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domingo 24, noviembre 2024

Joaquín Pajarón. Supercentrau Fiesta de Prau (I)

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El sábado 26 de agosto Corvera se inundará de risas. A partir de las 21:00 horas el cómico Joaquín Pajarón se subirá al escenario para homenajear el humor y las fiestas de prau con una adaptación de su último espectáculo “Aquí… Supercentrau”. El recinto se abrirá a las 19:00 horas, habrá barra con comida y bebida y la espera la amenizará un DJ y la Banda de Gaitas de Corvera. Como sello de asturianía, con cada entrada, se regalará una botella de sidra y un pañuelo conmemorativo. ¿Que al acabar aún te queda el cuerpo con ganas de más fiesta? El DJ se queda para animar la folixa.

Es de verbo fácil y fluido. No rehúye ningún tema y dice lo que piensa directamente, sin necesidad de escoger ninguna palabra que le haga quedar bien. Sabedor de que su vida no ha sido un camino de rosas y que ha llegado hasta donde está tras vivir su particular transformación, Joaquín Pajarón ha aprendido a llevarse bien consigo mismo y a gestionar al personaje sin necesidad de pelearse con él, aunque reconoce que todavía se siente mal con el halago y aún le queda un trecho que recorrer para llegar a quererse. “Hay gente que piensa que estoy todo el rato así y ¡yo ni tan siquiera hablo como el de los monólogos! Soy muy tranquilo” dice con una sonrisa. Es feliz siendo de pueblo, necesita poco para poder disfrutar de la vida y siente Asturias de una manera tan especial que parece llevarla tatuada en cada célula de su sangre. Su papi falleció en noviembre y todavía hay días en los que le invade cierta tristeza. Y por lo demás… “todo bien. En El Puntal. Supercentrau”.

Joaquín Pajarón, cómico

-¿Tienen relación tus espectáculos con los vídeos que publicas en redes?
-No se parece en nada verme en el teatro, donde estoy cerca de dos horas, que ver un vídeo de dos minutos. Por parte de la gente que va a ver el espectáculo, tengo una crítica muy buena. No conozco absolutamente a nadie que no le haya gustado. Todo el mundo se ríe, que es lo más básico que hay. También lo bueno que tiene el humor es que conoces la reacción de manera instantánea. Hago la broma, se rieron, funcionó. También te digo que muchas veces no oigo las risas, pido la luz baja y no dejo que haya aplausos, sólo al final. No quiero que lo hagan porque no me gusta que se frene el ritmo. Quiero ir tirando, ver que se ríen y que después de esa risa hay otra. El objetivo es darles mucha felicidad en ese momento y que dejen de pensar. Cuento las cosas que tengo escritas y luego voy improvisando y haciendo partícipe al sitio al que voy. Si actúo en Zamora, me estudio cosas de allí.

“Si le pido a alguien que pague una entrada, tengo que saber algo sobre ellos, qué pasa en su tierra y cómo es su forma de ser. Intento investigar, saber mucho y luego aplicarlo al espectáculo para que ellos se sientan identificados y a gusto”

-¿Qué responsabilidad adquieres con la gente que compra una entrada para verte?
-Si le pido a alguien que pague una entrada, tengo que saber algo sobre ellos, qué pasa en su tierra y cómo es su forma de ser. Intento investigar, saber mucho y luego aplicarlo al espectáculo para que ellos se sientan identificados y a gusto. Desde mi punto de vista es una señal de respeto. Si estoy allí quiero ir a dar un paseo, conocer los lugares emblemáticos o comer en algún sitio. Y esto te abre mucho la mente. Los asturianos siempre presumimos de que aquí lo tenemos todo y esto es una auténtica maravilla, pero también es una pasada probar un lechazo y no comer siempre cabritu con patatines. Me gusta mucho ir a sitios y conocer otras culturas, aunque tengo ganas de disfrutar más de mis viajes porque muchas veces voy del hotel al escenario y viceversa.

