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domingo 6, octubre 2024

Iván Rotella, sexólogo. «Hablar de sexo es hablar de ti y de lo que te configura como persona»

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Iván Rotella comenzó estudiando psicología y más tarde se formó en sexología en Incisex, Centro Decano de la formación en sexología en España en la Universidad de Alcalá de Henares en Madrid. Al acabar la carrera, varios profesionales decidieron montar la Asociación Asturiana para la Educación Sexual, corría el año 99. Siguieron trabajando en diversos proyectos, impartiendo formación, asesorando hasta el 2020 que junto a Ana Fernández Alonso y Andrea Martínez ha puesto en marcha una Consulta Sexológica.

Dice que se alegra de haber sido testigo de cómo ha ido evolucionando la concepción sexual que se tenía antes a la que se tiene ahora. Cuando ellos empezaron, lo primero que le preguntaban nada más entrar en un aula era si daban condones. Les costó que la gente supiese lo que eran y lo que hacían. Con los años, a base de ser muy pesados, de publicar muchas cosas y con la ayuda de los medios de comunicación, han conseguido dejar claro qué sentido tienen lo que hacen. “En aquella época todo el mundo pensaba que lo que impartíamos era educación coital, genital o fornicación sanitaria y no era ninguna de esas tres cosas -recuerda Iván-. Si hablamos de que el sexo es lo que somos y que la educación sexual es la educación de los sexos, de las personas, el cultivo de valores y un montón de cosas más, claro que se habla de preservativos, pero solo cinco minutos, nada más”.

-¿De qué hablamos cuando hablamos de sexo?
-Nos referimos a lo que eres como persona, con tu identidad personal, tu orientación de deseo, tus peculiaridades, tus gustos, tus pudores, tus fantasías… Todo lo que te configura tiene que ver con el sexo y te acompaña desde que naces hasta que mueres. Por eso es algo tan importante y es una pena que no esté incluido en la educación, aunque, que conste, que se están dando pasos importantes. Hablamos de personas, de sus interacciones, del encuentro entre los sexos, de buenos tratos y amores, de conocerse, aceptarse y de un montón de cosas más.

Silueta de pareja desnuda

-¿Por qué siempre ha sido un problema que esté presente en las aulas o que en las familias sea una conversación de sobremesa?
-Porque tenemos mucha carga moral. Hemos dedicado la moral más al sexo que a la violencia, por eso a esta última la toleramos mucho más. Cuando empezamos nos dimos cuenta de que el tema de la moral era muy importante, pero nosotros no le decimos a las personas qué es lo que tienen que hacer, contamos lo que hay y luego cada uno toma decisiones. Pero queremos que éstas sean informadas, conociendo su cuerpo y el de la otra persona, respetándolo y que eso fomente el encuentro de los sexos y los buenos tratos, la calidad en las relaciones, que las personas se cuiden, se traten bien, se acepten y se conozcan. Estos son los objetivos de la educación sexual que nosotros trabajamos y que poco a poco, van calando. Siempre le digo a la gente que es muy importante que hablen mucho de sexo, y se me quedan mirando como si pensaran: “mira que cochino el sexólogo”. Y esto es porque seguimos pensando que el sexo es meter cosas en sitios. Cuando en realidad es hablar de ti y de lo que te configura como persona.

-¿El placer debe estar vinculado a la comunicación?
-Sí, porque date cuenta de que el placer que tú sientes es algo que te está transmitiendo una persona, con lo cual ya te estás comunicando. Sería muy importante que dedicásemos un poquito más de tiempo al placer, porque cuanto más lo hagamos, menos tiempo le dedicaríamos a los enfados, el estrés, la ansiedad, los miedos… Las sociedades que invierten más tiempo en el placer son más tranquilas, acogedoras y relajadas que las que le dedican menos, que son más violentas.

“Todo lo que te configura tiene que ver con el sexo y te acompaña desde que naces hasta que mueres”

-¿El sexo debería formar parte de la educación?
-Por supuesto, la educación sexual es como las matemáticas. A un niño o una niña de tres años no le vas a hablar de derivadas, integrales o divisiones, le tienes que hablar de los números. Luego tiene que aprender a contar y a medida que va creciendo vas aumentando los contenidos. Con la educación sexual es exactamente igual. Con tres años puedes hablarles de cómo es el cuerpo de los niños y las niñas, de los distintos tipos de familias, puedes empezar a hablar de cuestiones de autoestima, respeto por el propio cuerpo o límites y a medida que crezcan aumentas los contenidos. ¿Llegará un momento el que hablemos de relaciones coitales, preservativos, embarazos y demás? Por supuesto, pero en su momento, cuando su desarrollo sea el apropiado para ello. Hay que darle importancia a temas como, por ejemplo, el de las diversidades sexuales. Ellos lo entienden perfectamente. Si eso lo mantenemos y lo educamos, tendremos una sociedad mucho más respetuosa con la diversidad, se entendería como un valor.

