“Dicen los viejos que en este país hubo una guerra, que hay dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas”
(Jarcha, 1976)
Y tras esta guerra que, afortunadamente muchos de nosotros no conocimos, se asentó en el poder un militar que gobernó durante casi cuarenta años. Un período llamado El Franquismo, una dictadura en la que casi todos los poderes del estado cayeron en manos del dictador, o sea, de Francisco Franco.
Una etapa que supuso la censura y represión a cualquier tipo de resistencia.
Así que cuando Franco murió, me pilló en el Instituto lo cual supuso unos días sin clase, un ambiente gris, un tiempo de incertidumbre, pero también con esperanza; la esperanza de una parte del pueblo cuyas voces se habían callado.
Los presos políticos salieron de la cárcel… La puerta se abrió y sus bisagras reprodujeron el sonido de años atrás, pero esta vez el sonido no fue triste sino alegre porque era el sonido de la libertad.
Cuando Franco murió, me pilló en el Instituto lo cual supuso unos días sin clase, un ambiente gris, un tiempo de incertidumbre, pero también con esperanza.
Recuerdo, obviamente, que unos meses más tarde, en Abril del 76 nos fuimos de viaje de estudios y aquellos que simpatizábamos con las ideas de izquierda, tuvimos la ocasión de intercambiar montañas de ilusión, estábamos pletóricos aunque, quizá, con ciertas reservas.
Por un tiempo nos sentimos protagonistas de la historia y fuimos felices; creíamos que podíamos cambiar el mundo, no sabíamos aquello de que la utopía está en el horizonte y cada vez que vamos tras ella se aleja más.
Y en el Instituto, en aquella asignatura llamada “Formación Político Social” se comenzó a hablar de conceptos como “democracia” y “partidos políticos”. Era la Srta. Radys, aquella que nos daba esta asignatura además de “Educación Física”. Aún la encuentro por Villaviciosa y hablamos… Como siempre con su melena negra y lacia… ¡Qué nostalgia!
Y así fue como el paisaje político se fue transformando, comenzó la carta política, la oferta de partidos y Carrillo en Madrid a ver cómo se desarrollaba el asunto. En el aire flotaba un sentimiento de miedo e ilusión pero el pulso estaba echado y las urnas se abrieron para recoger la voz del pueblo.
Y el pueblo habló.
“Libertad, libertad, sin ira, libertad, guárdate tu miedo y tu ira porque hay libertad”
(Jarcha, 1976)
Y los cambios de mentalidad fueron llegando al cine, al arte, a la prensa, al día a día. La censura se fue relajando.
Y el cine destapó a las más bellas, Bárbara Rey, Nadiuska, María José Cantudo… Y el pueblo tembló ante tanta belleza y las mujeres las odiaron y criticaron. En fin, todo un desmadre comparado con el cine de romanos (como diría Sabina) y es que, por aquellos tiempos, quienes querían ver una película, que en esta nación era censurada, iban a Perpignan (Francia).
Pero un día, algunos militares decidieron poner fin a tanto desmadre, a tanto jolgorio y a tanta libertad y cargados de ira llegaron al Congreso y dispararon. El pueblo se paralizó y muchos sentimos miedo, pero esta vez algo se puso de nuestra parte y triunfó la razón.
Superado ese momento de traición y de miedo, el mundo siguió rodando y fue cambiando lentamente hasta encontrase con la Sociedad del Bienestar. Entonces todo el mundo podía ser rico o parecerlo y esto se manifestó con un consumo inimaginable. Se compraban cosas que se cambiaban rápidamente porque una nueva versión dejaba inmediatamente obsoleta la anterior: teléfonos móviles, televisiones, ordenadores, coches, segundas viviendas…
“Nos hicimos yuppies en el momento más inoportuno, cuando más urgente era mantener el tipo y la vergüenza”
(Julio Anguita)
Y así, paso a paso, casi sin darnos cuenta aquí nos hallamos en una sociedad decadente donde se valora más el parecer que el ser, personas que se arrastran por tener poder y voz, que venden sus ideas por un puñado de dólares, que traicionan al que fue compañero por medrar un peldaño.
Políticos que nos engañan, nos roban. Unos impresentables la mayoría, y nosotros criticando en los corrillos y en los bares, pero sin hacer nada. ¿Qué pueblo somos que nos despojan de la dignidad y seguimos parados? ¿Quién dijo aquello de que el pueblo tiene los políticos que merece?
Pero lo que me produce indignación y tristeza es que nos han robado la ilusión. Aquella ilusión que vivimos en aquel tiempo idílico en que creíamos que podríamos cambiar el mundo. Y el mundo nos merendó.
Hemos avanzado en investigación, en medicina, en salud, en calidad de vida, en condiciones laborales. Disfrutamos de polideportivos, bibliotecas, en comunicaciones, en educación.
Pero parece que estas luces de nuestra sociedad no son suficientes para hacernos más amables con los demás y con nosotros mismos, porque todo el mundo o casi todo, sostiene que el hombre ha perdido valores, se ha deshumanizado.
¿Y quién es el hombre?
Todo, porque al hombre lo único que le importa es parecer más ante el vecino.
¿Qué pueblo somos que nos despojan de la dignidad y seguimos parados? ¿Quién dijo aquello de que el pueblo tiene los políticos que merece?
Un experto en publicidad y marketing se manifestó de la siguiente manera. Atentos porque no tiene desperdicio:
“Soy el que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume. No toméis a la gente por tonta, pero nunca olvidéis que lo es”.
Otra de sus reflexiones dice así: “La gente comienza consumiendo cosas y termina consumiendo a personas”.
Frédéric Beigbeder, autor de lo dicho, es un escritor, crítico y comentarista francés que conoce la mercadotecnia y todas sus prácticas. Cuando escribió el libro titulado 13’99 fue despedido de la empresa porque este libro revela todo lo que ocurre tras la publicidad y su elaboración.
Es por ello por lo que estamos perdiendo el contacto, el calor del contacto, el calor de una comunicación serena, el amor al semejante por eso de “quién más y quién menos”.
Un camino a ninguna parte. La ilusión llegó hasta donde llegó porque, al igual que antaño, la sociedad iba por buen camino, por aquello de la sociedad del bienestar, pero ahora parece que hemos agotado los recursos y, lo más importante, la ilusión. Y ¡qué triste!, porque solo hay una causa, tener unos gobernantes que se creyeron muy listos y nos han mostrado la cara oculta, no eran listos, eran ladrones o presuntos ladrones algunos.
En los últimos años sufrimos muchas adversidades que todos sabemos, y a río revuelto ganancia de pescadores.
Se descubrió toda la trama de abusos sexuales por parte de los religiosos que nos produce intensa rabia, además de asco. Abusos sexuales por parte de políticos, redes de pederastas en la que están todo tipo de profesiones, maltrato y asesinato de mujeres y niños.
Y niños robados a sus madres, diciéndoles que había muerto. Y en ello estaban médicos y monjas.
Y no digamos del genocidio, a nuestras puertas. Un genocidio que muchos niegan.
¿Qué pasa en las cabezas de mucha gente para negar la evidencia?
¿Quién nos devuelve la ilusión perdida?
In memorian de mi padre Celso Buznego Barredo, preso político durante 13 años. Un rebelde contra la represión Franquista.