-¿Qué pasa cuando bajas del escenario y te quedas solo en tu casa?
-Cuando llego a casa, miro el móvil y todos los mensajes son del tipo: “qué bueno eres”, “qué risas me eché” y siempre pienso que no me conocen de verdad, que valoran más al personaje. Tengo ese síndrome del impostor que voy mejorando con el tiempo. Me como mucho la cabeza porque, por un lado, quiero mantener mi vida alejada de todo esto y, cada vez que hago vida pública, me para la gente y parece que tengo que contestar todo el rato de manera ingeniosa y no siempre quiero serlo. A lo mejor me apetece más preguntarte cómo estás, pero parece que tengo la exigencia constante de tener que ser gracioso. También es cierto que cada vez hago menos vida social, me gusta estar  aquí o en Piloña donde soy el hijo de Merceditas. Allí no soy el cómico.

“Cuando llego a casa, miro el móvil y todos los mensajes son del tipo: ‘qué bueno eres’, ‘qué risas me eché’ y siempre pienso que no me conocen de verdad, que valoran más al personaje”

Joaquín Pajarón, cómico -¿Hay un Joaquín Pajarón sobre el escenario y otro cuando se apagan los focos?
-Totalmente y yo, hasta hace pocos años, llegué a odiar al personaje. Ahora sé que tengo que aprender a convivir con él y ser agradecido por todo lo que me ha dado, pero me odiaba a mí mismo, no quería ser nada en el mundo y me porté muy mal. Cuando las cosas me iban bien siempre creía que no me lo merecía y me autodestruía. Como no quieres que todo el mundo sepa tus mierdas, de pequeño te inventas un personaje para que no te machaquen y no sufrir. Escondes en él todos tus miedos y tus complejos, te conviertes en el gracioso y todo el mundo quiere estar contigo y pasarte la mano por la espalda. Ese personaje es muy poderoso. Es el que siempre se sienta atrás en el autobús y hace las gracias. Me ha ido acompañando toda mi vida, pero yo me siento en mi casa de noche y me doy cuenta de que es como tener un ángel y un demonio. El demonio me está diciendo que siga así porque soy el más grande, pero el ángel me está diciendo que yo no soy así. Entonces es cuando te sientes mal y tienes que empezar a asumir lo que te pasó, lo que viviste. Mi psicóloga me enseñó a estar agradecido al personaje, pero a no vivir con él. Él me ayudó a pasar una infancia muy dura, por eso lo inventé, y ahora lo utilizo como a un muñeco. Lo saco en el teatro y luego lo meto en una maleta.

-¿Cómo conviven dentro de ti esas dos personalidades tan diferentes?
-Cuando veo que todo va bien y que todo el mundo me halaga es cuando me autodestruyo. Lo hice toda mi vida con parejas, familia, amigos… Yo decía: “no me lo merezco, no puedo tener a alguien tan maravilloso a mi lado”. Me llevé a morir con mi familia, pero ahora ya no. El año pasado murió mi papi en noviembre y yo hice todo lo que pude por él, me desviví con mi hermana con la que no me hablaba. Las invité a ella y a mi madre a marchar de vacaciones conmigo. Estuvimos los tres juntos y a mi hermana, ahora mismo, le doy todo lo que necesite porque me va bien en la vida y me lo puedo permitir. Antes sólo me preocupaba por mí y, en este momento, lo único que quiero, es ser buena persona en mi vida y un buen cómico en el escenario. Mejor dicho, hacerte reír, porque lo de bueno o malo depende de la gente que te mire. Reírse es maravilloso y se lo digo a mis hijas y a todo el mundo. Muchas veces, cuando hay un problema hay quien dice: “La gente no cambia. Eso va a seguir así”. Yo no estoy de acuerdo. La gente cambia cuando quiere cambiar. Yo lo hice.

