“Confiar en ti mismo no garantiza el éxito, pero no hacerlo garantiza el fracaso”
(Albert Bandura)
Y es que la confianza en nosotros mismos nos brinda seguridad, nos hace conscientes de que en nuestro interior se albergan las fortalezas necesarias para desarrollar casi cualquier proyecto.
La confianza en uno mismo se desarrolla a lo largo del tiempo, a medida que nos vamos enfrentando, y superando, las experiencias que nos van saliendo al paso.
Y esas experiencias que nos van saliendo al paso son interpretadas según el cristal con que miramos, porque ese cristal es el mediador entre nosotros y el mundo.
Pero antes de adentrarnos en su contemplación es útil diferenciar entre autoconcepto y autoestima.
El autoconcepto es la percepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestros rasgos físicos y psicológicos, de nuestras cualidades y defectos, de nuestras fortalezas. La autoestima es el aprecio y el valor que nos otorgamos al margen de nuestras cualidades y defectos.
La confianza en uno mismo se desarrolla a lo largo del tiempo, a medida que nos vamos enfrentando, y superando, las experiencias que nos van saliendo al paso.
El tener muchas habilidades, cualidades y prestigio no siempre garantiza una buena autoestima, aunque debería ser así. De todos es sabido, por ejemplo, la lucha diaria que muchas mujeres, jóvenes y mayores, sostienen con su apariencia. Están sometidas a la tiranía de la belleza, de la juventud. Si bien es cierto que la imagen es importante en cualquier faceta, no es menos cierto que esa competencia que mantienen con su imagen y con respecto a las imágenes de otras, hace que terminen mostrando una imagen plastificada. Sorprende que una belleza como Demi Moore, entre otros muchos ejemplos, recurra a la cirugía estética desde hace años; lo cual hace sospechar que se ama poco a sí misma. Algunas quieren ser Demi Moore y ella quiere ser más joven, más bella, más atractiva.
Es por ello que sabias son aquellas personas que mantienen el siguiente argumento: “Pese a todo me amo y valoro porque entiendo, en primer lugar, que debo ser tolerante conmigo misma y aceptar lo que no puedo cambiar y en segundo lugar porque puedo utilizar mis habilidades para echarle un cable a esos defectos”. Estamos, en este caso, ante un talante optimista que contribuye en gran medida a la propia estima.
“El peor de los males que le puede suceder a un hombre es pensar mal de sí mismo” (Goethe).
Se desprende de la frase del poeta que uno tiene el deber de pensar bien de sí mismo, porque pensar bien de uno mismo está relacionado con el bienestar y ello se traduce en una buena autoestima. A mayor autoestima más creo en mi valor como individuo y esto es uno de los pilares fundamentales para ser feliz porque es el filtro entre nosotros y la realidad.
“El peor de los males que le puede suceder a un hombre es pensar mal de sí mismo” (Goethe)
Nuestras reservas de confianza hemos de buscarlas en nuestro interior. Reservas que, en definitiva, están esperando ser rescatadas, al igual que ocurre con el jugador sentado en el banquillo, siempre espera salir al terreno de juego.
Pero es absolutamente necesario creer en ellas, porque salvo raras excepciones cualquiera de nosotros es capaz de conseguir objetivos, obviamente realistas. Con más o menos esfuerzo.
Según W. James la autoestima está directamente relacionada con el logro (las expectativas hechas realidad).
Sin embargo, yo no creo que esto sea “tan así”. El logro de cualquier meta tiene que ver con muchos factores. Sin duda creer en uno mismo, valorarse, ser conocedor de nuestras fortalezas y tener conocimientos para desarrollar el proceso garantizan las posibilidades de éxito.
Pero hay un factor que no debemos obviar, la suerte. La suerte puede echar una mano y, por el contrario, la mala suerte dejarte en el camino.
Pongamos el caso de gente que tenga una voz primorosa, que cante estupendamente y que tenga muchas facultades para ser un número uno.
Quizá llegue a ser exitoso, pero le ayudaría mucho el ser partícipe en una Operación Triunfo, pongamos por caso, y si resulta uno de los ganadores (me refiero a los dos o tres primeros) enseguida será promocionado. Si esto no es así quizá siga cantando en la orquesta de la que partió; es consciente que no consiguió el objetivo, pero no tiene porqué tener una baja autoestima. Quizá sea feliz tocando en una orquesta. Igualmente feliz.
A mayor autoestima más creo en mi valor como individuo y esto es uno de los pilares fundamentales para ser feliz porque es el filtro entre nosotros y la realidad.
Lo importante en todo caso es saber valorarse, aprobarse y apostar por nosotros mismos porque somos “lo que tenemos”, únicos e irrepetibles. Capaces de triunfar y también de fracasar pero un fracaso no significa ser un fracasado. El fracasado, en todo caso, es aquel que no sigue persiguiendo su meta, su sueño; aquel que a la primera de cambio tira la toalla, que se dice a sí mismo que “no vale”.
Y es que: “tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, en ambos casos estás en lo cierto”. Sabia frase de Henry Ford.
Tenemos que creer que podemos lograr proyectos, lógicamente planteados acorde con nuestro conocimiento, nuestras habilidades, nuestras aptitudes y también con nuestra actitud. Una actitud positiva y una buena autoestima.
Algunas pautas para consolidar nuestra autoestima son las siguientes:
– Incrementar el número de cosas positivas que nos decimos. Regalarnos frases tolerantes, frases constructivas, frases positivas. Hacer un listado de nuestras habilidades o rasgos que sean de nuestro agrado. Leerlo cada día y añadir una nueva cualidad.
– No ir contando a los demás lo que no nos gusta de nosotros. La lamentación cansa, deprime, aburre y se graba en nuestro cerebro. Además la información puede volverse en nuestra contra porque información es poder.
– Erradicar la envidia.
– No depender de la aprobación y la valoración de los demás.
– Mantener siempre la curiosidad. El niño que llevamos dentro.
– Cuidar la imagen.
A partir de estas directrices conviene seguir persiguiendo los sueños.