El 25 de febrero pudimos ver en redes sociales la imagen de un geo asturiano arriando la bandera española de la embajada española en Kiev. El lavianés Arcadio Noriega, que lleva dieciséis años en el Grupo Especial de Operaciones (G.E.O.), participó en la evacuación de la Embajada y la colonia española. Él es quien nos cuenta el relato de unos días intensos y su percepción sobre una guerra que siente “muy cercana”.
La experiencia de estas fuerzas de élite de la Policía Nacional fue crucial para sacar del país ucraniano dos convoyes integrados por más de 150 españoles, entre los que se encontraban la embajadora y el personal del Consulado.
-¿Quien formó parte de este operativo?
-Nosotros fuimos la única unidad de operaciones que fue a hacer la evacuación, nos activaron desde Madrid y fuimos nueve geos. Una vez allí, nos ayudaron los tres compañeros policías que se encargaban de la seguridad de la Embajada y un enlace de la Agregaduría de Interior.
-Su trabajo consistía en reforzar la seguridad de la Embajada española en Kiev y asegurar la evacuación de su personal y de más de un centenar de civiles españoles. ¿Bajo qué condiciones tuvieron que desarrollar la operación?
-Nosotros llegamos el 14 de febrero con la posibilidad y la idea de anticiparnos a una posible evacuación. Hay que pensar que la evacuación es de los trabajos que requiere más profesionalidad en nuestro mundo de operaciones especiales, requiere una serie de cosas que suelen siempre complicarse bastante más en la realidad de lo que nos imaginamos. Hace falta tener en cuenta un avituallamiento previo, itinerarios, avanzadas, confirmaciones… Creamos cinco itinerarios distintos y hasta tres horas antes de salir no sabíamos si íbamos a ir a Polonia, a Eslovaquia, a Rumanía, a Moldavia o a Hungría. Trabajábamos in situ en base a lo que estaba ocurriendo porque no podíamos anticiparnos a los movimientos de los rusos. Teníamos algunos pasos obligados como podía ser algún puente, que en el caso de que lo bombardeasen nos obligaría a replegar y cambiar el itinerario, y mover a toda la gente es complicado.
“Fuimos la única unidad de operaciones que fue a hacer la evacuación de la embajada y la colonia española. Nos activaron desde Madrid y fuimos nueve geos”
-¿Cuáles son los mayores retos a los que se enfrentan cuando se plantea una operación de este tipo?
-Uno de los mayores problemas es que va a ser un trabajo sin internet, sin los medios sociales que nos facilitan los itinerarios a día de hoy, porque no puedes meter una aplicación de móvil que te lleva a Polonia. Otro de los mayores retos es la cartografía, requiere sobre todo un amplio conocimiento del terreno, porque no hay que imaginarse unos vehículos todo terreno con los que podemos coger carreteras secundarias y caminos. En este caso, hubo dos caravanas, una el día 24 de febrero con 42 españoles y en la que iban cuatro geos, y otra al día siguiente en la que iban cinco geos y 120 españoles, y en esta última incluso llevábamos un autobús de 60 plazas. A la hora de circular por carreteras secundarias esto puede traer ciertas dificultades, porque el autobús no puede pasar por ciertos lugares y tiene más dificultad a la hora de dar la vuelta. Por otra parte, también hay que tener un conocimiento del modus operandi de los check points, porque cada pueblo hace la respuesta activa de defensa sobre su territorio.
-A pesar del importante trabajo previo y la organización prevista para sacar a los dos convoyes, ¿a qué imprevistos tuvieron que hacer frente durante el camino?