Niño besa la barriga de una mujer embarazada

“Ellos te van a preguntar de dónde vienen los niños, por dónde salieron o la pregunta complicada que es: ‘¿cómo entré yo ahí?’ y lo hacen igual que si preguntan por qué el cielo es azul”

-¿De qué manera debería comenzar esa educación?
-La educación sexual comienza desde que la persona se queda embarazada. Todas las sensaciones de placer que pueda sentir la embarazada son estupendas para ella y para el feto. A partir de ahí ya se puede comenzar a educar, porque si nuestros hijos e hijas nunca nos ven tocarnos, darnos un beso o abrazarnos, también les estamos educando sexualmente, solo que en negativo. No es complicado hacer una educación sexual adecuada, simplemente hay que mostrarles amor y contestar a sus preguntas. Si no conoces las respuestas busca a alguien que te ayude, pero muestra interés porque los niños lo preguntan todo. Déjate de películas de cigüeñas, de hablar de París e incluso de semillitas. Puedes hablarle de células que es relativamente sencillo y olvidarse de ese miedo tan habitual a pasarse. Si lo haces, lo único que va a pasar es que no te va a entender y seguirá preguntando durante un tiempo. No hay ningún problema más. Es importante que las familias tendamos puentes y estemos dispuestas a hablar si queremos que en la adolescencia nuestro hijo o hija confíe en nosotros. A los dieciséis años no podemos cogerlo y decirle que vamos a hablar de sexo porque te van a decir: “vale, qué quieres saber”. A esto es a lo que estamos llegando y esto es un desastre. Ellos te tienen que tener a ti de referencia y no a los medios de comunicación o internet.

-¿Como quien habla de cualquier otro tema?
-Lo cierto es que es un tema más. Ellos te van a preguntar de dónde vienen los niños, por dónde salieron o la pregunta complicada que es: “¿cómo entré yo ahí?” Y lo hacen igual que si preguntan por qué el cielo es azul. Sienten curiosidad por lo que tiene que ver con su entorno. Si no lo hacen preocúpate, porque puede que estén sacando la información de algún lado y será peor que la que tú les puedes dar. Hay que sacar el tema y ¿cómo se hace? Muy sencillo: pon la tele a la hora que quieras y va a salir algo que tiene que ver con la relación, las parejas… Aprovecha para meter cuñas y generar el dialogo. En la adolescencia lo que tienes que generar es el monólogo y ahí eres tú el que vas a contarle cosas. Cuanta más trascendentalidad le demos es peor porque estamos generando los típicos miedos, las sensaciones de riesgo y les estamos coartando el comunicarse con nosotros.

“Nuestros mayores son un público maravilloso, con muchas ganas de aprender porque en su momento no tuvieron la posibilidad de hacerlo; venimos de un país con una educación sentimental, emocional y sexual muy restrictiva”

Curso impartido por Iván Rotella, sexólogo
Foto cedida por Iván Rotella

-Se habla mucho de los jóvenes, pero los mayores ¿tienen una buena educación sexual?
-En absoluto. Nuestros mayores son un público maravilloso, es gente con muchas ganas de aprender que en su momento no tuvieron la posibilidad de hacerlo, porque venimos de un país con una educación sentimental, emocional y sexual muy restrictiva. Que simplemente les expliques cómo es su cuerpo y cómo funciona ya les encanta porque nadie lo ha hecho. La piel es la zona erótica más grande del cuerpo, así que el placer no se acaba nunca. Hay personas mayores que deberían darse permisos porque ya están en otro momento de su vida y tienen que disfrutar, cuidarse, vivir, pasarlo bien y estar a gusto. Pero como nunca les han explicado nada hay muchas cosas que piensan que ya no merecen y te dicen: “hay fíu, estas cosas ya no las tengo porque yo soy mayor y quedeme seca”. El cuerpo no se gasta salvo que tenga algún problema de salud grave. Es muy importante que si los objetivos de la educación sexual son conocerse, aceptarse, encontrarse y expresarse, esto lo podamos hacer a todas las edades. Trabajamos y dedicamos mucho tiempo y dinero a la adolescencia, pero también hay que hacerlo en la infancia, incluir a las familias, al profesorado y a las personas mayores. Es un tema que tiene que ver con las personas, que te va a acompañar siempre, por eso es tan importante; cuantas más herramientas tengamos para conocernos, aceptarnos, expresarnos y encontrarnos, nuestra vida será mucho más feliz.

