¿Puede una pequeña fábrica plantarle cara a una poderosa multinacional? Quizá el sentido común y la experiencia digan que no, pero los trabajadores de Tenneco en Gijón han desafiado toda lógica. Del anuncio del ‘cierre irreversible’ al compromiso de reabrir la planta al menos dos años más han pasado siete meses de lucha que han dado hasta para un estudio sociológico de la Universidad de Oviedo. La estrategia de los trabajadores de la fábrica se ha calificado como ‘un hito histórico’ desde la Unión Europea: se puede hacer algo contra las deslocalizaciones.
Es una empresa como tantas otras. Una fábrica mediana de una gran multinacional, la norteamericana Tenneco Automotiv, donde se fabrican los amortiguadores Monroe. Una planta antigua en una ciudad tradicionalmente industrial, que en los últimos tiempos había ido sufriendo EREs, reduciendo plantilla y cediendo en sus condiciones laborales. Hasta que un día llega el mazazo: el 5 de septiembre de 2013 la empresa emite un breve comunicado en el que anuncia el cierre de la producción en Gijón. 221 empleados a la calle.
Todo esto sucede en un contexto ya muy tocado por el paro y la crisis. Asturias en general, y Gijón en particular, acumula EREs y expedientes de extinción, muchos de ellos traumáticos. En la ciudad la referencia es Suzuki, que presenta muchas similitudes con Tenneco: gran multinacional que, casi por sorpresa, plantea el cierre sin margen para la negociación. En menos de seis meses liquidaron todo el proceso. Así las cosas, a los trabajadores de Tenneco se les cae el mundo encima y empiezan a recibir muestras de apoyo y resignación: es una pena, qué se le va a hacer, ahora toca negociar las indemnizaciones.
Probablemente una de las claves fundamentales de todo este proceso es que los propios trabajadores decidieron tomar las riendas, sin intermediarios. «Decidimos que somos lo suficientemente mayores como para representarnos a nosotros mismos».
Pero es en este punto donde la historia da un giro. Tras varias reuniones de la asamblea de trabajadores, el Comité de Empresa comunica su disposición a negociar todo lo que haya que negociar, excepto una cosa: Tenneco no se cierra. «Aquí lo único que veíamos eran despidos y jubilaciones, así que nos planteamos hacer una cosa distinta, partiendo de que no se podía aceptar el cierre de la planta», explican. Llegar a esta conclusión costó semanas de asambleas, pero los trabajadores terminaron haciendo una piña que no se ha podido romper. «Porque claro, cuando se plantea un plan de este tipo los propios compañeros tienen que firmar los despidos y las prejubilaciones de los demás. Y lo que dijimos es que aquí nadie iba a firmar el despido de nadie». La empresa, atónita ante una resistencia inesperada, llegó a ofrecer indemnizaciones impensables. Y la respuesta siempre era la misma: no. «No queremos dinero. Queremos trabajo».
La batalla, en varios frentes
Así las cosas, los trabajadores se organizan. Primero y con urgencia, para quedarse en la fábrica en turnos de ocho horas, en prevención de que la empresa decida llevarse la maquinaria. Segundo, para trazar una estrategia que consiga lo que todo el mundo dice que no puede hacerse: plantar cara a una deslocalización.
La táctica escogida pasa por conseguir todos los apoyos posibles. El aliento ciudadano se revela enseguida, y los gijoneses se movilizan ante la idea de pelear por el empleo. «Porque no estábamos diciendo «nos van a cerrar la empresa, pero no pasa nada porque vamos a conseguir una indemnización enorme». El mensaje era «hay que mantener esos puestos de trabajo» Y esto hacía muchos años que no se decía aquí. La gente sabe por experiencia que al final no sirve de nada que te llenen los bolsillos de dinero, porque el dinero se acaba y entonces ¿qué?».
También se buscan apoyos políticos, que se van consiguiendo poco a poco: locales, regionales, europeos. Estatales, los menos. En el proceso encuentran a su «padrino», el eurodiputado Antonio Masip, que sugiere -y financia en gran medida- lo que resultó ser la vía del éxito: conseguir la intervención de la Unión Europea. De su mano se fueron abriendo las puertas de las instituciones, incluyendo la del Comisario de Industria, Antonio Tajani, en cuyas oficinas encuentran otro apoyo afín: el jefe de gabinete, el asturiano Diego Canga. Desde la UE califican de «incomprensible» la intención de Tenneco de trasladar la producción a Rusia y este hecho viene a ser la gota que colma el vaso en las relaciones entre la multinacional del automóvil y las instituciones europeas, que ya estaban enrarecidas por diversos factores. Tajani se pone de parte de los trabajadores y en Europa empiezan a mover piezas.
La empresa, atónita ante una resistencia inesperada a cerrar la planta, llegó a ofrecer indemnizaciones impensables. Y la respuesta siempre era la misma: no. «No queremos dinero. Queremos trabajo».
