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sábado 23, noviembre 2024

Leer: placer y negocio

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Editores y libreros tienen algo de quijotes. Es la parte novelesca de profesiones que deben arrojar números positivos a final de cada ejercicio si quieren asegurarse la supervivencia. Y eso, como en otros sectores, ha sido especialmente complicado en los últimos años. El desplome de ventas obligó a echar el cierre a librerías y editoriales muy queridas en Asturias. Pero es que además el mercado del libro suma a la crisis generalizada la suya propia, que no tiene final: una eterna crisis de lectura y de lectores, contra la cual toda lucha es poca.



En este sector, al igual que en otros, se habla de un tímido repunte. Las cifras del ISBN (el número que se asigna a cada libro para su identificación) reflejan que en 2014 se inscribieron un 1,9% más de libros que el año anterior a nivel nacional. Si miramos Asturias parece que se mejora la cifra general, porque aumentaron las inscripciones casi un 17%. Pero aunque es un dato positivo, una cosa es lo que se edita y otra lo que se vende, y los brotes verdes, de haberlos, son tan tiernos que apenas se perciben cuando se pregunta directamente a quien está todos los días al pie del negocio. Las cuentas aún no salen o cuadran con dificultad. Uno de los veteranos en estas lides es Alvaro Díaz Huici, director de Trea, editorial que el año pasado recibió el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural por sus 25 años de trayectoria. Desde una perspectiva temporal así de amplia lo que se aprecia es «una inevitable decadencia del mercado del libro, tanto de papel como digital». Pero, subraya, para él se trata de un problema de fondo del sector, más allá del brete económico que aún se está padeciendo y que «en todo caso es circunstancial, por más que está resultando largo. El problema es más profundo y radical: es la crisis de la lectura (del hábito lector asociado a algo tan complejo como un libro)».

La crisis ha cerrado en Asturias librerías señeras y algunas editoriales que no han podido seguir compitiendo después de una sucesión de años difíciles. A cambio, han iniciado andadura otras, con nuevos conceptos de negocio.

Ciertamente el mundo del libro parece que siempre arrastra problemas endémicos: de mercado, de lectores, de apoyos, ahora también de soportes (aún se está reubicando el sector, tras la aparición del libro digital), de educación. En líneas generales: una crisis de cultura. Pero con todo, la exclusivamente económica ha sido muy dura. Díaz Huici estima que en estos años se ha producido una reducción de las ventas entre el 40 y 50% ¿Qué ha hecho el sector para capear la situación? Pues «languidecer, es decir, reducir su actividad a la medida en que le es sostenible en cada momento. Y he de decir que aún ha de continuar capeándola. No se trata solamente de sobrevivir a las actuales circunstancias. Suponiendo una mejora de las condiciones, la segunda parte sería lograr recuperar, si no las posiciones anteriores (lo que no es probable) al menos reconstruir cierta normalidad».
En Asturias en los últimos años ha habido víctimas importantes: la situación se ha llevado por delante librerías y también un ramillete de editoriales que no han podido seguir compitiendo después de una sucesión de años difíciles. Cada pérdida se vive como una pequeña tragedia en un sector que tiene mucho de gremial, porque aunque para salir adelante hay que competir -las leyes del mercado mandan- los amantes de los libros son una hermandad, una cofradía en la que la vocación tiene un papel relevante. ¿O no? «Es imprescindible. La vocación y el esfuerzo diario son las únicas armas del editor contra el desánimo. Si tomamos el oficio sólo como un negocio la aventura será tremendamente aburrida y, lo que es peor, correremos el riesgo de hacer exactamente lo contrario de lo que sentimos». Es lo que piensa Jorge Salvador, de la Editorial Pez de Plata.

Hay que diversificar. Las editoriales han de ser imaginativas y audaces para descubrir una parcela de mercado desocupada, o aportar imaginación y novedad si hay que compartir espacios.

