19.6 C
Oviedo
miércoles 25, junio 2025

Emilio Ruiz Barrachina: «Un pueblo es, sobre todo, su cultura»

Evelin Menéndez
Evelin Menéndez
Evelin Menéndez es una escritora independiente. Organiza talleres y actividades de lectura sanadora y creativa. También está al frente del proyecto Fusión Protagonista para difundir y apoyar todo el movimiento cultural asturiano. Si tienes una historia que contar, Evelin estará encantada de ayudarte.

Lo más leído

Hablar con Emilio Ruiz Barrachina es abrir una puerta al cine como herramienta de memoria, denuncia y transformación. Director, guionista y productor, su obra ha ido tejiendo un mapa de historias que no siempre encuentran espacio en los grandes focos, pero que son imprescindibles para comprendernos como sociedad. Desde su retrato de figuras como Federico García Lorca hasta su compromiso con las voces silenciadas por la historia, Barrachina construye un cine valiente, comprometido y profundamente humano.

En esta entrevista, nos acercamos a su recorrido, sus inquietudes y su manera de entender el arte como una forma de resistencia y de verdad. Para quienes aún no lo conocen, esta es una buena oportunidad para descubrir a un creador que no teme mirar de frente a las heridas del pasado ni a los desafíos del presente.

El cineasta Emilio Ruiz Barrachina mantiene un estrecho vínculo con Asturias, escenario de varias de sus obras más destacadas. En Golpe a Golpe, rodada en Avilés, relata la inspiradora historia de Sara Montoya, una joven gitana que encuentra en el boxeo una vía de transformación personal. Lugares emblemáticos como la playa de Arnao, el Mirador de la Luz y el casco histórico se convierten en protagonistas visuales de esta película, que ha sido galardonada en el Festival de Cine de Nueva York. Además, Barrachina ya había explorado el paisaje asturiano en Tristesse, consolidando así su conexión artística con la región.

«Me preocupa que hoy nos quieran convencer de que la cultura es un hobby caro y sin valor, cuando un pueblo es, sobre todo, su cultura».
(Refleja tu mirada crítica y emocional sobre el estado actual de la cultura.)

Trayectoria y motivaciones

Para quienes aún no te conocen: ¿cómo definirías tu camino en el cine y qué te llevó a dedicarte a esta profesión?
Mi cine ha obedecido siempre a unas inquietudes personales. Podría decir que he hecho el cine que me ha gustado, el cine que me hubiera gustado ver si no lo hubiese dirigido yo mismo. Eso tiene una parte positiva: me ha permitido crear desde un lugar muy honesto, sin traicionar lo que pienso ni lo que siento. Pero también tiene una parte menos favorable, y es que ese tipo de cine no siempre encaja con lo que espera el gran público o la industria. He hecho un cine minoritario a sabiendas de que lo era, pero convencido de que respondía a inquietudes que merecen ser contadas.
Siempre he procurado que mis películas tengan algo que decir, que inviten a la reflexión, e incluso que dejen algún aprendizaje, además de entretener. Porque para mí el cine no es solo entretenimiento: es propuesta, es diálogo, es participación del espectador. Es una forma de mirar el mundo, de cuestionarlo, de emocionarnos con él. Y eso, para mí, vale más que la simple diversión.

Has trabajado en diferentes roles dentro del cine. ¿Cómo ha influido esa versatilidad en tu manera de contar historias?
Bueno, no muchos. Yo siempre he estado en la dirección, aunque es verdad que las películas que he hecho han partido casi siempre de guiones propios o de historias mías, algunas basadas en libros previamente escritos por mí. En algún caso también he participado parcialmente en la producción, como productor ejecutivo, pero eso es algo bastante habitual en esta profesión. Más allá de eso, no he desempeñado muchos otros roles.
Yo siempre me he definido, ante todo, como un contador de historias. Y cuando se me ocurre una historia, lo primero que me pregunto es cuál es el medio más apropiado para contarla. A veces es el cine, otras veces la literatura, o incluso el teatro. Supongo que es como un escultor: cuando tiene una idea, decide si llevarla a la piedra, al bronce o a la pintura. En el fondo, se trata de lo mismo. Lo importante es encontrar el lenguaje adecuado, la vía más honesta y eficaz para que esa historia llegue al otro.

Tus películas abordan temas complejos, como la memoria histórica, la justicia o la identidad. ¿Qué te mueve a explorar estos territorios?
Creo que, en parte, ya respondí a esto en la primera pregunta. Para mí, el cine va mucho más allá de la diversión. Es cierto que hay distintos tipos de cine, y no todo está orientado exclusivamente al entretenimiento. Hoy en día prolifera ese cine más comercial, con grandes presupuestos y ayudas institucionales, pensado para llegar al gran público. Y está bien que exista. Pero también creo que debe haber espacio para un cine más independiente, más personal, que proponga cosas distintas al espectador.
Es verdad que hoy el público parece estar más volcado hacia lo lúdico, hacia lo inmediato, pero aun así creo firmemente que tiene que haber cabida para todas las miradas. En mi caso, hace ya mucho que decidí renunciar a las ayudas públicas del Ministerio de Cultura. Preferí mantener la libertad creativa, incluso si eso implicaba trabajar con muchos menos recursos. Como sé que mis películas no están hechas para el gran público ni buscan ser productos comerciales, no considero necesario recurrir a fondos públicos para hacerlas. Prefiero asumir las limitaciones si eso me permite contar lo que realmente quiero contar, sin concesiones.

