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lunes 2, diciembre 2024

Anabel Montes. Jefa de Misión con Proactiva Open Arms. La lucha por la esperanza

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La mujer que partió un día a Lesbos no es la misma que retornó a Asturias. ‘Tu mundo se destruye y se vuelve a construir de forma más consciente’. Anabel Montes fue quince días como voluntaria con Proactiva Open Arms y esos días se convirtieron en un mes. Regresó a España y al poco tiempo volvió a marchar para quedarse en Lesbos otros cinco meses. Ahí acabó su etapa como voluntaria y pasó a formar parte de la ONG a tiempo completo.

Siempre estuvo vinculada al mundo del socorrismo y las emergencias y tras participar prácticamente desde el inicio en la actividad de Proactiva Open Arms, actualmente es Jefa de Misión en el Mediterráneo. La ovetense Anabel Montes habla de rabia, vergüenza, tristeza… palabras que se dan la mano cuando relata la realidad que viven miles de personas que se ven obligadas a abandonar su país y que acaban intentando cruzar el Mediterráneo. Van en busca de un sueño que ellos llaman Europa. Y en medio de todo este desatino todavía es posible encontrar un motivo para seguir. Un día éste vino a través de una niña que subió al barco con su hucha y tras romperla, dio los cuatro euros que tenía ahorrados para ayudar. Ahí estaba de nuevo la luz, colándose entre las líneas de la tragedia. «Al final estas cosas son las que te dan esperanza para seguir porque si quitas esto no nos queda nada ni a nosotros ni a ellos».

-Después de una misión, ¿puedes regresar o una parte de ti ya no vuelve?
-No, no hay vuelta atrás. En el momento en el que eres consciente de algo ya no puedes hacer como que no existe. Yo había visto a gente que murió ahogada en una playa pero esta situación es diferente porque esas personas no deciden estar ahí, no les queda otra alternativa. Te encuentras en un medio hostil como es el mar en el que no hay nada, tú solo tienes un barco de rescate y ellos tienen una goma. Ver a esas personas que no tienen absolutamente nada te hace plantearte muchas cosas y es imposible volver a tu vida de antes. La vida sigue siendo la misma pero te cambia por completo la forma de valorar las cosas, cambias tú como persona. Aunque sepas que eso está sucediendo, en el momento en el que ves lo que pasa, lo hueles, lo sientes y lo tocas, eso ya forma parte de ti e inevitablemente cambia todo.
-¿Cuál es la lección más importante que te han dado?
-La más importante es que no hay absolutamente nada que no tenga solución y que nunca está todo perdido. Es algo que suena muy bonito, pero siempre hay esperanza. Ves a gente que huye de cosas que son auténticas salvajadas y que aún así, están contentos y felices porque lo único que piden es no morir. Después de verlos a ellos, sabiendo lo que han vivido, cómo siguen luchando y no se rinden, tienes que tener cuidado porque llegas a un punto en el que todo te puede parecer banal. Tras volver de una misión, la primera semana es rara porque la gente está aquí con sus problemas y a ti te parecen estúpidos y tienes que tener cuidado porque cada uno vive la realidad que le toca y no le puedes exigir a nadie que sea consciente de algo que no conoce.

«Todo en lo que te educan de pequeño y lo que te enseñan de solidaridad y ayuda a los demás es mentira o solamente se dirige hacia los blancos»

-Tras todo lo que viven antes de ser rescatados, ¿les queda capacidad para soñar?
-Mucha de la gente a la que nosotros ayudamos tienen daños psicológicos terribles y muchos han llegado a un punto de destrucción interna o de sumisión tan grande que lo más mínimo les hace felices. Hay un caso de una chica de veinticuatro años que huyó de Costa de Marfil porque Boko Haram mató a su familia y se quedó sola. Llegó a Libia, estuvo de esclava doméstica y sexual, intentó huir y la quemaron con una plancha en la ingle, se tiró por la ventana, la violaron en la calle, se metió en una embarcación y nosotros la sacamos del mar. Era una chica súper fuerte, todo el día sonriendo, dándonos las gracias y nos preguntó: ¿En Europa me van a matar? Le dijimos que no, pero que le quedaba un proceso muy largo. Le dio igual, se quedó sonriendo pues lo único que quería era saber que podría dormir tranquila porque no la iban a matar. Eso nos dio a todos una ostia de vida que nos dejó temblando. Hablamos de gente que simplemente quieren irse a dormir con la tranquilidad de que al día siguiente se van a despertar. Esto impacta mucho y más cuando ves que te lo pregunta una persona de manera sincera, que sonríe y a la que le brillan los ojos. Las lecciones que nos dan todas estas personas son humanas, no hay ningún tipo de doble intención, lo que ves es lo que hay.
-¿Qué opinión te merece Europa?
-Siento rabia. En primer lugar por esta campaña de mentiras que se cuentan, y ya no por quien las dice sino por quien las cree. Dicen que no cabemos y es mentira. Cabemos de sobra y sino, antes de que la gente se muera, nos apretamos. Tienden a exagerar, ponen trabas y siendo un continente como es el europeo, que se supone que es civilizado está dando el peor ejemplo que puede dar. Hablan de otros países que no los acogen y es mentira, los países vecinos ya los han acogido, están llenos de campos de refugiados inmensos y son lugares que están destrozados. Lo peor es que nosotros tenemos sitio, tenemos medios y no hacemos nada. Nuestro problema es el estado de bienestar, tenemos un nivel de vida que no queremos cambiar, para que todos estuviésemos bien tendríamos que bajar nuestro nivel de vida porque ellos, obviamente, no lo podrían subir. Todo en lo que te educan de pequeño y lo que te enseñan de solidaridad y ayuda a los demás es mentira o solamente se dirige hacia los blancos.

