Siero huele a manzana y tiene tras de sí una acreditada tradición y excelencia llagarera. Es el tercer municipio de Asturias con más llagares. Aquí el universo de la sidra lo llena todo.
El concejo es predominantemente llano en la zona central y occidental, el resto son pequeñas montañas que forman un bello paisaje de formas suaves. En estas tierras, la manzana se ha convertido en la auténtica protagonista, especialmente en la parroquia de Tiñana, donde con apenas mil habitantes se ubican seis de los mayores llagares que surten a las principales sidrerías no solo de Asturias sino también de fuera de la región.
Detrás de cada culín de esta sidra hay una historia que nos transporta -según el Catastro del Marqués de Ensenada-, al siglo XVIII cuando la manzana deja de ser un producto de uso familiar y empieza a comercializarse y consumirse en lugares públicos. En Tiñana precisamente, existía un llagar de sidra industrial que cada dos años -tiempo de fructificación de los manzanos- pisaba veinticuatro toneles, una cantidad nada desdeñable en aquella época. La sidra empieza a consumirse en celebraciones familiares, filandones, amagüestos, y se convierte en bebida obligada de fiestas tradicionales, hogueras o antroxos. Esto hace que en la segunda mitad del XIX aparezcan en la zona varios llagares que aún hoy siguen funcionando. A estos llagares industriales se les suman otros de carácter familiar, y ese zumo de manzana fermentado y la cultura que lo rodea ponen a Siero como lugar de referencia en el mapa asturiano. Aquí la sidra parece que no se agota nunca, especialmente en los meses de octubre a noviembre, época de la recogida de la manzana y posterior tratamiento.
En Siero la sidra es una manifestación cultural de acreditada tradición que necesita abrir nuevos mercados.
Tal es así que en 1911 se decide abrir aquí un centro experimental, la Estación Pomológica de Tiñana que aportó durante años -estuvo operativa hasta 1985- formación y tecnología a los productores de la zona con el fin de que conocieran los últimos adelantos en materia de producción de manzana y fabricación de sidra. Todo ese saber ha calado aquí, y no solo ha pasado de generación en generación sino que ha seguido evolucionando ya que en el mundo de la sidra las lealtades se renuevan cada año y están en función de la calidad del producto. Eso obliga a una continua evolución.
En algunos de estos llagares además de la venta de sidra se puede disfrutar de espichas por encargo, degustar la cocina tradicional, disfrutar de reuniones familiares o comidas de empresa y además, conocer el proceso de elaboración de la sidra y aprender a diferenciar entre los distintos tipos de manzanas que se utilizan a través de visitas guiadas.
La sidra en Siero es el resultado de muchos éxitos y también de fracasos, aciertos y errores pero sobre todo de evolución. Los lagareros aspiran a que el producto siga siendo del agrado de los asturianos pero coinciden en la necesidad de abrir nuevos mercados dentro y fuera de nuestro país. Para ello el Principado apoya a través de ayudas, el control de la calidad y también la promoción, ambas herramientas indispensables para lanzar el producto al exterior. Están convencidos de que se puede vender más sidra fuera y ese el reto que mantienen para los próximos años.
Este chorro dorado espumeante que corre a raudales por los llagares y chigres de la zona, refleja un modo de vida, de relacionarse y de trabajar. Es una manifestación cultural en el más amplio sentido de la palabra, de acreditada tradición que ahora aspira a dar un impulso a las ventas.
Fiesta de los Güevos Pintos. Una fiesta muy artística
Nadie conoce con exactitud su historia, ni tan siquiera el momento en el que se comenzó a celebrar. Hay quienes dicen que su origen se sitúa en la zona del Oriente aunque hay quien asegura que sus raíces se hunden en tradiciones religiosas. También se relaciona esta costumbre con la llegada, en el siglo XIX, de trabajadores de otros países de Europa que venían a trabajar en las minas de carbón, ya que esta costumbre es normal encontrarla en otros lugares como Francia, Rusia, Inglaterra, Alemania o Grecia. A día de hoy, es una fiesta que atrae al concejo de Siero a miles de personas dispuestas a hacerse con alguno de los tradicionales huevos pintados a mano con diversos motivos, gran parte de ellos vinculados a temática asturiana.
La fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional en 1.968, es un claro reflejo de las tradiciones asturianas. Además de la exposición y venta de los huevos pintos por parte de artesanos que cada año se superan en originalidad y creatividad, a lo largo del día se celebran espichas, bailes tradicionales, desfiles, degustación de sidra, terminando el día con una gran verbena a la que acuden personas desde todos los puntos de la geografía asturiana.