La avilesina Noelia Velasco consiguió con su primera novela “Una ventana al bosque” el prestigioso Premio Desnivel de Literatura 2023. Un acercamiento a la naturaleza en su estado más originario, pero también un acto valiente de enfrentamiento personal con sus miedos más profundos.
Está encantada de “trabajar en un sitio en el que puede ser ella misma”. Guía de naturaleza, monitora forestal, fotógrafa. Formada de manera multidisciplinar en gestión forestal, educación medioambiental y guía de montaña, actualmente, trabaja como guía de naturaleza en los jardines del Museo Evaristo Valle en Gijón.
Recuerda entre risas que, ya de pequeña, se escapaba al bosque y sus padres organizaban partidas de búsqueda porque la niña desaparecía por horas interminables. Aunque reconoce que no quiere convertirse en una ermitaña viviendo desaparecida en la inmensidad de un bosque, sí necesita perderse de vez en cuando en uno para reencontrar una parte de sí misma que le permita seguir entendiendo y conviviendo con sus semejantes. Observar, percibir, sentir y dejarse inundar por cada sensación que tienes cuando lo único que te rodea son árboles y naturaleza, es una de las mejores maneras de transitar esas oscuridades que muchas veces nos ahogan, nos condicionan y no nos permiten ser quienes realmente somos.
-¿Con qué pretensión te sentaste a escribir esta novela?
-Hace más o menos un año que empecé a escribir la novela y, cuando lo hice, no pretendía ser un libro. Me sentaba a escribir porque estaba viviendo un momento complejo y necesitaba saber cómo gestionaba cosas que estaba sintiendo dentro y que no sabía qué hacer con ellas. En concreto, con una frustración que tenía con una cabaña y una finca en la que no pude vivir. La cosa se me fue complicando un poco y, más o menos, estuve un mes y medio escribiendo día y noche sin parar. En ese tiempo hice el primer manuscrito que es el trabajo más gordo. Luego, pasó a manos de una amiga que se prestó a corregirlo y ahí estuvimos otros tres meses porque eso lleva mucho trabajo. También se lo pasé a otra amiga para que me diese su opinión. Le gustó mucho y ahí ya me empecé a preguntar qué hacía con eso. No me veía yendo de editorial en editorial porque, que te lean cuando no eres nadie, es bastante difícil. Así que, como vengo del mundo de la fotografía y conozco cómo es el formato de sus concursos, decidí buscar concursos de literatura. Cuando miré lo que había para el 2023 vi que, el que más se asemejaba a lo que yo necesitaba, era Desnivel. Es verdad que el tema no encajaba al 100% porque ellos son más de deporte, aventura, montaña… y mi novela no lo es. En las bases había un punto que ponía: una aventura diferente. Vi que podía encajar y… ¡funcionó!
“El libro en sí mismo fue atrayendo todo a su alrededor. Las personas que lo rodearon fueron muy acordes y auténticas y encajaron perfectamente con ese ejercicio de honestidad que es el relato en sí”
-¿Y cómo lo hizo siendo una línea tan distinta?
-Cuando me llamaron para informarme de que me habían dado el premio, ellos mismos me dijeron que la novela, en principio, no encajaba al 100% con la línea editorial de Desnivel. Pero el primer jurado que la leyó se enamoró de ella, decidieron pasarla al jurado final, y a estos les pasó lo mismo. Todos, de manera unánime, le dieron el premio. Dijeron que se arriesgaban porque les gustó mucho. El trabajo con ellos fue un gustazo. Fue como que el libro en sí mismo fue atrayendo todo a su alrededor. Las personas que lo rodearon fueron muy acordes y auténticas y encajaron perfectamente con ese ejercicio de honestidad que es el relato en sí. La verdad es que todo el trabajo con el equipo de Desnivel fue impresionante desde el minuto uno hasta el final. De verdad que estoy superagradecida.
-Escribir éste libro, ¿ha sido terapéutico para ti?
