Parece mentira que en un lugar tan pequeño como Castropol haya tenido lugar una de las experiencias bibliotecarias más bonitas de España que marcaría el mundo de las bibliotecas en todo el país. Asturias fue, junto con Cataluña, la gran potencia bibliotecaria del pasado siglo XX.
En esta pequeña localidad un pequeño grupo de universitarios se propusieron, allá por los años 20, crear una biblioteca para Castropol y comarca para acercar la cultura al pueblo que en aquella época tenía grandes dificultades para acceder a ella. La idea se consigue materializar gracias a las aportaciones realizadas por los emigrantes del concejo desde Cuba, Argentina, Uruguay, México y Chile que contribuyeron con gran parte de los fondos. No había medios como existen ahora y tuvieron que utilizar burros y mulas para llegar a todos los pueblos y aldeas. Fue tan buena la acogida entre los vecinos que pronto se crearon sucursales en las distintas parroquias y concejos limítrofes, lo que supuso todo un hito en la historia bibliotecaria española. Se organizaban conferencias, audiciones musicales, veladas literarias, sesiones de cuentos, cine, exposiciones, teatro, canción tradicional, cursillos… La variedad de iniciativas y de actos que se organizaban, la relación interbibliotecaria que mantuvo, la repercusión que alcanzó en la zona del occidente asturiano y su defensade la cultura de aldea, hizo de la red creada desde Castropol un modelo cultural al servicio del pueblo.
La Biblioteca Popular Circulante Menéndez Pelayo se convertía, junto con las bibliotecas catalanas, en pionera al organizar un sistema para llevar el libro, la lectura y diversas actividades culturales, a los habitantes de la zona. Comenzaba así una apasionante historia de difusión de la cultura que se ha mantenido hasta nuestros días. La biblioteca de Castropol cumplía en 2022 un siglo de historia, solo interrumpido por el estallido de la Guerra Civil en la que la biblioteca se cerró y durante años estuvo silenciada y condenada al olvido. Pero era tan fuerte el arraigo entre los vecinos que la historia solo se mantuvo latente hasta 1945, que vuelve a ver la luz. En Asturias, desde finales del XIX hasta la dictadura funcionaron más de 250 bibliotecas populares.
Esta bonita historia aparece recogida en el libro que acaba de publicar Manuela Busto Fidalgo -actual bibliotecaria de la Biblioteca de Castropol- junto con Javier García Herrero, -patrono de la Fundación Ría del Eo-, titulado El libro y el pueblo. Un siglo de vida de la Biblioteca Popular Circulante Menéndez Pelayo. En el texto se recogen diferentes experiencias y relatos que vienen a demostrar que esta es, sobre todo, una biblioteca humana que con los años se ha convertido en un símbolo de identidad del municipio al sobrevivir en un pueblo tan pequeño hasta nuestros días. Hoy entre sus paredes se encuentran unos 26.000 volúmenes, la biblioteca cuenta con 2.300 usuarios tanto de la comarca como del vecino Ribadeo, al otro lado de la ría, y sigue siendo un referente cultural en el medio rural.
Un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácilmente manipulable. Históricamente la cultura y la educación siempre han molestado a reyes, señores, dictadores… porque eran conscientes de que era más fácil manejar a un pueblo sin educación.
Cerca de un 40% de asturianos no tiene la lectura entre sus actividades de ocio. Estamos por debajo de la media nacional tanto en lectura como en compra de libros según datos del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros. Y esta es una muy mala noticia. En el pasado los libros llegaban a las aldeas en burros y eran devorados por sus gentes, hoy tenemos un montón de medios a nuestro alcance para acceder a un libro y no lo hacemos. “La lectura sirve para apoderarnos de nuestro pasado y escribir nuestro futuro. Es un instrumento de liberación”, dice Jordi Nadal en su libro Libroterapia. No puedo estar más de acuerdo.