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jueves 7, noviembre 2024

13 años de cocina con amor. Club de Guisanderas de Asturias

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En torno a los fogones, combatiendo el frío de las noches de invierno, así llegan a gestarse grandes proyectos. Al calor del fuego y la solidaridad, sazonadas con historias de amistad y con grandes dosis de experiencia, surgen iniciativas como el Club de Guisanderas de Asturias.

El Club de Guisanderas es ahora uno de los colectivos de mayor prestigio en el sector gastronómico asturiano. Sus integrantes, todas ellas mujeres, comenzaron a guisar su historia hace ya trece años y desde entonces no han cejado en su empeño de salvaguardar los usos y costumbres de la cocina tradicional. Su trayectoria las ha llevado a representar al Principado de Asturias en diferentes foros y escenarios gastronómicos de la península e incluso fuera de ella.
Amada Álvarez Pico, presidenta del Club, recuerda con emoción los inicios de este colectivo que mantiene unidas a 37 mujeres, cuyas vidas y trabajos discurren en diferentes puntos de la geografía asturiana.
“Empezó con una historia muy bonita, en una noche de noviembre en el año 1997. Estábamos a punto de inaugurar el I Congreso de Hostelería de Oviedo y era una fecha muy importante para nosotros porque suponía darnos a conocer en el resto de España. Para preparar el evento varios hosteleros nos juntábamos en diferentes locales y en una de esas ocasiones lo hicimos en el restaurante Casa Pepe”. Tras la reunión de la tarde, Pepe Díaz, el anfitrión invitó a los allí presentes a quedarse a cenar, pero aquello no gustó a una niña, Blanca, que para sorpresa de los asistentes exclamó: “¡ay no!, yo quiero marchar, que hoy mi güela me va a hacer formigos”. La pequeña explicó a su manera en qué consistían los formigos, un postre tradicional que se elabora con huevos, pan y azúcar. Aquella sencilla frase sembró la revolución. Como una chispa que cae en la yesca y poco a poco va cogiendo velocidad e intensidad hasta convertirse en una gran llamarada.

Las mujeres tendrían que ser las rescatadoras de la tradición, las que velasen por el saber y su transmisión, un trabajo para hacer con mimo y cariño: una tarea de guisanderas.

El mismo Pepe Díaz ayudó a avivar la llama, insuflando en las asistentes ánimos para formar un grupo que se interesase por la cocina tradicional, y salvaguardase un conocimiento que no está escrito, que sólo se transmite de madres a hijas. Ellas, las mujeres tendrían que ser las rescatadoras de la tradición, las que velasen por el saber y su transmisión, un trabajo para hacer con mimo y cariño. La idea ilusionó a algunas de las asistentes que enseguida empezaron a confeccionar una lista de posibles participantes. Ya había nacido un proyecto, que arrancó con la participación de 13 cocineras: Amada, Primi, Tinina y Tina, Maite, Adina, Tilina, Angela, Teté, Pacita, Viri, Rosita y Aida.
Las mujeres, muchas de ellas a cargo de negocios hosteleros, comenzaron a reunirse una vez al mes para intercambiar conocimientos. Los encuentros eran sumamente gratificantes, las más jóvenes aprendían de las mayores los trucos de la cocina de siempre y el tiempo pasaba rápido en los encuentros.
Con la ayuda de Felicidad García, una periodista que trabajaba en Hostelería de Asturias, decidieron constituirse como un club. Después de un tiempo de experiencias, el paso ya era definitivo. Nacía el Club asociado al nombre de Guisanderas de Asturias, un término que es mucho más que una referencia a lo gastronómico y que brinda homenaje a las guisanderas de antaño, las amas de casa de las aldeas asturianas.
“Ahora tenemos de todo -explica Amada Álvarez- pero con muy poca cosa las amas de casa de antes hacían maravillas. Creaban toda una fiesta con un pitu: con el unto, la cabeza y las patas peladas preparaban la sopa; con las zancas preparaban un guisado con patatinos; con los menudos un arroz, y detrás el arroz con leche. Así sólo con pollo y arroz preparaban una cocina espectacular. Afortunadamente, nosotras nos hemos criado en aldeas y todavía tenemos esos conocimientos”. Pero sus habilidades no se limitaban a los fogones: “La guisandera era también un poco curandera, no era sólo la mujer que sabía guisar, sino también la que sabía curar con comida, y buscaba las cosas acertadas para cada momento. Sabía qué darle a una mujer que está con la menstruación o a un anciano con problemas digestivos. Sabía que con la cirigüeña cocida se trataban las enfermedades pulmonares y que con el yodo que se extrae de esa planta se curan las heridas o las mordeduras de culebras”.
Con el trabajo en común llegaron enseguida los primeros reconocimientos, tan bien recibidos como inesperados, porque como asegura Amada “lo hacíamos sin grandes pretensiones”. A menudo las guisanderas eran llamadas para representar y dar a conocer la gastronomía asturiana en diferentes escenarios, para participar en mesas redondas, conferencias, celebraciones, encuentros… Pero para ellas, lo más importante era seguir manteniendo las reuniones donde investigaban y aprendían unas de las otras.
Con el tiempo, año tras año, fue creciendo la familia guisandera. Se incorporaron amigas, hijas, hermanas, mujeres conocedoras de la cocina tradicional interesadas en su supervivencia, hasta llegar a las treinta y siete socias actuales del Club. Por razones inherentes a la edad, algunas de las primeras guisanderas ya no pueden participar de las actividades del club; otras han fallecido, pero incluso así continúan muy presentes en la memoria de sus compañeras. Con emoción, Amada comparte lo mucho que aprendió de una de ellas, Tina, la de La Espina: “Ella siempre decía que hay que disfrutar el presente porque el tiempo pasa muy rápido”.

Bodegón de productos asturianos
Foto: Fusión Asturias
Por eso, las integrantes del Club no dejan pasar las ocasiones de continuar con su labor y sobre todo con su amistad. A lo largo del recorrido realizado han tenido la oportunidad de dejar un legado escrito en varios trabajos, como el recetario “Las 32 maneras diferentes de hacer las fabas”, la “Guía de Guisanderas”, en la que cada una de ellas aporta una receta y da a conocer su local, y el libro “La Cocina Legendaria”
El Club tiene una estatua en su honor en la calle Gascona, una guisandera cocinando ante la mirada atenta de una niña. Esta imagen es ya todo un símbolo del club, y es a su vez el distintivo con el que cada año premian a una persona destacada por su apoyo a este colectivo. La Guisandera de Oro, como se denomina al galardón, se ha entregado a personajes e instituciones como Pepe Díaz, hostelero y ex-presidente de Hostelería de Asturias, José Antonio Fidalgo, escritor gastronómico, Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo, o Domènec Biosca, Presidente de la Confederación Española de Editores, Periodistas y Escritores de Turismo y Economía, Luis Antonio Alias, periodista y crítico gastronómico y al Diario El Comercio.
Entre los momentos más emocionantes de su trayectoria está haber sido nombradas Embajadoras Permanentes de la cocina asturiana por Hostelería de Asturias en el año 2010 o el reconocimiento recibido en el XIII Congreso Nacional de Hostelería, en ese mismo año en Palma de Mallorca. Pero estos son sólo dos apuntes de un largo rosario, que por suerte para los amantes de la cocina asturiana, continuará creciendo.

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