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martes 19, marzo 2024

Marisela Cueto. Cocina Económica de Gijón. “Personalmente me implico bastante porque si no me convierto en un ser pasivo y nefasto que no tiene vida ni la da”

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La Asociación Gijonesa de Caridad. Cocina Económica, nació en 1905 para cubrir las necesidades básicas de aquellas personas en situación de exclusión social: comida, alojamiento y vestido. Los tiempos han cambiado, pero en su edificio de la calle Mieres en Gijón, las Hermanas de la Caridad siguen dejándose el alma para que todos los que acuden a su casa, sean quien sean y recen al dios que sea, encuentren lo que necesitan.

Una caída delante de casa la obligó a pasar por quirófano: rotura de cadera. Dicen que la cuidan como a una princesa, pero no lleva nada bien eso de dar trabajo, “siempre digo que lo que pueda hacer yo, no quiero que me lo hagan los demás. Además, el exceso de proteccionismo es malo porque te acomodas y no quiero”. La verdad es que cuesta imaginarla acomodada, es un calificativo con el que nunca la describirías. Marisela Cueto gestiona la Cocina Económica en Gijón, pero huye como alma que lleva el diablo de todo título, cargo o reconocimiento que no lleve el plural incorporado. Reconoce que su sitio es al lado de toda la gente que pertenece a los ámbitos de exclusión y que por nada del mundo cambiaría la primera línea por un despacho aislado de la realidad que se vive a pie de calle.

“A nosotras nos preocupa ‘nuestra’ gente. Yo me debo a estas personas porque estoy aquí para trabajar con ellos, no para entretenerles ni taparles la boca”

Desde que comenzó la crisis han visto aumentar la cantidad de personas que acuden a ellos buscando ayuda. A diario reparten comidas y cenas, pero quieren ir más allá y están estudiando, junto otras entidades, una fórmula que les permita darle a la gente una comida caliente al día. “Es mucho tiempo consumiendo comida fría porque muchos no tienen dónde calentar lo que se llevan. No se trata de dar una bolsa de comida, aunque sea cocinada y digna y quedarnos tan tranquilas. Tenemos que ir más allá porque a quien nos debemos es a estas personas y no a compromisos con nadie”.

-Desde que comenzó la crisis ¿habéis tenido que cambiar la fórmula con la que estabais trabajando?
-Hemos aumentado el horario de comedor. Antes abríamos desde las 12:30 hasta las 13:45 Ahora lo hacemos a las 11:00 para que la gente no se acumule. Estamos experimentando todos los días y poniendo fórmulas en marcha siempre desde la observación de lo que sucede. Para que no sea una comida fría y distante, procuramos salir a la puerta a hablar con ellos, preguntarles cómo van y cómo están. Mantenemos ese contacto humano porque no solo necesitan un plato de comida sino también una cercanía. Esas facetas hay que cuidarlas porque no somos seres fríos y distantes, somos personas que necesitamos calidez y calidad. Ahora mismo te ves limitada por los protocolos, pero todos ellos significan mucho para nosotras, sobre todo por su situación.

-¿Ha aumentado la gente que acude a vosotras?
-En general ha bajado un poco pero no lo suficiente para hacer dos turnos. Por ejemplo en junio hemos dado en total 19.482 comidas y cenas y en enero dimos 13.798, que es un número excesivamente elevado. A esto se suma que en verano hay zonas circundantes que cierran los comedores y Gijón, que es una ciudad acogedora y abierta, asume a esas personas. Este año no sé lo que va a pasar, pero pensamos que puede aumentar mucho con lo cual no se percibe un futuro fácil. Además, es gente muy normal que con un trabajo solucionaría su situación. Está bien que tengan una renta o unos mínimos, pero hay que incentivar y promover el empleo porque hay mucha gente que está en edad laboral que podría trabajar y quitarse de estas colas que son extremadamente duras.