-Bueno, en realidad los imprevistos ya empiezan antes de la fase del camino porque nosotros teníamos una serie de vehículos alquilados que había gestionado la Embajada, y mientras algunos españoles confirmaban su llegada otros se presentaban allí sin previo aviso. Así que nosotros tenemos que preparar un avituallamiento de combustible, alimentos, sacos de dormir, mantas, para una colonia que está aumentando hasta los últimos segundos y cuando ya no hay tiempo para hacerlo. También surgieron problemas porque tuvimos que dejar vehículos tirados debido a fallos mecánicos y en nuestro caso, el del segundo convoy, fueron 52 horas sin parar nada, tan solo alguna parada minúscula de apenas segundos por culpa del tráfico, instantes que la gente aprovechaba para hacer sus necesidades en cualquier sitio. No podíamos parar porque los cazas rusos ya estaban trabajando en sitios de comunicaciones por encima de nosotros y si destruían un puente, un paso obligado, el cambio a otro itinerario significaría muchas más horas y previsión de combustible, cuando las gasolineras por las que pasábamos estaban cerradas y ya no había donde conseguir alimentos ni agua.
Las carreteras estaban totalmente colapsadas por millones de personas queriendo salir y el mayor problema no es ese, es que a los coches se les acaba el combustible y van quedando atravesados en la vía.
“No podíamos parar porque los cazas rusos ya estaban trabajando en sitios de comunicaciones por encima de nosotros y si destruían un puente, un paso obligado, el cambio a otro itinerario significaría muchas más horas y previsión de combustible”
-¿Cuál fue el momento de mayor tensión durante la ruta?
-Sobre todo en los check points. El primer convoy nos iba avisando de que las carreteras estaban totalmente colapsadas, así que en la segunda caravana no cogimos las carreteras principales y al llegar a estos puntos de madrugada a menudo te encontrabas con un chaval que tiene poca preparación en el mundo de las armas y que te está apuntando. Sus propios nervios podrían hacerle una mala jugada y apretar el disparador, no por una agresividad, pero sí por una mala praxis, así que ahí lo importante es apartar nuestra agresividad que se usa para otras cosas y tirar de mucha mano izquierda. Nosotros íbamos muy armados pero al bajar del vehículo les enseñamos las manos dando tranquilidad y les contamos que estamos evacuando, que somos de la Embajada y les mostramos la bandera de España que llevamos en el cristal. Cuanto más íbamos al norte más nerviosos estaban porque sabían que había un flanco ruso que bajaba desde Bielorrusia hacia esa posición.
Eso, y luego está la lucha con el sueño, más que por nosotros que ya estamos formados y sabemos hacer ciertos trabajos, porque llevábamos también vehículos civiles y les apretábamos mucho para aguantar el sueño y seguir conduciendo ocurriera lo que ocurriera. Cada metro que ganábamos dirección oeste era importantísimo, éramos conscientes de que los rusos estaban bajando ya por el frente de Bielorrusia y que en cualquier momento podrían cerrar los itinerarios que habíamos presentado. No podíamos perder ni un solo minuto, de hecho, horas después de salir de Kiev las rutas que cogimos ya estaban totalmente cerradas.
-En la segunda caravana en la que participaba, eráis solo cinco miembros de vuestra unidad para llevar a más de cien personas. En un sentido práctico ¿cómo se gestiona un volumen tan grande de personas?
-A la colonia española, que no está acostumbrada a este mundillo de las operaciones especiales, tienes que darles responsabilidades, cosas de sentido común que no hay que ser geo para llevarlas a cabo pero que son obligadas. Por ejemplo, que conduzca uno, luego otro, que el que no conduce hable con el conductor, que haya una persona encargada de repartir el agua, otra del avituallamiento… esa persona que va mermada en el sueño tienes que darle una responsabilidad para que esté activa, tranquila, para que se vea útil y vea que está haciendo algo por la evacuación. Hay que tener en cuenta que no es una caravana al uso, porque iba gente con más de 70 años, niños de 5 o 6 días e incluso una mujer que se había operado hace unos días y estaba con infección. Una caravana así requiere de unos cuidados extraordinarios y es obligado crear grupo. Los pequeños cargos hacen que las personas estén activas y cuando se dan cuenta han echado 52 o 58 horas como titanes y todos parecían de operaciones especiales.
