Asturias es la comunidad autónoma con la población más envejecida de España. Un 21,84% del total de población asturiana supera los 65 años.
Estas nuevas generaciones de mayores se encuentran en una gran parte activos, con disponibilidad de tiempo, memoria, experiencias vitales y valores que necesitan ser compartidos. Otros son dependientes y necesitan asistencia y cuidados. Adaptarse a todas estas circunstancias y ofrecer un nivel óptimo de calidad de vida es un tema de responsabilidad social.
Europa también envejece. Casi un tercio de los 517 millones de europeos que habrá en 2060 tendrá al menos 65 años(*). Lo mismo ocurre en nuestro país y de forma más marcada en Asturias, donde ha descendido la natalidad de forma espectacular en los últimos años, al tiempo que el envejecimiento poblacional no ha parado de aumentar. El índice de dependencia -relación entre la población de más de 65 años y la comprendida entre los 15 y 64 años- era el pasado año de un 49,62%(**). Todo ello incide en nuestro modelo económico actual, que sin duda debe ser revisado.
Año Europeo del Envejecimiento Activo
Con el fin de sensibilizar sobre este hecho -común a todos los países de la Unión-, el Parlamento Europeo ha declarado a este 2012 como el Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional. Porque envejecer no sólo está unido al tiempo, sino a la persona -mantenerse bien física y mentalmente-, a la sociedad -participación, apoyo, bienestar- y al entorno -pensión, vivienda, políticas sociales, independencia-. Estas necesidades son percibidas por la mayor parte de nuestros mayores, ya que ocho de cada diez, en distintos países de la Unión Europea, coinciden en señalar estos aspectos como esenciales para envejecer bien.
El Año Europeo del Envejecimiento Activo pretende ser una llamada de atención a la sociedad y a la clase política, para que marquen objetivos en este sentido y líneas de actuación que permitan ayudar a envejecer de forma saludable y positiva.
En pleno siglo XXI llegamos a la jubilación con mejor salud, más dinero, más cultura, más años por delante y muchas ganas de vivirlos. Sin duda, este será el siglo de los mayores.
Mayores en Asturias
Celso es un jubilado asturiano de 80 años que vive en la Cuenca minera. Cada día se levanta temprano, se asea, desayuna y coge los aperos de labranza para ir a la huerta. Siempre hay cosas que hacer en el campo, además del tradicional paseo y la charla con los amigos: «El día da para mucho». Vive con su mujer, que se encarga de la casa y de hacer la comida. «A Dios gracias, y no sin achaques, vamos tirando», comentan. La mayor parte de nuestros mayores prefiere vivir en su casa mientras sea posible, incluso algunos van más allá y, en la medida de sus posibilidades, echan una mano cuidando a sus nietos. Tienen tiempo libre y necesitan seguir siendo útiles porque la edad y la jubilación no son sinónimos de pasividad, aunque no todos envejecen de la misma manera.
Diversos estudios ponen de manifiesto la clara correlación existente entre la edad y las situaciones de discapacidad. Los años no perdonan y comienzan los achaques: reuma, diabetes, colesterol, próstata… A ello hay que añadir los casos de dependencia por razones de enfermedad -Alzheimer, Parkinson, demencia senil, etc.- que en los últimos años se han ido incrementando. Y si hasta ahora han sido las familias y en especial las mujeres, las que tradicionalmente han asumido la responsabilidad del cuidado de los mayores, en ocasiones son necesarios tratamientos y cuidados específicos, y se precisa una ayuda adicional.
Un 21,84% del total de población asturiana supera los 65 años.
