Se quitarán la corbata, sustituirán el traje de lana fría por el de baño y esperarán bajo una sombrilla que la gente vaya a registrar la propiedad de su parcela en la playa. Verán el cielo abierto, después del desplome de la construcción en la crisis anterior, tan larga.
Numerus clausus en los arenales, para evitar aglomeraciones; exceso de turistas, que ya casi nos morimos de éxito. Las familias empezaron dejando la toalla en primera línea, para reservar, igual que en Rodiles ocupan las mesas dejando repartidas las bolsas de comida, pero dicen los municipales que la ocupación debe ser presencial; decidieron entonces hacer madrugar al abuelo y sentarlo en la playa de nueve a doce, que llega el resto de la tropa.
Las primeras batallas se originaron cuando cada tribu esgrimía al día siguiente su “derecho de conquista” sobre el terreno ocupado el día anterior. Dijeron las autoridades que esa era una norma medieval, con lo que empezaron a llamar a notarios y registradores, pero tampoco está el asunto claro, de modo que tuvieron que recurrir a otras medidas. Suelo incluir solamente una foto, podría haber puesto otra en la que se ven unos pétreos muretes levantados a tramos regulares en San Pedro de la Ribera (Cudillero) para acotar terrenos, en zona, a salvo de la marea. Curiosamente en un lugar donde hace años hubo una tremenda polémica con Costas, que ordenó derribar los edificios que se saltaban la ley. Creo que es suficientemente definitoria esta otra, en la playa de Aguilar (Muros del Nalón); una familia ha trazado una circunferencia y escribe una advertencia, “distancia de seguridad”.
Cuando la hice pensé que el siguiente paso sería el conocido letrero “cuidado con el perro”. La realidad supera mi imaginación: en Soto de Luiña, a la hora de la siesta, ya habían recogido al abuelo para casa, a salvo de insolaciones; no tenían colgado ese rótulo, ni el de “propiedad privada”, ¡pero un perro mal encarado defendía la parcela!