“A esa persona que va mermada en el sueño tienes que darle una responsabilidad para que esté activa, tranquila, para que se vea útil y vea que está haciendo algo por la evacuación”
-Más de ocho horas para recorrer un kilómetro de una ruta que se prolongó en algo más de dos días con las condiciones especiales de las que hablabas… ¿cómo consiguen que impere la calma y se haga lo que hay que hacer en cada situación?
-Nosotros ya nos anticipamos con esto de hacer equipo porque sabemos que tener las cabezas ocupadas va a ser muy fructífero. Como salimos con los primeros movimientos de la invasión, todavía había un poco de incredulidad en las cabezas de la colonia española. Eran conscientes de lo que estaba ocurriendo, pero no de lo que estamos viendo ahora, de que realmente los rusos fueran a tomar Kiev. Desde nuestro punto de vista ya estábamos viendo que la situación era de guerra real, que las cosas se iban complicando a cada segundo, de ahí que forzamos la máquina y no paramos a descansar. Sobre todo porque somos conscientes que destruir las comunicaciones principales es una de las prioridades ante cualquier invasión para forzar las cosas a nivel geopolítico y geomilitar.
-Se habla de la fortaleza del pueblo ucraniano ¿es algo que se pudo observar durante el viaje?
-Se observaba ya desde el principio cuando llegamos el día 14. Es un pueblo muy militarizado, nosotros nos echaríamos las manos a la cabeza porque cuando vas a los pueblos ves cosas que aquí no tenemos. El voluntariado, los reservistas directamente visten de militar y tienen centros como sus cuarteles donde hacen sus reuniones, sus comidas, sus entrenamientos, y lo tienen como algo normal. Son como cuarteles reservistas civiles en los que ves a mujeres, hombres, gente mayor… Hay que tener en cuenta que, desde 2014 con la pérdida de Crimea, ellos han tenido una guerra silenciosa. No es algo que haya empezado ahora.
Sí es cierto también que, aún con esa línea de capacidades militares que tienen en cada pueblo, antes de la guerra había una cierta tranquilidad y se dudaba muy mucho de que pudiera haber una invasión en toda regla. No había esa mentalidad, sobre todo en sitios centrales como Kiev. Desde 2014 es como el cuento de ‘que viene el lobo, que viene el lobo’ y claro, cuando viene la situación es crítica.
“Rusia ha enviado en una primera línea a reservistas, chavales jóvenes que pensaban que iban de maniobras y gente mayor, a los que han dotado de vehículos antiguos que muchos de ellos andan de milagro”
-Con eso se explica algo más la resistencia ucraniana ante un ejército que les supera ampliamente, pero ¿podrán resistir por mucho más tiempo?
-Lo que ocurre, desde mi punto de vista, es que Rusia está trabajando sobre sitios muy puntuales: centros de comunicaciones, cuarteles, puntos militares muy críticos… El ucraniano, además de ese ejército directo, se está moviendo por guerrillas, y en zona esteparia, como es Ucrania, con todas sus carreteras secundarias resulta muy difícil anticiparse a sus movimientos.
De ahí que vemos muchos carros de combate ruso que se quedan sin combustible, aunque tampoco nos engañemos: muchos de estos carros son de la antigua Unión Soviética. Además, Rusia ha enviado en una primera línea a reservistas, chavales jóvenes que pensaban que iban de maniobras y gente mayor, a los que han dotado de vehículos antiguos que muchos de ellos andan de milagro. El ejército bueno ruso está todavía en reserva. El pueblo ucraniano como guerrilla aguantará todo lo que le den y más, también en función del respaldo que le dé la OTAN y países aliados.
-A finales de febrero pudieron atravesar el país y observar las enormes dificultades de los civiles para escapar, ahora la guerra es mucho más cruenta y todavía quedan españoles en Ucrania. ¿Aún ve posible realizar operaciones de rescate?
