Elena Marcos Mori es la Jefa de la Unidad Canina de Rescate del Principado. Ella y su perra Mini junto con Miguel de Prado (Jefe de adiestramiento de la Unidad) y su perro Chuli, fueron los únicos asturianos que ayudaron en el rescate de víctimas atrapadas en el terremoto de Turquía.
Dice que desde que llegó de Turquía le ha sido imposible desconectar. “Estoy un poco agobiada porque tanta entrevista no es lo mío. Lo mío son los perros y de tanto repetir lo mismo no hago más que estar recordándolo de continuo”. El 6 de febrero, a 34 km al oeste de la ciudad turca de Gaziantep, la tierra tembló. Con una magnitud de 7,8 la devastación en ciudades en las que la calidad de las construcciones era mínima, fue total. Comenzaron a movilizarse equipos de rescate entre los que se encontraban los miembros de la Unidad Canina de Rescate del Principado.
Desde el momento en el que llegaron a la zona asignada, comenzaron a trabajar sin perder tiempo. Bajo la supervisión de Elena y Miguel, Mini y Chuli trabajaron sin descanso haciendo lo que mejor saben hacer: buscar supervivientes. Reconoce que la experiencia ha sido tremendamente enriquecedora tanto a nivel profesional como personal y que, sin ningún tipo de duda, volvería a hacerlo.
-¿Cómo empezó tu vínculo con el adiestramiento canino?
-Yo empecé porque cogimos para casa un pastor belga malinois. Son perros complicados y, como vi lo que se me venía encima, empecé a ir a una escuela de adiestramiento. Ahí conocí a un miembro de la Unidad Canina del Principado que actualmente ya no está y nos hicimos amigos. Hablábamos mucho, me interesó el trabajo y un día me dijo que el grupo necesitaba más gente e iban a empezar a buscar. Ahí comenzó todo. Estuvimos un año y medio intentando adiestrar al perro con el que empecé, pero no conseguimos sacarlo adelante porque no valía para esto y acabé cogiendo a la perra que tengo ahora.
Convertí todo esto en el centro de mi vida porque une varias cosas que me apasionan: una son los perros y otra es el monte. Viví toda la vida con perros y pensar que si lo haces bien con ellos, puedes, en un momento determinado, ayudar a los demás o salvarle la vida a alguien, la cosa ya te engancha del todo. No concibo mi vida sin ellos y trabajar a medias con tu perro y crear un equipo crea un vínculo más potente que si solo es tu mascota.
“Viví toda la vida con perros y pensar que si lo haces bien con ellos, puedes, en un momento determinado, ayudar a los demás o salvarle la vida a alguien, la cosa ya te engancha del todo”
-¿Por qué habláis en todo momento de que sois un binomio?
-Es que lo somos. Los que no lo consiguen nunca llegan a funcionar. Donde hay demasiada tiranía y todo se resume a yo mando y tú ejecutas, nunca se va a llegar a un entendimiento. Cada binomio de perro y guía tiene su personalidad. Por ejemplo, en mi caso, al ser una mujer y también ser bastante hippie y permisiva, mis perros y yo tenemos una relación más de tú a tú. Ellas son más traviesas, no me hacen tanto caso, pero trabajando, nos entendemos perfectamente.
Hay otros binomios, que suelen ser hombres, en los que la persona manda más sobre el perro. Ya te digo que cada vínculo es diferente y tiene su propia personalidad, pero, lo que desde luego tiene que haber por ambas partes, es colaboración.
-¿Qué es lo que crea ese vínculo y hace que el binomio sea perfecto?
-Muchas horas de entrenamiento de calidad y, a ser posible, moverse mucho con el perro. Cuantos más viajes, mejor. Nosotros hacemos cursos por toda España, vamos a bastantes pruebas de homologación e incluso a Europa con lo cual le estás presentando al perro mucha variedad de sitios y personas. Por ejemplo, en el caso de perros de escombros, en Asturias hay varios lugares donde entrenarlos, pero llega un momento en el que ya se los conoce y no aprende nada. En cambio, si viajas y visitas sitios en los que entrenan otros grupos, el perro adquiere una riqueza mucho más grande en cuanto a cosas que se pueda encontrar. A la hora de salir a un operativo internacional o algo que se salga fuera de lo normal, estás mucho más preparada para enfrentarte todo tipo de situaciones como hemos visto ahora.
