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domingo 24, noviembre 2024

Tania Plaza, guarda del refugio del Meicín. Salud, amor y montaña por bandera

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Dejó la hostelería en la ciudad por cumplir su sueño de vivir en la montaña y esta decisión marcaría su vida para siempre. Ahora, Tania Plaza es la primera mujer en Asturias que dirige un refugio de alta montaña: el Meicín, en el Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa.

La historia de esta asturiana podría parecerse a la de otras mujeres que se calzan las botas para conquistar altas cimas, pero la de esta langreana fue un paso más allá. A los 24 años descubrió que rotundamente lo suyo eran las montañas, pero no solo quería subirlas sino formar parte de ellas, y para conseguirlo qué mejor que vivir durante un tiempo en una braña ganadera. El ofrecimiento de un vaqueiro con el que un día se paró a conversar le dio la oportunidad de pasar veinte meses en una cabaña en el entorno de Las Ubiñas, a escasos metros del refugio del Parque Natural. A pesar de la dificultad, la experiencia le confirmó lo acertado de la decisión y la preparó para un siguiente paso: ser guarda en un refugio de alta montaña.

Por eso, cuando el refugio del Meicín dejó de pertenecer a la Federación de Montaña y pasó a manos del concejo de Lena, Tania ya estaba preparada y era la candidata perfecta para asumir su gestión.
Ahora que ya lleva once años viviendo en el puerto y, con su inconfundible deje asturiano, esta montañera nos cuenta su experiencia.

Refugio del Meicín, en el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa
Al fondo, refugio del Meicín en el Parque Natural Las Ubiñas-La Mesa

-Con veinticuatro años te metiste en el mundo del alpinismo, pero ¿tu amor por la montaña ya venía de pequeña?
-Sí, criéme en un pueblo, La Formiguera, en Langreo, y siempre estaba por el monte con mi hermano y con mi padre; la montaña siempre estaba cerca.

-¿Qué te impulsó a dejar tu vida y tu trabajo para irte a vivir a una cabaña en medio del monte?
-Siempre tuve la curiosidad de saber cómo vivía la gente de antes. Me gusta mucho leer sobre neandertales y cosas así, y conocer sobre la vida en les cueves y les cabañes hace cientos de años. Siempre me llamó la atención la dureza de la vida en esas condiciones, ahí arriba, el tener que ir a lavar al río y depender del medio en el que estás.

-Imagino que tu entorno familiar no entendería demasiado esa decisión.
-Por suerte, mi familia siempre me apoyó en lo que hice. Me acuerdo que, de aquella, en el 2009-2010, fue cuando empezó la crisis más fuertemente y en mi casa, que dejara el trabajo, no lo entendieron mucho. Pero bueno, también tuve suerte, y en los trabajos que dejé los jefes siempre me dijeron que si quería volver tenía las puertas abiertas, así que tenía una seguridad detrás. En casa, al final, tuvieron que aceptarlo; no quedó otra.

“Al estar en la montaña aprendes por una parte, a conocerte a ti misma y por otra, a conocer bien la montaña; tu vida depende de ello. Por el clima, por la nieve… tienes que ir con más precaución”

-¿Qué te aportó la experiencia de vivir tanto tiempo en Braña Chuenga?
-Fue una de las cosas que más me hizo crecer en la vida, porque al estar en la montaña aprendes por una parte, a conocerte a ti misma y por otra, a conocer bien la montaña; tu vida depende de ello. Por el clima, por la nieve… tienes que ir con más precaución. Yo lo que más temía era que pudiera torcerme un pie estando allá arriba, así que aprendes a vivir de otra manera.

-¿Cuál ha sido la experiencia más dura durante esta etapa?
-A lo mejor, el estar once días sin ver a nadie. Fue tras la primera nevada que cayó, yo ya llevaba cinco semanas sin bajar del puerto porque tenía comida bastante que mi padre había subido a Tuiza. Después, una vez arriba, empezó a nevar y estuve once días incomunicada en la cabaña sin poder salir. Como tenía comida y leña no me preocupaba, pero cuando bajé de nuevo a la ciudad me di cuenta que tartamudeaba, me costaba mucho concentrarme en atender a lo que la gente me decía y cuando me ponía a hablar me atascaba. Arriba podías ver a alguien y saludarle pero no tenías una conversación larga, y el estar mucho tiempo aislada de la sociedad tiene unas consecuencias que no esperas.