-Nosotros, a nivel de unidad, si nos lo mandan, lo haremos, y lo haremos de la manera más fructífera que podamos. La Embajada española hizo una gran labor, informó a todas las personas de la colonia española que estaba en los registros, que eran muchas. Se les informó, se les dio las pautas para que preparasen una mochila ligera, los medicamentos que fuesen a necesitar, etc. Hubo anticipación y me consta que hicieron un buen trabajo, pero simplemente habría mucha gente que no se lo creería, otra que pensaría que esto pasaría pronto y otra que no quiere ser evacuada y se siente en la obligación de quedarse a defender. Hay que tener en cuenta que muchos españoles de la colonia pueden ser nietos de un niño de la guerra, gente que no habla castellano y se siente más ucraniana que española y que sienten su obligación como la de resistir porque forman parte de Ucrania.
“Hay que tener en cuenta que muchos españoles de la colonia pueden ser nietos de un niño de la guerra, gente que no habla castellano y se siente más ucraniana que española y que sienten su obligación como la de resistir porque forman parte de Ucrania”
-¿Qué fue lo que más le llamó la atención al atravesar el país ya en guerra? ¿A qué reflexión lleva la guerra que estamos presenciando?
-Nosotros estamos más acostumbrados a esto, de hecho es la catorce contienda bélica a la que voy, pero esta es la primera que veo muy cercana, porque su población es muy cercana a casa. Ves a mujeres y a niños porque los hombres, por la ley marcial, por encima de 18 años y por debajo de 60 se tienen que quedar a luchar. Son prácticamente la Europa vecina nuestra, esta guerra te pega un poco más porque ves a los tuyos, realmente es el ser humano pero lo relacionas más con tu gente. Pensar que en el 2022 podamos sentir la inestabilidad de lo que conocemos como normalidad de un día para otro es al final un fracaso en la sociedad y entre dos pueblos. Hace pensar que algo se nos escapa de las manos.
-A pesar de que llevaba un tiempo sonando avisos de conflicto, no dejó de sorprender que en tan poco tiempo se desatase un conflicto de tal magnitud. Pensando en los ciudadanos europeos ¿es un aviso para el resto de civiles de que nadie está libre de algo así?
-Yo creo que ya lo estamos viendo día a día, nadie está libre de algo así. Desde el punto de vista geomilitar podemos entender ciertas cosas que se nos escapan de las manos, ahí entra el mundo de la inteligencia y el mundo de cosas que están ancladas en la antigua Unión Soviética, pero evidentemente estas circunstancias nos hacen ver la inseguridad en la que puede entrar un país de tranquilidad, como nosotros podemos entender que es el nuestro y hacernos ver que ¡cuidado!, que no está todo controlado. Hay veces que se cruza el muro y a lo mejor cuando se quiere frenar ya no hay manera. Ahora estamos en ese tablero, en este escenario bélico internacional, de momento por influencias estamos involucrados de una manera u otra y ya nos está llegando, aunque de momento sea con la subida de precios del combustible.
“Pensar que en el 2022 podamos sentir la inestabilidad de lo que conocemos como normalidad de un día para otro es al final un fracaso en la sociedad y entre dos pueblos. Hace pensar que algo se nos escapa de las manos”
-Al principio, la pandemia solo estaba en China y también la veíamos muy lejos. ¿Es posible prepararse en una sociedad como la nuestra, respecto a la mentalidad, para que con esto no nos ocurra como con la pandemia?
-Esto tendría que contestarlo desde un punto de vista más personal, porque claro, como miembro del G.E.O. el enfoque es un poco más peculiar, pero evidentemente seguramente se podrían hacer muchas más cosas. Sobre todo, tener un poco más de sentido común en las actitudes que estamos teniendo.
-Ver en primera persona los atascos de civiles intentando escapar, sobre todo mujeres y niños, debe ser una escena difícil de sobrellevar. ¿Resulta complicado desconectar de lo que está pasando cuando está sin uniforme?
-Bueno, nuestro curso de operaciones dura prácticamente un año y uno de los filtros que se empieza a trabajar desde el inicio del curso hasta el final, y que luego se forja en tu carrera profesional, es el no empatizar con estas circunstancias. En nuestro trabajo, tanto sea por situaciones críticas de lucha antiterrorista, de secuestros o evacuaciones si empatizas y no desconectas, tienes un serio problema. Lo cual no significa que no haya momentos en los que puedas estar tensado.