En tu filmografía hay una mirada muy clara hacia la historia reciente de España. ¿Crees que el cine tiene una función reparadora?
Determinados tipos de cine, sí, evidentemente. Como ocurre con toda expresión cultural. Pero volvemos a lo que ya comentábamos antes: la cultura no es solo entretenimiento. Yo creo que desde los años 90 ha habido una intención política clara de desmontar todo lo que se había construido en décadas anteriores —los 60, los 70, los 80—, cuando se lograron muchas libertades y cuando la sociedad estaba más preparada, más despierta. Lo realmente valioso de aquellos años, más allá de las libertades conquistadas —que, por cierto, hoy se están perdiendo a pasos agigantados—, es que coexistían propuestas culturales innovadoras y un público que estaba listo para recibirlas, para procesarlas.
A partir de los 90, tanto la clase política como la financiera entendieron que una sociedad culta y crítica es una sociedad difícil de controlar. Y ahí es cuando empieza el desmantelamiento. Se utilizan las nuevas tecnologías para reconvertir la cultura en una especie de hobby, en algo que solo sirva para distraer y entretener, vaciándola de contenido transformador.
Por eso creo que es más necesario que nunca defender una cultura —y un cine— que no se limite al entretenimiento. Que siga proponiendo, que siga incomodando, que siga reparando. Porque sí, el cine puede sanar, puede hacer pensar, puede abrir conciencia. Y esa es una de sus funciones más valiosas.

¿Qué historia personal o encuentro marcó un antes y un después en tu carrera?
Más que historias concretas, lo que más me ha marcado son las personas. Afortunadamente, a lo largo de mi vida me he cruzado con gente que me ha ayudado no solo a hacer mejor cine, sino también a escribir mejor, a dirigir mejor… y, en realidad, a vivir mejor.
Entre esas personas recuerdo con especial cariño a Asansio Cabrera, con quien coincidí cuando viví en Latinoamérica y de quien aprendí muchísimo sobre cine. También a Félix Grande, Paca Aguirre y Guadalupe Grande. Para mí, los tres forman una especie de trilogía que no solo me marcó profundamente a nivel personal y creativo, sino que también fue referente para toda una época cultural en Madrid. Los tres han fallecido recientemente, pero durante muchos años fueron mis hermanos mayores, mis faros. No sacaba un guion ni empezaba una película sin compartirlo primero con Félix, sin hablar con él, sin reflexionar juntos.
Y luego están esos amigos cercanos que te acompañan en el día a día, que no salen en los créditos, pero que están ahí, sosteniéndote, ayudándote a seguir creando y a no perder el rumbo. Ellos también son parte de mi cine, aunque no aparezcan en pantalla.

🎥 Cine, cultura y compromiso

¿Cómo vives el equilibrio entre el arte y el compromiso social en tus proyectos?
Creo que cualquier ejercicio artístico verdaderamente comprometido debe hacernos reflexionar, pensar, conmovernos. Si no provoca nada de eso, difícilmente puede considerarse arte. Como decía antes, el arte no está solamente para entretener. Está para hacernos cuestionar, para que nos veamos reflejados, para enseñarnos algo, para ayudarnos a ser mejores personas, y también —por supuesto— para fomentar el pensamiento crítico.
El arte que solo entretiene tiene su lugar, y está bien que exista, pero no debería estar por encima del arte con contenido, del arte real. El problema viene cuando el entretenimiento vacía al arte de todo lo demás, cuando lo convierte en algo superficial o descartable. Yo defiendo un arte que emocione, pero también que incomode, que despierte, que proponga. Porque ahí es donde el arte cobra sentido social y humano.

En tiempos de inmediatez y consumo rápido, ¿cómo se sostiene el cine que invita a reflexionar?
Ciertamente vivimos en una sociedad de consumo rápido, donde no solo el cine, sino cualquier forma de arte o ejercicio cultural que invite a reflexionar, parece estar siendo apartado. Sin embargo, yo sigo creyendo que siempre ha existido una minoría dispuesta a recibir ese tipo de propuestas, y confío en que esa minoría, aunque pequeña, tenga la capacidad de comprometerse con la cultura de verdad —con mayúscula— y de hacerla perdurar.
Es cierto que esa cultura está perdiendo terreno, y que la situación actual es preocupante. Nos quieren hacer creer —desde lo político y lo económico— que la cultura es un hobby, un lujo caro, algo prescindible. Y me parece un grave error. Porque si algo nos enseña la historia es que un pueblo es, sobre todo, su cultura. Todo lo demás puede pasar, pero lo que permanece y da identidad es lo que ha creado, lo que ha pensado, lo que ha contado. Y ahí es donde yo sigo creyendo que hay esperanza: en esas brasas que aún quedan encendidas y que, tal vez, mañana vuelvan a prender nuevos fuegos.