-Era la primera vez que Mini participaba en un operativo de rescate en un terremoto. ¿Cuál fue su reacción?
-Nuestros perros se presentaron frente a algo que nunca habían vivido. ¿Cómo los entrenas para buscar supervivientes sobre cientos de cadáveres? Había un montón de ruidos, excavadoras, muchísima gente alrededor, humo, viajes largos, horas de espera en el aeropuerto, autobuses, camiones, coches… Cosas que normalmente ellos no viven, y dieron la talla totalmente. Ninguno se vino abajo, todos trabajaron como si lo estuvieran haciendo en casa. Con una naturalidad que, la verdad, nos sorprendió. Desde el primer momento vimos que los perros eran los de siempre. Sí les sorprendió el olor de los cadáveres y al principio les llamaba la atención, se interesaban, pero luego lo naturalizaron y se pusieron a trabajar como siempre. Con intensidad, tenacidad y seriedad. Hemos venido muy contentos con el trabajo que realizaron.
-Esta respuesta, ¿habla bien de los perros o de los adiestradores?
-Habla bien de un grupo. Un perro de rescate lo forma todo un grupo. En el caso de mi perra y del perro de Miguel, que viajamos mucho con ellos, los formaron media España. A cuanta más gente diferente les presentes mejor, porque ellos tienen que señalizar a personas y a cuantos más individuos nuevos conozcan mejor porque se hacen fuertes y aprenden a generalizar cada vez más cosas. Por muy buen perro que sea y tú muy buen adiestrador, no puedes educarlo solo. Tal vez al principio mientras es cachorro, pero luego necesitas a alguien más. Sin grupo no hay perro de rescate.
“Es una suerte poder haber ido porque no es fácil que te movilicen para una cosa de estas, pero te ves de nuevo aquí, siguiendo con tu vida y piensas que podrías haber hecho más”
-¿Cómo ha sido la experiencia de ayudar en un desastre de estas dimensiones?
-Muy enriquecedora. Con pena de que no nos movilizaran antes o de que nos hayan retirado tan pronto porque ves aquella desesperación, la tragedia y el drama que está viviendo toda esa gente y te quedas con la sensación de que quisieras haber ayudado más. Fuimos cuando nos llamaron y nos volvimos cuando nos dijeron que ya no teníamos nada que hacer. Nosotros no tuvimos capacidad de decisión en ningún momento. Es una suerte poder haber ido porque no es fácil que te movilicen para una cosa de estas, pero te ves de nuevo aquí, siguiendo con tu vida y piensas que podrías haber hecho más.
-Sois el equipo de rescate, os entrenáis para estar preparados, pero, ante la dimensión de este desastre, ¿cómo se gestiona la parte emocional para ser efectivo?
-Lo que me llamó la atención es que yo llegué y estaba allí trabajando tan “tranquila”. No estaba asustada por lo que veía a mi alrededor, estaba concentrada trabajando con mi perra y con la situación. Quizá es por la adrenalina. Llegas allí, se te dispara y te mantiene en activo. Me sorprendí a mí misma pensando que aquello no me estaba impresionando, que era muy dura o muy poco empática. La cuestión a nivel emocional empezó al volver a casa. Ahí sí que empecé a notar cosas raras. Tienes la cabeza allí y no consigues olvidarlo. Estas noches me despierto a las tres de la mañana, me cuesta volver a dormirme. No estoy deprimida, pero aquello y todo lo que está viviendo esa gente, no se me va de la cabeza.
“Es una responsabilidad muy grande porque si tu perro no está centrado y no marca a alguien, puede que estés dejando atrás a alguien con vida”
-Nosotros solo vemos imágenes que nos llegan a través de los medios de comunicación, pero sobre el terreno los impactos os llegan a través de los sentidos. No solo ves, sino que también hueles, oyes, sientes… ¿Cómo cambia la percepción?
-La gente intenta cogerte para que vayas a su casa y busques a sus familiares. Cuando estás buscando en su edificio y tu perro no marcó nada, ellos ya lo ven, pero tú tienes que decirles que no hay nadie vivo y se echan a llorar. Vas viendo los dramas de cada uno y es tremendo. Lo que pasa ahí es que nosotros no nos dimos tregua. Fuimos de escombro en escombro y solo parábamos lo justo para dormir. Nada más. Así no te paras a pensar. Estás trabajando y como tienes que estar muy concentrado con el perro, estás a lo que estás y no te permites otra cosa.