A mí me pasó una cosa peculiar, cuando estábamos a unos 50 kilómetros del último check point vi a una niña de la mano de su madre arrastrando prácticamente una bolsa que no podía con ella. Empezaba a nevar, estaríamos a 1 o 2 grados de temperatura y ellas llevarían andando unos veinte kilómetros. La mochila que traía esa niña es la misma mochila que tiene mi sobrina, la de un conejito que tiene unas orejas que cuando anda se mueven. Esto te impacta porque ves la misma edad, la misma mochila, la misma cultura, la europea, con estas cosas sí puedes empatizar más pero nunca te afectan como profesional, porque si no, no estaríamos donde debemos estar.
“En nuestro trabajo, tanto sea por situaciones críticas de lucha antiterrorista, de secuestros o evacuaciones si empatizas y no desconectas, tienes un serio problema”
-¿La desinformación es una de las armas fundamentales en una guerra como esta, televisada y con el móvil como herramienta de contacto?
-La información es uno de los pilares fundamentales en cualquier guerra, evidentemente, y no me cabe duda que muchas de las cosas que nos llegan están sesgadas y con falta de objetividad. Un paisano del pueblo diría: ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos. Pero nosotros lo que hemos visto ha sido una gran hostilidad y un pueblo que está pasando muchas penurias, se nos escapa el tema de la objetividad. Es difícil, en especial para vosotros los medios que tenéis que defender la objetividad, el seguir una traza que se corresponda con la realidad, porque no sé en qué punto se empieza a alterar eso. Seguramente será ya a escalas muy altas y lo que nos llega a nosotros puede ser complejo.
-¿Qué le llevó a ser un geo?
-Yo había sido militar, estuve cinco años en unidades de la Legión española y siempre me gustó esta línea con un poco de superación. Después del ejército ingresé en la Policía, estuve un año de radio patrulla por la zona de Moncloa-Aravaca; luego lo intenté y tuve suerte de formar parte de la unidad. La línea de las operaciones especiales siempre me llamó mucho la atención, los grupos pequeños de compañeros que prácticamente son una hermandad y que pueden hacer algo a nivel de secuestros, de mafias… y en los que estás ahí como en una punta de flecha.
“Hay ciertos trabajos que te hacen ir más allá, ver hasta dónde podemos llegar y el aguante que podemos tener, y ya no como geos si no como seres humanos”
-Dice que tuvo suerte al entrar en la Unidad, pero viendo la extrema dureza de las pruebas que hay que pasar y que pudimos ver en la serie documental G.E.O. Más allá del límite, no creo que sea una cuestión de suerte…
-También acompaña un poco la suerte en el curso de operaciones, sobre todo con el tema de las lesiones porque es algo que puede ocurrirnos a cualquiera y que hubiera echado al traste la posibilidad de entrar. Yo soy muy de pueblo, soy de la Laviana profunda, me crié entre vacas y entonces hay cosinas que ya tienes asimiladas, pero este es un curso que intenta ponerte en los extremos de hambre, sueño, fatiga, calor… No se hace por putear, esto no existe en la instrucción. Se utiliza esa merma psicofísica para saber cómo actúas bajo esos determinados supuestos. Si te meten en una sauna a 50 grados es para saber si eres capaz de seguir trabajando cuando estés en Irak a 50 grados de temperatura, si entonces eres egoísta, si eres lúcido de mente. Si te meten en el agua congelada es para saber cómo responderás cuando estés asaltando un barco en el Atlántico Norte. El agua está prácticamente congelada, estás con un frío de la hostia y no se te cierran ni las manos, te está golpeando el agua del mar de la lancha y hay que saber si seguirás respondiendo o si te conviertes en un problema para el resto del comando. Al final es instrucción, entiendo que desde fuera pueda verse como un puteo gratuito, pero todo sigue una línea.
