En Oviedo, en un centro discreto pero lleno de vida, se encuentra A Teyavana, una cooperativa que desde hace más de una década acompaña a personas con trastorno mental grave. Allí no se habla solo de diagnósticos: se habla de familia, de descubrimientos inesperados, de segundas oportunidades. Quien entra por su puerta encuentra un refugio cálido, un espacio donde la salud mental se cuida desde la participación y el respeto.
Sara Fernández, una de sus fundadoras, nos recibe con la serenidad de quien ha peleado mucho para sostener este proyecto y con la pasión intacta de quien sigue creyendo que la recuperación se construye desde lo humano.
-Sara, después de tantos años de lucha y de crecimiento, ¿qué significa para ti hoy A Teyavana?
-Para mí es calidez, familia. Es el lugar donde cada día, pese al estrés y las dificultades, sigo sintiendo que merece la pena lo que estamos haciendo. Empezamos desde cero, sin ningún tipo de apoyo porque esto era algo muy novedoso; estuvimos mucho tiempo sin cobrar y, aún con todo eso en contra, conseguimos sacarlo adelante. Fue posible gracias a nuestro amor al proyecto. Hoy, cuando veo a las personas usuarias decir que esto es “su segunda familia”, sé que todo el esfuerzo ha valido la pena. A Teyavana significa demostrar que la salud mental se puede cuidar desde la participación, desde el respeto y desde lo humano.
-¿Cuándo nace la idea de este proyecto?
-A Teyavana nace en 2013. La pusimos en marcha dos trabajadoras sociales de 23 años, unas crías, la verdad. Veníamos del mundo asociativo: en la facultad habíamos trabajado sobre el movimiento de asociaciones de salud mental en Asturias y vimos que desde nuestra profesión –eso era algo novedoso– podíamos aportar algo importante con la filosofía de la recuperación en salud mental. Después de la carrera empezamos como voluntarias en una asociación dirigida por los propios usuarios. Allí se nos encendió la chispa. Pensamos que, especializándonos, podíamos aportar más a la vida de estas personas. Mi compañera se formó en Trabajo Social Sanitario y yo hice un Máster de Rehabilitación Psicosocial.
–¿De dónde viene el nombre A Teyavana?
-Queríamos que fuera algo asturiano que nos identificara con nuestra cultura. Descubrimos la expresión “A Teyavana”, que significa algo así como “a teja vista”. Nos representa porque queremos conseguir un tejado bajo el qué protegernos de los agentes externos que dañan la salud mental.
«Hoy, cuando veo a las personas usuarias decir que esto es “su segunda familia”, sé que todo el esfuerzo ha valido la pena»
-¿Por qué elegisteis la fórmula de cooperativa?
-La verdad es que no teníamos ni idea de lo que era una cooperativa. En aquel momento apenas se hablaba de economía social, pero descubrimos esta forma jurídica y nos pareció óptima porque combina fines sociales y sin ánimo de lucro con cierta seguridad profesional. Veníamos del mundo asociativo, donde la precariedad era enorme, queríamos algo más estable y esta fórmula nos vino como anillo al dedo.
-¿Cómo ha evolucionado el proyecto en estos años?
-Muchísimo. Empezamos con la metodología clásica de rehabilitación psicosocial, pero vimos que era bastante restrictiva. Cuando pones a la persona en el centro, le das un rol activo y opciones, los objetivos se cumplen mejor y se mantienen en el tiempo y las personas forman parte de su propio proceso de recuperación, se lo creen. Conseguimos acreditarnos como Centro de Apoyo a la Integración, eso quiere decir que formamos parte de la cartera de centros de Atención de la Dependencia del Principado de Asturias, pero especializados en salud mental. Además del Centro de Integración pusimos en marcha una vivienda tutelada para mujeres con problemas de salud mental en Oviedo. Y ahora trabajamos para abrir otra en la zona rural, donde hay una gran carencia de recursos de proximidad.
-¿Quién forma hoy el equipo de A Teyavana?
-En la actualidad somos diez personas: tres socias trabajadoras sociales, una psicóloga que se incorporó hace año y medio, dos auxiliares de cuidados, otras dos trabajadoras sociales y una persona más que lleva el tema de redes sociales.
«A Teyavana significa demostrar que la salud mental se puede cuidar desde la participación, desde el respeto y desde lo humano»
-¿Con qué perfil de usuarios trabajáis?
-Con adultos con trastorno mental grave. El más joven tiene 26 años y el mayor ronda los 60. Algunos llevan muchos años en el centro porque no existen otros recursos que mantengan el trabajo de rehabilitación y a lo mejor llegaron con 50 años y aquí siguen. En total tenemos 20 plazas en el centro.
-¿Qué aporta el Trabajo Social a la prevención y atención de la salud mental?
