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sábado 5, octubre 2024

Ola de solidaridad

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Dicen que nuestro cerebro está ‘cableado’ para que seamos una especie que busque de manera natural conectar con otras personas. Esta característica es lo que posiblemente nos haya ayudado a sobrevivir como especie desde los primeros tiempos: nuestra capacidad de conectar y de colaborar. Y esto es justo lo que ha ocurrido en las últimas semanas no solo en Asturias sino en toda Europa. De la noche a la mañana nos despertamos en otro mundo, uno donde la paz en nuestro continente no existía. ¿Tan frágil era?

Los cuarenta y cinco millones de habitantes que tiene Ucrania se despertaron un día con el ruido de las bombas, de las sirenas y de los tanques. “Esta es una de las horas más oscuras de Europa desde la Segunda Guerra Mundial” dijo la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Y tenía razón. Después de la conmoción, la respuesta de solidaridad no se hizo esperar.

Una vez que la Unión Europea dio luz verde a la norma que permite la entrada sin límite a los refugiados ucranianos, Asturias abrió sus brazos para recibirles. Los primeros 45 refugiados llegaron al Principado en un autobús fletado por la ONG Expoacción con la colaboración de Hortal. Eligieron venir porque sus hijos habían pasado aquí algunos veranos con familias de acogida y estudiaban en colegios españoles. Unos días después, el colegio San José de Sotrondio, cerrado durante dos años, se preparó a toda velocidad con ayuda de los voluntarios para acoger a varias familias refugiadas procedentes de Ucrania de forma temporal hasta que se les encuentre un hogar de acogida. También el Real Oviedo, que ofreció su residencia de jugadores para albergar a varias familias. Cruz Roja y Accem también están aportando todos los recursos de acogida que tienen repartidos principalmente en Oviedo, Gijón y Avilés. Y estos son solo algunos ejemplos. Asturias dispone en estos momentos de 731 plazas de acogida; 706 son con recursos de los ayuntamientos y el resto de ONGs.

La ola de solidaridad no ha hecho más que crecer desde el minuto uno y además se ha organizado de forma exprés. La sociedad no solo ha respondido acogiendo refugiados si no también con donaciones masivas. Particulares, iniciativas comunitarias, empresas, asociaciones de vecinos, colegios… todos están poniendo su granito de arena desde el comienzo de esta crisis humanitaria, y las ONGs están echando el resto.

La asociación Ayuda Humanitaria para Ucrania desde Asturias junto con Nómadas en Acción consiguieron, en un solo día, el material equivalente a un mes en cualquier otra campaña solidaria y en pocos días ya habían organizado toda la infraestructura para hacerlo llegar a distintas zonas de Ucrania. También varias empresas asturianas del polígono Espíritu Santo de Oviedo unieron fuerzas para fletar un tráiler con veintidós toneladas de material médico, sanitario, ortopédico y alimentario rumbo a la frontera de Polonia con Ucrania. No solo la solidaridad es grande si no que se está haciendo bien, se está gestionando y coordinando correctamente, se está verificando que llega a quien lo necesita y, además, se hace de forma rápida.

A ello también hay que añadir las donaciones económicas que se están realizando a las organizaciones humanitarias que trabajan en Ucrania o zonas fronterizas que cuentan con delegaciones en Asturias. Desde la Agencia Asturiana de Cooperación recuerdan que “este es el mecanismo más eficiente y eficaz para hacer llegar las ayudas” porque ese dinero servirá para comprar lo que necesita la población afectada de manera directa y lo antes posible.

Esto, desgraciadamente, tiene pinta de que va a ir para largo así que hay que hacer muy bien las cosas desde el principio, con un orden y cubriendo las necesidades que hagan falta. Se están salvando millones de vidas porque se está ayudando a la gente a salir del país, o a entrar en los sótanos cuando avisan las sirenas de un bombardeo. Están ocurriendo muchas cosas buenas en medio de este conflicto, aunque cueste verlo porque el balance no deja de ser negativo. La solidaridad está salvando vidas en una guerra que -hay que recordar- no ha sido provocada por el pueblo.

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