Los mercados de Grado son conocidos en toda Asturias. Además de la cita de los miércoles, bajo el paraguas del lema ‘abierto los domigos’ la villa se convierte en destino de fin de semana de muchos asturianos, que aprovechan para pasar el día, disfrutar de la gastronomía local, y llenar la nevera de productos de huerta y alimentación.
El lema es absolutamente literal: un domingo en Grado es un día laborable, y todos los negocios están en funcionamiento. Hostelería y comercio se suman al mercado tradicional que llena de puestos las calles, listos para recibir a los miles de visitantes que vienen a hacer compras: frutas y verduras, legumbres y hortalizas, productos elaborados (queso, embutidos, pan de escanda, miel), artesanía, ropa… Prácticamente de todo hay en este mercado, de ahí su fama y su historia, que se remonta hasta la propia creación de la villa en el siglo XIII.
El de Grado no es un mercado de abastos al uso, sino que se ha convertido en ejemplo de mercado tradicional bien entendido: trato personalizado y género «como el de antes», entendido como productos de kilómetro cero y comercio de proximidad. Este espíritu no es exclusivo de los mercados bisemanales, sino que es seña de identidad de un comercio local que ha hecho bandera de la calidad y el cuidado en la relación con el cliente.
De modo que, mientras el resto de la región se toma el día libre, los moscones convierten la villa de Grado en un centro comercial abierto. A cambio, los lunes son de asueto y sustituyen la intensa actividad del día anterior por las calles tranquilas y el ritmo pausado de un festivo. Es algo que el visitante debe tener en cuenta, si no quiere llevarse una sorpresa mayúscula al encontrar la mayoría de los negocios cerrados por merecido descanso.
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