Frente a los turrones y mazapanes que se compran ya elaborados, se encuentra la tradición de los postres de antaño. Esos que preparaban las abuelas siguiendo recetas heredadas de otros familiares, y que sólo se probaban en determinadas épocas del año.
Quizás muchos de ellos ahora resultan tan comunes que no se asocian a la Navidad, como sucede con las casadielles, las compotas de manzana y pera, o los miñuelos -también conocidos como borrachinos-, pero antaño eran un esperado manjar. Los dulces y las recetas varían de una zona a otra, pero todos tienen el punto en común de emplear productos de la época, como frutos secos, manzanas o miel recién recolectada, que se reservaban para los días de fiesta.
En las zonas de Grado y Candamo se hacía escaldao en Nochebuena y Navidad, un pan dulce que una vez cocido se dejaba enfriar, se cortaba en rodajas y se servían unas sobre otras con requemado por encima. La guisandera tinetense Pacita García, recuerda en un libro de la asociación que en esas fechas felices preparaban de postre en su casa puré de castañas con queso Afuega’l pitu.
Ahora que los productos elaborados comienzan a saturar el paladar, son muchas las voces que reclaman un regreso a lo tradicional, unas Navidades en familia preparando postres el día anterior. Dos cosas hay que tener en cuenta: la materia prima ha de ser de la zona, y si es posible comprada directamente al productor, como puede hacerse en un mercado. La segunda es tomarse el tiempo que haga falta para preparar la receta, todo a fuego lento y disfrutando de la tarea. Sólo así la receta recordará verdaderamente a la de la abuela.