Llegar a Bimenes es fácil, pero no siempre ha sido así: tradicionalmente éste era un concejo aislado, que con el tiempo se ha convertido en lugar de conservación y reivindicación de folklore y costumbres. La apertura de la autovía Y ha paliado este involuntario recogimiento, pero no ha hecho que se pierda ese espíritu único, que conserva y moderniza a partes iguales la esencia astur.
La economía yerbata -pues así se llaman los habitantes de Bimenes- estaba hasta hace poco ligada a la mina, ya que fue uno de los primeros concejos asturianos en explotar sus recursos carboníferos, con yacimientos superficiales. Para recordar este pasado, en Martimporra se levanta un monumento al minero en piedra, en memoria de esta actividad que tuvo importancia capital. También se pueden visitar rincones como el área recreativa de El Pinganón, donde es posible asomar a la entrada de una bocamina recreada y recorrer un pequeño sendero peatonal.
Hoy Bimenes mantiene una discreta pero interesante actividad ganadera y agrícola. Además del evidente autoconsumo, de la primera destaca una emergente industria de embutidos artesanos, que ha ido poco a poco ganando fama; recientemente se acaba de aprobar la creación de la marca «Chorizu de Bimenes» que aglutina la producción local. En cuanto a la agricultura, es fácil ver huertas y terrenos cultivados. La actividad se complementa con un pequeño polígono industrial en la localidad de Xenra, donde destacan las empresas de servicios.
Turísticamente, Bimenes está muy ligado a la Sierra de Peñamayor y a las muchas rutas posibles por la zona. Sin alcanzar grandes alturas, sus cumbres ofrecen impresionantes vistas que alcanzan a un lado la Cordillera Cantábrica, y al otro el mar. Son rutas con nombre propio, como la de Los Molinos, la subida a la Peña del Hombre, el Monte de la Zorea o Peñamayor-Trigueiro, todas señalizadas y de dificultad variable. Más allá del patrimonio natural, el humano tiene pequeñas joyas como el conjunto del Palacio de Martimporra, Monumento Histórico Artístico, o diferentes ermitas y capillas repartidas por el territorio yerbato. Y, aunque ya se conozca, vale la pena visitar la Casa de Les Radios, que acaba de ser inaugurada tras una remodelación. Aquí están diferentes colecciones relacionadas con la radiodifusión, un sorprendente fondo mantenido y aumentado gracias a la implicación vecinal.