El blog de Encarnita Fernández, El Paraíso de los Golosos, cuenta con novecientas recetas, miles de seguidores y ya ha alcanzado dos millones de visitas. Razón no le falta a quien considera que detrás de estas creaciones hay toda una artista.
Conversar con esta mujer resulta de lo más interesante por sus ganas de exprimir la vida. Ella es un ejemplo claro de cómo esta ofrece oportunidades si uno quiere aceptarlas. La suya llegó, tras la muerte de su marido, en forma de un blog de cocina. Pasó de ser un entretenimiento con el que seguir adelante a convertirse en una plataforma culinaria de referencia.
Además de una cocinera acostumbrada a ganar premios, la valdesana, afincada en Avilés desde hace más de veinte años, es también una súper abuela que lo mismo muestra su capacidad artística en la pintura, la fotografía o en una tarta para sus nietos.
-¿De dónde viene tu interés por la cocina y por qué crear un blog?
-Mi abuela era cocinera, ella estuvo muchos años trabajando en Madrid y cuando tenía vacaciones venía a casa y hacíamos lo básico: los frixuelos, la empanada, la alfilada… recetas asturianas de toda la vida que aprendí a hacer con ella siendo yo muy pequeña.
Siempre me ha gustado cocinar esas cosinas y luego cuando tuve a mis hijas empecé a hacerles tartas para los cumples. De aquella no había internet y te basabas en alguno de los pocos libros de cocina que había, porque ahora es una locura. También empecé a hacer las tartas para mis hermanos, y como somos ocho, era un cumple tras otro. Poco a poco me fui metiendo en este mundo hasta que falleció mi marido. Ese año, mi hija mayor me animó a que hiciéramos un blog de cocina. Me regalaron un ordenador pequeño y así fui avanzando, y claro, de las primeras recetas que hice hasta las de ahora hay un mundo; según fui aprendiendo fui cambiando la forma de hacer las cosas.
-¿Qué te está aportando tener un blog?
-Muchas cosas. Tengo una vida tejida en el blog, participo en retos como el de Cocinas del Mundo, Alfabeto Salado o por ejemplo, CocinArte, en el que te dan un cuadro o un monumento y sobre eso te inspiras para hacer una receta. Esto te hace pensar mucho y es casi como un modo de vida.
Desde la pandemia está la cosa más tranquila, pero he ido a Quedadas blogger en Galicia en las que a lo mejor participamos cuarenta personas y cuando pones cara a quien solo conoces por el blog es super agradable. Y luego hay algunos que son más afines, en Asturias hay gente de Avilés, de Gijón y muchas nos conocemos en persona. Vas creando una red entre gente que tenemos la misma afición.
“Tengo una vida tejida en el blog, participo en retos como el de Cocinas del Mundo, Alfabeto Salado o por ejemplo, CocinArte, en el que te dan un cuadro o un monumento y sobre eso te inspiras para hacer una receta”
-Llevas ya varios años con El Paraíso de los Golosos, ¿ha cambiado mucho la Encarnita de los inicios a la de ahora?
-Sí, cambié mucho en conocimientos de cocina y también muchísimo a la hora de relacionarme con gente porque empecé a conocer a muchas personas de España y del mundo. Tengo amigos en Galicia, en Andalucía… gente que somos casi como familia porque nos relacionamos en el día a día. La cocina y el blog me abrieron muchas puertas, estoy en varias asociaciones aquí en Avilés. Soy voluntaria en la Asociación Rey Pelayo, de disminuidos psíquicos, y aunque desde la pandemia la cosa está parada, suelo ir a hacer talleres en Pascua y en Navidad, y también doy alguna conferencia. También se me abrieron otros muchos campos como los concursos de cocina o los showcooking, me llaman para estas cosas gracias a la cocina. Hace poco tuve uno en Ikea, adonde ya he ido varias veces porque colaboro con ellos desde 2009 que gané un primer concurso de tartas de manzana. A partir de ahí fui ganando varios años y ahora son como de la familia.
-¡Quién iba a pensar cómo iba a cambiar tu vida gracias a esta aventura internáutica!
-Sí, porque cuando empecé era como diciendo, ‘una de mis tres hijas vive en Galicia, otra en Lugones y así tienen las recetas apuntadas y pueden consultarlas’. No pensaba que llegaría a tener más de dos millones de visitas, en mi vida pensé que algo así podría suceder.
-¿Requiere mucha dedicación mantener el blog?
-En verano suelo bajar un poco el nivel pero en invierno es mucha la dedicación. Voy programando para ir haciendo las recetas y tener tiempo para hacer las fotos y editarlas. Quieres hacerlo lo mejor posible y a veces te agobia un poco.
“En las tartas innovo más que en la comida del día a día, veo muchos blogs de la Europa del Este porque allí son fabulosos en cuestión de masas, hacen auténticas virguerías”
-¿Sigues siendo golosa?
-Sí, mucho, esto no falla. Ahora ya estoy pensando en las recetas de Navidad y en los turrones. Tengo cerca de novecientas recetas en el blog, así que es difícil hacerlas nuevas, además hay que hacer cosas que gusten a los de casa. Lo bueno es que tengo gente alrededor que lo come muy bien y no tengo problema. Gracias al blog hemos probado cosas que no sabíamos ni que existían.
-¿Y por qué esa especial inclinación hacia las tartas?
-Nunca lo pensé, seguramente porque empecé haciendo tartas para los cumples y era de lo que más practicaba, y luego que soy muy golosa. Me gusta mucho el dulce, especialmente las tartas que llevan manzana y las de chocolate.
