Quizá en estos tiempos difíciles, en los que la mayor parte de esfuerzos y preocupaciones se dirigen a responder con inmediatez a la situación de crisis económica, la sociedad asturiana esté prestando menor atención de la debida a algunos cambios de alcance en algunos ámbitos concretos. Sucede así, seguramente, con la adaptación de la Universidad de Oviedo al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), más conocido como Proceso de Bolonia (por la Declaración que refleja sus objetivos, firmada en la ciudad italiana el 19 de junio de 1999), y que supondrá la convergencia a un modelo común y homologable de titulaciones basado en un similar régimen de enseñanzas de los estudios superiores en 45 países europeos.
Las importantes dificultades que entraña la implantación del modelo en que se fundamenta el EEES convierten a este proceso en la transformación más profunda y decisiva que vivirá la universidad española, y por consiguiente nuestra Universidad de Oviedo, en mucho tiempo. Téngase en cuenta que el EEES obliga a la reformulación total de la oferta de titulaciones y a su estructuración en tres ciclos (grado, máster y doctorado), modificando en consecuencia la configuración de los centros en los que se imparten las enseñanzas universitarias. Además el EEES promueve una enseñanza más flexible y basada en una posición más activa y comprometida en la formación por parte del estudiante, con los cambios que ello debe suponer -los que más tiempo requerirán- en la forma de impartir las enseñanzas universitarias. En definitiva, el EEES supone un reto de gran envergadura para la institución académica, y también para la propia Administración, incluyendo a los ayuntamientos que acogen sedes universitarias, haciendo preciso sumar esfuerzos para que la transición de modelo resulte acertada y permita además afrontar algunos problemas pendientes en el panorama de las enseñanzas superiores en Asturias (duplicación de titulaciones, insuficiencias en la oferta formativa, mejoras en la calidad de ésta, etc.), dando paso a la necesaria modernización de nuestra Universidad. No olvidemos que la salida a la crisis económica, y el futuro desarrollo de Asturias, en buena parte pasará por la capacidad que tengamos para progresar en la formación y, por consiguiente, en la mejora de la productividad y en la capacidad de innovación que podamos desplegar en un contexto globalizado y competitivo.
Es preciso sumar esfuerzos para que la transición de modelo resulte acertada y permita además afrontar algunos problemas pendientes en el panorama de las enseñanzas superiores en Asturias, dando paso a la necesaria modernización de nuestra Universidad.Las dificultades que la adaptación al EEES comporta -y más en un momento de ajustes presupuestarios- son por sí mismas de una entidad significativa. Además, aunque partamos de una perspectiva favorable al cambio y abierta a las oportunidades que conlleva la construcción del EEES, algunos riesgos que subrayan los críticos de este proceso no deben ser de antemano menospreciados, como la excesiva dependencia de la realidad del mercado en que se puede incurrir a la hora de definir titulaciones, la amenaza de mercantilización de la enseñanza universitaria que puede poner en riesgo la accesibilidad económica a los estudios superiores más allá de los grados, y, sobre todo, la posibilidad de que el paradigma pedagógico en que se sostiene el EEES se quede en retórica y principios de difícil traslación a la práctica si los medios humanos y materiales (y la adecuada gestión de éstos) no acompañan en consonancia a los buenos propósitos.
Algo de vértigo produce, por lo tanto, acometer la reforma universitaria, y la magnitud de la tarea es probablemente proporcional a la presión bajo la que trabajan en ello autoridades académicas y Administración educativa. Si esto fuese poco, en las últimas semanas se han añadido nuevos problemas con los que lidiar, y que tienen que ver en parte con algunos aspectos complejos de nuestra realidad regional. La distribución territorial de la Universidad asturiana con diferentes campus en tres municipios distintos (Oviedo, Gijón y Mieres), y la necesaria racionalización de titulaciones y centros, harán exigible la adopción de decisiones que resultarán sin duda impopulares, porque aunque el diseño de la oferta resultante tenga en cuenta la especialización a la que deben tender los campus, y pese a que seguramente pesará el criterio de mantener un razonable equilibrio respecto a la situación de partida, parece inevitable que se producirán situaciones difíciles, en las que se sumen inquietudes corporativas de algunos centros y departamentos con pretensiones locales que no necesariamente podrán conjugarse con la definición de conjunto de la Universidad de Oviedo que exige la adaptación al EEES. Por el momento, algunos episodios del debate asociado a este proceso han tenido un marcado carácter localista no precisamente edificante y, que poco tiene que ver con las actitudes que deben guiar este tránsito. Por eso, de cara a los próximos meses en que tocará decidir y resolver, merece la pena un llamamiento a la responsabilidad colectiva para alimentar una perspectiva amplia, serena y sensata, en una Asturias que requiere de una Universidad preparada para superar con éxito esta complicada tarea. §