Con ella mi soledad se sintió acompañada
llegando incluso a pensar que la necesitaba.
A veces el dolor confunde,
juega sucio,
se infiltra como la humedad,
omnipresente y silenciosa.
Ahora el vacío se expande
y se llena de recuerdo:
un lugar, un olor,
una carrera, una disputa, un enfado
una caricia, un ‘hasta mañana’.
Efímeros momentos que pasan como todos los demás
abriendo ventanas a otros nuevos.
Como el mar que borra las huellas
no hay lugar para la nostalgia,
no hay vuelta atrás,
solo incesante movimiento.
La rueda sigue
y no hay piedra que detenga la marcha.
La belleza está en el camino
pero también en cómo lo recorremos
hoy aparentemente descalzos,
y ¿quién sabe?
tal vez, mañana, lo sobrevolemos.