Atrás ha quedado 2014. Empieza el año y con él, la necesidad de crear proyectos, de llenar este nuevo espacio con nuestros sueños, porque de otra manera el futuro aparecerá como un interrogante o una incertidumbre, no siempre positiva.
Y, si bien es cierto que no tenemos la capacidad de leer en una bola de cristal lo que nos deparará el 2015, quizá podamos hacernos una idea de por dónde van los tiros. Y prepararnos en consecuencia.
2014 ha consolidado una revoltura política y social que venía de lejos, y que poco a poco va estructurándose y dando sus frutos. En este año que empieza, con dos citas electorales en el horizonte, hay oportunidad de materializar alguno de los cambios que se van gestando en la calle. O eso nos gustaría pensar. En Asturias, además, nos toca en una triple vertiente: municipal, autonómica y estatal. Y, aunque ya sabemos que la democracia no es votar cada cuatro años, tampoco queremos desperdiciar la importancia de ese voto; al menos, en lo que supone replantear unas estructuras que nos afectan directamente. Es momento de hacer preguntas y de buscar respuestas.
A esto se suman los propósitos personales, que en Año Nuevo van desde lo más tópico -dejar de fumar, apuntarse al gimnasio..- hasta lo más privado. Cada uno con su proyecto de vida, al que es necesario agarrarse para ir dando los pasos adecuados en nuestra esfera particular. Y todos esos sueños se combinan en otros mayores, porque cada vez más personas, en distintas esferas (sociales, culturales, deportivas, ciudadanas…) están plasmando un deseo común: que la colectividad evolucione. Si algo nos ha enseñado la historia de la humanidad es que los sueños, si son compartidos, tienen muchos más boletos de materializarse que si cada uno va por su cuenta.
Asturias, como el resto del mundo, enfrenta una época de cambios. Esa evolución puede y debe tocar muchos palos: empleo, inversiones, sanidad, educación, bienestar… Dar paso a futuros proyectos implica culminar otros que ya están en marcha desde hace tiempo, y que representan el deseo a corto plazo de la mayoría de los asturianos. Un ejemplo recurrente es, el de las comunicaciones. Es lo de siempre, pero es así: seguimos aislados. Y, aunque intentemos tomarlo como hecho diferencial, explicando cómo ese aislamiento ha protegido la cultura asturiana, individualizándola frente a influencias externas, la verdad es que ya no cuela. Nos gusta vivir en Asturias, y por eso mismo queremos irnos y volver con fluidez. Un aeropuerto con movimiento, un tren que no tarde dos horas en llegar a León, una autopista a precios populares… y transporte público, por favor. Que cualquiera pensaría que sobra decirlo, pero no.
Si queremos participar en el movimiento general, si queremos ser parte activa en los cambios globales que ya están pasando delante de nosotros, necesitamos eliminar las barreras mentales, sí, pero también las físicas. Que además son las más sencillas de solucionar.