¿Sientes que el público está más abierto hoy a mirar hacia las sombras del pasado o sigue habiendo resistencia?
Creo que el público hoy está demasiado influido, demasiado aleccionado por las televisiones, los intereses políticos y todo tipo de fuerzas externas. Si está dispuesto a mirar las sombras del pasado, es solo aquellas que le indican que debe mirar. En realidad, no creo que haya mucha apertura para una mirada crítica y auténtica.
A mí me parece que el público necesita pensamiento real, crítico y personal, más allá de esos aleccionamientos baratos que recibe constantemente. Me preocupa porque, aunque no idealizo tiempos pasados —que nunca fueron perfectos—, sí creo que hemos perdido muchas libertades que costó mucho conseguir. Y, a diferencia de antes, la sociedad actual no está dispuesta a recibir propuestas culturales con la calidad y profundidad que antes se valoraban.
Este alucinamiento colectivo que vivimos es peligroso. Porque si una sociedad deja de ser crítica, está firmando un cheque en blanco para que las clases políticas y los intereses económicos y financieros hagan lo que quieran. Y esa tendencia, desgraciadamente, es hacia donde vamos.

Proyección y mirada hacia el futuro

Desde tu experiencia, ¿qué les dirías a los nuevos creadores que quieren contar historias con alma y conciencia?
Que no cesen en el intento. Es un camino duro, no voy a engañar a nadie. Yo siempre he dicho que cuando uno elige el camino de la independencia, en lugar de recibir apoyo de un lado u otro —si hablamos en términos políticos o sociales—, lo que suele recibir son palos desde todas partes. Es un camino solitario, muy solitario. Pero también tiene momentos profundamente gratificantes.
Lo importante es tener muy claro por qué sendero estás caminando. Saber que, probablemente, no vas a tener una gran respuesta del público mayoritario, que tus obras no serán masivas ni fáciles de financiar, pero que llegarás a otro tipo de público, uno más pequeño, sí, pero más receptivo y comprometido.
Hoy, más que nunca, necesitamos gente joven que se atreva a contar historias con alma, con compromiso, con pensamiento. Porque el cine —como otras artes— es un medio joven, vivo, que se reinventa constantemente. Yo siempre he creído que uno crea, en gran medida, para su generación: para la gente que ha vivido lo mismo, que ha sido formada en los mismos códigos, que comparte una sensibilidad común.
Por eso, el futuro de la cultura crítica y profunda está en manos de quienes vienen detrás. Ojalá tengan el coraje de no dejarse arrastrar por el consumo rápido ni por la cultura basura. Pero eso ya es algo que deberán ir descubriendo ellos mismos.

¿Qué te gustaría que quienes vean tus películas se llevaran consigo?
Me gustaría que quien vea mis películas se lleve consigo algo más que un rato agradable. Que encuentren en ellas algún mensaje, una sugerencia, una chispa que les invite a reflexionar, a pensar, a quedarse con algo que les acompañe después. Por supuesto que está bien que pasen un buen rato, que se entretengan, pero si además algo les queda dentro, entonces la película habrá cumplido su propósito.
Yo creo que una película es verdaderamente buena cuando, con el paso del tiempo, eres capaz de recordar un solo fotograma, una sola escena. Si, años después, todavía te viene a la mente una secuencia, un gesto de un actor, una frase que te marcó, entonces esa obra ya ha dejado huella. Y eso, como director o creador, es lo máximo que uno puede esperar.
No me preocupa si en el futuro se estudia mi obra o si paso a la posteridad. Sería muy pretencioso pensarlo. Lo único que desearía es que, algún día, alguien —quizás sin saber quién soy— recuerde una escena de una de mis películas, y que ese recuerdo le acompañe, o incluso le haga esperar a alguien, como si la vida misma se le hubiera cruzado con el cine.

    Final:

    Conversar con Emilio Barrachina es recordar que el cine, cuando nace del compromiso y la sensibilidad, tiene la capacidad de sacudir conciencias y sembrar preguntas. Su trayectoria es testimonio de una búsqueda constante por contar aquello que no siempre se quiere oír, pero que merece ser escuchado.

    En tiempos en los que lo superficial gana terreno, su mirada profunda y honesta nos invita a detenernos, a mirar hacia dentro y hacia atrás, con el valor que implica narrar desde la verdad. Y eso, sin duda, es algo que se agradece.

    Queridos lectores: espero que disfruten de esta sección, “Pluma Milenaria”. Con mucho afecto, Evelin Menéndez.

    ¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

    ¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

    Promedio de puntuación 4 / 5. Recuento de votos: 4

    Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

    Más del autor /a

    DEJA UNA RESPUESTA

    ¡Por favor, introduce tu comentario!
    Introduce aquí tu nombre


    Últimos artículos