Venía de Valladolid, allí sobre la entrada principal de la estación de autobuses puede verse un gran cartel publicitario que reza: “¿Vendes tu casa? Llama a Jesús”. En estas fechas de exaltada fe alguien puede pensar que el nazareno interviene en el mercado inmobiliario; no es el caso, se trata de un Jesús laico que se retrata ufano.
Llaman a estos días los cristianos Semana Santa, sus jerarcas no ven con buenos ojos que para otros sean días de vacaciones; a ellos les faltan vocaciones y por eso buscan fabricar cofrades desde el parvulario. Cuando llego a Gijón me encuentro algo parecido, carteles llamando a sumarse a las filas de porteadores de santos. Para darse de alta se exige “ser católico”; poca visión comercial o escasa confianza en sus ideas. Ya Pablo de Tarso había ganado la batalla a Pedro consiguiendo la aprobación para “predicar a los gentiles”; ampliación del target, diría un técnico de mercado.
Un folleto caro, pagado entre otros con dineros municipales, publicita las procesiones. Pregona el señor abad de Covadonga que en su discurso cita a Rosario Acuña; referencia cuando menos arriesgada puesto que su mejor biógrafo, Xosé Bolado la describe como “masona, republicana y librepensadora”. A mayores, las feministas la tienen por referencia. Ella misma no se ahorró críticas a las supersticiones, vio su obra “El padre Juan” prohibida y perseguida, y dejó claramente escrito en su testamento:
“Habiéndome separado de la religión católica por una larga serie de razonamientos derivados de múltiples estudios y observaciones… quiero que conste así… en la única forma de hacerlo constar, que es no consintiendo que mi cadáver sea entregado a la jurisdicción eclesiástica, testificando de este modo, hasta después de muerta, lo que afirmé en vida…”.
Y siguen unas palabras más duras, que quizá no sean conocidas por quienes escucharon al pregonero ni por los miles de turistas que inundan la ciudad. La calle Corrida está salteada de postuladores, recaudadores de ong y otras especies. También estamos en Ramadán, pero los islamitas no hacen proselitismo.
En Trapa, parroquia de Lada, rascaron ampollas eclesiásticas cuando en la fiesta del pueblo, a falta de santo oficial, pasearon otro objeto de madera al que tienen una devoción inquebrantable: una pipa de sidra
Lo hacen, sin demasiada agresividad, los miembros de otra creencia cristiana, que exhiben sus revistas esperando que su dios te anime a dirigirte a ellos; en ese caso te cuentan la biblia en verso. Una veterana militante se dirige a un joven negro: “Él nos envía el mensaje, luego, están los que lo escuchan y son buenos, y los que no lo quieren oír…”. El paciente ciudadano pertenece a otra categoría, no contemplada en la parábola del sembrador, la del que no se entera porque lleva los auriculares conectados por bluetooth.
Hay también en estos días manifestaciones no religiosas, como la que recorre las calles viejas de León recordando a Genarín, el noble pellejero muerto por el primer camión de la basura de la ciudad cuando evacuaba aguas menores en la Carretera de los Cubos, al pie de la muralla. Me viene a la memoria, junto a la procesión de Trapa, cuando veo la siguiente imagen en los gijoneses Jardines de la Reina.
En Trapa, parroquia de Lada, rascaron ampollas eclesiásticas cuando en la fiesta del pueblo, a falta de santo oficial, pasearon otro objeto de madera al que tienen una devoción inquebrantable: una pipa de sidra. Orujo en León, sidra en Langreo, vino en las misas, santificamos el alcohol.
Bueno, en definitiva, que veo pasar este sorprendente paso; les pido, y me aceptan, posar delante de las letronas, recién pintadas, por cierto. Me pregunto si es publicidad de una floristería, una idea de una catequista para regar los tiestos o el rodaje del anuncio de la lotería de Navidad, cada año con novedades. Los turistas que hacen cola para el rito de las fotos se apartan amablemente: “¡Oye, que perdisteis el santu!”.
Amen, sin acento. Y lo demás se dará por añadidura. Genial relato.