Tras sumar las tres nominaciones necesarias en festivales clasificadores que exige la Academia de Cine con el corto Quiero contarte algo, el director asturiano J.K. Álvarez ha conseguido ser candidato a los Premios Goya 2021.
Reconoce que lo del coronavirus lo tiene un poco aburrido. Se ha convertido en el tema obligado de conversación y ya le ha pedido a algún amigo que por favor le perdone pero que no le apetece seguir dándole vueltas a la cuestión. Máxime cuando se está pidiendo precaución y la gente sale igual de vacaciones o las terrazas están más llenas que nunca.
Da la impresión de que J ha vivido varias vidas en una. Habla de manera serena, como si viese los días a través del objetivo de una cámara y, desde las experiencias y los pasos dados a base de esfuerzo, fuese construyendo el guión de su propia vida. Ha trabajado mucho para llegar a donde está y es consciente de que todavía le queda camino por delante. Las cosas llegan, los sueños se cumplen y casi automáticamente surgen otros por los que seguir adelante.
-“Quiero contarte algo” es candidato a los Premios Goya 2021. ¿De qué va el corto?
-Quiero destacar que no es una nominación, es una candidatura, que son cosas diferentes. El corto cuenta la historia de una conversación telefónica que tiene lugar entre Claudia que es Macarena Gómez y su ex pareja que interpreta Unax Ugalde. Llevan mucho tiempo sin hablar y ella le llama fortuitamente porque tiene algo muy importante que contarle, un secreto que llevaba mucho tiempo guardándose y que ahora siente la necesidad de decírselo. Y esto es lo que te puedo contar. No te puedo contar nada más del contenido de la conversación porque es un corto de siete minutos y te destriparía mucho todo.
-¿Cómo se cuenta una historia en siete minutos?
-Algunas se pueden contar incluso en menos tiempo. A la hora de imaginar una historia no pienso en la duración ni en el formato. Es como una escena que se me suele formar entera en mi mente y al momento sé si es para contar en poco tiempo o en mucho. Esta concretamente es la de una conversación telefónica y punto, no está pensada con vistas a nada más. Es la propia historia la que me marca las condiciones.
-¿Qué supuso trabajar con Macarena Gómez y Unax Ugalde?
-Fue un placer porque son los dos muy profesionales y talentosos. No rodaron juntos, primero lo hicimos con ella y después con él, pero todo fue muy bien porque son súper disciplinados. El peso que tiene Macarena interpretativamente es fuerte, porque el corto está rodado en un plano secuencia y ella tiene que aguantar la interpretación desde que cantamos acción hasta que cantamos corten. Son siete minutos manteniéndose con muchos cambios en el estado de ánimo y eso no es fácil. Lo hicieron muy bien con lo cual fue un placer trabajar con los dos. A él no lo vemos, solo escuchamos su voz, pero es impresionante. Yo estoy muy contento.
“Cuando me vino la idea de ‘Quiero contarte algo’, automáticamente tuve claro que esto había que contarlo y que merecía la pena”
-¿Por qué decidiste que fuese una conversación telefónica y no cara a cara?
-Tengo mis razones a la hora de escribir que están directamente relacionadas con la trama. Cuando se vea se entenderá por qué es una conversación telefónica, si lo explico estropeo el corto.
-¿Cuándo y de qué manera te sorprende la inspiración?
-Muy pocas veces. Yo creo que he estado inspirado tres veces en mi vida. Por lo menos en mi caso, no es un trabajo de inspiración, es una cuestión de constancia y perseverancia. También hay que tener disciplina, aunque de esto yo carezco un poco. Muchas veces me siento frente al ordenador porque sé que tengo que escribir y no me sale. A lo mejor estoy dos horas, me levanto, me preparo un café, me vuelvo a sentar… y todo porque no sé qué tengo que escribir. Sentarse, ponerse y pelearse contra la resistencia de reconocer que no tienes ni puta idea de lo que vas a escribir. Pero lo que hay que hacer es tener constancia, ser responsable y si te sale un párrafo en tres horas, pues es lo que tienes.
Antes, cuando era más joven, era más alocado, pero de una época para acá, cuando empiezo a escribir es porque me viene una idea a la cabeza y se me formula más o menos entera como una historia, pero sé que no vale solo con la idea. Hay que ponerla en un guión y ahí es donde está el trabajo de constancia, de desarrollar, de documentarse, de darle la estructura. Es más que tener una idea porque la otra es la parte que requiere más dedicación.