“Ahora sé que tengo que aprender a convivir con el personaje y ser agradecido por todo lo que me ha dado, pero me odiaba a mí mismo, no quería ser nada en el mundo y me porté muy mal”

-¿Qué es lo que te hace perder las ganas de reír?
-Yo lloro mucho. Con las películas, un libro, con una canción o con las cosas tristes que pasan. Últimamente me quita la sonrisa el bullying. Me da mucha pena todo lo que les hagan a los peques. Con el tema del acoso estoy especialmente sensible e implicado porque, la verdad, es que tampoco tuve una infancia muy maravillosa.
Me entristece la gente mayor cuando veo la vida que tienen. No sé cómo personas que hicieron todo por nosotros, sobre todo en el mundo rural, están abandonadas y dejadas de la mano de dios. Yo cojo el coche para ir a la villa, me cruzo con una señora que va al ambulatorio, es invierno, está lloviendo, no tiene una acera por dónde ir, la monto en el coche y la llevo. Niños y mayores son el futuro y el pasado. A donde vamos a llegar y de dónde venimos. Nosotros somos los que podemos cambiar las situaciones porque podemos ayudar a unos y a otros. También me preocupa mucho todo lo que pasa en la tierrina. Cosas como los incendios que tuvimos hace poco, que lo llevé muy mal, o lo del autobús que cayó en Los Lagos. Sobre todo, me quita la sonrisa las cosas malas.

-¿Tenemos que aprender a hablar de las cosas que pasan y nos pasan?
-Tenemos miedo a hablar de ciertos temas y deberíamos hablar de ellos con normalidad porque son importantes y afectan a mucha gente de todas las edades, por ejemplo, sobre el suicidio. Hay muchísimo, cada vez más, y no se habla de ello. En la prensa siempre dirán que se precipitó por una ventana, pero no que se suicidó. En mi espectáculo hago una reflexión final sobre la salud mental que creo que es importantísima. Estoy todo el rato con un personaje imaginario que es mi psicóloga, a la que le estoy contando todos mis problemas y la reflexión es que la gente que tiene depresión, angustia o cualquier tipo de problema, no es gente débil. Es gente súper fuerte que ya no aguanta más. Le damos muchísima importancia a nuestro estado físico, pero la cabeza es muy importante. Tanto como escuchar y hablar con los niños para que no lleguen a vivir este tipo de problemas.
Tenemos por costumbre tragar todo, meterlo debajo de la alfombra y, al final, tropiezas en ella. Somos como el payaso que con el maquillaje está contento pero que, cuando se lo quita, está triste. Tenemos que aprender a escuchar y a respetar la opinión de los demás. Mis amigos no piensan lo mismo que yo, no tienen mi misma ideología, pero son mis amigos y los quiero. No tengo porque machacar a alguien que piense de manera diferente.

“Muchas veces, cuando hay un problema, hay quien dice: ‘La gente no cambia. Eso va a seguir así’. Yo no estoy de acuerdo. La gente cambia cuando quiere cambiar. Yo lo hice”

-¿Qué nos pasa para que tengas que aclarar que “la vida es todo lo que pasa cuando dejas el móvil”?
-Muchas veces pongo el móvil en silencio porque estoy hablando con las peques o comiendo. Me da mucha rabia que me escriban cuando estoy viendo una película o el capítulo de una serie. Me gusta mucho el cine y, si me siento a ver algo, quiero verlo sin tener que cortar a cada rato. Parece que estamos obligados a la inmediatez del móvil y no es así. Si es urgente, por supuesto, pero si es para saludar o preguntar qué hago, pues no pasa nada porque no te responda hoy y hablemos mañana. No quiere decir que no te eche de menos o que no te quiera, simplemente que estoy aquí sentado y estoy a gusto haciendo lo que estoy haciendo. Estamos obsesionados con el móvil y yo también tuve una época que estaba pendiente todo el día de él. Me voy quitando el vicio, aunque hay veces que caigo. Ahora que puedo ver el tiempo que llevo sin usarlo, intento batir mi récord y que cada vez sea menos. Me siento mejor.

-“En redes me corto. En el teatro no porque es el terreno histórico de la libertad”. ¿Sigues pensando lo mismo?
-Las redes sociales son un veneno y un dolor. Me parece muy bien cuando alguien escribe algo en ellas alegando que es libertad de expresión. Perfecto. Pero si tú sabes que eso va a hacer daño a alguien y lo escribes igualmente, eres mala persona. Si pensases que lo que digas o lo que escribas, es como si se lo dijeses a tu hijo o a tu hermano, seguro que no te gustaría. Que me digas que el humor que hago no tiene ni puta gracia me da igual, pero si intentas hacer un comentario para ofenderme o hacerme daño, igual te lo tienes que hacer mirar. Yo lo llevo, pero la gente joven no.