«Ver a esas personas que no tienen absolutamente nada te hace plantearte muchas cosas y es imposible volver a tu vida de antes. La vida sigue siendo la misma pero te cambia por completo la forma de valorar las cosas, cambias tú como persona»

-Frente a la realidad de lo que sucede están las palabras de los políticos, ¿qué piensas cuando los oyes hablar?
-Tú sabes que están mintiendo y también que ellos saben que mienten y les da igual. Por eso hablo de rabia, frustración e impotencia porque la gente se cree las mentiras sobre todo en una época en la que en Internet puedes tener toda la información y contrastarla. Hay veces que esto hace que sientas que tu trabajo no vale para nada, te dan ganas de mandarlo todo a la mierda porque da la impresión de que nada cambia pero después te paras, lo piensas y te das cuenta de que sí lo hace. Si para cuatro personas cambia, ya sirve. Somos una red pequeña e insuficiente, pero es mejor esto que nada. Es lo que estamos haciendo ahora en el Mediterráneo: tenemos barcos, tenemos preparación pero seguimos siendo cuatro frikis en un barco por el medio del mar y hemos rescatado a más de treinta mil personas. Si ellos de verdad quisieran hacer algo, en el Mediterráneo no se moría nadie porque es el mar más militarizado que existe. Por eso a veces nos enfadamos porque si nosotros con un barco que tiene dos radares relativamente buenos encontramos gomas en el mar, ¿cómo puede ser que naufrague un barco de madera de veinte metros de largo y ochocientas personas a bordo y nadie lo sepa? No interesa, por eso no quieren que estemos allí y por eso hacen campañas de difamación. Somos una ONG que existimos gracias al apoyo popular y si la gente nos deja de apoyar estamos condenadas a desaparecer. Ahora, sin tener nada que ver, estamos afectados por todo el problema de Cataluña y España. La ONG es catalana y las donaciones han bajado un montón fuera de Cataluña y es absurdo porque la sede está ahí pero el dinero no es para Cataluña. Es un ejemplo muy claro de cómo está la sociedad.
-¿Tiene más trascendencia lo que pasa en un lado del mundo que lo pasa en otro?
-Esta sigue siendo una sociedad clasista. Un atentado en Las Ramblas, en Francia o Alemania en el que mueren doce personas es súper importante, pero hay un atentado en Kabul en el que mueren muchísimas personas y como es otro país y están en guerra tiene menos importancia. Cuando una persona hace algo siempre piensa que es lo correcto y que los demás se equivocan, pero en casos como estos en los que es algo tan «sencillo» como que la gente viva o muera, soy incapaz de entender como una persona, en su sano juicio, puede decirnos: «pues que se mueran en el mar». Por supuesto que mucho es la ignorancia de no saber y la manipulación, pero sigo sin entenderlo. Muchas niñas de cuatro a quince años vienen huyendo de la ablación, otras de una violencia doméstica salvaje, también personas del colectivo LGTBI huyen porque los mutilan y los masacran, otros vienen porque quieren mejorar su vida y por haber nacido en esa parte del mundo se les niega el derecho de conseguirlo. Todos tienen un montón de razones que son muy justificables y válidas para querer marcharse.