“Cuando escuchas discursos te das cuenta de cuándo son palabras vacías o cuando ves que hay personas que lo viven desde dentro”

-¿Habéis notado un cambio en el perfil de la gente que acude a la Cocina Económica?
-Casi todos los días aparecen caras nuevas y otros son los de siempre porque están vinculados al mundo de la calle. Que aumente es preocupante, sobre todo cuando ves a personas que no tienen ninguna dependencia. Les orientas sobre servicios sociales, recursos que pueden tener dentro del municipio, pero también te das cuenta de que están muy desinformados y que tienen grandes dificultades para gestionar los recursos porque no tienen teléfono o no pueden acceder a Internet. Antes tampoco venía tanta gente al ropero y ahora sí. El tema del empleo me parece fundamental y también tener un techo. Cuando no se tiene, la situación es muy diferente y hablo de mínimos porque tampoco se necesitan grandes cosas. La preocupación tiene que ir encaminada por ahí y por un acompañamiento.

-¿La dignidad está por encima de toda la ayuda que se pueda prestar?
-La verdad es que por encima de todo se tiene que mantener la dignidad y no hacer a las personas dependientes de las instituciones. Hay que crear otros vínculos y refuerzos. A veces te encuentras con gente que viene con una gran mochila a la espalda y les es muy duro salir de ahí; personas que te dicen que ellas nunca pensaron en que acabarían viniendo a sitios como este. Sientes mucha impotencia porque no es solo escuchar o dar una bolsa de comida, la ayuda tiene que ir más allá porque muchas veces también hay problemas psicológicos o de otro tipo. Yo creo que no se avecina una época agradable. Queremos poner ese tono de esperanza y cercanía, decir que vamos a luchar y que conseguiremos los apoyos necesarios, pero no es tan fácil. Tenemos muchos miedos delante y no es que tú no lo quieras resolver, pero son muchas las limitaciones que se observan y se perciben y a todo no llegamos.

“Algunas veces quieren entrar en el dilema de iglesia sí o no y siempre contesto lo mismo: yo creo en la iglesia de la calle Mieres. Aquí está nuestra gente, los que vienen son nuestros hermanos en situación de dificultad y hay que estar ahí para ayudarlos”

-Cuando te quedas sola, ¿qué es lo que más te preocupa y a lo que le das más vueltas en la cabeza?
-A nosotras nos preocupa “nuestra” gente. Yo me debo a estas personas porque estoy aquí para trabajar con ellas, no para entretenerles ni taparles la boca. Es para algo más y así lo interpretamos desde la visión de todas las personas que formamos la casa. Entendemos que es mucho más lo que tenemos que hacer y aportar y sabemos que no podemos ni debemos hacerlo solas. No puede ser que alguien diga “esto lo apadrino yo y me quito de delante a quien no me interesa”. Lo que nos tiene que preocupar son todas las personas que se acercan y tener un planteamiento de futuro, pero la baraja la tenemos que jugar todos. El momento es preocupante, pero eso no quiere decir que estemos cansadas, ni que tiremos la toalla, ni que pensemos que no hay posibilidades. El problema está a veces en las prioridades y no solo en el tema económico, que por supuesto es muy importante. Cuando algo te lo marcas como prioritario acaba saliendo, pero como muchas veces estas personas no tienen eco, no se solucionan las cosas. Cuando veo llegar a alguien en condiciones difíciles, me pregunto cómo puede ser que haya pasado por tantos sitios y no encontrase una solución. Me preocupan las personas que pasan por la casa y que no encuentran lo que necesitan. No quiero que éste sea un sitio más, que pasen por la vida y que se sientan ignorados por todos.

Cocina Económica de Gijón
Entrega de comida a un matrimonio / Foto cedida por Cocina Económica de Gijón

-¿Existen tantas realidades como personas llaman a vuestra puerta?
-Ahora mismo son muchos los interrogantes que nos planteamos, además, nadie es igual que nadie. Cada persona es única y no podemos juzgar y establecer una tabla rasa. No es lo mismo una persona en la calle que otra, aunque como principio en la calle no tenía que verse nadie y si hay alguien que lo esté, que sea por decisión propia, pero no porque no le quede otro remedio.