“Que me digas que el humor que hago no tiene ni puta gracia me da igual, pero si intentas hacer un comentario para ofenderme o hacerme daño igual te lo tienes que hacer mirar”

-¿Se venden irrealidades que después todo el mundo quiere?
-Yo no quiero ser un ejemplo de nada en esta vida. No penséis que la vida me va maravillosamente bien porque tengo el teatro lleno. A lo mejor, llego a casa y estoy solo. Y tú, que trabajas en una carnicería, tienes al amor de tu vida en la cama, te llevas bien con tu familia y eres súper feliz. Muchas veces, todo lo que vemos en las redes es mentira. Nadie vende ahí que está triste.
Hace poco un amigo me preguntó si tomábamos algo y le dije: “no, no me apetece. Estoy triste”. Voy a empezar a normalizar el decirlo y que me respeten. Mañana voy a estar bien, eso no quiere decir que tenga una depresión, simplemente es un estado de ánimo que hay que normalizar. Hay que empezar a decir que no estás bien, que tienes un día gacho, que no te apetece, que echas de menos a alguien. Hagamos que esto sea normal y no escondamos las cosas diciendo que sí a todo.

-Desde tu punto de vista, ¿cómo debería ser la gestión de ese espacio?
-Yo en las redes no vendo mi vida. Vendo comedia, pero, aun así, intento dejar siempre un mensaje con el que la gente pueda quedarse. No todo vale en esto. Hay cosas que no tienen ni puta gracia. ¿Qué nos pasa? Pues que la gente que es famosa o que tiene muchos seguidores, nos enseña una vida de lujo que es la que tienen o la que resulta atractiva. No nos van a vender cuando están tristes tomando pastillas, que también las toman, o cuando se están drogando en un baño, que también lo harán. Tener una obligación como personaje público no me parece bien, pero yo estoy concienciado de vender normalidad. Voy al mercado, hago la compra, me emociono en el Sella, hablo con mis vecinos… No todos podemos tener ese lujo, ni estar en un barco y, si lo único que vas a subir a las redes es que fuiste a Ibiza y gastaste más dinero del que tenías o podías, pues no es lo mejor. Creo que hay otras cosas que no son maravilla, lujo y gente guapa.
No puede ser que niños con quince años, estén preocupados por ir al gimnasio para ponerse cuadrados, o chicas con problemas de alimentación porque quieren ser como las que salen en TikTok. Podemos estar convirtiéndonos en tontos y no saber lo que es una metonimia, pero sí sabemos cómo hacer una tabla de abdominales.

“Hay que empezar a decir que no estás bien, que tienes un día gacho, que no te apetece, que echas de menos a alguien. Hagamos que esto sea normal y no escondamos las cosas diciendo que sí a todo”

-¿Esto se solucionaría con una buena educación?
-Para mí es lo más básico tanto en casa como en el cole. Si no estudias y no sabes nada, vas a ser un garrulo sin posibilidad de poder hacer nada más. La historia está ahí para demostrarlo, mira la Alemania nazi… La realidad es que cuando te pones a estudiar, te surgen preguntas y eso te abre la cabeza. Hay muchísima información en las redes, cosas interesantes e incluso también puedes alegrar la pestaña. Yo veo y sigo a Albert Espinosa, me emociono cuando lo oigo hablar de las personas cascabel. Me cambia o me hace pensar y luego, a lo mejor, veo a Lara Álvarez muy guapa. Lo que quiero decir es que tenemos muchísima información y, sobre todo, cosas que puedes aprender, la cuestión está en la gestión. Creo que, tal y como está la sociedad, tener una asignatura de redes sociales en el cole no estaría mal.