-¿Cuál es el mayor mito sobre sexo que habría que destruir porque nos condiciona?
-Hay muchísimos, sobre todo ahora que existe un acceso muy fácil de los jóvenes a la pornografía. Cada vez hay más con respecto a los tamaños, la respuesta del cuerpo, cómo somos las personas o cómo es nuestro deseo. Seguimos viviendo en una sociedad muy coito centrista, muy centrada en lo genital y perdemos de vista que el placer está en la piel y evidentemente en el cerebro. En todas las edades, pero sobre todo en la de los jóvenes, se reduce la erótica a lo genital y esto lo está reforzando la pornografía.

Pareja acariciándose

“La piel es la zona erótica más grande del cuerpo así que el placer no se acaba nunca”

-¿Cómo de dañinas resultan tanto las relaciones online como la pornografía?
-Si esto me lo hubieses preguntado hace cinco o seis años, te hubiese dicho que no lo son. A mí no me preocupa que los jóvenes vean porno, me preocupa que se lo crean. El problema está en que les estamos dando móviles con conexión a internet las veinticuatro horas a niños y niñas de nueve y diez años, se están iniciando en el consumo de unos materiales inapropiados que no entienden. Con quince o dieciséis años se trabaja con ellos, se puede explicar que no tienen por qué creerse lo que están viendo, cómo se hacen las cosas y lo entienden perfectamente. Pero cuando son más pequeños no tienen criterio ninguno, con lo cual el concepto de mujer que se les queda es negativo y adoptan como normal el modelo de relaciones agresivas, violentas y totalmente descontextualizadas. Hace ya tiempo que, a través de mi compañera Andrea Martínez, tenemos programas para infantil y primaria porque queremos que, cuando llegue el momento en el que se acerquen a la pornografía, lo vean como un mero entretenimiento, como una curiosidad. Pero que sepan que no tiene nada que ver con lo que son la vida y las relaciones. Lo que yo les digo en el aula es que, si alguien cree que la pornografía refleja cómo son las relaciones sexuales, también puede creer que aprende escalada viendo películas de Spiderman. No tiene sentido y ellos lo entienden, pero hay que explicárselo.

-Volvemos a la importancia de la educación…
-Por supuesto, si realmente educas, pierde todo el misterio. En los países escandinavos y también en Holanda, Bélgica o Alemania, que llevan décadas con la educación sexual, los chicos y las chicas alargan el momento de la primera relación sexual coital pero no el de los juegos, besos, caricias o sexo oral. La coital sí porque saben lo que es gracias a la formación, y el consumo de pornografía también está mucho más controlado a nivel de edades y cantidades. A mí me gustaría que hubiese una educación sexual reglada y que esos consumos no nos preocupasen. No hay que prohibir la pornografía porque es una tontería y no sirve para nada, hay que conseguir que simplemente sea un entrenamiento como son las series, películas o canciones. Sabes lo que estás viendo y tienes sentido crítico, pero esto hay que generarlo y educarlo.

Curso impartido por Iván Rotella, sexólogo
Foto cedida por Iván Rotella

-¿Quién decide lo que está bien y lo que está mal?
-Tiene que ver con algo tan sencillo como son los derechos humanos. Cuando hay gente que quiere quitarles derechos a algunos colectivos, hay que pensar que están quitándoselos a personas y esto no tendría que ser posible. Lo que está bien o mal tiene que ser algo que nos beneficie a todas las personas, a cuantas más mejor. Lo que pasa es que lo mezclamos con otros temas que no tienen nada que ver, porque yo trabajo en colegios católicos y son colectivos estupendos con los que no hay ningún problema. Nosotros contamos lo que hay y luego que las decisiones las tomen en base a su fe, su moral, su ética o lo que consideren importante.

-¿Cuánto daño ha hecho la religión en la cuestión sexual?
-Si lees el Nuevo Testamento, se habla de amor, de respeto al prójimo y de un montón de cosas que estarían incluidas en lo que nosotros enseñamos. Lo que pasa es que hay muchas interpretaciones que han hecho los hombres que han dirigido esas instituciones y lo que hicieron fue aplicar su propia moral. El problema no es la religión, ni siquiera la Iglesia. Lo son las personas que la han dirigido y que impusieron criterios que no se ajustan a la realidad de las personas.

“El problema no es la religión, ni siquiera la Iglesia. Lo son las personas que la han dirigido y que impusieron criterios que no se ajustan a la realidad de las personas”

-Los dichos populares siempre vinculan el amor al dolor. ¿Es correcto?
-El amor tiene que ser una sensación maravillosa compartida y si no es eso, no es amor. Si duele, hace sufrir o hace daño, es otra emoción distinta que no tiene nada que ver. El amor filial, a los abuelos, el de pareja, el erótico, a tus amigos o amigas… cualquiera de ellos te tiene que acercar a la otra persona y hacerte feliz, te tiene que aportar. Nosotros también educamos en reconocer los buenos amores y entenderlos. La televisión, las películas y muchas series nos están vendiendo un amor que creemos que tiene que ser así y nos hace asumir dolores y sufrimientos que no tendrían que ser.