-Esta novela vino acompañada de muchas cosas. Para mí, el primer premio que me dio, fue cuando termino de escribirla, me vuelvo a sentar en el sillón donde normalmente escribo y me doy cuenta del poso que había dejado dentro de mí. Yo, hasta entonces, había tenido esa frustración y ese dolor por una finca con una casita que nos quitaron de las manos en un momento concreto. En ese momento se me partieron los esquemas de todo lo que yo tenía en mente planeado y cómo me había vinculado emocionalmente con ello. ¡Craso error por mi parte! pero lo hice así. Un año y pico después de vivir ese enfrentamiento es cuando empiezo a escribir y sacar de mí. Durante un tiempo, cuando me acordaba de que no iba a poder tener mi finca con mi cabaña, lo que sentía era dolor, frustración y rabia. Después de escribir la novela, cuando ya tengo el manuscrito, me siento y me doy cuenta de que se me había ido por completo la frustración. Toda esa parte agria que llevaba conmigo se había esfumado. La tenía dentro de mí como si fuese un recuerdo. Al mezclar historias que yo creé con cosas reales, es como que dentro de mí se forjó un recuerdo que eliminó el dolor y la frustración. No el anhelo, porque quiero seguir queriendo tener mi finca con mi cabaña, pero ya no me duele pensar en ello. El primer premio que recibí fue esa parte sanadora con la que ya me quedé más que satisfecha.
“A veces, sacar las cosas que tenemos dentro y verlas plasmadas fuera es importante. Al hacerlo te das cuenta de que tú no eres eso, que eres algo mucho más grande”
-¿Nunca pensaste en ganar el concurso?
-Escribí la novela sin ninguna expectativa. Lo eché todo fuera y, cuando me han preguntado en qué me inspiré, siempre digo que no lo hice. La novela es una absoluta expiración. La saqué de mí de golpe y porrazo. Estuve como doce o quince horas diarias escribiendo sin parar y fíjate lo que tenía ahí acumulado dentro. Necesitaba vivirlo de alguna manera y lo hice. Creo que, lo que hago al final del libro de explicar cómo fue el proceso, es un trabajo de honestidad por si a alguien le puede servir. A veces, sacar las cosas que tenemos dentro y verlas plasmadas fuera es importante. Al hacerlo te das cuenta de que tú no eres eso, que eres algo mucho más grande. Te puede ayudar a poner distancia, relativizar y darte cuenta de otras cosas. Dejar que las cosas marchen, entender que eso no eres tú y que lo que puedas llegar a sentir o pensar, no te pertenece. Esto te libera de una carga grande y te ayuda a caminar más ligera.
-¿Por qué Ramón Portilla, miembro del jurado, dice de este libro que es una “desaventura”?
-El libro comienza con una mujer que se va al bosque y no lo hace buscando una aventura al estilo habitual. A lo mejor uno busca una aventura excitante y grandiosa cuando está en un momento y un estado mejor de lo que estaba yo. Lo único que yo estaba buscando es recuperar mi voz, volver a escucharme a mí misma y poner un poco de tranquilidad y de calma en mi vida. Es verdad que no hay nada mejor para encontrar todo esto que la propia naturaleza. Algo que sucede en el bosque es que, allí, nadie te juzga. Puedes ser la peor persona del mundo que nadie te va a ver mal. Cuando estás mucho tiempo presente de verdad en la naturaleza, sucede que te vas desnudando de manera natural. Al no sentirte juzgado, te vas permitiendo, incluso, inconscientemente, ser tú mismo, seas quien seas. Con tus luces y tus sombras. A veces vivimos un poco en tensión, como proyectados, mostrando escenarios y escenas de lo que quisiéramos ser y no somos. Para poder encajar en el mundo y en la sociedad, nos creamos imágenes de forma inconsciente. Cuando pasa un tiempo y vas quitando capas, te vas dando cuenta de que te reconoces, te sientes a gusto, vuelves a escucharte y a recorrer el camino en el que, quizá cuando eras más joven, incluso un niño, habitabas de forma más natural y más amigable con todo y todos.
“Algo que sucede en el bosque es que, allí, nadie te juzga. (…) Al no sentirte juzgado, te vas permitiendo, incluso, inconscientemente, ser tú mismo, seas quien seas. Con tus luces y tus sombras”
-El libro está dedicado al camino del medio. ¿Qué tiene de especial que no tienen los de los lados?
