Esperaba que me hubiera traído regalos. La campaña electoral. Que me trajera una buena cantidad de chascarrillos de esos políticos que nos ayudan a llenar estas páginas con su amor a la prosopopeya (Diccionario: coloquialmente, afectación de gravedad y pompa).
Pero fue una campaña aburrida, quizá porque ya se sabía el final de la película; de modo que en vez de verlo por la tele preferí pasarme a la cadena donde ponían “Peppermint frappé”, con mejor dirección y actores más profesionales.
Los guiones de Carlos Saura suelen estar bien trabajados, sin embargo en esta ocasión se le coló un gazapillo, casualmente a uno de los de “La caza”, Alfredo Mayo: “Nosotros invertimos en África, porque África es un país con gran futuro turístico”. Un alarde parecido, más disculpable, lo hacía María la Extremeña, una jocosa oyente de RNE (24 noviembre, 11’25 horas) que explicaba la fatal atracción de algunas ofertas de los chinos, que a ver “quién se resiste a comprar una podadora y unos alicates por 0’90 €”, aunque no tengas nada que podar. Ella acude a comprar todas las semanas “desde que están los chinos, sobre todo estos de Asia”
En las Elecciones Generales, repito, todo fue soso y aburrido. Irrespetuoso, por otra parte, como la frase de González Pons, portavoz nacional del PP, llamando idiotas a quienes votaran al PSOE. U otras lindezas en las redes sociales de gente impresentable que no merece unas líneas; así que tuve que recordar, para recuperar la sonrisa, los días de las Municipales, cuando comentábamos como un candidato tenía dificultades para expresar el aspecto irrenunciable del derecho al voto. En el acto final de campaña volvió a tropezar con la misma piedra: “El que no lo ejerza está perdiendo un derecho inconfundible y, yo diría, indigno…” Y es que cuando uno quiere adornarse debe transitar por terreno conocido, sino los plumajes se vuelven ridículos. En la misma actuación, refiriéndose a la derecha política exclamó: “…con sus intereses bastardos…o espureos, ¡poned el adjetivo que queráis!” Realmente no está usando dos calificativos diferentes, son palabras equivalentes, sólo que debería anotar que el adjetivo correcto es “espurio”. Todo esto nos sucede por el ansia de usar términos con los que no estamos familiarizados, para darnos importancia, para que quienes nos leen o nos escuchan piensen que somos cultos. Hay un conocido escritor actual que reivindica esta expresión dicha con “e” y acude a otros más clásicos para enmendar el Diccionario, porque ciertamente es un error muy frecuente. Nicolás Estévanez y Murphy, militar, efímero ministro de la Guerra en los tiempos de la Primera República, escribe (Mis Memorias, Editorial Tebas, pág. 146): …el difunto Ducazcal, reaccionario en la época de la revolución y, por último, alfonsino, era entonces revolucionario diligente, propagador de noticias alarmantes y hasta impresor de libelos contra una raza que consideraba espúrea”
En su afán de darse por leído, juega Estévanez con los clásicos; pág. 192: “Pernoctamos en la inmunda cárcel de Guijuelo. Si en la de Argamasilla le pareció a Cervantes que ‘toda incomodidad tenía su asiento’, ¿qué hubiera dicho en la de aquél lugar?” La biografía del autor del Quijote le sitúa el año 1597 en la cárcel sí, pero en la de Sevilla; rima con el otro pueblo, pero no es La Mancha.
Es en esta zona geográfica, precisamente donde tuvo lugar el siguiente tropezón. Alcalde de Pozuelo de Calatrava, hablando para RNE 5 (11’45 del día 19/08/2010) sobre la solución química a un molesto problema de mosquitos: “…es un producto inocuo para el hombre, y la fauna terrestre y acústica…”
Todo esto nos sucede por el ansia de usar términos con los que no estamos familiarizados, para darnos importancia, para que quienes nos leen o nos escuchan piensen que somos cultos. Es un error, porque cuando patinas quedas como un patán. Usemos el lenguaje para comunicarnos y para ello nada mejor que la sencillez, “el román paladino” de Berceo, desarrollado en calles, patios, mercados y tabernas, “aquél que suele el pueblo hablar con su vecino”
Los periodistas deportivos son una ganga para el coleccionista de barbaridades. Don Alfredo Relaño fue durante mucho tiempo director de un diario deportivo de gran circulación. Entrevistado un día en la radio quiso mostrar al vulgo sus conocimientos de mitología clásica: “Al portero se le llama cancerbero, porque ese era el nombre del portero de las puertas del Infierno” ¡Frío, frío, amigo!; leamos a quien estudia, habla de Hádes, señor de las regiones profundas: “Si quería darse un paseo por sus deliciosos dominios un amable can le seguía: Cerberos, vigilante perpetuo de la puerta de su imperio, animal tan terrible como pérfido” (profesor Juan B. Bergua, Mitología Universal). Es decir, anda la prensa comparando al guardavallas con el perro guardián del Averno.
El Sr. Relaño no tuvo a bien contestarme a una carta donde le corregía de su error. Sí respondió, amable y lacónicamente, Héctor Esteban, comentarista del diario valenciano Las Provincias, cuando le advertí de una equivocación. Comentaba en su columna la “pasión” del más elegante entre los presuntos corruptos de Europa, el Sr. Camps; escribía: «Y llegó el momento de la ofrenda, como Jesucristo en el Sinaí«. Error geográfico como una montaña, el Nazareno sufrió en otras alturas.
Cuando uno no está seguro lo mejor es preguntar, así lo hacía un gobernador, civil en la segunda mitad del XIX, al ministro de Gobernación Nicolás María Rivero, según recoge el desaparecido Luis Carandell en “El Show de Sus Señorías”, divertida colección de anécdotas parlamentarias. Telegrama del gobernador: “En los horizontes de esta capital aparecen extrañas manchas rojizas que tienen consternada a la población civil. Espero instrucciones”. Respuesta del ministro: “Las extrañas manchas rojizas que aparecen en los horizontes de esa capital se llaman aurora boreal y suelen aparecer poco antes de que los gobernadores dimitan”
Hoy toca Geografía
