Decía Gabriel García Márquez que el periodismo es “el mejor oficio del mundo”. No lo decía por romanticismo, sino porque pocas profesiones te permiten mirar la vida tan de frente, escuchar voces diversas y descubrir que detrás de cada relato hay una historia que late. Y lo decimos con total convicción porque gracias a esta profesión hemos podido aproximarnos a personas, hacer preguntas para conocer sus vidas, sentir esos latidos y dar voz a quien creía que no tenía nada que contar; reflejar el trabajo que se está haciendo desde el silencio para construir una sociedad mejor: emprendedores, empresarios, investigadores, artistas, toda la gente de a pie que día a día trabaja desde distintos frentes para que Asturias siga avanzando.
Sin embargo, en los últimos tiempos parece que hemos olvidado esa esencia. La agenda mediática se llena de estridencias, de titulares que amplifican el ruido de la polarización, de jóvenes que se radicalizan y encuentran eco inmediato en las portadas. Y, aunque son una minoría, gozan de espacios en los medios.
Hace tan solo unos días lo denunciaba el actor Carlos Bardem en una entrevista que le hicieron en el diario Público que se hizo viral. Se preguntaba por qué los medios daban más espacio a las acciones de jóvenes de extrema derecha que a las iniciativas de otros que trabajan por el medio ambiente o el voluntariado. ¿Por qué no se dedicaban las mismas páginas a esas historias que también están ocurriendo?, decía.
Y es verdad, apenas se habla de quienes, con la misma energía y convicción, están construyendo futuro: jóvenes y no tan jóvenes que se organizan para limpiar ríos, colectivos que defienden la cultura local, asociaciones que acompañan a personas mayores, a colectivos desfavorecidos, apoyando proyectos de salud mental; personas que con sus vidas marcan caminos, o que promueven la sostenibilidad en los barrios.
Alguna vez nos preguntáis cómo localizamos a nuestros entrevistados que aportan sus relatos a “corazón abierto”; cómo contactamos con proyectos tan innovadores que se están haciendo desde nuestra tierra; cómo nos enteramos de todas esas mujeres emprendedoras del medio rural que están siendo reconocidas por sus iniciativas… Nuestra respuesta es que surgen del “efecto contagio” y del “boca a boca”. Unos nos llevan a otros haciendo crecer así esta gran red de activismo positivo que es Asturias.
El periodismo debería ser también un espejo de esa otra realidad. No para ocultar lo negativo, ni mucho menos, sino para equilibrar la mirada. Porque contar lo que funciona, lo que inspira, lo que suma, no es ingenuidad: es responsabilidad. Es recordar que la sociedad no se reduce a sus sombras, y que cada día hay gestos que merecen ser narrados.
Creemos que ser periodista significa cargar con esa responsabilidad: dar voz a quienes no la tienen, cuidar a los protagonistas de nuestras historias y ofrecer al lector un espacio donde pueda pensar por sí mismo. Significa elegir no solo qué contamos, sino cómo lo contamos, siendo respetuosas con el otro. Y en esa elección se juega la credibilidad de nuestra profesión.
Quizá el reto sea volver a lo esencial: escuchar más, mirar mejor, narrar con honestidad. Recuperar la convicción de que informar no es solo describir lo que ocurre, sino también iluminar lo que se está gestando en silencio. Porque ahí, en esas pequeñas transformaciones, está la semilla de un futuro distinto.