-Supongo que la perspectiva sobre todo esto cambia cuando eres padre…
-Yo hablo un montón con mis hijas, las escucho mucho y esto hace que todo sea más fácil. Cuando no te interesa lo que te cuentan, crees que es perder tiempo y le das un móvil para poder estar tú hablando en una terraza, la cosa no va bien. Yo muchas veces no voy con mis amigos porque estoy con ellas, salimos a tomar algo y estamos juntos. Estoy pendiente y, si se aburren, voy a estar con ellas para que se diviertan y no cojan el teléfono. Ven la tele a determinadas horas, pero no están todo el día pegadas a ella. Jugamos, les enseño cosas, les enseño a “aburrirse”, a que pueden estar sin hacer nada, porque ahí surge la posibilidad de tener espacios para pensar o hacerse preguntas; también pueden pasar el día haciendo actividades y yo con ellas o dejándolas tranquilas, mientras descanso o trabajo. Cada vez que las recojo del colegio, les pregunto qué tal les fue y quiero que me cuenten todo. Si se sintieron mal en algún momento, si alguien se rio de ellas, si tienen alguna preocupación, si se sienten bien… Hay que empezar a preocuparse por ellos desde pequeños. Hay una cosa que siempre les digo, que es que a mí me pueden y me tienen que contar todo. Y, cuando estén en una situación en la que todo el mundo diga o ellas mismas piensen: “cómo se entere mi padre, me mata”, ahí es donde me tienen que llamar. Yo nunca les voy a juzgar ni a opinar sobre lo que hicieron. Les voy a ayudar y después ya hablaremos de la situación sea la que sea. Tienen que saber que a su padre sí lo pueden avisar. Normalmente, en las situaciones más jodidas, es cuando escapas y es cuando más ayuda necesitas.

“Yo hablo un montón con mis hijas, las escucho mucho y esto hace que todo sea más fácil. Cuando no te interesa lo que te cuentan, crees que es perder tiempo y le das un móvil para poder estar tú hablando en una terraza, la cosa no va bien”

-¿El ejemplo siempre mejor que las palabras?
-Tengo la teoría de que ellos no te escuchan, te observan y te copian. Con lo cual, tu discurso tiene que ir acompañado de unos actos. A tu hijo no le puedes decir que cuando comemos no miramos el móvil, y tú cogerlo. Yo me siento con ellas a comer todos los días en la cocina, sin tele. Dejo el móvil, nos juntamos los tres y hablamos. Para mí es maravilloso. Mis hijas saben si la luna está creciente o menguante, si la marea sube o baja y todo porque pasamos tiempo sentados mirando, observando cosas y les surgen dudas y preguntas. Siempre les digo que no tienen que tener miedo, pero sí cuidado. Miedo tienes cuando no conoces y en este caso yo las conozco muy bien y ellas me conocen a mí. Hablo mucho con sus profes y quiero conocer a sus amigos, sus nombres, a qué jugaron, dónde. Que sientan que a su papá le interesa todo lo que les pasa y que no tengan vergüenza. Muchas veces cuando te pillaban bailando solo en la habitación, se reían de ti. Yo, cuando las veo, bailo con ellas. Quiero que sean niñas y que entiendan que su padre no es una máquina de reñir.

-¿Qué echas de menos en la educación que reciben?
-Hay dos cosas que yo echo de menos en el colegio. Una es que les enseñen a vivir, a pensar, a entender sus sentimientos. Al final, la gente sólo conoce enfadado, triste o alegre y hay muchos otros estados de ánimo como la ansiedad o la angustia. Tiene que haber alguien que te enseñe a saber qué son y cómo llevarlos.
Otra debería ser cómo utilizar las redes sociales. Hay un libro que se llama Tus zonas erróneas que yo lo pondría obligatorio en las escuelas. Ahí te hablan de cómo puede llegar a ser la cabeza, o cómo piensa la gente que tiene determinados problemas para que sepamos compartir nuestra vida con ellos, escucharlos y saber cómo llevarlos. Bajo mi punto de vista, este tipo de temario debería de ser obligatorio en las escuelas.
Yo sé tocar Asturias patria querida con una flauta y me parece muy bien aprender música, aprobé siempre educación física, me sé lo que es una alegoría; los recursos estilísticos, me los aprendí porque me gusta saber y estoy enseñándole a mis hijas a que disfruten de aprender cosas en el cole. Pero, ¿qué hay de nosotros? ¿Cómo nos aguantamos? ¿Cómo vivimos? ¿De qué me sirve todo el conocimiento que pueda tener si no sé qué es lo que estoy sintiendo?