“La primera vez que vi un lobo me di cuenta que ya empezaba a formar parte del entorno porque el lobo no se espantaba de mí”

-¿Qué te ha enseñado el vivir tanto tiempo lejos de la ciudad?
-Aprendes mucho observando a los animales, te das cuenta que se mueven siempre por algo. Cosas como que si les vaques o los rebecos bajen corriendo de Terreros hacia la zona del Meicín ye que se avecina una tormenta, vas aprendiendo por la naturaleza que te rodea. También a interpretar el clima, si puedes beber de un sitio o no… La primera vez que vi un lobo me di cuenta que ya empezaba a formar parte del entorno porque el lobo no se espantaba de mí. Entonces ves que ya te tien controlá, que saben que non yes un peligro y que estás formando parte de un entorno que compartes con ellos.

-Sería una experiencia muy emocionante…
-Buf… sí. Hacía unos días se había despeñado un xatu, estaba ya casi comido y era un lobo que estaba solo. Él se puso a comer y yo a hacer fotos, y en un momento se para y se queda mirando para mí, luego miró alrededor y siguió comiendo. Aún me respingo al contarlo, pero era una muestra de que el objetivo estaba cumplido y yo ya formaba parte de este entorno.

-¿Qué es para ti vivir? ¿Qué consideras que es importante para una vida satisfactoria?
-Al final, lo que queremos todos los seres humanos: el tener tranquilidad. La tranquilidad para mí conlleva que tengo la comida y el calor asegurados, teniendo eso estás tranquila. Ye que todo está bien a tu alrededor, que al final es lo que todos buscamos.

“Cuando empecé no paraba casi nadie en el Meicín, pero ahora el refugio ya empieza a tener un nombre, creció mucho y estamos dando un montón de comidas”

-¿Cómo es la vida en el Meicín?
-La vida en el refugio es trabajar, trabajar y trabajar. La gente cuando llega arriba me dice ‘qué bien estás aquí porque estás en la montaña’ pero la realidad es que yo desde que estoy en el refugio dejé de hacer montaña porque los días en los que no hay gente aprovechas para limpiar, y los días que sí hay me levanto a las ocho para freír patates, preparar fabes, etc., tengo tanto trabajo que no paro hasta que llega la tarde.

Tengo la suerte de contar con Gummo, con el mi marido que se encarga de los porteos y el mantenimiento. Pa mí ye algo vital, ahora mismo no podría llevar el refugio sin él. Cuando empecé no paraba casi nadie en el Meicín, pero ahora el refugio ya empieza a tener un nombre, creció mucho y estamos dando un montón de comidas. La organización la hacemos entre los dos y hay que tener todo bastante calculado, no es fácil. Hacemos la compra unos días antes y al llegar al pueblo de Tuiza de Riba, él se encarga de aparejar los caballos que tenemos para subirla. Nosotros vamos cada uno con nuestra mochila cargada con unos quince kilos de peso, luego una vez arriba yo ya me quedo en el refugio y él sigue haciendo porteos. Los perros también nos ayudan, pero llevan más volumen que peso y para ellos es una fiesta. En cuanto ven las alforjas se vuelven locos porque saben que van de excursión a Tuiza.

Tania Plaza y Gummo
Tania y Gummo durante unos de los porteos desde Tuiza de Arriba

-Llega el invierno y con él, la nieve. ¿Cómo os las arregláis entonces?
-En invierno con subir lo fresco ya es suficiente, así que en octubre, antes de que llegue la nieve, Gummo dedícase a portear todos los días, porque hay que subir los barriles de cerveza, las bombonas de gas, etc. Todo lo que podamos subir con los caballos lo ahorramos de subir luego nosotros con las mochilas. Aunque este invierno estuvimos cinco meses cerrados, pasándolas un poco canutas porque no pudimos trabajar. Este tiempo pasámoslo en Pola de Lena e hicimos camisetes para vender porque las facturas siguen llegando, nosotros somos autónomos y nadie nos da nada, así que ahí estuvimos peleando.

-En el refugio no hay televisión y nunca sabes cuándo va a funcionar internet ¿se es más feliz cuanto menos se necesita?
-¡Sí, claro!, y nos podemos sorprender de lo creativos que podemos llegar a ser cuando no tienes tele o internet porque tienes que ocupar el tiempo en algo. Yo aprovechaba para trabajar el cuero y también para escribir bastante, tengo recogido cada día de la montaña.