Adaptarse a estas circunstancias es un tema de responsabilidad social ya que en 2014, cuando apenas falte un año para completar el desarrollo de la Ley de Dependencia, habrá en Asturias entre 25.000 y 30.000 dependientes que necesiten atención diaria, según datos de la Consejería de Bienestar Social. ¿Qué recursos existen en Asturias? ¿Qué es lo más adecuado para cada caso? ¿Estamos preparados para afrontar un envejecimiento con calidad? Asturias es una de las comunidades con mayor número de plazas geriátricas públicas y concertadas, unas 5.030 según datos del ERA (Establecimientos Residenciales para Ancianos), pero no son suficientes y existe lista de espera, que en estos momentos es de 1.224 personas. En paralelo, las más de 180 residencias privadas que hay en el Principado aglutinan la mayoría de la oferta existente: 7.585 plazas a finales del pasado año, según el Imserso. Para evitar las listas de espera, desde las asociaciones de centros geriátricos solicitan a la administración unir esfuerzos para que la oferta pública y privada se gestione de forma conjunta. El tema se encuentra sobre la mesa.
Las residencias son una alternativa, pero hay más. A medida que el cuidado de los mayores se va profesionalizando, surgen diferentes ofertas que buscan cubrir las distintas necesidades de forma personalizada.
De día en el Centro, de noche en casa
Los Centros de Día son la opción más natural al ingreso en una residencia geriátrica, ya que pueden ayudar a ralentizar los efectos del paso de la edad y el desarrollo de enfermedades degenerativas. Se han convertido en importantes centros de apoyo a la familia donde los mayores reciben terapia ocupacional, hacen ejercicio, y disfrutan de la atención necesaria para tener cubiertas sus necesidades básicas, terapéuticas y sociales. Estimulación cognitiva, terapias individualizadas, animación sociocultural, rehabilitación, gerontogimnasia, ergoterapia o excursiones son algunos de los servicios que ofrecen, además de podología, peluquería o atención médica.
Todas estas propuestas van dirigidas a promover al máximo la autonomía de los mayores en un entorno lo más parecido al habitual. Los mayores no duermen en el Centro de Día, sino que pasan allí un número determinado de horas y regresan a casa. En determinados casos, este servicio diurno también lo ofrecen algunas residencias.
Los Centros de Día son importantes apoyos a la familia, donde los mayores reciben terapia ocupacional, hacen ejercicio y reciben la atención necesaria.
Este tipo de centros puede ser de titularidad pública, concertada o privada. Según datos de la Consejería de Bienestar social, la dotación total de plazas en Centros de Día del Principado es de 1.628, de las cuales 1.227 se encuentran distribuidas en centros públicos y 401 en privados.
Pueden solicitar plaza en estos centros no sólo las personas que se valen por sí mismas, sino también los asistidos o personas con problemas psíquicos. Normalmente permanecen abiertos de lunes a viernes, aunque los hay que ofrecen cobertura también los fines de semana. El horario suele ser flexible de 8 a 22 horas, y el precio varía mucho en función del nivel de dependencia de los mayores, por lo que es difícil establecer una tarifa estándar.
Ayuda a Domicilio, la más demandada
La Ayuda a Domicilio continúa siendo la mejor opción para los mayores que desean y pueden seguir viviendo en sus hogares. Este servicio cubre tareas variopintas que van desde la limpieza del hogar, la higiene personal, la compañía dentro y fuera del domicilio, hasta el acompañamiento en actividades lúdicas y recreativas. Va dirigida a aquellas personas que permaneciendo en su hogar, presentan algún grado de dependencia o discapacidad. Se trata del servicio más demandado y tiene como objetivo alargar en lo posible la autonomía de la persona mayor para que pueda seguir estando en su casa el mayor tiempo posible; fomentar el desarrollo de hábitos saludables en lo concerniente a alimentación, higiene, ejercicio; adecuar la vivienda a sus necesidades, incorporando lo necesario para adaptarla a su situación; aumentar su seguridad personal al sentirse acompañado y potenciar en la medida de lo posible sus relaciones sociales y familiares. Las empresas que ofrecen este tipo de servicios pueden trabajar para la Administración pública, para residencias privadas o también para pacientes particulares.
Sólo pulsar un botón: Teleasistencia
Este servicio, basado en las nuevas tecnologías, se ha convertido en indispensable para muchas personas mayores, ya que les permite mantener su independencia, seguir viviendo en su casa, pero a la vez tener la tranquilidad de que serán atendidas rápidamente ante cualquier situación de riesgo. La teleasistencia funciona las 24 horas del día mediante distintos dispositivos electrónicos conectados a la red telefónica, y es un servicio complementario, que no excluye otros.