Se junta mucho también el tema de inseguridad, de saber mantenerse en la calle porque viven mucha presión para muchas cosas en sentido de aprovechamiento. Y después también está el tema de que no ven una salida del túnel con lo cual, muchas veces tiran la toalla y siguen corrientes y eso es muy fuerte porque cuando la persona pierde la esperanza, la autoestima o la motivación ya es más complicado trabajar con ella. Hay personas que empiezan viniendo y les ves que están bien, pero al poco tiempo vas viendo su deterioro y te empiezas a cuestionar un montón de cosas. A veces intentas acercarte y plantearles cosas, pero ves que no. Siempre hay alguna luz, algunos pasos se dan y los vivimos como auténticos éxitos, pero la verdad es que el mérito es suyo porque han sido capaces de darlos aunque hayan tenido algún apoyo. Pero por desgracia no es lo más corriente.

“Cuando dicen “esas monjitas”, siempre pienso: perdona, pero no somos monjitas, somos Hijas de la Caridad. Tampoco es que seamos modelo para nadie, pero sí el trabajar más y mejorar, no por nosotras sino por nuestra gente”

-¿Cómo se gestiona el ver esta realidad y lo poco que muchas veces se puede hacer?
-Yo tengo claro que estoy donde quiero estar. Internamente tengo la motivación de estar en el lugar y en el espacio en el que debo. Ignorando las cosas no voy a solucionar nada y además tampoco estoy sola. Aquí, cuando nos mojamos, nos mojamos todos y tiramos para delante juntos. Nos sentamos y estudiamos qué podemos hacer, pero nunca es una tarea individual; el que quiera un reconocimiento a nivel personal tiene que ir a otro sitio porque en este espacio no lo va a encontrar. Aquí lo que tienes que hacer es leer cada día lo que hay e intentar dar pasos. Se gestiona teniendo claro que éste es el lugar donde tienes que estar, que no lo puedes ignorar y que cuando hablas lo haces con conocimiento, no desde las suposiciones. Sabes que tratas con Juanito, Teresa, Luisa, María y Andrés. Al personalizar las cosas se vuelven totalmente diferentes y esto es lo más importante porque muchas veces somos los únicos a los que tienen. Cuando ves a una persona que está en nuestra residencia y está agradecida de la oportunidad que se le dio, que está siendo autónoma y que tiene salidas muy positivas, lo celebramos juntos porque ves que es posible. Cuando una persona pone todo de su parte, si no nos implicamos todos, no es posible ayudarla.

-¿Por qué sabes que tu sitio es ese?
-Yo soy Hija de la Caridad, soy consciente de que nuestro carisma es el estar con este tipo de personas y me siento cómoda, estoy a gusto a pesar de mis contradicciones internas, de luchas y peleas que hacen que muchas veces me apetezca dar cuatro golpes en la mesa, pero no los doy porque sé que tengo que seguir y abrir camino. Creo que es así desde lo que yo soy, desde mi condición de fe y de persona. Aquí no discriminamos a nadie por nada, cuando estas al lado de estas personas, tienes muchas menos exigencias personales. Creo que siempre es posible hacer algo y por eso sé que este es mi sitio, y no digo esta casa en concreto, sino estos ámbitos de exclusión que, si los ignoras, lo único que haces es dar respuestas genéricas. Yo no necesito que me lo diga la tele o algún cargo público, sé que algo está pasando porque veo a más personas en la casa y eso me hace pensar en otras soluciones. Cuando escuchas discursos te das cuenta de cuándo son palabras vacías o cuando ves que hay personas que lo viven desde dentro, lo palpan o nos critican, que también es bueno.