“Yo toda mi vida fui un cafre, llevo tres años gestionando mi cabeza y hasta entonces fui la persona más estúpida del mundo, el hombre con más ego y más egoísta”

-A nivel social ¿la risa está bien vista y la lágrima no?
-Un día mi hija me dijo por la noche: “papá, lloro y no sé por qué”. Pues le dije que llorara y que, después, ya hablaríamos de lo que sentía o de lo que le hizo llegar a estar así. Muchas veces no sabes qué hacer porque nadie te enseña a gestionar estas cosas. Parece que tienes que esconder la lágrima, pero no es así. En casa lloramos todos y tampoco se estila eso del aquí mando yo. No manda nadie, yo soy el que tengo más experiencia y te puedo enseñar o decir lo que tienes que hacer.
Hay determinadas cosas que la cabeza absorbe o que te dañan. El cómo nos hablamos a nosotros mismos o a los demás nos hiere mucho. Yo toda mi vida fui un cafre, llevo tres años gestionando mi cabeza y hasta entonces fui la persona más estúpida del mundo, el hombre con más ego y más egoísta que pudiera haber. El personaje me podía y estaba por encima de mi persona. Ahora me he dado cuenta de que no tengo nada que demostrar a nadie.

-¿Qué te hizo darte cuenta y querer cambiar?
-Las hostias que te da la vida. Ver que te quedas sin nadie, que lo pierdes todo, que no te soportas y te caes mal. Que no eres tú y que estás viviendo como el personaje durante todo el día. Lo que quiero de verdad ahora, es ser buena persona. Alguien que se preocupa por los demás, que te pregunta qué tal estás y te escucha. Me he dado cuenta de que le fallé a mis amigos, a mis parejas, a mi madre. Fui un mal hermano, un mal hijo. Maduré tarde, pero la vida te va poniendo en tu sitio y te das cuenta de que te quedas solo y yo no quiero estarlo. Además, tengo dos hijas y, de tus amigos, de tu pareja o de la gente puedes escapar, pero de ellas no porque no quiero ser un mal padre. Después, te pones a pensar en porqué haces todo eso y te das cuenta de que tú tuviste una serie de problemas que has escondido durante toda tu vida y que tienes que empezar a solucionar y vivir con ellos. Ahora le digo a la gente que la quiero, la abrazo, les digo que me alegro de verlos, los beso en la calle y me da igual todo. En este momento no me importa lo que piense la gente de mí porque, al final, lo único que tengo que demostrar es que soy un profesional en mi trabajo y buena persona en mi vida.

“La mejor medicina es decirnos las cosas honestamente y con corazón, incluso cuando te equivocas o te sentó algo mal. Es más guapo decirle a alguien que lo echas de menos que acabar mandándole un meme”

Joaquín Pajarón, cómico

“Creo que pasé más del 50% de mi vida solo y a día de hoy lo sigo haciendo. Lo disfruto mucho. (…) Considero que saber estar solo es muy bueno y te da mucho, siempre que no te conviertas en un ermitaño”

