Las tradiciones, además de hablar del pasado, reescriben el día a día del suroccidente asturiano. En Tineo, desde distintos sectores y de formas muy diversas se apuesta por conservar la cultura y dar a conocer las costumbres que configuran la identidad del pueblo.
Dicen que un pueblo que no recuerda de dónde viene tampoco sabe a dónde va. Por eso en Tineo, el segundo concejo más grande de Asturias, insisten en que sus habitantes conozcan y conserven aquello que les ha conducido a ser como son. Las raíces tinetenses y la cultura popular más ancestral están presentes y se recrean en gran parte de los acontecimientos festivos, a través de jornadas gastronómicas, competiciones deportivas, festivales y demás. Y son muchos los vecinos que bien a título individual o bien a través de una iniciativa colectiva trabajan en defensa del acervo cultural del medio rural. Una prueba de ello se observa en el Festival del Esfoyón y el Amagüestu, un evento de interés turístico que se repite en la localidad de Navelgas desde hace veintidós años por el impulso del conocido y polifacético artista local, Manolo Linares. En el transcurso del Festival que se celebra en el mes de noviembre tienen lugar demostraciones de trabajos tradicionales como el enristrado de maíz, ‘el esfoyón’, que da nombre al evento o la preparación del magosto. Como ya es habitual, pequeños y mayores pueden disfrutar viendo trabajar a artesanos del concejo y comarca que, acogidos por los vecinos de Navelgas, utilizan antiguas cuadras y los bajos de las paneras para instalar sus talleres provisionales.
Las raíces tinetenses y la cultura popular más ancestral están presentes y se recrean en gran parte de los acontecimientos festivos
Y gracias al trabajo que realizan colectivos como la Asociación El Arbedeiro, las mujeres de Cuarto de los Valles o los vecinos de San Juan, en eventos como este también es posible apreciar los sabores tradicionales de productos de otoño como las castañas o la sidra dulce, y de algunos que se mantienen durante todo el año como las tortas de maíz, los bollos preñaos o los frisuelos. Como es habitual, los asistentes pueden contemplar muestras etnográficas. La novedad en la última edición llegó con una exposición de bicicletas antiguas que arrancó sonrisas entre los más pequeños. La muestra fue fruto de Ángel Menéndez Rubio, presidente de la Asociación Forcón, conocido también por su trabajo de conservación de objetos tradicionales. El impulsor de la asociación afincada en Tuña ya recibió por su labor etnográfica la Panoya de Oro, máximo galardón que se concede en este Festival a personas y colectivos que contribuyen a la conservación del patrimonio más ancestral.
«Desde el Ayuntamiento, la administración más cercana a los vecinos, apoyamos prestando asesoramiento técnico en la organización y también de forma económica a través de un programa anual de actividades para las asociaciones, pero en realidad los auténticos protagonistas son los vecinos que permiten que no caigan en el olvido las tareas del día a día en el medio rural», explica Marcos Da Rocha, concejal de Hacienda y Desarrollo Local en Tineo. La tradición es un pilar fundamental en el concejo por eso el eslogan que durante varios años definió la línea promocional de este municipio asturiano fue Tineo, tradición de tradiciones. «El mensaje hacía referencia no solo a la tradición cutural sino también a la deportiva, la gastronómica, la afectiva, etc.»
El sentimiento de asturianía se pone de manifiesto en Navelgas durante el último fin de semana de agosto con la celebración de otra de sus jornadas festivas más conocidas, el Día de los Pueblos, también de interés turístico. Esta, con treinta y siete ediciones, hace cada año una exaltación de valores fundamentales entre los pueblos asturianos, como la fraternidad y solidaridad. La Asociación El Arbedeiro, que organiza el evento, distingue cada año a un concejo asturiano con el premio «Paloma de la Fraternidad» y la celebración incluye también la ‘mayada’ del trigo, una práctica popular por la cual los vecinos golpean las espigas del trigo que previamente han recolectado para obtener el grano del cereal.