“Si hay algo que desde mi niñez he aprendido y sigo haciéndolo es luchar, intentarlo de una manera o de otra, no cansarse, no tirar la toalla”

-¿Rendirse nunca es la solución?
-Si hay algo que desde mi niñez he aprendido y sigo haciéndolo es luchar, intentarlo de una manera o de otra, no cansarse, no tirar la toalla. Tenía un hermano sacerdote que ya falleció que siempre me decía: “la toalla no se puede tirar nunca”. Para mí era una persona con la que tenía un vínculo muy grande y yo comparto totalmente este planteamiento. Puede que no sea el momento de esa persona, a lo mejor puede que para él su salida no sea la que tú quieres, pero no hay que abandonar jamás. Siempre se puede.

-Decía Cristo que quería “manos en acción y no en oración” …
-Muchas veces piensan que las monjas estamos metidas en un mundo paternalista y existencialista cuando lo real es que estás totalmente en contra de todo esto y lo que quieres es que la persona tenga sus derechos y pueda salir adelante por sí misma. A mí que no me identifique nadie con este tipo de imagen porque yo me muevo por otros parámetros y lo mejor es que vengan y vean que eso no es así. Es muy fácil criticar lo que otros hacen y muchas veces se hace desde una mala concepción, pero tenemos que estar por encima de todo eso y que no nos reste nada.

“Muchas veces piensan que las monjas estamos metidas en un mundo paternalista y existencialista, cuando lo real es que estás totalmente en contra de todo esto y lo que quieres es que la persona tenga sus derechos y pueda salir adelante por sí misma. A mí que no me identifique nadie con este tipo de imagen”

-¿Hay escuela más útil que la de la vida?
-Cada día es un aprendizaje de todo. Hablas con una persona e intentas averiguar por qué llegó a ese punto y ves que te dice que quiere salir adelante, pero que es débil. Yo siempre les digo que yo también soy débil pero que no quiero que esté en la calle, aunque lo hago desde una actitud humana y cercana porque tampoco se trata de crear una imagen de que tú vas a salvar al mundo. Tú no salvas a nadie, cada persona tiene que luchar por sí misma, pero si está muy deteriorada, no ha tenido los apoyos suficientes o no ha sabido comunicarse tienes que estar a su lado, saber darle los ánimos y decirle que por supuesto que va a ser capaz. Tienes que trabajar a otros niveles, no solamente con la persona que llega aquí. Nosotras estamos muy vinculadas con las organizaciones que están trabajando con estos colectivos y en la medida en que podemos aportamos, presentamos nuestras reflexiones y ellos nos enriquecen con las suyas. Nadie va a poder hacer todo desde su organización porque es algo que nos toca a nivel general.

También hay muchos gestos muy valiosos a otros niveles: el que se acerca a dar una donación, el que se ofrece para algún tipo de actividad, personas que vienen a conocer de verdad lo que hay para buscar su forma de colaborar… La sociedad en general es generosa y lo que muchas veces necesita es saber cómo tú o la organización que sea va a gestionar eso, que te hagas creíble. Esta casa tiene historia y se fue adaptando a las distintas problemáticas y dificultades. Todas las historias de todos los que se han implicado y siguen haciéndolo han llevado a que esta casa sea querida y reconocida. Nosotras tenemos la responsabilidad de que siga creciendo y no solamente igualarlo sino mejorarlo, porque si no, sobramos. Mantenerte porque sí es muy triste, vale más retirarte y dejar paso a gente nueva que de vida.

Hijas de la Caridad
Jornada de formación con algunas voluntarias / Foto cedida por Cocina Económica de Gijón

-El trabajo cuando se realiza desde un grupo, ¿tiene más poder?
-No haces todo bien y no consigues nada sola. No quisiera dar una impresión personal porque no es así. Si puedes hacerlo es porque tienes un equipo detrás que piensan contigo, que están interesadas en que esto funcione y vaya mejor. Lo bueno es que actuaciones y gestos superficiales no te resten. Cuando dicen “esas monjitas”, siempre pienso: perdona, pero no somos monjitas, somos Hijas de la Caridad. Tampoco es que seamos modelo para nadie, pero sí el trabajar más y mejorar, no por nosotras sino por nuestra gente.