“Hay una frase que empezamos a usar en el confinamiento y que se ha convertido en un himno del refugio, la gente la utiliza y es genial: ‘Salud, amor y montaña’”

-Antes subías montañas, ahora encuentras menos tiempo para ello, pero sí que formas parte de la montaña. ¿Cómo vives esta dualidad?
-Hay que adaptarse a todo, las formas de vida cambian y me siento bien. Este año voy a retomar la parte de montaña porque tenemos a gente que nos va a ayudar en el refugio. Tendré un poco de tiempo libre para volver a vivir algo más de montaña, aunque tampoco me importa estar en el refugio porque ye mi casa. Al final, toi en casa.

Tania Plaza y Gummo con las camisetas promocionales del refugio del Meicín
Tania Plaza y Gummo con las camisetas promocionales del refugio.

-¿Qué estás descubriendo de ti misma a raíz de esta experiencia?
-Lo fuerte que puedes llegar a ser. A veces, cuando me intento ver desde fuera estoy orgullosa de lo que conseguí: poder vivir de lo que me gusta y apasiona. Tengo un trabajo que ni yo misma pensaba, un refugio que ahora mismo ye conocido en toda Asturies y hasta en California, a donde mandamos también camisetes, cuando antes este lugar no vendía nada.

-¿Tenéis algún proyecto más en mente?
-Hay muchas ideas, pero yo creo que el objetivo ya está cumplido porque mi ilusión era poder vivir del refugio tranquila y que la gente sepa dónde estamos, y eso conseguilo.
Hay una frase que empezamos a usar en el confinamiento y que se ha convertido en un himno del refugio, la gente la utiliza y es genial: ‘Salud, amor y montaña’. Más adelante queremos sacar ropa que tenga que ver con la montaña bajo esa marca, pero es una idea a madurar, de momento está en el limbo.

-¿Qué otras cosas te gustaría hacer?
-Tal vez tener un poco más tiempo para poder escribir un libro. Me gustaría escribir sobre la vida en el puerto, sobre cómo se vive allí arriba y de las experiencias que me llegaron por vaqueiros que ya no están con nosotros, gente que desde los seis años llevaba el ganado al monte. Contar un poco toda la esencia de las montañas de Asturias, de la gente que vive en ellas. Falta el sentarme y decirme “ahora por fin empiezo”.

“La experiencia de llevar un refugio de montaña ya no ye solo el vender platos de comida sino todo el engranaje que tienes tanto en rescates de montaña, en la logística, en la ayuda en el monte para dar indicaciones a los montañeros…”

-Tu vida ha ido dando muchos cambios, ¿qué valoras de positivo de tu experiencia como guarda?
-Valoro todo, la verdad. La vida cambiome mucho aunque, al final, acabé en hostelería pero de alta montaña, y además, de cocinera. Pero la experiencia de llevar un refugio de montaña ya no ye solo el vender platos de comida sino todo el engranaje que tienes tanto en rescates de montaña, en la logística, en la ayuda en el monte para dar indicaciones a los montañeros… Toda tu vida gira en torno a esto y nosotros nos preparamos para ello, hicimos cursos de rescate en alta montaña, de cómo dar indicaciones al helicóptero para cuando viene, etc.

-¿Qué tipo de situaciones de rescate tenéis que afrontar con más frecuencia?
-En el invierno tenemos alguna que otra hipotermia. Cuando hay accidentes que se pueden atender en el refugio sin tener que llamar el helicóptero, el tener un primer servicio aquí da mucha tranquilidad a la gente que va a la montaña. El otro día llegó un chaval que se había clavado un crampón y se había hecho una raja en el muslo, por poco no hay que llamar al helicóptero. Gummo salió enseguida a hacerle una cura de primeros auxilios, que eso es bastante importante.

Localización del refugio del Meicín en el entorno del Parque Natural de Las Ubiñas - La Mesa
Localización del refugio del Meicín.

-Alguna experiencia que sea difícil de olvidar.
-Nosotros no tuvimos que acudir, pero la de una chavala bastante joven que se despeñó delante del refugio. Cayó por una canal de hielo y después de muchos meses en coma se murió. Y luego, cuando es gente que te toca cerca, amigos que se quedan en Picos o aquí, eso siempre ye un palo.

