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jueves 25, abril 2024

La distancia nos acerca

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Nada consuela tanto como un abrazo sincero, tanto si se trata de un dolor físico como emocional. Desde marzo, la pandemia ha generado muchas situaciones críticas en las que los achuchones se hubieran agradecido más que nunca. La paradoja es que, si pretendemos frenar el virus, lo que hay que evitar es precisamente eso, el contacto.

La distancia social también nos hace más vulnerables y pobres en endorfinas (analgésico natural) y en oxitocina (la hormona de los vínculos emocionales), precisamente las que producimos cuando nos tocamos, besamos o acariciamos. “La falta de estimulación social afecta al razonamiento, al desempeño de la memoria, al equilibrio hormonal, a la conexión entre la materia gris y la materia blanca del cerebro y a nuestra capacidad de hacer frente a las enfermedades físicas y mentales”, asegura el catedrático de Psicología Evolutiva, Robin Dunbar en un artículo publicado recientemente en la revista Trends in Cognitive Sciences.

Según sus conclusiones, la falta de contacto afecta al sistema inmunitario. Acariciarse y abrazarse activa los receptores de los nervios C-táctiles de la piel que, a su vez envían una señal directa a varios centros cerebrales para que produzcan endorfinas positivas para nuestro organismo, al tiempo que ayuda a bajar los niveles de cortisol (la hormona del estrés), explica.
Abrazarnos nos regula emocionalmente, nos reconforta, nos hace sentirnos queridos, protegidos y acogidos. De hecho, es precisamente eso lo que hace que nos gusten los abrazos, las caricias o un apretón de manos.

Después de tantos meses de abstinencia es como si tuviéramos hambre de piel y no todos lo sabemos llevar de la misma manera. España e Italia no lo han vivido igual que, por ejemplo, Japón o Suecia. Y los asturianos, ¿cómo lo llevamos? Pues muy mal porque nos gusta tocar, compartirnos para sentirnos bien. Echando humor al tema, somos, como dice el escritor y dramaturgo Maxi Rodríguez en su libro ¿Cómo ye lo nuestro? (Aguilar), lo que se dice masuñones. Ese que “lo mismo manosea a su pandilla de amigos que a una bandeja llena de pinchos. Abusa de las palmadas, achuchones y pellizquinos simplemente porque para él es natural, le sale así, de dentro. Te va a abrazar, aunque no quieras porque los abrazos lo alimentan, abren la puerta a los sentimientos y ahuyentan su soledad. Sin contacto físico peligraría su bienestar”, define el dramaturgo. ¿Qué será de nosotros, de nuestro alegre carácter, sin el masuñe? ¿Sobreviviremos?

El Covid-19 nos ha privado del tacto, fuera palmadas, fuera codos, ahora nos saludamos como los musulmanes, con la mano en el corazón. También nos ha robado la sonrisa y nos hemos acostumbrado, sin decir ni pio, a hablar a través de la mascarilla, viéndonos solo los ojos, sin poder disfrutar de los gestos. Así que hasta que todo pase y podamos volver a tocarnos, a acercarnos, tendremos que reforzar nuestros vínculos de otra manera: echando mano de lo que nos une, aprendiendo a escuchar más y mejor a los otros, expresando nuestras emociones y dialogando mucho, mucho y en positivo, descolgando el teléfono para hablar con los que sabemos están más solos o que lo están llevando peor. Nos lo vamos a tener que currar porque todo a nuestro alrededor ha cambiado y lo que permanece, lo que nos mantiene unidos, hay que mantenerlo vivo.

Barbón ha pedido a todos los asturianos que seamos ‘ejemplares’ en Navidad y advierte que, “de cada uno dependerá que la tercera ola sea más mortal que esta segunda”. Solo en noviembre fallecieron en Asturias más de quinientas personas por coronavirus y a punto estuvo de colapsarse el sistema hospitalario.

No podemos echar a perder lo que hemos logrado, se lo debemos a todos los que no volverán a pisar la calle, a los que nos han estado cuidando y se han jugado el tipo y a los que nos esperan ahí fuera para volver a fundirnos en un abrazo.

La amenaza sigue ahí y un tropiezo en estos momentos nos devolvería a la casilla de salida. ¿Estaríamos preparados? Ahora lo más importante es parar al Covid-19, porque si no sobrevivimos al virus, todo lo demás nos servirá de bien poco. Al final, la distancia nos acercará más que nunca.

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