Comunicarse correctamente es arte de difícil aprendizaje, particularmente si es por escrito. En modo oral nos ayudan la expresión corporal, la gesticulación de las manos; o el ritmo y la articulación, por ejemplo, en las ironías. Hablan en RNE de las fiestas de San Isidro Labrador, ese santo que a mí me cae tan mal, por vago redomado: dicen que le trabajaban los campos los ángeles, mientras él rezaba a la sombra. Discuten los tertulianos radiofónicos sobre si debe decirse que su cuerpo se conserva incorrupto o bien momificado; dice uno de ellos: “Hombre, tratándose de Madrid, no es prudente hablar de incorrupción”.
En la radio se mezclan la expresión hablada de la locución y la escrita del guion, lo que puede originar situaciones curiosas. En la misma emisora, la locutora lee, en el boletín de noticias de madrugada, que se contabilizan “565.000 millonarios nuevos”. Espectacular dato, que sugiere eso de que las crisis dan beneficios a muchos; sin embargo, realmente se han dado “565 milmillonarios nuevos”, que tampoco es grano de mostaza, aunque algo diferente.
Otras veces son lapsus linguae, o sea, errores de dicción, indicativos de que el informador tiene la cabeza en otra parte. Ese mismo mes de mayo, acueducto más que puente en Madrid, aumentaría el número de desplazamientos y se anuncia el esfuerzo de la Guardia Civil de carretera con no sé cuántos agentes más de servicio, más radares, más helicópteros, más “cientos de condones de seguridad”, que ya es preocuparse por la salud del viajero, -el hombre rectificó en cuanto pudo, no sea que lo oiga el señor arzobispo-.
La comunicación por escrito nos exige mayor precisión en los términos, si queremos hacernos entender. Escribe un amanuense acerca del crecimiento de una cadena de supermercados asturiana: “Su flota de camiones utiliza gas natural licuado, tiene tres eléctricos y ampliará estos últimos”. Y uno se pregunta para qué querrá que los eléctricos sean más grandes. No cabría ninguna duda con que dijera “ampliará el número de estos”.
Es más duro el error publicado a toda plana. Daniel, periodista jubilado, pero no inactivo, me hace llegar esta espectacular portada de El Comercio. “Sánchez creará un nuevo impuesto para grabar los beneficios de las eléctricas”. No hace falta grabar nada, ya hay un Registro Mercantil para dejar constancia, lo recomendable sería que los gravasen con un porcentaje significativo, para que no descanse toda la carga impositiva sobre nuestras nóminas.
Ya que estamos en la capital playa, podemos recrearnos con otras gracias rotuladas. En el Muelle, -para los modernos “puerto deportivo”-, se anuncia reiteradamente, “Alquile una moto sin titulación”; se desconoce qué clase de diploma ha menester una moto de agua, ¿será que no tiene la ficha técnica? Y en la calle Mieres se anuncia otra originalidad, puede usted alquilar un teléfono. Santos, concejal de empleo, saltará de alegría con tanta iniciativa comercial, creo yo. Claro que, a lo peor, es solamente vagancia sintáctica; basta con un sencillo, barato, humilde, punto: “Se alquila. Teléfono…”
Quizá por eso, en la calle Menéndez Valdés, la dueña de la tienda de ropa ha sido muy precisa. La parte superior del manufacturado cartel dice “Este perchero todo a 9’99 €”, pero pudiera darse el caso de que alguien quisiera llevarse por esa cantidad todos los vestidos en él colgados, de modo que específica, “cada prenda”. Así no quedan dudas. A nosotros sí, ¿gravará Sánchez a las poderosísimas eléctricas? No se pierdan el siguiente capítulo.