La Teleasistencia permite ayudar al mayor las 24 horas del día mediante distintos dispositivos electrónicos.
La Cruz Roja fue pionera en implantar este sistema en 1989. Con sólo apretar un botón -de un medallón o pulsera- se activa una alarma que envía una señal a la central y en menos de veinte minutos permite una intervención rápida en el domicilio, fundamental en casos de accidentes o caídas, pero también en estados de angustia, soledad… Este sistema también permite recordar citas como toma de medicamentos, felicitaciones, eventos importantes, etc. Los servicios de teleasistencia van destinados a las personas que precisan atención continuada, que se presta de forma directa -desarrollada por personal cualificado- o indirecta -a través de central telefónica que recoge la demanda del cliente y rápidamente pone en marcha los recursos necesarios-. La única condición para su puesta en marcha es tener línea de teléfono en el domicilio.
¿Quién presta estas ayudas? Después de que el Estado transfiriese las competencias en asuntos sociales, son las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos los que tienen encomendada esta gestión. A veces lo llevan a cabo instituciones sin ánimo de lucro, como Cruz Roja, y en otras ocasiones son empresas privadas con personal cualificado. Cada Comunidad Autónoma establece una tarifa distinta para este servicio.
Residencias, el segundo hogar
Las residencias pueden ser una alternativa, con carácter permanente o temporal, para períodos de convalecencia, vacaciones, fines de semana o enfermedades. Son una alternativa al hogar familiar cuando confluyen circunstancias -familiares, económicas o de salud- que desaconsejan la permanencia en el domicilio. Se convierten por tanto en el segundo hogar para los mayores: un lugar donde se les presta ayuda completa e integrada, por ello es importante buscar la residencia más idónea en función del estado de salud, nivel económico y zona en la que se desea vivir.
Muchos mayores tienen tomada la decisión desde hace tiempo, pero para otros supone un duro paso, ya que lo asocian con la resignación o pérdida de autonomía. Por eso, el objetivo primordial de las residencias es velar por que estas personas puedan llevar una vida lo más parecida a la que tenían antes de ingresar en el centro: recibir visitas, tener cerca sus propias pertenencias y recuerdos, mantener su intimidad, etc. Todo ello sumado a un conjunto de cuidados y atenciones que recibe el residente en función de sus necesidades.
El objetivo primordial de las residencias es velar por que estas personas puedan llevar una vida lo más parecida a la que tenían antes de ingresar en el centro.
Los servicios que ofertan generalmente las residencias son sanitarios: atención médica, enfermería, fisioterapia, terapia ocupacional; pasando por la atención psicosocial: talleres de memoria, actividades culturales, físicas, domésticas, comunicativas; y también determinados servicios complementarios como alimentación, cuidados personales, lavandería, etc. Algunas cuentan con biblioteca, peluquería, servicio de podología e incluso transporte propio adaptado a sus residentes. Y todo ello en un marco diseñado con criterios ergonómicos, pensado especialmente para los ancianos, unido a un trato personal y afectuoso, clave para que puedan sentirse «como en casa».
La importancia de comer bien
A gran parte de la población mayor de 65 años se le ha diagnosticado alguna enfermedad relacionada con la alimentación, según datos facilitados por el Imserso. En concreto, un 52% de mayores padece hipertensión, un 18% tiene diabetes, un 30% sufre problemas derivados del colesterol, un 12% tiene estreñimiento crónico y un 15% osteoporosis. De ahí que una nutrición equilibrada sea clave no sólo para evitar estos problemas sino también para mejorar la calidad de vida de nuestros mayores.
Tomar parte en la elección del menú no siempre es posible, pero sí hacerles partícipes del proceso de alimentación, procurando que estén motivados y conserven el apetito. La mayor parte de las residencias y Centros de Día, tienen individualizadas las dietas para poder adaptarlas a las peculiaridades de cada persona y que no todo sea «bajo en sal» o «sin grasa», sino una dieta donde deben tenerse en cuenta factores tan distintos como la medicación que se esté tomando, enfermedad que se padece, depresión, etc.