También en agosto, el municipio celebra otro de sus festejos más importantes: las fiestas patronales de San Roque. Sus orígenes se remontan al siglo XIV, cuando los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela se detenían a honrar al santo. Es la fiesta más emblemática y se celebra en la capital del concejo mantiendo así viva la tradición de las comidas en el campo. El paisaje del campo de San Roque se llena entonces de familias cargadas con cestas protagonizadas por el chosco, el jamón y otros embutidos y regados con la tradicional sidra o el vino en barrica.
El legado de los artesanos
En Tineo todavía es posible ver trabajar al herrero mientras da forma al metal, asistir al proceso de creación de una navaja o ver cómo la madera se va transformando en madreñas y cestos gracias a manos habilidosas. También comprobar el proceso de tratamiento de la lana gracias a las demostraciones que mujeres del concejo han venido realizando habitualmente a través de un festival en la localidad de Tuña.
Precisamente la existencia de un importante número de artesanos en el concejo es uno de los recursos que desde el Consistorio se ha puesto de relieve este año gracias a la publicación de un calendario anual que destaca el valor de algunos de los oficios más tradicionales. En él se recoge el trabajo de ocho artesanos afincados en el concejo, y que han sido inmortalizados con las fotografías del avilesino Darío Bueno. El ferreiro César Castaño en la fragua en la que trabaja, la orfebrería de Lucas Santiago con sus trabajos en madera y piedra, las madreñas de Gil Fernández, las navajas de Jorge Villar, los juguetes de madera que modelan las manos de Samuel Rodríguez, las cerámicas de Eduardo Martínez o los trabajos en piel de Isabel Fernández y Julio César Llamas. El principal objetivo de la publicación es reconocer el valor de estos oficios y animar a nuevos emprendedores a que puedan seguir este camino.
Cuando era pequeño Gil Fernández Pérez veía a su padre haciendo madreñas a diario y con catorce años empezó a hacer lo propio. Ahora con setenta y cinco es uno de los últimos madreñeros del concejo. Es posible ver su trabajo a la venta en mercados de artesanía locales porque como asegura el artesano de Rellanos «hay que cubrir gastos». Junto a las madreñas lucen también las cestas que elabora con madera de avellano, un producto que no pasa de moda, «es lo que más produzco, el año pasado no di abasto».
Al igual que lo hizo su tatarabuelo, su bisabuelo y su abuelo, Jorge Villar emplea su arte en crear cuchillos y navajas. En su taller de La Piñera se escuchan los golpes que recibe el acero en el proceso de modelado, porque como explica el artesano en su web, «aunque ha cambiado la forma de elaboración antigua, parte de las técnicas y muchos de los materiales siguen utilizándose a día de hoy». El resultado final son obras únicas, forjadas a mano tras horas de dedicación y que es posible personalizar según el gusto del cliente.
El papel de la infancia
La lacra de la despoblación del medio rural y la existencia de una población muy envejecida son los mayores inconvenientes a la hora de conservar las tradiciones. Por eso, el esfuerzo de perpetuar en los más jóvenes el conocimiento y las costumbres locales es una forma de asegurar las raíces de un lugar. La escritora y técnica de turismo, María José González lo tenía claro cuando decidió impulsar el libro ‘Cuentos de Tineo. La puerta a las tradiciones’ a través del cual acerca al público infantil las tradiciones tinetenses. Y lo hace mediante juegos y también personajes como ‘Chosquín’ que enseña a los niños cómo se elabora el embutido más emblemático del concejo o ‘Vaqueirín’ que les habla de cómo vivían los habitantes autóctonos de la zona, los vaqueiros de alzada.
El deporte de la tradición
Otros personajes de cuento, como Pepitón, introducen a los más pequeños en otra tradición milenaria en el concejo: el bateo del oro. La lucha por esta práctica -impulsada por los romanos en el Valle del Oro- ha llevado el nombre de Navelgas por todo el mundo. Y gracias al trabajo de una asociación de bateadores local las nuevas generaciones están incorporando los conocimientos de esta técnica extractora que cada año organiza campeonatos de renombre internacional.
