obtendrán entre seiscientas cincuenta y setecientas raciones de exquisito guiso marinero. La Marmitada de Bonito se empieza a servir temprano, hacia las ocho de la tarde en El Muelle del Puerto -explanada Almacenes de Pescadores- a un módico precio que incluye cazuela individual, pan y postre. Una comida en buena compañía, en un incomparable entorno a orillas del puerto, donde se podrá disfrutar de este ambiente festivo hasta la media noche.
El bonito, esta vez a la plancha, volverá a congregar el diez de agosto a los amantes de este sabroso pescado en la Fiesta del Bonito a la Plancha. En esta ocasión, el evento lo organiza la Peña Amigos de la Sardina de Puerto de Vega junto con el Club de Fútbol. Unos días después, el 24 de agosto esta misma Peña vuelve a tomar las riendas de las citas gastronómicas de Puerto de Vega y organiza la sardinada monumental y popular, un clásico de la gastronomía estival. Desde las seis de la tarde en la rula y acompañados de buena música, los visitantes pueden degustar, a un precio simbólico, entre seiscientos y setecientos kilos de sardina que se preparan de forma artesanal.
Puerto de Vega ha sabido combinar magistralmente cultura, productos del mar y tradición marinera. Por eso este pueblo sabe a yodo y esencia marina.

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