-Es lo que tiene la montaña, preciosa pero dura.
-Sí, y peligrosa

-¿Los montañeros están concienciados suficientemente del riesgo?
-La gente suele venir equipada y la que tiene experiencia va bien, pero hay otra parte de gente que nunca pisó un prao y que no viene con el equipo adecuado, no llevan agua, no llevan comida… Siempre hay que llevar una mochila con algo de agua y comida y abrigo, por poco que sea el paseo. Si tuerces un pie, viene la niebla y te pierdes, ya está liada. Hay que llevar algo siempre y aquí te encuentras de todo.

Ahora ya me cuesta menos concienciar a la gente, pero cuando empecé… además a los hombres les costaba bastante escucharme. A lo mejor alguien me preguntaba cómo subir a Ubiña y cuando te ponías a dar las indicaciones te dabas cuenta que ya no te estaban escuchando. Luego se iban por el sitio contrario al indicado.

“Cualquier cosa que necesites siempre tienes a alguien dispuesto a ayudarte. Si me quedo sin cambio, lo pongo en Facebook y al día siguiente la gente que sube me trae un montón de monedes, esto te abriga mucho”

-Por contra, cuéntame las vivencias que más te hayan impresionado en positivo haciendo montaña.
-Hombre, la mejor experiencia que tuve en la montaña fue la pedida de mano en el Urriellu. Me costó mucho subir porque yo no soy escaladora, y cuando llegué arriba y me encuentro a Gummo que, al final, había subido sin yo saberlo, aluciné. Fue genial, míralo a él tan punki y luego que romántico me salió.

Y la siguiente, la superación de pensar que no puedes llegar a hacer algo y de pronto te das cuenta que sí, que un día vas con alguien que te da la suficiente confianza y, de repente, lo haces. En el Parque hay 58 dos miles, yo hice todos lo que se pueden subir andando, pero no los que requieren escalada. Nunca me atreví hasta que Gummo empezó a animarme, así que ahora tengo el proyecto de subir a picos como El Campanario o las Agujas rotas. Ahora ya estoy preparada para ello.

Gente en el refugio del Meicín (Parque Natural Las Ubiñas-La Mesa) -Con el tiempo habéis creado una familia montañera en torno al Meicín ¿es buena la respuesta de las personas?
-Muy buena, cualquier cosa que necesites siempre tienes a alguien dispuesto a ayudarte, a facilitarte el trabajo como sea. Un día, al principio de estar en el refugio cuando todavía estaba yo sola, se me estropeó la calefacción. Lo puse en el Facebook, y enseguida, sin conocerme de nada, subió a arreglar la caldera un chaval que se dedica a ello, Jose. Y ahora mismo, si me quedo sin cambio, lo pongo en Facebook y al día siguiente la gente que sube me trae un montón de monedes, esto te abriga mucho. Saben que estás viviendo en un medio duro, que estás ahí pa hacerles a ellos la estancia más agradable en Les Ubiñes. Yo no podría estar allí sin la gente y ellos vienen por vernos a nosotros, hay una relación preciosa.

Y luego están los del pueblo de Tuiza, que son ya como familia. Yo llevo ya once años viviendo en el Parque y son otros que siempre nos ayuden en todo lo que pueden. Te ofrecen todo lo que tienen y si necesitas algo, hablas con alguien del pueblo y ya está solucionado.

“Las mujeres lleven mucho tiempo trabajando en la montaña”

-El primer refugio de La Ubiña también tuvo detrás a una mujer que hizo de él un hogar aunque fuese para estancias cortas; se llamaba Lecia Otero Velasco. Parece que el Meicín siempre tuvo guardianas femeninas.
-Sí, yo siempre dije que, aunque yo sea ahora titular en un refugio, las mujeres lleven mucho tiempo trabajando en la montaña. En Picos de Europa, en todos los refugios hay mujeres y llevan mucho más tiempo antes que yo, pero conocer la historia de Lecia para mí fue muy especial, porque además me la contó su hija, Elisa Villa, cuando ella hacía poco que había fallecido. Elisa es escritora, y que me contara la historia fue bastante emocionante. Saber que el refugio de Meicín ye un refugio de muyeres me prestó mucho.

-Y tú, ¿te visualizas por muchos años más en el refugio?
-Sí, ye mi casa y espero jubilarme allí.

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