-¿La risa es la mejor medicina?
-Sí. Reírse, reírse y reírse. También el ser muy honestos con nuestros sentimientos. Es maravilloso decir o que alguien te diga que te echa de menos, que te quiere o que tenía ganas de verte. Yo le escribo wasaps a algunos amigos simplemente diciéndoles: “¿Qué tal estás? Que sepas que te echo de menos y te mando un beso muy grande”. Y cuando ellos me dicen que esos mensajes les animan o les alegran el día me parece maravilloso. La mejor medicina es decirnos las cosas honestamente y con corazón, incluso cuando te equivocas o te sentó algo mal. A lo mejor no lo dices en el momento, pero sí al día siguiente. Es más guapo decirle a alguien que lo echas de menos que acabar mandándole un meme.
Me gusta la franqueza de decirnos las cosas a la cara y no acabar diciéndoselo a otro. ¡Joder!, dímelo a mí que yo también lo quiero escuchar al igual que si piensas que soy un hijo de puta. Perfecto, pero dímelo porque a lo mejor aprendo, cambio o te explico por qué hago las cosas. Hay veces que tienes un mal día, contestas mal y, si me lo dices, voy a tener la oportunidad de contarte lo que me pasó y me vas a poder entender. Ayuda mucho. También te digo que a veces necesito llorar y lo provoco. Me pongo canciones, tengo un audio guardado de Mario Alonso Puig que le da gracias a su corazón y de vez en cuando, necesito escucharlo, llorar y echar de menos a gente. Es como que limpias.

-Aunque por tu trabajo estás permanentemente rodeado de gente, ¿te gusta estar solo?
-Por determinadas circunstancias de mi vida, pasé mucho tiempo solo. Era el único tiempo que podía ser yo mismo porque, cuando no lo estaba, tenía que ser otro. Creo que pasé más del 50% de mi vida solo y a día de hoy lo sigo haciendo. Lo disfruto mucho. Hay fines de semana que las niñas están con la madre y no me muevo de casa. Cuando pasas tiempo solo, hablas contigo, te escuchas, te sientes mal y tienes que aprender a soportar esa sensación. Me da la opción de hacer otras cosas: leo, veo cine, siego, salgo a correr, voy a mirar la ría. Muchas veces bajo a comer y la gente me mira o muchos flipan de verme en una mesa sin nadie. Me gusta estar en una barra y tomarme una botella de sidra tranquilo. Vivo mucho de lo que observo. Considero que saber estar solo es muy bueno y te da mucho, siempre que no te conviertas en un ermitaño.

“Antes era mucho de prejuzgar, ahora pienso que igual esa persona tiene una mierda terrible dentro. Luego hay gente que es mala porque lo es y punto pero, incluso en esos casos, hay algo que los lleva a ser así”

-¿Ahora ya te llevas bien contigo mismo?
-Desde hace dos o tres años sí, pero antes no. Me caía muy mal y me arrepentía de todo lo que hacía, pero tapaba todo con el personaje, para que nadie supiese lo que me pasaba. Trataba de auto convencerme de que era otra persona y, al final, acabé odiando a ese personaje con toda mi alma. Sólo me traía disgustos, de manera inconsciente se iba auto destruyendo y sólo me generaba tristeza y pena. Ahora estoy a gusto con haber cambiado. Por eso insisto tanto en que, cuando realmente quieres cambiar y estás convencido de ello, lo haces. Ahora me siento a gusto porque me esfuerzo. Puedo hacer cosas mal, me puedo equivocar, pero estoy muy abierto a perdonarme, recapacitar y escuchar. No juzgo tanto a la gente, intento pensar que el que te pita en el coche o está insultándote, está teniendo un mal día y algo le pasará. Ahora me aguanto más y me caigo un poco mejor. Espero quererme con el paso del tiempo.

-Entonces, ¿todavía te queda camino por recorrer?
-Creo que es muy fácil abandonarnos y tenemos que esforzarnos para que nuestra cabeza no se acostumbre a determinadas cosas y vea normal vivir con angustia. Hay que coger el hábito de hablarte y sentirte bien, disfrutarte, querer ayudar a la gente y escucharles. Te sientes muy bien cuando ayudas a alguien. Es muy heavy lo que se genera en nuestro cuerpo cuando lo haces.
También es cierto que, para estar bien, te tienes que esforzar un poco y todavía me cuesta porque echo de menos a mi papi que murió en noviembre, ese mismo día atropellan a mi perra, esta temporada tengo a las niñas en casa porque la madre está de viaje y tengo que esconder ciertas cosas que con ellas no puedo hablar… La realidad es que nadie sabe todas mis mierdas. Sólo se las confesé a mis dos mejores amigos para que entendiesen lo que me pasa. Mi psicólogo y mi psiquiatra me están preguntando que cuándo voy a dar el paso y cuando lo diga, la gente podrá entender muchas cosas, pero tengo que estar preparado. Y, por mi situación, lo haré público porque creo que podré ayudar a mucha gente con ello. Son pasos que hay que dar en la vida y llegará en su momento.