-¿Te gusta preparar platos nuevos?
-En la comida del día a día soy tirando a clásica, procuro usar productos de temporada, hago muchas cosas con manzana, le pongo sidra al pescado… En las tartas innovo más, veo muchos blogs de la Europa del Este porque allí son fabulosos en cuestión de masas, hacen auténticas virguerías.
“En el blog tengo un apartado de cocina asturiana en el que tengo muchas recetas y sigo buscando otras nuevas. Es algo que me lleva a la niñez, a los sabores de antes, sobre todo cuando se utilizaba el horno de leña”
-¿La cocinera asturiana María Luisa ha sido tu gran inspiración?
-Me gusta mucho, tengo su libro y aún hace poco lo utilicé para hacer unas galletas de nata. No conocía su trabajo hasta que fui mayor, antes las recetas se pasaban de una casa a otra. Me acuerdo cuando iba al instituto en Luarca y había también un curso de Extensión Agraria al que iba la gente que no quería hacer el Bachiller, de allí salieron muchas recetas como la tarta de zanahoria con bollos suizos. Llegaban a mi casa escritas en un papel.
En el blog tengo un apartado de cocina asturiana en el que tengo muchas recetas y sigo buscando otras nuevas. Es algo que me lleva a la niñez, a los sabores de antes, sobre todo cuando se utilizaba el horno de leña. Trato de recuperar esas recetas que hacíamos con lo que teníamos en casa, no como ahora que se puede comprar de todo.
-Las fotos de tus platos y postres están muy logradas, ¿llegaste a la fotografía gracias a la cocina?
-Me gustó desde siempre, pero no tenía una cámara adecuada, utilizaba una compacta básica que fue con la que empecé a hacer fotos. Cuando ya me decidí a comprar una mejor fui a clase de fotografía para empezar a manejarla y ahora me apasiona. Mi cámara va conmigo a todas partes.
Pensar cómo hago las fotos de una receta lleva un tiempo, el proceso fotográfico es casi tanto como el de cocinar porque utilizo unos fondos y las fotos hay que hacerlas a la hora del día en que quedan mejor y luego está toda la decoración que acompaña al plato; yo disfruto mucho preparando el escenario.
“Pensar cómo hago las fotos de una receta lleva un tiempo, el proceso fotográfico es casi tanto como el de cocinar porque utilizo unos fondos y las fotos hay que hacerlas a la hora del día en que quedan mejor”
-Además de tus fotografías he visto pinturas tuyas muy bonitas.
-La pintura era un hobby que tenía. Cuando iba al instituto siempre me gustaba dibujar, y cuando en la asociación de vecinos empezaron a dar clases me apunté; la verdad es que relaja muchísimo. Ahora lo tengo un poco dejado porque me metí al mundo de la fotografía por el blog, para mejorar las imágenes.
-Visto que no entiendes la vida sin actividad ¿a qué otras cosas dedicas tu atención?
-Yo es que soy muy inquieta, igual me paso. Una vez que se murió mi marido vi que la vida era muy corta y que quería hacer todo lo que pudiera antes de irme. Me gusta mucho la costura, voy a un curso en las Aulas Populares y ya no es solo lo que aprendes, si no el ambiente, el compañerismo, todas estas cosas que luego te llevas a casa y te dan mucha satisfacción. Y luego está la Asociación Pedro Menéndez de Avilés con la que también empecé a colaborar. Primero fue una conferencia sobre alimentación para celiacos, y ahora tenemos un grupo que hacemos bailes del siglo XVI, y de vez en cuando hacemos alguna excursión, una cosa lleva a la otra.
Ahora, a raíz de la pandemia, bajé un poco el nivel, porque antes también iba a clases de francés. Estuve cuatro años acogiendo a una niña saharaui y en febrero de 2020 fui al Sáhara a conocer a su familia, y allí hablaban francés. Me apetecía aprender, pero la pandemia lo cortó todo.
-Y también está tu faceta de superabuela…
-Como soy pensionista tengo tiempo para mí y para mis cinco nietos. Tengo una nieta pequeña a la que voy a recoger al cole varios días a la semana, come conmigo, le hago fotos, la llevo a exposiciones al Niemeyer, al parque, lo que surja. Procuro no estar parada.
Yo soy de Valdés y en verano vamos al pueblo donde tenemos una casina y allí les enseño cosas a mis nietos, aunque algunos ya son grandinos, tengo una nieta de dieciséis años. A ellos le gusta escuchar historias de cuando yo era pequeña y les encanta cuando les enseño a hacer cosas. Este año, con la ayuda de mi cuñado, que es quien sabe más de esto, hicimos un balagar de hierba, una vara de hierba y lo disfrutaron muchísimo.
-Viendo que el origen de tu afición culinaria es tu abuela ¿qué pensaría ella de ti ahora con todo lo que haces?
-Estaría encantada, porque yo era la mayor y era un poco su ojito derecho. A causa del trabajo de mi marido viví unos años en Guadalajara y ella venía a pasar un mes conmigo; nos llevábamos genial. Era una mujer muy avanzada para su tiempo, le gustaba leer, era muy culta, y ella sembró la semilla para que todo creciera.
Recuerdo que me dio a conocer productos que yo en mi vida usaría, como la remolacha. Ella entonces vivía en Madrid y se la echaba cocida a la ensaladilla rusa, mientras que aquí se sembraba para las vacas.