«Mucha de la gente a la que nosotros ayudamos tienen daños psicológicos terribles y muchos han llegado a un punto de destrucción interna o de sumisión tan grande que lo más mínimo les hace felices»

-¿En dónde habría que buscar la solución a este problema?
-La gente se está muriendo en Italia, en Grecia, en el Estrecho. Lo de mirar para otro lado y cambiar el canal de la tele se puede hacer, pero cuando lo tienes delante ya no puedes. La mierda se nos está acumulando a la puerta de casa y un problema que ya es grave lo están agudizando porque están dejando a la gente tirada. Bruselas está dando un montón de millones a Libia o a Italia pero, ¿no sería más lógico invertir ese dinero en un corredor humanitario, que es algo básico, de forma que luego puedan tener un futuro? Invierte ese dinero en algo que pueda ser beneficioso. Hace unos cuantos años a Merkel le interesó abrir las puertas, tenían la pirámide de población totalmente invertida porque no tenían mano de obra. Entraron un montón de emigrantes, se llenó el cupo, coparon los puestos de trabajo que nadie quería, la economía empezó a subir, Alemania empezó a estar muy bien y entonces dijo basta. Esta es la sociedad en la que vivimos y todo es interés. Un muerto más en el Mediterráneo o en el Egeo es un problema menos.
-Toda esta situación afectará de manera más directa a colectivos más débiles como mujeres y niños…
-Cuando eres una mujer trabajando en un mundo de hombres y encima rescatas a mujeres que han sido víctimas de toda clase de salvajadas solo por ser mujer, es complicado. Te hacen ser consciente de lo que tú tienes y de dónde estás y de cómo valorar las cosas. Todas las mujeres que sacamos han sido violadas más de una vez, vienen con desgarros, muchas veces no pueden ni andar, algunas vienen embarazadas de violaciones, con niños pequeños y ves que algunas los repudian. Es complicado porque a bordo somos pocas mujeres y somos nosotras las que nos hacemos cargo de ellas. En el barco establecemos una separación física muy fuerte y ningún hombre se acerca a ellas. Es raro porque sabes que los compañeros no les van a hacer nada pero ellas no lo saben, están acostumbradas a ser objetos para cualquier hombre. Obviamente hay gente que está mejor, gente que está peor y siempre decimos lo mismo: si ellas piden ayuda, ayudarlas, pero no vayáis de frente porque muchas veces ves cómo miran al suelo y cómo empiezan a temblar.
-¿Qué es lo más duro?
-Obviamente llevar cadáveres a bordo no es algo agradable, sobre todo en esta última misión que llevamos los de dos bebés y uno de ellos murió en brazos de una compañera. Pero, aunque suene frío, por una persona muerta ya no puedes hacer nada, es una tragedia pero ya está. Lo peor son los vivos porque muchas veces llevas gente en estado catatónico y sabes que son irrecuperables porque nadie en Europa se va a plantear pagarle un tratamiento psicológico. Hemos sacado los cadáveres de un papá y una mamá y rescatado a dos niños de tres años que luego piensas, ¿qué va a ser de estos niños? Nosotros los dejamos en tierra, no los dejas solos porque hay otras asociaciones pero es duro, luego sabes que seguramente estarán en un sitio de mierda.

Rescate junio 2016. Embarcación Golfo Azzurro
Foto: Open Arms

Junio 2016. Embarcación Golfo Azzuro
Foto: Open Arms
Rescate junio 2016. Embarcación Golfo Azzurro
«Este día sacamos 4 barcos de madera y 2 de goma. Mi compañero y yo, acabamos extenuados hasta no poder ni levantar los brazos. Al acabar, un grupo fuertemente armado que se autodenominaban guardacostas (eran una milicia) prendió fuego a los barcos delante de nosotros»
      Junio 2016. Embarcación Golfo Azzuro
«Rescatamos 580 personas en una jornada de 14 horas sin parar, en la cual navegamos 150 millas sin bajar de esta lancha. Nuestros compañeros de abordo nos daban botellas de agua y sándwiches para comer entre viaje y viaje con migrantes. Este es uno de los transfers de personas de su bote de goma a nuestro barco»

Barco insignia de Proactiva Open Arms
Foto: Oscar Camps

Agosto 2017
Foto: Santi Palacios /AP
«Este es el barco insignia, el velero de lujo que nos cedió un empresario famoso y rico y que reconvertimos en barco de rescate. A pesar de no ser el barco idóneo, hemos sacado del agua a más de 14.000 personas con él»   Agosto 2017
«Fueron 160 personas rescatadas vivas en una barca de goma medio desinflada después de estar veinticuatro horas a la deriva. Sacamos trece cadáveres amontonados unos sobre otros en el suelo. Los vivos iban encima de pie, no había sitio y si caían, eran otro cadáver más. Nueve del total eran mujeres y dos embarazadas. En ese momento habíamos llevado el cadáver desde el bote de goma en sudarios y lo subíamos al Open Arms para situar los cadáveres en la proa lejos de los vivos. Es el peor rescate que he hecho nunca»
     
Proactiva Open Arms puede seguir adelante gracias a la ayuda de la sociedad civil. A través de su web proactivaopenarms.org puedes descubrir la forma de ayudar.

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