El aporte energético recomendable para una persona mayor es de unas dos mil kilocalorías al día repartidas en cuatro o más comidas. Expertos en nutrición recomiendan a estas edades que debe aumentarse el consumo de fibra -galletas, pastas, arroz integral, cereales, semillas, fruta, verdura, hortalizas y legumbres-; también el consumo de lácteos y alimentos ricos en calcio, preferiblemente descremados o bajos en calorías. Reducir el consumo de sal y azúcar, así como el aceite y la mantequilla. Y sobre todo, beber mucha agua al día, entre un litro y medio y tres, en pequeñas dosis.
En términos generales, se trata de adultos con un tipo de vida sedentario y por tanto, necesitan menos calorías al día.
La dieta equilibrada debe ir acompañada de la práctica de ejercicio físico moderado. Ambas cosas ayudarán a controlar el peso y evitar la pérdida de masa ósea. Pero sobre todo, el ejercicio y el movimiento ayudarán a que el mayor disfrute de una buena salud física y emocional.
Si se ha sido una persona activa durante toda la vida, los años no son excusa para dejar de moverse, al contrario, pueden convertirse en una motivación añadida para seguir sintiéndose fuerte.
Las opciones son muchas y variadas. Si lo que se desea es ampliar conocimientos la Universidad de Mayores o la educación de adultos puede ayudar a mantener activo el intelecto, estudiar cosas nuevas o actualizar conocimientos, además de relacionarse con otras personas. Puede ser buen momento también para introducirse en el mundo de la informática, y existen cursos en diferentes niveles adaptados para personas mayores. Si las preferencias van dirigidas a la lectura, las bibliotecas son otra opción. Muchas de ellas disponen de salas específicas para la tercera edad donde también se puede participar en otras actividades culturales. Visitar museos puede salir bastante económico porque hay precios especiales para los mayores de 65 años. Y si lo que apetece es viajar, el Imserso dentro de su programa de envejecimiento activo organiza y subvenciona viajes y programas vacacionales -normalmente en temporada baja- al alcance de todos los bolsillos. Hay más ofertas en agencias de viaje especializadas que organizan a muy buenos precios viajes gastronómicos, enoturismo, rutas de fin de semana o excursiones especialmente diseñadas para mayores. Se trata de elegir una actividad, aprovecharla y disfrutar al máximo.
«La juventud no es un tiempo de la vida, sino un estado del espíritu.»
Mateo Alemán.
Partimos de que «la vejez» no existe; existen personas viejas o envejecidas. Además de personas mayores, de edad.
Algunos de nosotros envejecemos, de hecho, porque no maduramos. Envejecemos cuando nos cerramos a las nuevas ideas y nos volvemos radicales. Envejecemos cuando lo nuevo nos asusta. Envejecemos también cuando pensamos demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás. Envejecemos si dejamos de luchar.
Todos estamos matriculados en la escuela de la vida, donde el Maestro es el Tiempo. La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás. Pero sólo puede ser vivida mirando hacia adelante. Y cada uno de nosotros es responsable de lo que hace con su vida.
Los seres humanos son como los vinos: la edad estropea los malos, pero mejora los buenos.
Envejecer no es preocupante: ser visto como un viejo sí que lo es. Envejecer con sabiduría no es envejecer. En los ojos del joven arde la llama, en los del viejo brilla la luz.
Siendo así, no existe edad, somos nosotros los que la creamos. Si no crees en la edad, no envejecerás hasta el día de tu muerte. Personalmente, ¡yo no tengo edad: tengo vida!
No dejes que la tristeza del pasado y el miedo del futuro te estropeen la alegría del presente. La vida no es corta; son las personas las que permanecen muertas demasiado tiempo. Haz del pasaje del tiempo una conquista y no una pérdida.
(*) José Carlos García Fajardo. Profesor emérito y fundador de la ONG «Solidarios para el Desarrollo». CCS.
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RESIDENCIA TERCERA EDAD XANA DEL MAR