Por encima de las ventas hay un objetivo común. Coinciden en que lo importante es ganar lectores, cuantos más mejor. Involucrarlos, estimularlos, educarlos, contagiarlos, enviciarlos con todas las formas de lectura: he ahí la aventura. Luego, ya irán a comprar: he ahí el negocio. Por ese orden. «El sector editorial, como la mayoría de los nichos de la industria cultural, tiene unos márgenes de beneficio ciertamente ajustados -explica Daniel Álvarez, uno de los fundadores de Hoja de Lata, editorial que nació con la crisis-, pero queda compensado con la satisfacción personal que obtienes como editor, y con la colectiva, la que recibes del público que te expresa lo mucho que ha disfrutado con uno de tus títulos o su agradecimiento por haberle descubierto a un nuevo autor».
Todo eso, en un escenario que ha cambiado mucho en los últimos tiempos. No se trata sólo de la aparición del libro digital, que ha obligado a un replanteamiento del sector. El cambio es más profundo y tiene que ver con la misma cultura del tiempo libre. «La competencia del ocio digital (que no del libro digital) nos arrolla: fácil, cómodo, trivial, carente de esfuerzo… Un cambio de hábitos radical que no sé muy bien a dónde conduce», reconoce Díaz Huici. «Los pequeños, minúsculos editores sobrevivimos luchando sin medios contra la televisión, los videojuegos e Internet, con una población habituada al gratis total… Quizás habría que empezar de nuevo a educar y poner en valor el trabajo de los escritores y creadores; que se vea como algo lógico y normal pagar una pequeña cantidad por sus obras para permitir que puedan vivir de su trabajo», sugiere Enrique Carballeira, de la editorial Asturtoons.

Variedad y calidad
Hay que diversificar. Las editoriales han de ser imaginativas y audaces para descubrir una parcela de mercado desocupada, o aportar imaginación y novedad si hay que compartir espacios. Un ejemplo es Satori Ediciones, pequeña editorial nacida en Gijón justo antes de la crisis para abordar el campo de la cultura y literatura japonesa. Marián Bango, una de sus artífices, explica que «la especialización se convierte en una ventaja para una editorial independiente. En nuestro caso, surge porque es una cultura que nos apasiona. Obviamente, publicar únicamente cultura y literatura japonesas nos diferencia del resto y nos identifica, aunque desde nuestro punto de vista no creemos estar tan especializados ya que abarcamos tanto literatura como ensayo, tanto autores nipones como no nipones, desde los más antiguos a los más actuales».
Otras fórmulas tratan de ofrecer un «extra» de calidad. «En el caso de Pez de Plata la imagen de los libros es vital. Cada nuevo título requiere una estética propia e independiente, donde se combina el diseño creativo de la editorial con el trabajo de los ilustradores. No se trata sólo de editar, sino de estar a la altura de los libros y autores que publicamos». Mimar cada trabajo es casi una obligación para las editoriales pequeñas, tanto por filosofía, como por estrategia de negocio. «Podemos decir que las microeditoriales nos tomamos cada uno de nuestros libros como algo personal, casi como la crianza de un hijo, de modo que eso se refleja en el resultado final de lo que ofreces -explica Daniel Álvarez Prendes, de Hoja de Lata-. Si a una cuidada producción del libro unimos una selección muy personal y meditada de títulos y un trabajo de traducción esmerado, tendremos un producto final hecho con calma y con toda la atención que se merece, para que el público lector note la diferencia entre una labor individualizada del libro y la estándar o masiva».
La poda que ha sufrido el sector trata de compensarse con la aparición de estas editoriales pequeñas, que con una buena dosis de entusiasmo buscan su parcela de negocio. Para Jorge Salvador, esto es bueno para el gremio, y «no sólo es síntoma de buena salud sino que multiplica las oportunidades de colaboración entre los pequeños sellos asturianos». No es un fenómeno nuevo, según Álvaro Díaz Huici, «y todas -grandes, medianas y pequeñas, nuevas y viejas- cumplen un papel en el ecosistema editorial».

