La Navidad, en forma de luz, ya se hace patente en nuestras calles como reclamo comercial y, también, como inyección de ánimo en plena pandemia. Lo que pasa es que según se están poniendo las cosas, no están para mucha celebración. A las puertas de los días más señalados del año, la sexta ola marca récord de contagios en Asturias. Nada menos que 663 en las últimas veinticuatro horas. Esto hace temer que tendremos unas navidades complicadas y llenas de incertidumbre.
La potencial amenaza de Ómicron está ahí. Tampoco conocemos cuánto más de transmisible será en un entorno con muchos más vacunados que en Sudáfrica, ni tampoco conocemos su capacidad de producir reinfecciones. Desconocemos muchas cosas… pero ya se encuentra entre nosotros. En Asturias se han detectado nueve casos de la variante ómicron hasta el momento.
Con más del 90% de población asturiana vacunada con la pauta completa, salimos del otoño con relativa escasa transmisión, pensando que había pasado lo peor y que la situación parecía estar controlada a raíz de la vacunación. Pero el puente de diciembre y el récord de desplazamientos pre-navidad han dejado patente que a pesar de las vacunas las tasas de transmisión se han incrementado, tenemos un ascenso de contagios sostenido, la presión hospitalaria aumenta y, aunque lo más inmediato sea frenar la variante Delta, Ómicron puede complicarnos mucho la vida.
El cansancio nos puede jugar una mala pasada, son muchos meses de restricciones, de constante alerta que han marcado y lo siguen haciendo nuestra forma de vida y la forma de relacionarnos. También puede hacer mella el miedo ante ese ‘enemigo invisible’ al que no acabamos de dar esquinazo. No es fácil abordar la situación epidemiológica que se nos avecina, más cuando las autoridades parecen rechazar el volver a las medidas restrictivas y apelan a la prudencia, responsabilidad individual y las mascarillas. Veremos qué ocurre en los próximos días.
Alguien dijo que, en una epidemia, más importante que conocer la enfermedad es conocer la sociedad que la padece. Y creo que tiene mucha razón. Tenemos ahí a los científicos, epidemiólogos y demás expertos que están entregados en cuerpo y alma a la investigación de este virus. En este terreno los ciudadanos no podemos hacer más que confiar. Pero sí hay cosas que están en nuestra mano y pueden contribuir a mantener una baja cifra de contagios y de muertes, no solo en estas fiestas sino para los próximos meses. Todo va a depender de nosotros como sociedad y de que pongamos en práctica lo que se supone hemos aprendido durante esta pandemia.
Dicen que entre nuestros comportamientos más ancestrales como humanos está la de protegernos, proteger al clan, a la tribu, porque desde siempre eso ha garantizado nuestra supervivencia como especie. Y eso, -comentan los expertos-, ha quedado grabado en nuestro subconsciente de una forma muy arraigada y también invisible.
Las familias, los amigos… podrán reunirse muchas veces en el futuro, pero es probable que, al menos esta generación, no tenga otra oportunidad como la actual para protegerse, proteger a otros y para dejarse proteger por los demás. Y la mejor manera de hacerlo como resumen los epidemiólogos es: “cuantas menos personas mejor, cuanto más ventilado mejor, cuanta más distancia mejor y cuanto más tiempo llevemos mascarilla, mejor”. Porque el virus no está en los sitios, está en las personas que van a esos sitios.
Este año, será la Responsabilidad la que llamará a nuestras puertas en Navidad. Nunca como ahora ‘menos podrá ser más’. Que no nos deslumbren las luces.