-Cuando hablas con Dios ¿qué le dices?
-Le digo: mira lo que tengo aquí. O cuando tengo que afrontar un tema concreto siempre digo: pon en mi boca lo que tú quieres que diga porque yo soy humana, limitada, cometo mis errores como todo el mundo. Le digo que es tarea suya, que no me deje sola. A veces no se trata solo de rezar un Padre Nuestro, sino que esperas soluciones concretas que arreglen los problemas. Le pido luz.

-¿Sabes que mucha gente puede ver la Iglesia como algo más auténtico gracias a realidades de vida como la tuya?
-Esto es un discurso de vida. Personalmente me implico bastante porque si no me convierto en un ser pasivo y nefasto que no tiene vida ni la da. Yo accedo a la entrevista porque me vas a preguntar de lo que vivo y no lo hago desde mi protagonismo personal porque uno solo no hace nada. Algunas veces que me preguntan y quieren entrar en el dilema de Iglesia sí o no, siempre contesto lo mismo: yo creo en la iglesia de la calle Mieres. Aquí está nuestra gente, los que vienen son nuestros hermanos en situación de dificultad y hay que estar ahí para ayudarlos. Yo creo en esta iglesia y estoy donde creo que debo de estar. No quiero cargos, no tengo pretensiones de ningún tipo y si mañana tengo que estar en otro lado y dejo de estar de directora de la casa, encantada. Es lo que menos me interesa. En algunos momentos que me tocó estar tuve experiencias muy positivas, pero tengo claro que no es lo mío, alguien lo tiene que hacer y seguro que hay gente que lo hace con mucha dignidad igual que yo lo procuré hacer todo el tiempo que estuve, pero no lo cambio por esto. Si a mí me quitan de estar cerca de las personas, me truncan. No cambio por nada la cercanía de estar en este lugar y si llega un momento en el que no puedo dar respuesta a las necesidades, pues lo admitiré, pero los cargos no son lo mío.

“No hay que ir de salvadora de nadie, pero hay que luchar por los derechos fundamentales: ¿cómo no vas a defender que la gente duerma en una cama o que coma una comida caliente? ”

-¿Hay algo que con perseverancia no se pueda conseguir?
-Me duele mucho cuando escucho discursos vacíos. Hay muchas barreras para llegar a determinados lugares, pero el muro de Berlín cayó igual que otras muchas cosas. Lo que nunca se va a mover es lo que no tocas. Así que hay que mirar, ser educada, saber esperar, hablar con argumentos reales, sin atacar, pero poniendo sobre la mesa lo que hay. No hay que ir de salvadora de nadie, pero hay que luchar por los derechos fundamentales: ¿cómo no vas a defender que la gente duerma en una cama o que coma una comida caliente? Eso cae por sí mismo. Muchas veces se opina, pero a nosotros no nos toca juzgar, si no vas a ayudar, cállate y déjalo, pero no te justifiques.

-Si Jesús pasase por la Calle Mieres, ¿entraría a ayudaros?
-Sí. Seguro que sí, no podría pasar de largo. Escucharía y estaría cercano y a veces, como decimos en Asturias, nos daría un “xingón” (un meneo) porque no todo lo hacemos bien. ¿No ves cómo entró en el templo cuando la gente no hacía lo que debía? Creo que él nos diría que fuésemos más allá. Estuve en dos encuentros en nuestra casa madre en París, con personas que trabajan con todo el tema de inmigrantes y refugiados, nos juntamos 72 hermanas de 45 países, y cuando ves las experiencias que están teniendo estas hermanas en otros lugares, te ves tan pequeña… Algunas a diario se están jugando la vida y ahí es donde te das cuenta de que no haces tanto ni tan bien. Coges referentes importantes de gente que ha dado la vida y ha arriesgado mucho cuando aquí estamos viviendo de otra manera. Hay que medirse con quien va más allá.

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