-Quizá la radicalidad de los extremos. Por un lado está esa ciencia más ortodoxa que se ha vuelto casi religión y todo lo que es palabra de ciencia ya no se puede cuestionar. Y, por otro lado, está el misticismo que no es espiritualidad. Que es algo fantasioso, superficial y no te anima a profundizar en ti mismo porque hacerlo es duro y difícil. Vas a ver cosas que no te van a gustar y se pasa mal, pero es un trabajo y el único camino. Esa es la auténtica espiritualidad. Entonces, el camino de en medio, está entre esas dos partes y yo, que he estado muchos años entre ambos, me he sentido así muchas veces. Para el mundo de la ciencia soy muy mística y para los místicos tal vez soy demasiado científica. Mi camino es un poco más solitario. Hay momentos en los que puede ser hasta duro y difícil ver que no concilias con ninguno de los dos, pero creo que cada vez también somos más. Lo único claro es que hay que ser honesto con uno mismo porque, desde ese camino del medio, lo que sucede es que estás siempre en observación y, si te das cuenta de que te has equivocado en algo, es más fácil darte la vuelta y retomar el camino correcto porque no te has vinculado emocionalmente. Es más amable para con uno mismo.
-Escribes que, “en un mundo en el que está todo dicho, la naturaleza siempre tiene algo nuevo que ofrecer”. ¿Qué es?
-Para los seres humanos, recuperar el sentido común que hemos perdido. Que no deja de ser ese sentido de comunidad. La naturaleza no vive en competencia. El bosque es un cuerpo, es un organismo grandísimo que no va a competir contra sí mismo. Le sucede lo mismo que a nuestro propio cuerpo cuando es desatendido. Cuando está en desarmonía, entra la enfermedad y nuestros propios órganos empiezan a hacer cosas que no son coherentes. En el bosque sucede lo mismo, cuando está degradado y dañado, empieza a hacer otras cosas y, a veces, las plantas y los árboles cogen tendencias que no son las propias de ellos y, en apariencia, entran en competencia. Pero, en realidad, el sentido que tiene el gran cuerpo que es un bosque es alcanzar ese equilibrio que es como un camino. En la naturaleza, ese camino no es algo estático porque no es un punto al que se llega y se queda ahí, es un movimiento constante, siempre está amplificándose, transformándose, y eso podemos verlo a través de los ciclos. Nosotros podemos aprender, como especie, a recuperar el sentido de comunidad para poder sentirnos más integrados en la naturaleza porque nos hemos alejado de ella. Es un espejo maravilloso en el que poder reflejarnos.
“Para el mundo de la ciencia soy muy mística y para los místicos tal vez soy demasiado científica. Mi camino es un poco más solitario”
-¿En qué lenguaje habla?
-Lo hace de muchas maneras y cada uno tiene que encontrar su propia escucha. En realidad, no existe ese revoltijo que nosotros vemos cuando observamos un bosque, sino una comunicación y muchas formas de poder hacerlo. Los árboles y las plantas son seres vivos diferentes y su forma de comunicarse también es distinta. Hay personas que la perciben de muchísimas maneras, pero solamente observando sus movimientos, el aroma, el color o las texturas puedes iniciar ese camino de conexión. Ellos no se destruyen como lo hacemos nosotros. Ellos están acompañando al planeta hacia otro lugar, siempre están avanzando. Ahora estamos cambiando de era planetaria y la naturaleza ya está en ese camino. Faltamos nosotros, aunque ya hay algunos humanos, entre los que me incluyo, que ya estamos cambiando, trabajando en equipo y remando a favor. Pero todavía queda camino por recorrer.
-¿Cómo sería “un bosque en el que habitasen todos tus bosques”?
-Si todavía no existe, existirá cuando esa nueva humanidad despegue del todo. Yo creo que estamos en ciernes de un cambio muy grande a nivel planetario y humano y ese bosque será uno en el que los seres humanos formaremos parte de él de verdad. Esto implica muchas cosas. Si te das cuenta, cuando vamos a esos bosques grandes, que son maravillosos e increíbles, todos nos quedamos deslumbrados con lo que vemos y, sin embargo, luego volvemos a nuestras casas, al pueblo, a las ciudades que están llenas de árboles, también grandiosos, y no los vemos. ¿Cómo podemos no valorar a esos árboles que son los emancipados del bosque, que son los grandes valientes que han sido capaces de alejarse de sus familias y del lugar donde han sido diseñados para crecer? Mira que son ignorados, maltratados y deciden quedarse. A mí me parece de una valentía impresionante. Al final, las personas que están al cargo de éstas decisiones, suelen hacerlo de forma política, sino es imposible que se tomaran tan malas decisiones en cuanto al arbolado en España. Les dan el mismo valor que a una farola o la papelera que ponen. Mientras sigan siendo mobiliario de ciudad, lo tenemos difícil. Para mí, el bosque del futuro pasaría por una humanidad que reconozca los árboles, dentro y fuera del bosque. Que pueda incorporarlos como auténticos ciudadanos.
