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miércoles 4, diciembre 2024

Luces y sombras sobre la creación artística. Ricardo Menéndez Salmón, escritor

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“La luz es más antigua que el amor” (Seix Barral) es la nueva novela de este escritor gijonés. Tomando como hilo conductor la pintura y el proceso creativo, Menéndez Salmón reflexiona sobre la condición humana, la belleza y la trascendencia.

-Su reciente novela, “La luz es más antigua que el amor”, supone encontrar la luz frente a sus últimos trabajos, duros y oscuros, de la trilogía sobre el mal. ¿Necesitaba un cambio de registro en su creación literaria?
-Hace tiempo que quería escribir sobre la creación artística, sobre sus luces y sombras. En realidad, era una manera de escribir acerca de mí mismo, de mis conquistas y fracasos como escritor. Quizá el libro parezca más feliz que los anteriores por el hecho de que identificamos el arte con la belleza y con cierta idea de entrega desinteresada, pero también es un texto que se asoma a lo que de dramático alienta en el hecho creativo: la soledad, el temor al olvido, los demonios interiores.

-¿Por qué la pintura como elemento central de la trama de esta novela?
-Porque es el arte que, a día presente, más me interesa. Y porque, en términos literarios, suponía un reto acercarse a dos momentos de la plástica tan dispares entre sí. De un lado, el Trecento, cuando la pintura aún no ha conquistado la perspectiva y vive una especie de maravillosa infancia, y del otro, el siglo veinte y la abstracción, cuando la idea de narratividad entra en crisis y la desaparición de la figura obliga a una reconsideración del arte pictórico.

“La mayoría de mis ficciones transcurren en esa zona donde se conjugan belleza y horror”

-Independientemente del tema de sus trabajos, ¿intenta siempre primar la belleza por encima de la dureza?
-Lo que intento es que dialoguen. No me gustan los tonos puros, lo blanco y lo negro, ni los números redondos, el 1 y el 0. Creo que es en las zonas intermedias, ambiguas, donde la vida y las circunstancias de los hombres se resuelven y cobran sentido. En esa zona gris entre lo blanco y lo negro, entre el 1 y el 0, en esa zona donde belleza y horror se conjugan, es donde transcurren la mayoría de mis ficciones.

-Tiene en su haber varios premios. “Asturias para Vera” ganó la V Edición del Premio Llanes de Viajes, un libro inspirado en cierta medida en su hija. ¿Es una reflexión en voz alta sobre la paternidad?
-Es una especie de carta al futuro que mi hija representa. En realidad, es un libro en el que he tratado de explicarme tres cosas que me interesan profundamente: la tierra en la que he nacido y vivido casi siempre, el hecho biológico y cultural de la paternidad y, por último, cierta equivalencia que encuentro entre la idea del viaje, la idea del amor y la idea de la escritura.

-¿Es necesario sentirse como un niño para poder escribir las cosas con otros ojos?
-No lo creo. Cuando he vuelto a los lugares de mi niñez lo he hecho como un adulto plenamente consciente de serlo. La infancia, en definitiva, sólo existe como relato.

“Hace tiempo que quería escribir sobre la creación artística, sobre sus luces y sombras. En realidad, era una manera de escribir acerca de mí mismo, de mis conquistas y fracasos como escritor”

-Sus libros han trascendido las fronteras de nuestra región. ¿Puede hablarse de que hay una corriente de literatura asturiana, de escritores asturianos que están haciéndose oír en la literatura española?
-Hay escritores nacidos en Asturias que, en efecto, publican hoy en editoriales de primera línea. Lo que sucede es que la literatura siempre es una cuestión individual. Con ello quiero decir que la asturianía de estos escritores no influye ni en su modo de escribir ni tiene que ver con su éxito o su fracaso. En definitiva, hay escritores: el adjetivo que califique su lugar de procedencia puede tener cierta relevancia en términos sentimentales, pero poca o ninguna a efectos prácticos.

-Vivir de la escritura no es fácil, ¿pero no cree que algunos escritores necesitarían un mayor compromiso con lo que escriben?
-Esa es una exigencia siempre personal, que cada escritor debe dirimir con su conciencia. Mi compromiso, desde luego, es radical, pero conmigo mismo, no con un posible lector o con las modas que puedan primar en un determinado momento literario. Y ese compromiso implica escribir siempre con la mayor de las ambiciones desde la mayor de las humildades.

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