-Aporta una mirada cálida y humana. El trabajo social tiene un ojo clínico que abarca todas las áreas de la persona. Analizamos junto a ella dónde están las fortalezas, los riesgos y las protecciones que la propia vida, la sociedad y el sistema nos generan o nos resta cara a tener una buena salud mental. Siempre en combinación con la psicología clínica, porque lo social y lo psicológico van de la mano. Defendemos la idea de la recuperación de la salud mental, creemos que es posible. En estos años de experiencia hemos comprobado que las personas que sufren un problema de este tipo pueden recuperar su calidad de vida si cuentan con el apoyo profesional adecuado, con familias informadas y apoyadas y, sobre todo, con el apoyo humano, cálido y cercano para poder sentirse libres a la hora de expresar sus vivencias y emociones, para que puedan encontrar un lugar nuevo desde el que se puedan desarrollar.
-¿Qué parte de todo esto te resulta más dura?
-La burocracia nos genera mucho estrés porque mientras no accedamos al convenio de plazas públicas tenemos que presentarnos a muchas subvenciones, y eso son papeles y más papeles que me restan horas de estar directamente con las personas, que es realmente nuestro trabajo.
«En estos años de experiencia hemos comprobado que las personas que sufren un problema de salud mental pueden recuperar su calidad de vida si cuentan con el apoyo profesional adecuado»
-¿Cómo es el día a día de los usuarios?
-Ellos en el centro encuentran la calidez que les ayuda a sobrellevar y superar las dificultades de la vida, apoyo, participación y muchas actividades. Tenemos una huerta para hacer agroterapia donde compartimos aprendizaje al tiempo que disfrutamos de la actividad al aire libre; una radio comunitaria donde damos voz a la salud mental y los protagonistas son los propios usuarios. También tenemos talleres específicos como el Grupo de Apoyo de Psicoeducación y el de Estimulación Colectiva que son troncales. Ahora, por ejemplo, empezaron un taller de percusión con cajón flamenco por las tardes. Son cosas que nunca se habían planteado hacer y eso permite que de repente puedan descubrir nuevas habilidades. Este espacio invita también a la exploración, que puedan comprobar hasta dónde pueden llegar, qué pueden aportar, cuánto pueden aprender. Como toda “familia” hay días buenos y otros no tan buenos, momentos de risa y también de silencio y reflexión. Pero siempre se respira amistad, respeto, colaboración y participación.
-¿Cuáles son los trastornos mentales más comunes con los que trabajáis?
–Trastorno mental grave en general, pero sobre todo esquizofrenia y trastorno bipolar.
«En el centro encuentran la calidez que les ayuda a sobrellevar y superar las dificultades de la vida; apoyo, participación y muchas actividades»
-¿En qué momento se encuentra ahora vuestro proyecto?
-El Centro de Integración alcanzó ya un punto de madurez importante. Económicamente es viable, pero como te comentaba antes nos vendría bien un poco más de tranquilidad económica y de reconocimiento a los usuarios y a nuestra labor. Estamos desarrollando ese proyecto de salud mental en el medio rural y participamos en un proyecto europeo junto a entidades de Lituania, Turquía, Italia y Portugal. Queremos poner en marcha “Comunidades Democráticas Terapéuticas en Salud Mental”, un concepto totalmente nuevo en España, pero con muy buenos resultados.
-¿Cómo son esas Comunidades Democráticas Terapéuticas?
-Son centros de salud mental donde pacientes y personal comparten la toma de decisiones, reparto de responsabilidades, resolución de problemas, funcionan de manera democrática. Queremos salir de las grandes instituciones y trabajar desde espacios pequeños como el nuestro, más humanos y respetuosos. Es un proyecto piloto hasta 2028 y A Teyavana es la única entidad española que participa en él como entidad terapéutica. Vamos a editar también un Libro Blanco entre todas las entidades sobre cómo creemos que tiene que ser la atención a la salud mental de forma democrática.
-En vuestra trayectoria habéis recibido varios premios…
-Sí. En 2015 recibimos el premio de la Convocatoria de Emprendimiento Social de La Caixa entre cerca de 300 entidades que se presentaron. Fue vital. Te diría que gracias a él el proyecto sigue vivo. Nos dio formación empresarial, que nos hacía mucha falta, porque teníamos un proyecto social muy bonito, pero nos fallaba la parte económica.
Hemos tenido varios reconocimientos de ASATA por nuestra labor dentro de la Economía Social y también de Instituciones Penitenciarias por un proyecto que hacemos dentro del propio centro con personas condenadas a penas alternativas a prisión. Y luego, en 2024 y 2025 hemos recibido varios reconocimientos por nuestro proyecto de viviendas.
-¿Os sentís suficientemente reconocidas?
-La verdad es que los reconocimientos nos llegan más de fuera que de dentro. Aquí tenemos poca visibilidad, y es una pena, porque trabajamos muchísimo. Si tuviéramos la tranquilidad de estar en el Acuerdo Marco, podríamos dedicar más tiempo a difundir nuestra labor. De momento seguimos peleando por cada euro que entra para mantener el servicio y las condiciones laborales.
Antes de despedirnos, Sara se queda unos segundos en silencio, como buscando las palabras justas. Finalmente dice: «A Teyavana es la prueba de que, incluso sin apoyos, se puede levantar algo que cambia vidas. Hemos trabajado como hormiguitas y aunque a veces nos falte reconocimiento, lo importante es que las personas que vienen aquí se sienten acompañadas, se sienten parte. Eso es lo que nos da sentido».