-Al final lo que más se muestra son valores: el equipo, los compañeros…
-El ejemplo lo hemos visto ahora en Ucrania que hemos estado cuatro días sin dormir, porque nosotros la noche anterior a iniciar el viaje ya fuimos a evacuar a la embajadora de su residencia y estuvimos metiendo a los españoles en la Embajada. El trabajo no empieza el día de la evacuación, ya llevábamos 1 o 2 días sin dormir, porque imagina todo lo que hay que hacer antes de salir la caravana.
Es cuando se ve la importancia de crear gente que aguante el tema del sueño, gente que pueda ser responsable para saber que si no puede más, active a un compañero y no sea tan loco como para dormirse y estrellarse con todo el equipo. Y también saber que cuando tu cuerpo te dice que quiere dormir todavía puede aguantar un 40% más, de ahí la imagen en la serie de aquella película interminable que ponían una y otra vez. Saber trabajar el sueño es extremadamente importante. Para la gente de la colonia española que llevaba vehículos, en cuanto se podía hacer un cambio de conductor en cuestión de segundos se hacía, pero en nuestro caso no. Nosotros, cuando uno conducía, el otro estaba con la cartografía y las transmisiones, allí no dormía nadie nada.
-Todos estos años en el G.E.O. ¿le han hecho conocer sus límites?
-Al igual que yo, el resto de compañeros, (en realidad cuatro gatos porque no pasamos de cien), no es que conozcamos nuestros límites, es que ya el curso de instrucción y el trabajo te llevan a extremos a los que nunca te va a llevar la realidad. Son cosas que todos tenemos, pero la vida no te lleva a esos extremos y de esta forma tú confirmas hasta dónde podemos llegar. Pero no solo nosotros por tener una instrucción especial, porque imagino que los pescadores en alta mar o los mineros en función de su trabajo ven que bajo ciertas circunstancias pueden hacer cosas que nunca habrían imaginado. Al final la vida es dulce, plácida, y aunque podemos tener ciertos problemas y de vez en cuando nos pega alguna hostia, no te está enseñando los dientes todos los días. Y entonces hay ciertos trabajos que te hacen ir más allá, ver hasta dónde podemos llegar y el aguante que podemos tener, y ya no como geos si no como seres humanos.
“Es importante saber que cuando tu cuerpo te dice que quiere dormir todavía puede aguantar un 40% más, de ahí la imagen en la serie ‘G.E.O. Más allá del límite’ de aquella película interminable que ponían una y otra vez”
-Vivimos en una sociedad que cada vez busca más el bienestar, a lo mejor por eso impactó sobre manera la serie. Si se incorporase una pizca de ese espíritu, ¿tendríamos una sociedad más fuerte para abordar los problemas?
-Sí, es cierto, pero también demos gracias a que nos podamos permitir el estar viviendo en una sociedad de esta manera, porque significa que no dejamos de tener un poco de tranquilidad. Pero sí pienso que con el tiempo esta cultura puede ser problemática, la cultura de tener las cosas ya, al instante y sin currárselo. Antes nuestros abuelos para poder tener cualquier cosa tenían que lucharlo, ahora parece que todo es tan sencillo que no importa el mañana, pero bueno, esto te lo estoy diciendo como geo.
-En la operación que realizaron en Ucrania hubo claramente una conexión asturiana, con Pelayo Gayol al frente del convoy. Y por si fuera poco, en contacto con Adrián Barbón para conocer el paradero de unas monjas dominicas.
-Sí, Pelayo, que es compañero y amigo, era el jefe de la operación en Ucrania. Y por lo visto, la superiora de las monjas estaba preocupada por sus compañeras porque no sabían nada de ellas, y como había sido profesora de Adrián Barbón le llamó para pedirle su ayuda. Barbón y yo nos conocemos por ser de Laviana, así que cuando me preguntó le informamos de que estaban siendo evacuadas con el resto de españoles. ¿Te puedes creer que a estas mismas monjas dominicas ya las habíamos sacado de Kinshasa en el Congo?, ocurrió en la guerra civil de 2006-2008, es algo increíble.