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viernes 13, junio 2025

El lujo consciente, ¡ya era hora!

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Como quien dice, hasta anteayer, el lujo consistía en ostentar, proyectar una imagen al mundo de riqueza, presumir de marcas, de estatus social, de exclusividad. En definitiva, el lujo había que mostrarlo y, además, presumir de ello. Pero los millonarios quisieron diferenciarse de esa generación de nuevos ricos que exhibían sus posesiones en las redes sociales dando lugar al llamado lujo silencioso.

Ese de que “voy de marcas y exclusividad hasta atrás, sin ningún logo, como de sencillo, de haber comprado la ropa en la tienda de la esquina y resulta que lo que llevo puesto puede superar tranquilamente los 2.500€”. Aunque para muchos de nosotros esto pueda rallar lo ofensivo, podríamos decir que tiene una cara “amable”. Después de mucho darle vueltas a eso de ver en qué nos podemos diferenciar unos de otros, de cómo demostrar que yo tengo más que el vecino, resulta que ahora lo que se considera lujo, en realidad, es lo que te mueve por dentro, la experiencia de estar en un lugar y sentir nuestro papel en él, las conexiones/reflexiones que podemos hacer, el conocimiento que adquirimos. Lo común se vuelve extraordinario y se valora porque pasa a ser la armonía que da sentido a nuestra vida.

Lo llaman el lujo consciente y no apuesta por lo material, lo distintivo, sino por valorar esas cosas sencillas de la vida que cuando nos faltan es cuando descubrimos que realmente eran importantes; esas cosas que no cambiaríamos ni por todo el oro del mundo. Ha tenido que pasar tiempo para descubrir que la experiencia interna vale más que la externa y que teníamos todo ahí a nuestro lado, no hacía falta ir a buscarlo a ningún sitio, solo dirigir nuestra mirada, nuestra atención.

El lujo consciente puede ser el placer de hacer un recorrido por la naturaleza, valorar una pieza de artesanía, disfrutar de una comida con amigos, de un abrazo compartido, de una puesta de sol, del olor a tierra mojada o de algo que te sacuda por dentro. No es lo que posees, es cómo lo sientes y percibes, qué te proporciona.

Eso nos conecta con la naturaleza, con nuestra forma de movernos, con nuestra forma de disfrutar, de consumir.

Dicen que esta tendencia cambiará radicalmente nuestra forma de viajar y que en ningún caso va a implicar renunciar a comodidades; es disfrutar del mundo mientras cuidamos de él, es conectar con las personas, apoyar iniciativas locales que defiendan territorio, la cultura local. Es una nueva forma de explorar el mundo.

Asturias lidera el mayor corredor de ecoturismo de España con 38 experiencias únicas para redescubrir la naturaleza: rutas de senderismo, avistamiento de fauna, talleres artesanos, visitas etnográficas… un proyecto financiado con los fondos europeos Next Generation que tiene como objetivo “ofrecer una alternativa de turismo respetuosa, consciente y conectada con el entorno rural”. En palabras de la viceconsejera de Turismo del Principado, Lara Martínez, «queremos atraer a viajeros que buscan experiencias auténticas, que valoran el silencio, el paisaje y la historia rural. En este sentido, Asturias tiene mucho que ofrecerles».

Todo invita a trasladar esa actitud a nuestra vida en general. Probar a redirigir nuestra mirada para descubrir el placer de un buenos días, una caricia inesperada, la risa contagiosa de un niño, el olor a hierba recién cortada, el canto de los pájaros según abrimos la ventana por la mañana, el sonido de la lluvia, el silencio… todo eso está ahí fuera, esperando que tú lo descubras.

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