“Nosotros podemos aprender, como especie, a recuperar el sentido de comunidad para poder sentirnos más integrados en la naturaleza porque nos hemos alejado de ella”
-¿Qué encuentras cuando eliminas todos los lugares en los que te escondes y sólo estáis tú y el bosque?
-Me encuentro conmigo. Con una persona sencilla, que no tiene grandes ambiciones, sólo la de poder vivir en calma y disfrutar de la vida sin ese mito de ser feliz. La vida es más sencilla y se resume a estar en calma y tener la conciencia tranquila y esto, a veces, el sistema y la sociedad nos lo ponen un poco difícil porque enfrentas muchas batallas. Yo, como ser humano, necesito mucho mis momentos de soledad para poder verme, estar serena y coger fuerzas para después volver con los de mi especie. Me pasa que, cuanto más tiempo paso en la naturaleza en soledad, comprendo más a los seres humanos. Cuando estás bien auténticamente y estás sintiendo amor del de verdad, no puedes escoger. No puedes decir voy a amar esto y lo otro no. En mi caso, cuando paso tanto tiempo en un ecosistema como el bosque, que es donde más a gusto me siento, alcanzo esos estados de serenidad, de calma y de esa onda universal que es el amor. Ahí todo se acaba derramando y me ayuda a comprender mejor lo que, de otra manera, me cuesta más. Para mí es necesario estar en la naturaleza.
-Y cuando vives esto, ¿no te cuesta más volver?
-Sí. El momento de regresar y volver al ruido, las calles, los coches me cuesta, y eso que yo vivo en un sitio muy tranquilo como Piedras Blancas. Pero tampoco pretendo alejarme del mundo e irme para siempre. Desde niña, necesito mis momentos de distancia y soledad. En cierto modo, entiendo que, rechazar a la humanidad, es rechazarme a mí misma porque yo formo parte de ella. Si daño a los demás me daño a mí con lo cual, quiero poder vivir en comunidad con las personas.
-¿Cómo camina una con sus oscuridades?
-Difícilmente. Es complejo, duro. Un trabajo diario que no siempre consigues. Muchas veces te caes en el lodo de frente, pierdes la batalla, pero te levantas y vuelves a empezar. Hacer esto es lo único que tenemos para comprendernos, no para justificarnos a nosotros mismos si hacemos algo mal. Tampoco para darnos palmaditas cuando las hacemos bien, sino para comprendernos en todo momento, ser honestos y poder estar en ese equilibrio. Es enfrentar esas partes de ti que te cuesta más ver. Un ejercicio muy sano es, a lo largo del día, cuando ves cualquier cosa que te molesta emocionalmente por dentro, pararte y hacerte una pregunta: ¿por qué me he sentido así de mal? La cuestión es hablar de nuestras partes oscuras de verdad y entiendo que decírselo a los demás es difícil, pero a una misma, no es mucho más fácil. Esta es la única vía para acabar alcanzando la tranquilidad.
“Cuando paso tanto tiempo en un ecosistema como el bosque, que es donde más a gusto me siento, alcanzo esos estados de serenidad, de calma y de esa onda universal que es el amor”
-¿Tenemos memoria de origen?
-Sí. Creo que nuestros cuerpos, porque no sólo tenemos un cuerpo físico, hay más que nos componen, tienen una memoria. Yo creo que existe y, de hecho, esa relación que tenemos con el bosque y con la naturaleza que es como un amor-odio de trato y maltrato a la vez, es por una memoria. Tenemos una vida en común con ella de muchos milenios y eso está en nosotros. Esa atracción que sentimos por el bosque, es algo que tenemos impreso en nuestras células de todo lo que hemos vivido en común como especie. Si no tuviésemos esto no existirían personas que han crecido en la ciudad, que no han tenido un vínculo con la naturaleza y que, en un momento determinado de su vida, hay algo que se les enciende dentro y sienten esa llamada y esa necesidad de sentir la tierra, caminar o de ir al bosque.
-¿En qué te manejas mejor, en el orden o en el caos?
-Me manejo mejor en el orden. En la naturaleza, el caos, es una apariencia. No existe. Cuando llegamos a un bosque, incluso aunque esté degradado, o vemos a ciertas plantas haciendo cosas que no son muy coherentes con su propia especie, en apariencia, vemos un caos, pero es como si siempre hubiese una batuta que va guionizando y moviéndolo todo para tender a un equilibrio. Yo me veo en un orden que sé que a veces aparenta un poco de caos pero, con él, me entiendo. De todas formas, soy una absoluta amante de hacer listas y tener mi despensa siempre ordenada y con suministros.