-¿Qué ingredientes tiene que tener una historia para que te seduzca?
-No sabría decirte qué es lo que tiene que tener, pero sí te puedo decir que cuando lo tienen lo sé. Cuando me vino la idea de “Quiero contarte algo”, automáticamente tuve claro que esto había que contarlo y que merecía la pena. Cuando tengo que darle muchas vueltas y pensar demasiado cómo quiero contarlo, por lo menos en mi caso, no me llama la atención. Es como que se me enciende una bombilla y tengo claro que sí o sí eso lo tengo que contar. A mí me pasa así. Es como cuando te enamoras, no sabes por qué, pero lo sientes. No es algo tangible.
“Nunca me dije a mi mismo que tenía que contar una historia sobre temas que estuviesen de moda o sobre los que todo el mundo habla. Yo haré una película o un corto sobre un tema si me viene una historia sobre eso, no me voy a imponer a mí mismo contar algo porque tenga salidas comerciales”
-¿Eres de los que miden, programan, ensayan y le da vueltas a cada escena o te dejas sorprender por la improvisación del momento?
-Rodando soy muy pesado. Soy de hacer doce tomas, pero sí que me gusta dejar hacer a los actores. En este caso el corto se rodó con Macarena y había un actor que le daba la réplica para que ella pudiera contestar. En el guión estaban escritas sus frases y las de él, y lo que pasó fue que en el rodaje ella dejó unos silencios entre frase y frase que le dan una carga emocional de la leche, pero son muy largos. Al día siguiente cogimos la toma que más nos gustaba y se la pusimos en el estudio a Unax y es como si él fuese hablando con una grabación, como una conversación telefónica. Lo que pasaba es que con esos silencios no concordaba lo que estaba escrito. Entonces le dije: “aquí tienes esto, improvisa. Haz como si de verdad estuvieses hablando con ella al teléfono”. Con lo cual toda la parte de Unax es improvisada, fue construyendo un personaje que no existía sobre el papel y ahí es donde está el mérito de su interpretación. El 80% son frases y expresiones que le salieron a él del alma, lo que le pedía las cosas que él iba escuchando. Cuando lo escribes sobre el papel, en tu imaginación queda de una manera, pero cuando ves lo que hacen los actores, te das cuenta de que se ha transformado en otra cosa y la verdad es que se creó algo muy bonito. Me gusta dejarles hacer porque te pueden regalar muchas cosas.
-¿Te sientes libre para contar las historias que quieres?
-Siempre lo he hecho. La suerte es que todo lo que he querido contar lo he contado. Me haya costado más, haya tardado más tiempo o menos, lo hice. He tenido que pelear mucho porque nunca nadie me dio nada, me he tenido que buscar las habichuelas y me ha costado lo mío sobre todo cuando era más joven porque no me conocía nadie. Nunca he elegido una historia en frío, nunca me dije a mí mismo que tenía que contar una historia sobre temas que estuviesen de moda o sobre los que todo el mundo habla. Yo haré una película o un corto sobre un tema si me viene una historia sobre eso, no me voy a imponer a mí mismo contar algo porque tenga salidas comerciales. Nunca me ha dado por ahí porque la cantidad de trabajo, esfuerzo y de tiempo que tienes que dedicar para contar una historia, como no estés enamorado o no te motive no eres capaz de sacarlo adelante. Si fuese de una productora de Hollywood con un montón de millones para rodar, a lo mejor las motivaciones que me moverían serían otras, pero como no es el caso, me tiene que motivar la historia.
-¿El hecho de trabajar cine que es ficción, te ha dado otra perspectiva de la vida?
-La vida me da otra perspectiva de la ficción. No escribo de la misma manera ahora que cuando tenía veinte años, ni cuento las mismas historias, ni veo las cosas de la misma manera. Los años te cambian y como todos los que escribimos lo hacemos en base a nuestras experiencias, a lo que sabemos y a lo que vamos a recordar toda la vida, la visión cambia. La vida te va marcando las historias que cuentas y te cambia la manera de contarlas.
-¿Eres de los que volvería para atrás porque cree que aquellos tiempos eran mejores o te quedas con la experiencia de los años vividos?
