¡Si no lo oigo no lo creo! Resulta sorprendente ver los errores reproducirse con tanta naturalidad. Posiblemente recuerde Vd. la cita de hace dos meses acerca del amigo que informaba con orgullo haberse hecho ‘donante de orgasmos’; pues bien, en esta semana escucho a media mañana RNE, un locutor se ríe de los errores de su propia casa y pone un corte en el que un compañero informa de una muerte ‘por fallos multiorgásmicos’. El recopilador de errores comentaba con sorna que tales fallos, propiamente, no llegan a matar, pero incomodan.
La casa del Sporting no anda estos días como para tirar voladores, para colmo su actual entrenador se mete en todos los charcos, salpicando considerablemente. No se le ocurrió mejor cosa que decir que Rouco Varela es un jeta, ¡podría haberse metido con los árbitros como todo el mundo! Otro día, practicando una de sus diversiones favoritas, polemizar con la prensa, suelta el señor Clemente: «¡Ni viejo ni asoleto!»
¡Igualito que la Candidata!, que, a partir de ahora, la vamos a escribir con mayúsculas porque promete ser protagonista habitual. Desde las anteriores elecciones autonómicas a la fecha, y han pasado meses, todavía no sabe que el panfleto tiene forma de díptico y no de cítrico. Loly en «Tiempo Propio» encontró un mundo, ahora se apunta a todas las tertulias literarias para mejorar el pobre equipaje cultural que le dieron de pequeña; está indignada con ella: «¡Si no me llama asoleta…obsoleta será ella, la madre que…!»
«Así funciona la Lengua, algo vivo y dinámico», decía en Asturias José Manuel Blecua, director de la Academia, y ahí está la Candidata para darle la razón. Escribe en una red social acerca de un vecino de Tudela Veguín con problemas con la justicia brasileña, copio literalmente, puntuación incluida: «y tien mi apoyo de confianza ,,no creo en lo que dicen,,,por lo menos que se tenga la precauccion de inocencia,hasta que se demuestre lo contrario….»
La lengua no viva, vivísima, tenía aquel llamante en la madrugada del 16 de junio pasado; programa Hablar por hablar, cadena SER, alude a una señora promiscua: «Yo la llamo Miss Linfómana«. » ¿Quiere Vd. decir ninfómana?» «Sí, pero yo la llamo Miss, Miss Linfómana«
Al día siguiente veo en televisión las imágenes de los mossos cargando contra las personas del movimiento 15 M que intentaban bloquear el parlamento catalán. Algunos policías se habían disfrazado para infiltrarse entre los manifestantes, tejanos, gafas de sol y pañuelos por la cara; sin embargo son fácilmente descubiertos y la peña los rodea. Gritos. Oigo una voz que con marcado acento gallego emite uno auténticamente indignado: «¡Parecéis palestinienses, hijos de…!»
Unas semanas después participo en una conversación de sidrería: un amigo refiere que, habiendo bebido de manera inmoderada, deporte habitual entre nosotros, le había ofrecido un representante la prueba de una mágica poción que haría desaparecer los síntomas a efectos de controles. «Me utilizó como cochinillo de Indias«. El brebaje no sirvió de mucho y otra contertulia se quejaba del rigor policial: «Pues saltate un semáforo en rojo no ye pa quitate cuatro puntos…»
El Sr. Blecua nos tranquiliza: «Decía Martín Gaite que la lengua es el único juguete que siempre se usa y nunca se estropea». A veces le entran a uno las dudas; claro que las palabras deben de ser, sobre todo, útiles; yo quiero ver una cierta metáfora en aquella afirmación acerca del ciudadano que no podía tener hijos, porque era esméril.
Comentando alguna de estas intervenciones me cuenta el amigo Martínez, de Cuturrasu, que su abuela le llamó preocupada, se había quedado sin luz y ella consideraba que era «por culpa de un cortaciclista«.
Otra muy buena me relataba Chelo, de la Vega de Seloriu. Las parroquianas a la novena eran siempre las mismas, de modo que era natural que el cura preguntara a una por su hermana: «¿No va a venir hoy?». «¡Nun puede, Señor Cura, está fornicando!»
Debo aclarar que en asturiano se llama fornicu al hornillo de la cocina y que es necesario limpiarlo bien de ceniza para que tire correctamente; por consiguiente, la buena señora estaba dedicada a una tarea, si bien sucia, noble, y no atentaba contra el sexto mandamiento. Al menos de obra.
La vecina del sexto tiene dos gemelas que en casa solemos denominar las Hermanas Terremoto, un amor de chicas que van juntas a todas partes y nos saludan preguntando con todo detalle por la familia y por nuestros trabajos. La madre las lleva con paciencia, resignación y sentido del humor; tomando un café en la terraza cuenta, muerta de risa, la anécdota:
– Yo de pequeña sufrí mucho de vejaciones.
– ¡Calla hija, cómo dices eso!
– Si, mama, ¿no te acuerdes que me tuviste que operar?.
Desafortunadamente las vejaciones no se operan, ¡si fuera tan sencillo como unas simples, aunque molestas, vegetaciones!