“Esa atracción que sentimos por el bosque es algo que tenemos impreso en nuestras células de todo lo que hemos vivido en común como especie”
-¿Es siempre necesario no tener para valorar?
-Ojalá que no. No creo que sea absolutamente necesario pero, cuando tú te abandonas durante un tiempo y te desatiendes interiormente, es cuando se vuelve necesario. Si viviéramos en nuestras etapas iniciales de vida cuando somos niños de una forma totalmente sana, seguramente, llegaríamos a nuestra vida adulta sin traumas. Pero no es así. Cuando somos padres, no tenemos las herramientas para pasárselas a nuestros hijos. A veces pensamos que venimos con un libro debajo del brazo y que lo sabemos todo y no es así. Hay personas que se han armado muy bien y han dedicado su vida a prepararse, atenderse y han adquirido esas herramientas pese lo que pese, con todo el dolor que conlleva sanarse y, cuando han tenido hijos, se las han pasado a ellos. De forma natural, en el ser humano, no creo que fuese necesario tener que perder nada para valorar, pero en el punto en el que estamos como especie parece ser que sí.
-¿Cómo crees que nos cura el bosque?
-Lo hace desde su ausencia de juicio. Desde su forma limpia de estar en el mundo. Es un espejo grandioso en el que poder vernos, reflejarnos e imitar partes de él, por lo menos, en sus modos y su forma de relacionarse. Para mí, lo más importante respecto a esa forma que tiene la naturaleza y el bosque de sanarnos es la coherencia con la que vive. La autenticidad. El bosque no trata de ser otro, no hace como nosotros que estamos intentando aparentar o ser lo que no somos, no necesita tratar de transformarse porque la transformación es constante. Este es el punto al que deberíamos llegar nosotros para poder cambiar. No intentarlo, no estar siempre pensando que es algo que queremos hacer sino, simplemente, hacerlo y vivirlo.
“El bosque no trata de ser otro, no hace como nosotros que estamos intentando aparentar o ser lo que no somos, no necesita tratar de transformarse porque la transformación es constante. Este es el punto al que deberíamos llegar nosotros para poder cambiar”
-¿No enfrentarte y pelearte con las cosas sino integrarlas como una parte de la vida?
-Sí. Al final, todo depende del punto de vista. En la novela, cuando llego al bosque, lo hago en un estado determinado y me desarmo por completo. Esto te permite vivir ese nuevo camino que comienza sin fuerzas para estar enfrentándose. Como no las tienes, vives las cosas de forma más natural porque te das cuenta de que la naturaleza, lo que te hace pese a todos los contratiempos que puedas tener por encontrarte con los animales y con el entorno en general, no es algo personal. Sabes que no es una afrenta hacia ti. Todas las circunstancias que vives, que son reales, son las que te pone el entorno cuando uno se embarca en un proyecto así. Al final, eso se contagia. Es entender esa forma de no llevarte las cosas hacia ti, sino tomártelas como algo que hay que resolver y que tienes que hacerlo con la mejor actitud. La realidad es que todo parte de nuestro primer movimiento interno. Cómo nos relacionamos con el mundo constantemente parte de un primer y único movimiento de intención y también con qué atención lo hacemos.
-Te llevaste tres libros a la cabaña. Dos de plantas y uno sobre Jesucristo. Los de botánica se entiende por tu trabajo y pasión, pero… ¿el otro?
-Me llevé dos de naturaleza porque estudio botánica y parte de mi trabajo es el conocimiento de plantas medicinales y comestibles con lo cual, mis biblias me las tenía que llevar. Y el de Jesucristo, pues porque me he estudiado su vida, fuera de la religión, y para mí, poder escuchar las parábolas reales con lo que auténticamente significan, también es sanador. Pero ya te digo que completamente al margen de las religiones porque no comulgo con absolutamente ninguna. Creo que han sido una de las herramientas de manipulación y castigo más grandes que han usado con nosotros. De hecho, lo que fue la vida y la obra de Jesucristo la manipularon ellos a su antojo. Entonces, poder descubrir esa realidad, para mí, es importante. Me pensé mucho si ponerlo o no en el libro, pero al final me dio igual porque llegué a la conclusión de que esta escritura era para mí, era un trabajo de honestidad conmigo misma aunque haya personas que no lo puedan entender. Es lo que yo pienso.