Una de las búsquedas que hicimos era sobre un montón enorme de escombros que era un edificio donde vivían doscientas personas y solo habían sacado a diez con vida. Caminaba con los perros por encima de aquel montón (no sé los pisos que serían) e iba subiendo como si estuviese en una montaña de escombros, pero no veía nada. Estaba todo fundido y era una argamasa pulverizada. Te quedabas fría pensando que debajo de ti habría como ciento y pico muertos.
-¿Rendirse nunca es una opción?
-No, en absoluto. Ir allí para rendirse, nunca. Sí que hubo gente que llegó allí y se vino un poco abajo, pero la mayoría no. Todo el que se mete en algo de esto tiene que saber lo que implica. La única opción es todo lo contrario: luchar sin parar y darlo todo. Además, hacía mucho frío y el tiempo corría muy en contra. Nosotros llegamos y nos pusimos a funcionar al momento y sin parar.
“La gente intenta cogerte para que vayas a su casa y busques a sus familiares. Cuando estás buscando en su edificio y tu perro no marcó nada, ellos ya lo ven, pero tú tienes que decirles que no hay nadie vivo y se echan a llorar”
-¿Tu estado emocional afecta al perro?
-Sí, totalmente. Lógicamente había momentos de tensión, pero era más bien durante los trayectos, en atascos y cosas que sucedían alrededor, pero no mientras trabajábamos. Había una estabilidad con lo cual, el perro estaba igual. Yo tengo que tener cuidado porque Mini es muy nerviosa y, si la presiono mucho, se sale de madre y entra en crisis con lo cual tengo que tener mucho control y ella estuvo en todo momento bien. Es una responsabilidad muy grande porque date cuenta de que, si tu perro no está centrado y no marca a alguien, puede que estés dejando atrás a alguien con vida. También hay que entender que los perros no son máquinas y, aunque haya alguien vivo, si el olor no sale, el perro no lo va a marcar. Parece que siempre te queda la duda, pero nuestros perros pasan homologaciones a nivel nacional e internacional al más alto nivel y más que eso no podemos hacer. Hay que confiar en ellos porque para eso los entrenamos.
-¿Desespera ver pasar las horas y no encontrar a nadie con vida?
-Otros perros que hemos entrenado nosotros, encontraron gente. Quizá llegaron antes, estaban en otras zonas en las que era relativamente más probable encontrar supervivientes… Pero eso es una lotería, tú trabajas en la zona en la que te mandan buscar y puede que no encuentres a nadie. Es como cuando se pierde alguien en Asturias, te mandan que limpies una zona y si ahí no está, no lo vas a encontrar nunca. Siempre tenemos ese “miedo” de no pasar de largo sin que el perro se entere, pero ellos no son Superman. Tienes que confiar en la nariz de tu perro y saber que tu trabajo como guía es indicarle bien y saber en qué momento está cansado y deja de trabajar, o le supera la situación. Ahí es cuando hay que retirarlo, darle un descanso. Por eso un binomio bien entrenado es el doble de efectivo. Yo sé que si a Mini la presiono, acaba ladrándome a mí y empieza a no hacer lo que le digo, así que tengo que tener mucha mano para ir llevándola, hablarle con mucha suavidad y que ella no note presión en ningún momento.
El perro de Miguel es más estable de cabeza, aguanta más la presión y tiene otra manera de ser. Así que, cuando veíamos algo que a Mini le podía estresar, mandábamos a Chuli. Depende de lo que hubiese movíamos a uno o a otra y así íbamos haciendo trabajo en equipo. Yo he venido alegre porque compañeros muy amigos consiguieron encontrar y rescatar a gente con vida. Son perros en los que participé de su adiestramiento, son como de la pandilla y esto me da mucha alegría y motivación para continuar. A todos nos hubiera gustado venir con la sensación de haber sacado a alguien vivo de ahí abajo, pero no estoy frustrada. Vengo con las ganas de ir a por más.
“Lo que hay allí es un auténtico caos y te preguntas ¿cómo van a ser capaces de volver a levantarse y normalizar el país? Me imagino que tardarán años”
-En tu profesión ¿es fácil creer en los milagros?
-En esta catástrofe casi te podría decir que sí hay milagros porque ver salir con vida a gente de debajo de toda esa destrucción o que caiga un edificio y un bebé salga vivo después de seis días es para pensarlo. Pero en mi profesión creo en el trabajo bien hecho, en el esfuerzo y la tenacidad. Creo en la coincidencia, en que estás en el sitio adecuado en el momento correcto y tienes suerte. La vida es una lotería. Creo en la suerte y en la fuerza del ser humano.