-¿Tenemos miedo a la soledad?
-A la soledad impuesta sí. A la soledad que tú has decidido porque quieres no. El problema es cuando no quieres estarlo y lo estás. Pasa mucho en las grandes ciudades en las que estás rodeado de gente, pero estás solo. Ahí entra la importancia de dar herramientas para que manejemos cómo deseamos vivir y nuestras sensaciones. Si alguien quiere estar solo porque su criterio pasa por no relacionarse y está a gusto, fantástico. Lo que da vértigo es la soledad impuesta porque pierdes estímulos, la cabeza no funciona igual de bien porque estás carente de lo que te enriquece, que es la compañía de otras personas. Y esto, si eres una persona sociable, hace daño.

“Si alguien quiere estar solo porque su criterio pasa por no relacionarse y está a gusto, fantástico. Lo que da vértigo es la soledad impuesta porque pierdes estímulos”

-¿Estar solos no es algo que deberíamos aprender?
-La pandemia ha dejado a la luz muchas carencias que tenemos con este tema y con otro importante que es el de la tecnología, porque nos hemos dado cuenta de que esto no lo cubre todo. De pronto, las aplicaciones para ligar se han vuelto de charla, lo cual está muy bien porque pierdes cantidad pero mejoras la calidad, que es mucho mejor para las relaciones. Hemos tenido que aprender a vivir 24 horas seguidas con nuestra pareja y lo mismo con los hijos e hijas. Con los jóvenes nos estamos dando cuenta que la tecnología no suple el contacto físico porque se quiere socializar, se quiere estar con los amigos, tocarles. Perder los afectos nos está deshumanizando porque nos faltan parte de las cosas que nos conforman como sociedad y como seres humanos.

-¿Somos esclavos del placer?
-Puede que haya personas que sí, pero el placer debería ser un objetivo vital y no una esclavitud. Si es así, lo estamos usando mal. Todas las personas deberíamos tener derecho a ser felices y disfrutar y esto también es algo a enseñar. Una cosa que mata muchas veces el placer son las expectativas; aprender a no generarlas de manera irreal sería un aprendizaje muy importante. Son el enemigo de la diversión. Si nos supiésemos comunicar mejor, la construcción de expectativas estaría mucho más ajustada a la realidad. Cosas como pensar por la otra persona y tomar decisiones suponiendo lo que esa persona te va a decir o lo que puede pensar, algo que pasa mucho en parejas estables, es un desastre porque debemos dejar que todo el mundo pueda expresarse y opinar. Tanto las expectativas propias como las que nos generemos en pareja o en grupo tienen que ser muy ajustaditas a la realidad y cuantas menos nos hagamos mucho mejor, porque eso quiere decir que vamos viviendo lo que la vida nos va poniendo delante. No esperamos que nos dé cosas que a lo mejor después no llegan.

“Una cosa que mata muchas veces el placer son las expectativas, aprender a no generarlas de manera irreal sería un aprendizaje muy importante”

-¿Tendríamos que aprender a discutir?
-Yo trabajo mucho una cosa que se llama aprender a discutir con criterio. En este país discutimos para tener razón y esto va sumado a dar voces, subir el tono, incluso a veces menospreciar e insultar. Discutir es intentar solucionar un problema y la razón no sirve para nada, lo único que sirve es solucionar lo que nos lleva a la discusión. No hay que hacerlo nunca de muchas cosas a la vez, ni acumular temas para discutirlos juntos y hacerlo hasta que los solucionemos y lleguemos a algún acuerdo. Hay que dejar que la otra persona hable antes de opinar nosotros, esperar a que se acabe el argumento, no discutir nunca en caliente y sobre todo en sitios neutrales. En casa, nunca hay que discutir en el dormitorio, ese tiene que ser un espacio para jugar y descansar. Podemos plantear con nuestra pareja algo que no nos gustó, pero de manera tranquila porque se supone que lo que queremos es ir juntos en una misma dirección. Las parejas no estamos en contra, vamos juntas porque existe un proyecto común. Si todo eso nos lo enseñasen, discutiríamos mucho mejor y nos dedicaríamos a intercambiar opiniones sobre un tema, con el objetivo final de llegar a acuerdos que nos hagan avanzar.

-¿Cuántos problemas se solucionarían con un buen orgasmo?
-El placer solucionaría muchas cosas. El orgasmo es importante pero no es lo más importante. Es una sensación muy intensa de placer, algo que aparece, pero no algo a conseguir. No tiene que ser un objetivo en la relación. Sobre todo en hombres que creen que es una medallita que la mujer les tiene que dar. Por supuesto que una relación más placentera nos haría vivir más tranquilos y si, además incluye orgasmos, estupendo, pero si estamos a gusto con la relación que tenemos y no los incluye da igual.

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