-Me quedo con la experiencia, aunque sí que es verdad que cambiaría cosas. Yo los cortos y las películas que hago no las vuelvo a ver. Las veo cien veces cuando las monto, pero luego no me gusta hacerlo. En cuanto el trabajo está hecho ya forma parte de otra cosa y continúo. He ido cambiando y cuando veo las cosas que hice entiendo por qué rodé una escena de una manera o porque conté así un episodio y siento que ahora lo haría de otra manera. Me quedo con la experiencia, pero obviamente si retrocediese en el tiempo cambiaría muchas cosas.
-¿Cuál debe ser el objetivo del cine?
-Yo creo que el fin último de contar una historia bien sea en cine o en literatura debe ser entretener. A tu pareja, cuando llegas a casa, y te ha pasado algo extraordinario, se lo cuentas y le estás contando un guión porque lo haces de tal manera que, inconscientemente, lo vas a adornar, le vas a meter misterio, diferentes ritmos. Lo mismo si tienes un niño y le cuentas un cuento. Y este es el fin último de hacer una película: contar una historia y entretener. Que el público se emocione y reaccione. Por lo menos es como yo lo entiendo y por lo que me enamoré de esta profesión. Luego está la industria que es una cosa distinta.
“Creo que una buena historia se refleja en que cuando la gente sale de verla se le queda en la cabeza. Si termina la película y pasan a otra cosa, creo que no hemos hecho bien nuestro trabajo”
-¿Debe ser un reflejo de la sociedad o no necesariamente?
-Yo creo que es indiferente. Si algo bueno tiene contar historias es que puedes imaginarte lo que te dé la gana y puede ser un reflejo de la sociedad o no. Puedes engañar al público, hacerle creer algo y al final darle la vuelta… Es un mundo y es lo bonito que tiene. No necesariamente tiene que ser un reflejo de la sociedad ni de la realidad.
-Una vez que la obra sale de ti ya no es tuya. ¿Al espectador hay que dejarlo que interprete lo que quiera o intentar encauzarlo de alguna manera?
-Al público hay que dejarlo que imagine. Creo que una buena historia se refleja en que cuando la gente sale de verla se le queda en la cabeza. Si termina la película y pasan a otra cosa, creo que no hemos hecho bien nuestro trabajo. Lo bueno es que el público le dé vueltas, reflexione, piense. Está claro que tú conoces la historia mejor que nadie y sabes lo que quieres contar, sabes por qué has rodado cada plano de determinada manera, pero el espectador que se sienta a ver la obra lo puede interpretar así o no. Cuando escribo un guión se lo suelo enseñar a gente porque me parece importante que me den su primera impresión y muchas veces me sorprende las reflexiones que hacen, las conjeturas que sacan y me cuentan cosas que intencionadamente yo no las he escrito así, pero que están porque ellos las ven. Es un mundo que cobra vida por sí mismo y me gusta que la gente imagine y piense libremente. Es muy bonito. El problema es cuando provocas una lectura totalmente contraria a lo que quieres contar. Una cosa son los matices y otra que no se entienda nada, pero también te digo que yo no hago cosas excesivamente complejas.
-¿Qué peso tienen para ti las críticas?
-Tienen un peso relativamente importante, tanto las buenas como las malas. Creo que todo te enriquece, aunque siempre lo hacen más las malas. Que te digan qué bonito es o qué bien está, dependiendo de quién te lo diga, debes creerlo o no. Si es alguien que te quiere mucho, no se lo tienes tan en cuenta porque puede que no sea muy objetivo. Pero cuando alguien se sienta contigo y te dice lo que no le ha gustado y lo argumenta, eso enriquece muchísimo. De la misma manera que cuando empiezas con dieciocho o diecinueve años te enriquece de forma diferente quien te apoya o quien no lo hace. A mí, sin saberlo, los que no me apoyaron me han enriquecido mucho más que los que me apoyaron. Cuando te dicen que no puedes hacerlo, o no lo vas a conseguir, que es muy difícil, a mí me da energía para demostrar que sí se puede. Genera el efecto opuesto. No son lo más importante, pero se escuchan y se aprende de ellas.
-¿Qué pasará si esa candidatura se convierte en un Goya?
