El último informe que realizó la Consejería de Educación del Principado el pasado año, Emociones, motivación y rendimiento, revela que el 72% del alumnado que mantiene un vínculo emocional positivo con su profesorado mejora significativamente su rendimiento académico. Es más, la regulación emocional y la motivación elevadas pueden impulsar ese rendimiento entre un 18 y un 23%.
El informe señala, además, que los centros que fomentan un ambiente laboral positivo y de cooperación entre el profesorado, logran hasta un 10% más de progreso académico y una mayor satisfacción por parte del alumnado y sus familias.
Esto me recuerda a aquel profesor del instituto que nos invitaba a toda la clase a debatir sobre Filosofía y otras cosas de la vida, o la profesora de Arte que nos ponía las diapos y con sus relatos nos hacía viajar a otros lugares del mundo. Ha pasado el tiempo y siguen estando ahí, formando parte de nuestra historia personal.
Yván Pozuelo Andrés es un profesor asturiano que ahora da clase en la Escuela de Hostelería y Turismo de Gijón. Antes impartió enseñanza en el IES Universidad Laboral de Gijón donde saltó a la actualidad hace unos años por haber puesto en marcha “la rebelión del 10”.
Ponía esta máxima calificación a todos sus alumnos como protesta pacífica al sistema de evaluación actual. “Pongo esa nota primero porque se lo merecen –decía en una charla TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño)–. Con el 10 entrego toda mi confianza al alumno. Lo que he descubierto con esto es que es un potente revulsivo para su aprendizaje”. Lo importante es que exista una progresión, cada uno en su medida, y quien lo hace tiene un 10. Propone una valoración del alumno que no está en base a memorizar contenidos y aprobar exámenes, algo que considera obsoleto y autoritario, sino en valorar sus competencias, la capacidad de cada estudiante para aplicar sus conocimientos y habilidades en situaciones reales, en lugar de memorizar información. El método no es nuevo, lleva más de una década funcionando en otros lugares y también entre sus alumnos.
El docente pertenece a la Asociación De Aula en Aula, un lugar donde los educadores discuten sobre comportamientos, formación, disciplinas y aptitudes para una educación de calidad.
En sus clases, Pozuelo no pone libros de texto porque para él ningún libro es capaz de sentir su clase, ni lo que exige cada momento en base a la diferencia de alumnos que tiene o sus necesidades. Tampoco pone deberes porque dice que el horario escolar no es de 24 horas. El profesor es catedrático en Historia por la Universidad de Oviedo, licenciado en Historia por la Sorbona de París y es autor del libro, ¿Negreros o docentes? La rebelión del 10, que por supuesto, recomendamos.
Hace unos días miles de estudiantes en toda España se examinaron de la PAU, los exámenes globales de todas las asignaturas cursadas. La nota obtenida será la que determine su futuro más inmediato, la carrera que pueden estudiar. En sus caras veías cómo los nervios y la presión de este examen se unían al sueño de conseguir esa nota corte necesaria que les permitirá acceder a la carrera deseada.
A quien la nota no le permita acceder a una universidad pública tendrá que cambiar de planes y conformarse con otra carrera que, a lo mejor, no le motive tanto. Y es que la motivación es muy importante, porque en estos días los jóvenes eligen lo que van a hacer en la vida, con qué van a crecer cada día, con qué van a disfrutar o qué retos les va a traer.
Tampoco el hecho de que estudies una determinada carrera es garantía de que accedas a un puesto de trabajo, porque también ahí están cambiando los criterios de selección de las empresas: Dime qué sabes hacer, no qué estudios tienes. Pero, bueno, este es otro tema.
Sé que muchos pasamos por ello, pero desde la distancia que te da el tiempo no me parece justa esta forma de evaluar, de jugar con los sueños de la gente. Me parece un sistema obsoleto. Por eso, “La rebelión del 10” de Yván Pozuelo me parece una idea fresca en el mundo de la enseñanza y mucho más justa. Lástima que sólo puedan valorarlo sus alumnos y las familias de estos, que también están encantadas con dicha fórmula centrada en la evaluación por competencias. Y digo lástima porque, por seguir adelante con esta idea, –siempre respetando los temarios y la normativa–, el Servicio de Inspección Educativa le abrió un expediente al profesor que derivó más tarde con una suspensión de empleo y sueldo de ocho meses. Ha recurrido la sentencia y está dispuesto a llegar hasta el Tribunal Supremo si hiciera falta porque “hacer exámenes sin ton ni son o aprender cosas de memoria constantemente no son significativos para seleccionar o formar a los alumnos”.
Se puede decir más alto, pero no más claro. A ver si se suman más valientes a esta u otras iniciativas innovadoras.