“En este momento no me importa lo que piense la gente de mí porque, al final, lo único que tengo que demostrar es que soy un profesional en mi trabajo y buena persona en mi vida”

-Si hiciésemos nuestras las causas de los demás, ¿nos iría mejor?
-Sí, sobre todo si nos pusiésemos en su piel y nos preguntásemos qué haríamos cualquiera de nosotros si nos pasase lo mismo. Tú pasas por fuera del HUCA y solo ves un edificio, pero, en cada habitación, hay una familia viviendo un drama y en los tanatorios pasa lo mismo. Cuando te ves allí, eres consciente de la tristeza que hay y no nos damos cuenta de lo que eso significa. Antes era mucho de prejuzgar, ahora pienso que igual esa persona tiene una mierda terrible dentro.
Luego hay gente que es mala porque lo es y punto pero, incluso en esos casos, hay algo que la lleva a ser así. Claro que creo que hay que ponerse en el lado de los demás. A mí muchas veces me critican y me dicen que me ponga a trabajar, que lo único que quiero es ser famoso. Yo siempre pienso: si fuese así, ¿qué daño hago? Si lo que quiero es hacer reír a la gente, ¡mi trabajo es maravilloso!

-¿Es fácil hacer reír?
-Tienes que tener un algo. Yo tengo ese punto que digo cualquier cosa y la gente se ríe. Muchas veces salgo al escenario, estoy callado y, con cualquier expresión, la gente se parte. Yo sé que tengo eso y lo uso cuando estoy en una cola, voy en taxi o esperando que llegue el camarero. Para tener un espectáculo tienes que tener un buen texto, pero también está que lo puedas defender. Me resulta difícil hacer humor cuando estoy triste. Digamos que, cuando toqué fondo, yo seguí actuando. Cuando me di cuenta de que tenía que empezar a cambiar y a mejorar, seguí. Me costaba mucho salir del camerino porque es difícil hacer humor cuando no te apetece. También cuando empecé a escribir este último espectáculo fue cuando mi padre ya estaba malo. Tenía la fecha vendida antes de que él muriese, pero ahí toca tirar de la parte profesional.

“Cuando te dicen que todo vale, yo no estoy de acuerdo. Depende. ¿Me resulta gracioso un buen chiste en un funeral? Pues sí, pero si lo dices en alto y lo escucha la viuda, pues ya no”

-¿De qué no te gusta reírte?
-De los demás. Odio cuando alguien lo hace y aprovecha que tiene un micro en la mano. Me gusta reírme y que tú también lo hagas, entendiendo que no lo estamos haciendo de ningún gremio ni de ninguna persona. Quiero dejar mensajes y que la gente piense y le dé una vuelta a todo lo que les estoy contando. En el momento en que nos reímos cuatro personas y un quinto no lo hace, eso ya no está bien. Yo quiero que lo hagamos todos, por eso también me río mucho de mí mismo, para que la gente se sienta reflejada y vean que no estoy por encima de nadie. Es muy fácil coger a uno y reírnos de él, pero eso no es humor. Yo me río de las cosas, de las situaciones, de los momentos. Cuando te dicen que todo vale, yo no estoy de acuerdo. Depende. ¿Me resulta gracioso un buen chiste en un funeral? Pues sí, pero si lo dices en alto y lo escucha la viuda, pues ya no. El humor negro sí puedes hacerlo, pero siempre que no hieras o molestes. Yo he gastado alguna broma con mi hermana llorando y mi padre ya muy mal, y estuvo bien. Nos relajó. El humor vale si nos reímos todos, si no ofendemos a nadie y si es acorde a la situación. El ejemplo claro es Gila haciendo humor sobre la Guerra Civil cuando él la había vivido.


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