-Deduzco que nos facilitaría mucho la vida de cara a futuros proyectos porque es una carta de presentación importante, sobre todo creo que nos daría alas para poder hacer más cosas. Sería una buena noticia y por supuesto una alegría ya no como director, sino como miembro del equipo, que el trabajo que hemos hecho entre todos tenga ese reconocimiento, que es muy importante. De todas formas, no es lo que buscamos y nunca lo hicimos. Ya es un premio tener esta candidatura, así que, si viene, pues bien, pero si al final no llega estaremos igual de contentos.
-Me da la impresión de que, si a aquel chaval de dieciocho años le dicen que su trabajo iba a ser candidato a los Goya, se reiría a más no poder…
-Ya no solo la candidatura sino otras muchas cosas. Yo no me hubiese imaginado nunca hacer un estreno para cincuenta personas. Han pasado tantas cosas que jamás hubiese imaginado cuando empecé que los sueños de mi profesión, te lo digo de verdad, ya los he cumplido. Cuando empezaba yo creía que lo que quería hacer era una película que se proyectara en todos los cines de España, que la viera todo el mundo, tener mucho presupuesto… Pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que no, de que mis sueños se han cumplido. Lo que te decía antes de haber podido contar siempre lo que he querido, tener la oportunidad de emocionar a un público, ser testigo de que la gente se emocione o se ría viendo algo tuyo, esto es lo que me llena. Si yo puedo seguir haciendo esto mientras me llene, me doy por satisfecho. Todo lo que venga a partir de ahí será un regalo.
“Cuando te dicen que no puedes hacerlo, o que no lo vas a conseguir, que es muy difícil, a mí me da energía para demostrar que sí se puede. Genera el efecto opuesto”
-¿Es muy diferente el J que empezó con dieciocho años al J de ahora?
-No tienen nada que ver. La forma de soñar que tenía entonces no es la misma que tengo ahora. Soñaba mucho más alto y de forma distinta, con mucha más ilusión. Esa visión sin contaminar de todo lo que te rodea, ha cambiado mucho. Sigo con mucha ilusión, sigo soñando, pero me lo tomo todo con mucha más calma, soy más consciente, tengo más experiencia, sé lo que cuesta, lo que merece la pena hacer y lo que no y lo veo todo teniendo los pies en la tierra. Eso no significa que no siga soñando, porque para que esto sea posible tienes que hacerlo, pero lo haces siendo un poco más consciente de todo. He aprendido más cosas y supongo que la mayor diferencia es la experiencia, que es lo que me enriquece. Si juntásemos la experiencia con las ganas y la valentía de los dieciocho, seguramente saldría una buena fórmula.
Cuando empiezas a rodar lo haces como un niño pequeño que tiene los ojos muy abiertos y flipa con todo porque todo le encanta. Eso con el tiempo lo pierdes, empiezas a rodar y ves las miserias de las cosas que no son pocas, te das cuenta de los problemas, también hay mucho estrés y lo mismo le pasa al equipo del que te rodeas, porque ya han aprendido a estar en los rodajes y tienen más bagaje. Lo que me gustó cuando hice la primera parte de la película Camping Movie, es que la gente no tenía nada que ver con el cine, lo estaban viendo todo por primera vez, tenían esa ilusión y te la contagiaban. Era como volver a cuando empezabas y todos teníamos esas ganas. No éramos solo un equipo que viene de rodar muchas cosas, sino que estás con gente que lo está viviendo igual que tú lo hiciste al principio.
-Repites muchas veces “cuando era joven”. Tienes 31, ¿has dejado de serlo?
-La procesión va por dentro. Han pasado doce años y me parece que pasaron treinta. Me han pasado tantas cosas tanto a nivel personal como profesional que esos dieciocho los veo muy lejanos. La madurez no creo que te la dé los años sino la experiencia. Son ellas las que marcan la edad de uno. Entiendo que, si en diez años de tu vida no pasa nada porque tienes una rutina, un trabajo que no te gusta y todo es una línea continua, es lo mismo cuando tienes veinte que cuanto tienes cuarenta. En mi caso, por suerte, han pasado millones de cosas, cada rodaje es una aventura, a nivel personal he tenido la suerte de ser papá y esto te cambia mucho todo. Esperemos que a los cuarenta me pasen también cosas buenas que me enriquezcan y pueda hablar contigo otra vez y pueda contarte más cosas.