Otra de las tradiciones que conjugan aspectos recreativos y deportivos es el conocido bolo de Tineo o bolo celta, que ya en el siglo pasado se constituía como el deporte autóctono local. Afortunadamente, esta práctica deportiva no corre el riesgo de desaparecer pues ha crecido el número de seguidores, y las boleras -antiguos lugares de reunión de amigos- vuelven a recuperar parte de su protagonismo.
Equipamientos para el recuerdo
A través de museos y aulas didácticas el concejo preserva también su legado cultural. Algunos como el Museo del Bosque explican cómo era la vida en los años 50 o 60 en esta parte de Asturias, cuando las familias sobrevivían gracias al bosque, obteniendo frutos, cera, cal y madera. Su visita permite conocer construcciones tradicionales (xoxa, cortín, caleiro, carbonera, molino…) y también ingenios hidráulicos en desuso como el batán con el que se daba consistencia a telas y paños tejidos en los telares, mecanismos alimentados por el movimiento del agua. El último batán de Asturias funcionó en Parada de Navelgas hasta el año 1965 y tenía por clientes a vaqueiros de las brañas cercanas.
El Museo del Bosque no es el único que ahonda en la forma de vida tradicional, el del Oro en Navelgas se adentra en la historia aurífera del occidente y el Museo Vaqueiro, en Naraval, permite entender la cultura del grupo social de los vaqueiros de alzada a lo largo del tiempo. Las antigüedades del museo de Valentín Alba ‘El Ferreiro’ en el Hotel Palacio de Merás o las piezas de Arte Sacro que se exponen en el antiguo convento de San Francisco completan el puzzle histórico del concejo tinetense
Los sabores de siempre
Unido de forma inseparable al nombre de Tineo está el nombre del chosco, un embutido cuya elaboración se remonta a muy antiguo. Este producto es su embajador más carismático y el que hace alusión a una tierra de gran tradición chacinera que conserva el ritual de San Martín, por el cual se obtienen los productos del cerdo (conocido como gocho en esta parte de Asturias). Jorge Arango de la Junta Local de Hostelería explica que este embutido creado a partir del lomo y la lengua del cerdo se puede tomar tanto frío como caliente y es un habitual en las jornadas gastronómicas del concejo. Precisamente, el próximo mes de febrero será uno de los platos que se podrán degustar en las jornadas gastronómicas que también incluyen el potaje con huesos de butietso y de postre, el arroz con leche y los frisuelos. La cita gastronómica tiene asegurado un elevado índice de participación, ya que son muchos los asturianos que se acercan a degustar el menú contundente que ofrece este concejo de montaña.
El cartel de ‘comida casera’ es lo primero que encontrará el visitante al sentarse a una mesa en este concejo. «La gastronomía local tiene mucha tradición en los potajes y también en las carnes y en la caza, mayormente el jabalí, la perdiz y el corzo, -añade Arango-. Respecto a los pescados, desde siempre el más representativo fue el bacalao porque al hallarse en salazón permitía su conservación».
Obradores tradicionales luchan por continuar con la costumbre de elaborar el pan en horno de leña. Ante el auge de las masas industriales, cada vez son menos los negocios que ofrecen el pan elaborado de forma artesanal. La mayor parte de los que continúan se debe a empresas familiares como la familia Manín, que con una tercera generación al frente del negocio, tiene su obrador en Cangas del Narcea y distribuye también en Tineo y Oviedo.
«El pan que se elabora en el horno de leña permanece comestible perfectamente durante cinco o seis días, porque gracias al horno se consigue una corteza perfecta que mantiene la humedad dentro del pan», explican en la panadería Manín. Estos artesanos del pan mantienen el proceso de elaboración tradicional: desde la molienda del trigo, pasando por el amasado, la fermentación de la masa junto con la masa madre y la cocción en el horno de leña. «Al final, lo que se mira es la calidad de la materia prima y la elaboración totalmente individual para cada una de las piezas. Aunque todas pesan lo mismo, no hay dos estéticamente iguales».