En los tribunales
Mientras, el expediente de la fábrica sigue su curso, y comienzan las reuniones en el SASEC, Servicio Asturiano de Solución Extrajudicial de Conflictos. La historia de la negociación, en realidad, es inexistente: la empresa insiste en que la factoría no es rentable y que sólo hablará de las condiciones para los despidos. El comité insiste en buscar soluciones para evitar el cierre. En el medio, un rosario de desencuentros, plantones, faroles, dimes y diretes, medias verdades y mentiras completas. La empresa dice que la factoría dejó de ser rentable en 2007. Los trabajadores lo desmienten y presentan sucesivos planes de viabilidad. Una auditoría independiente concluye que con menos de 800.000 euros -frente a los seis millones estimados por la compañía- la fábrica de Gijón puede batir récords de productividad.
Al final, no queda otra, se llega a la vía judicial. Y llegan también las sentencias favorables. Primero, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) prohíbe cautelarmente a la empresa sacar la maquinaria de la fábrica. Y más tarde declara nulo el ERE y ordena la readmisión de la plantilla. La empresa, aún así, se muestra reticente y los trabajadores piden la ejecución de la sentencia. Sus sueldos están asegurados, pero temen que la planta siga cerrada; no quieren cobrar por no trabajar. Tenneco sigue sin dar el brazo a torcer, hasta que cambia el rumbo. El 15 de abril de 2014, sin previo aviso, igual que anunció el cierre, la dirección general de la empresa se pone en contacto con el Comisario Tajani para comunicarle sus nuevos planes: reabrir la fábrica -con reducción de plantilla- al menos durante dos años, con vistas a vender las instalaciones.
Es una gran noticia, que los trabajadores reciben con vítores en la fábrica -se mantienen las guardias de ocho horas- y con llamadas a la cautela. No se sabe muy bien a qué responde este cambio de actitud -«la Unión Europea debe de haber presionado con algo que desconocemos»-, aunque se intuyen factores tan imponderables como la reciente crisis de Crimea, que habrá afectado a los planes de la empresa de trasladarse a Rusia.
Con esto se abre, esta vez sí, el proceso de negociación. Al cierre de edición de este número, el siguiente paso es una reunión con los altos ejecutivos de la empresa, el 30 de abril en Bruselas. Allá va el Comité de Empresa, que cuenta con dos nuevas ventajas: «ahora vamos a hablar directamente con los grandes jefes, y además ellos saben que la pirámide de mando mintió con respecto a los resultados de la fábrica de Gijón. La compañía era rentable y nos quitaron el trabajo a base de mentiras». El diálogo es ahora el objetivo, como siempre sin dar nada por perdido -«dicen que quieren vender la fábrica dentro de dos años, pero en dos años pueden pasar muchas cosas»- y con una idea principal clara: «de los 221 compañeros que somos, aquí nadie puede quedar malparado».
Tras el éxito de la primera movilización, que contó con un masivo apoyo ciudadano, el 17 de mayo por la tarde está convocada la próxima manifestación en Oviedo. La lucha continúa.
Orgullo de clase
En el Comité de Empresa de Tenneco están representados cuatro sindicatos, y todas las fases de producción de la planta. La diversidad al servicio de la colectividad, poniendo en práctica muchas de las técnicas tradicionales de la lucha obrera. Probablemente una de las claves fundamentales de todo este proceso es que los propios trabajadores decidieron tomar las riendas, sin intermediarios. «Decidimos que somos lo suficientemente mayores como para saber lo que queremos, así que nos podemos representar a nosotros mismos. Y no es que no queramos saber nada de los sindicatos, porque por ejemplo sin sus servicios jurídicos no estaríamos aquí, y no somos tontos. Pero la clave es la unidad sin protagonismos. Todos salimos en los medios de comunicación, todos hacemos de todo».
Las claves parecen ser muchas, y también es mucha gente la que se ha acercado hasta ellos para intentar comprender el éxito de una historia que parecía destinada a fracasar. Uno de los más llamativos es quizá el trabajo de tres profesores de Sociología de la Universidad de Oviedo que preparan un estudio sobre la movilización de los trabajadores, la estrategia de saltar hacia el plano europeo y la lucha efectiva contra la deslocalización de una, a priori, todopoderosa multinacional.
Al final, quizá el secreto del éxito es tan simple como una combinación de trabajo, algún golpe de suerte y la tozudez de plantarse frente al mundo cuando todo está en contra: «Estamos hartos de oír que no se puede. Pues sí que se puede».
Unidad. Sin fisuras y sin protagonismos. Todo se habla y se decide en la asamblea de trabajadores.
Apoyo popular. La movilización ciudadana ha sido clave en el proceso. Todos los apoyos son bienvenidos: partidos políticos, asociaciones, sindicatos. «Todo suma, siempre teniendo claro que los trabajadores tenemos la última palabra»
Europa. Igual que la empresa planteaba una deslocalización, también los trabajadores decicieron «deslocalizar» el problema y trascender el ámbito local. La implicación de la Unión Europea ha sido básica para negociar y presionar a una multinacional.
La vía judicial. El TSJA ha anulado el ERE y exige la readmisión de toda la plantilla. Aunque la empresa ha presentado un recurso ante el Supremo, los trabajadores piden su retirada, tras la noticia de que la factoría gijonesa seguirá abierta.