Y además, n’asturianuEn Asturias, se suma el factor lingüístico. En ese terreno las dificultades se multiplican. «Es una lengua con muchos problemas y pérdida continua de hablantes y lectores», explica Enrique Carballeira, uno de los «padres» de Asturtoons: cómic, asturiano y para niños. Nada menos. «El cómic en asturiano es un género muy escaso. Creo que no se puede hablar de un perfil concreto de lectores. Supongo que interesará a los aficionados al cómic y que, a la vez, tengan cierto apego a la llingua asturiana. El cómic experimentó en los últimos años una mejora en su imagen, como género en sí. La aparición del formato de novela gráfica ha supuesto un impulso creativo muy importante. Se publica mucho y con mucha variedad de temáticas y argumentos. Lamentablemente, este boom de creatividad ha venido acompañado de una caída de ventas importante, al menos en España».
Trabajar en el campo de la literatura infantil y juvenil es una labor de siembra para generar futuros lectores. «Cuando se hace un trabajo, de la naturaleza que sea, destinado a los más pequeños, siempre se está sembrando. Tratas de contribuir a su formación como lectores y lógicamente, desde el punto de vista más comercial, también esperas que, cuando sean mayores, adquieran cierto hábito como clientes. Al tratarse de un material de crecimiento cultural e intelectual, creo que esta pequeña intención lucrativa está justificada. En llingua asturiana no hay mucha diferencia».

Un libro y un cortadoComo en otras áreas, las pequeñas librerías son hormigas frente a las grandes superficies, que manejan otros márgenes de ganancia. También aquí se trata de ensalzar el valor de la proximidad. El librero que aconseja frente al libro de hipermercado. La vocación frente a la impersonalidad. Nacen por tanto otros modelos de negocio que tratan de explotar el lado humano ofreciendo extras: tomarse un café echándole un vistazo a los libros, ambiente libre de prisas, espacios amplios, posibilidad de asistir a conferencias, talleres, lecturas. «Es cierto que cierran muchas librerías, -explica Daniel Álvarez, de Hoja de Lata- pero abren otras con una idea muy dinámica, como un núcleo de fomento de la cultura más que un despacho de libros, y en ellas es en quienes confiamos para capear el temporal. En Asturias la situación, sin dejar de ser delicada, parece que se está llevando mejor. Han cerrado algunas librerías señeras, pero han abierto un buen puñado de esas librerías-café teatro, muy activas, que son las que se están llevando el gato al agua. Hay también un perfil de libreros y libreras que nacieron en plena crisis, que no han conocido las vacas gordas, y que destilan verdadera pasión por el mundo del libro, algo imprescindible para poder sobrellevar las penalidades actuales del sector. Ejemplos como 4 Letras, La Revoltosa, La buena letra o La librería de bolsillo, en Xixón, o la incombustible Concha Quirós al mando de Cervantes, en Oviedo, son ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas cuando el modelo tradicional de negocio se demuestra insuficiente».

Salir de la «patria querida»Para ganar lectores es importante tratar de vender fuera de Asturias. «Dar a conocer nuestros libros y autores fuera de Asturias debería ser nuestra prioridad», corrobora Jorge Salvador, de Pez de Plata, pero lo cierto es que no está al alcance de todas las empresas. «El tamaño de la mayor parte de las editoriales asturianas no permite una proyección adecuada de sus autores en el ámbito nacional -explica Álvaro Díaz Huici-, salvo en el caso de editoriales (y no hay más de dos en Asturias) que trabajen catálogos generales, no específicamente asturianos (en lo que se refiere a autores), es decir, editoriales nacionales independientemente que estén radicadas en Asturias. En realidad, desde el punto de vista de los autores, la única vía de salida es lograr su publicación en editoriales literarias de fuerte implantación nacional».
La presencia de editoriales asturianas en eventos nacionales es muy reducida, porque «las condiciones económicas para acceder a un stand desaniman a muchos», explica Marián Bango, de Satori. No obstante, para quienes pueden plantearse esa opción, dejarse ver fuera de Asturias siempre es un punto a favor. «Para nosotros, las grandes citas libreras a nivel nacional son la Feria del Libro de Madrid y el Salón del Manga de Barcelona. Son eventos fundamentales que nos acercan a los lectores y que nos aportan visibilidad».

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