Lo que hay que Wert

Hace la Cruz Roja una excelente labor tapando los huecos que la Macroeconomía deja en las cuentas familiares y en la atención a las personas con problemas, ¡loor a su voluntariado!; ahora bien, como hasta el mejor escribano echa un borrón, no hay institución que se libre de pasar por estas páginas.
Se puede ver en las instalaciones de la benemérita sociedad un cuadro, con visto bueno ministerial inclusive, en el que se deja constancia de los derechos y obligaciones del equipo de ayudantes; «Decálogo del trabajo», se titula, pero el nombre se queda corto, porque decálogo son diez normas y aquí se dictan doce. ¿Dodecálogo sonaría extraño?
Una de sus aportaciones son las clases de castellano para inmigrantes; como no hay muchos medios técnicos se inventa, así por ejemplo se usan fichas de papel para jugar con las palabras, incluso, para no gastar, se retiran letras  «y se lee alchol». Aunque quizá en este caso el ahorro sea excesivo, desvirtúa el término, el alcohol, aunque tienda a evaporarse con el calor, necesita todo su cuerpo. Se producen estos errores por las prisas con las que andamos por el mundo, así tengo en mi poder un anuncio de un bar que se «inagura» en Langreo; también se inaugura, así con todas sus letras, según informa El Comercio, la Peña Sportinguista La Tijana, que posiblemente sea un error, porque está ubicada en el Bar la Tinaja; como yerra un cartel de una comunidad de vecinos, harta al parecer de que los perros dejen gracias en su soportal, por lo que advierte con medidas serias «a los usuarios y vianadantes«. Tampoco tiene desperdicio el exceso de avisos en la puerta de la Caja de Ahorros de Lada, donde un papel anuncia que los recibos se pagarán de 8’30 a 10 mientras que otro deja constancia que se abre al público a las 8’45.
No son solamente los inmigrantes quienes necesitan clases de castellano, los propios indígenas debemos repasar la gramática de vez en cuando; claro que no resulta fácil cuando se nos cuelan palabras extranjeras, por ejemplo, en estas pasadas fiestas navideñas hemos vuelto a escuchar «delicatessen», que no tiene traducción corta, la que más se aproxima es la de «tienda de comestibles finos». En aras de la rapidez, nuestra querida amiga la Candidata, incorregible aportadora de ideas a esta columna, ha tirado por la calle del medio y ha escrito, «delicadenses«, ¡toma ya sentido práctico! Los americanos suelen ser más precisos que nosotros con el idioma, sin embargo sale en la tele Ángela Carrasco, remedando a J. López y comenta que le ha sido difícil imitar «sus movimientos guturales«, refiriéndose a su forma de mover las curvas; el presentador de Antena 3 no está para corregir a la estrella, le dice que «la ha visto así, como descoyunturada«.
Descoyuntarle a él sería demasiada crueldad, no están bien vistos los castigos corporales, por lo menos hasta ahora, que con Gallardón en Justicia nunca se sabe. Sí lo estaban en el siglo XIX, donde se contemplaban todavía los descoyuntamientos públicos de los reos, a Don Álvaro Flórez Estrada sólo le condenaron a muerte, que solía ser por ahorcamiento; hace el Ateneo Republicano un homenaje al prócer asturiano y anuncia en sus carteles que piensa honrar al «inminente republicano». Tiene el asunto más delito en cuanto que uno de los oradores, junto a otros eminentes ciudadanos, es Miguel Ángel Fernández, procurador de chascarrillos varios a estas páginas; la paja y la viga…
Menos mal que para tranquilidad de todos está el Sr. Wert, ministro (al parecer de Educación), quien además de instruirnos procura que gastemos poco en enseñanza. Con el inestimable criterio del ahorro una señora de su gabinete intenta saber en qué se usan los doblones públicos y llama a la Universidad de las Islas Baleares preguntando «¿Qué sueldo cobra el señor Ramon Llull por dirigir la cátedra que lleva su nombre?» La respuesta la dejo en manos de Diario de Mallorca, según artículo firmado por Miquel Adrover que amablemente me ha hecho llegar Marta: «…decidieron no perder el tiempo en informar a la asesora sobre la dimensión histórica y cultural de Ramon Llull y declinaron comentarle que el ilustre mallorquín falleció hace, nada más y nada menos, que 698 años. Lo más seguro es que ya no cobre nómina de ningún organismo público».