“Sé que soy muy friolera, pero si tengo que estar tirada como ellos con unas mantas y un colchón en medio de la calle no sé si sobreviviría y, aun encima, sabiendo que lo que viene no es mejor”
-Viendo lo que viste allí, ¿dirías que el ser humano es superviviente por naturaleza?
-Sí. Siempre opiné que somos cucarachas. Llega la noche y ves a todo el mundo en la calle durmiendo en colchones a cinco o diez grados bajo cero, tapados con una simple manta, haciendo hogueras, potas grandes de comida y ahí estaban. Muchos de ellos tenían la casa en pie, pero estaban en la calle porque los debían haber evacuado, supongo que por temor a una réplica o a que hubieran quedo dañadas las estructuras. Yo solo vi una ciudad y aquello era una devastación total, como si hubiese habido un bombardeo nuclear. Veías un edificio caído, otro aparentemente bien y según te ibas acercando al centro casi todo estaba destruido. Era un auténtico caos y te preguntas ¿cómo van a ser capaces de volver a levantarse y normalizar el país? Me imagino que tardarán años. Ahora empieza el trabajo de las ONGs y las asociaciones para llevar ayuda allí, pero es todo tan caótico y tan difícil que va a ser complicado. Va a ser cuestión de tiempo y de que no nos olvidemos de ellos según pasan los días. Ahora llega el momento de ir allí a ayudar a los que están vivos.
-¿Crees que en esta parte del mundo estaríamos mínimamente preparados para vivir algo así?
-No. Pero estoy segura de que habría gente que tiraría para adelante. Es lo que te decía antes, somos cucarachas y sobreviviríamos, pero no estamos preparados ni de lejos. Ver a esa gente con ese frío tirados en colchones con mantas me impresionó. Date cuenta de que nosotros dormíamos en tiendas de campaña, yo con un buen saco de plumas de montaña, una manta, una colchoneta debajo, vestida con dos pantalones, plumífero… Sé que soy muy friolera, pero si tengo que estar tirada como ellos con unas mantas y un colchón en medio de la calle no sé si sobreviviría y, aun encima, sabiendo que lo que viene no es mejor.
¿Sabes lo que pensé al volver? Pensé que la vida era aquello y no esto. Me veía aquí y pensaba que la vida estaba allí. Esto es todo demasiado light y allí estás, simple y claramente, sobreviviendo. La vida tiene más fuerza allí en este momento.
-Tras la experiencia, ¿cuál ha sido el mayor aprendizaje?
-A nivel de perros y organización, aprendimos muchas cosas para hacerlo mejor la próxima vez. A nivel personal me enseñó que hay que valorar la vida. Ser consciente de que hoy estás aquí y mañana no y que hay cosas que consideramos importantes y que no lo son en absoluto. ¿Sabes lo que pensé al volver? Pensé que la vida era aquello y no esto. Me veía aquí y pensaba que la vida estaba allí. Esto es todo demasiado light y allí estás, simple y claramente, sobreviviendo. La vida tiene más fuerza allí en este momento. Es como lo que pasa en los países más pobres donde todo es más intenso y la vida es supervivencia pura y dura. Aquí tenemos que sobrevivir más con la cabeza porque tenemos estrés, depresiones y cosas así. Allí no tienen tiempo para tener esos problemas porque tienen que preocuparse por el hambre, el frío o la falta de medicamentos. En esta parte del mundo, como todo esto lo tenemos cubierto, nos buscamos problemas donde realmente no los hay. Los inventamos porque, en sí mismos, no existen. Y esto, la verdad, te hace pensar bastante. Un día puede pasarnos cualquier hecatombe y nosotros seremos ellos. Tendremos que aprender a sobrevivir.
-¿Alguna cosa más que te gustaría añadir?
-Sí. Me gustaría agradecer a Mamen Porras, de IAE, su trabajo. Fue la que nos movilizó a todos; a Turkish Airlines porque se desvivió para que el viaje fuera bien y realmente lo fue, que no es fácil. También a los traductores que nos pusieron allí y que estuvieron con nosotros en todo momento y se entregaron a tope para que todo saliera bien; y a todo el pueblo turco por su valentía y su gratitud. Nosotros, en todo momento, nos sentimos muy cuidados y muy bien recibidos.