Quien tiene comercio debe andar atento a las novedades del mundo, máxime en estos tiempos de turbulencias económicas, de modo que he enviado este recorte de prensa a mi amigo Aurelio Martínez, dentista lenense ejerciendo en Langreo; puede abrir una nueva vía de negocio ejerciendo de consejero matrimonial.
No lo ha tomado en consideración, pese a que la Paltrow se ha demostrado como una empresaria con olfato. O al menos, con capacidad como para jugar con las hormonas olorosas; en un capítulo anterior explicábamos que había hecho caja vendiendo unas velas que expandían el olor de sus propias partes íntimas; agotado el filón, vende ahora otras que huelen como sus orgasmos. Digo yo que, si ha anunciado que se separa, tampoco serían para tanto.
Me pregunto por la transferencia de aromas entre el producto, las manos del tendero, los billetes de dólar y el cliente. Dicen algunos empresarios, para justificar el toque inmoral de sus asuntos, que “el dinero no huele”. ¡A mí me lo van a contar! Tengo el imborrable recuerdo de la reminiscencia en mi bolsillo cuando Santy el pescadero me pagó una máquina de escribir Olivetti Lettera 35 al contado.
La frase procede de Roma. Cuenta Suetonio cómo Tito afeó a su padre, el emperador Flavio Vespasiano, que gravara un impuesto sobre los orines. Debe aclararse que se trataba de una tasa no sobre las necesidades fisiológicas de la ciudadanía, como la que hoy nos sacuden en algunas estaciones de trenes, sino sobre una actividad industrial: los excrementos urinarios se usaban en las tenerías, para curtidos. Pues bien, cuando entraron las primeras monedas de plata, Vespasiano puso un puñado de ellas bajo las narices de su melindroso hijo y le dijo, aproximadamente, “Pecunia non olet”.
No sabía el César que luego se inventarían los billetes, los pagarés, las letras de cambio y otros objetos en papel, que se contagian más fácilmente de pestes que el metal. Pasados los siglos, repasando algunos hechos económicos, podríamos decir que a lo mejor el dinero no huele mucho, pero algunos negocios apestan.