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sábado 27, abril 2024

Homenaje a Fernando Montes, una buena persona

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En casa nos educan para la vida futura y en las escuelas nos culturizan para el resto y todos, todos, tenemos en la memoria a uno o varios “maestros”. Me gusta más esta palabra que la de “profesores” o “catedráticos” porque, sin desmerecerlos, se acerca más a la realidad cotidiana de los que nos gastábamos la vida fuera de casa, hace ya más de cincuenta años, fuera del círculo familiar y amigable del barrio.

Entorno a los años sesenta y setenta del pasado siglo, en Sama, hubo una persona que aglutinaba la chavalería a la que nos gustaba el deporte, uno de esos personajes sin los que aquella vida sería otra cosa –casi seguro que peor– muy diferente.

Fernando Montes, profesor de “ginasia” del Instituto de Sama, era de los que estaban al pie del cañón desde las tres de la tarde hasta bien entrada la noche, de los que apacentaban a los angelitos que teníamos desde los once años hasta los diecisiete, en un pequeño gimnasio abarrotado de chicos en su mayoría porque las mujeres tenían por asignatura de sustitución “sus Labores”.

Fernando Montes, profesor de “ginasia” del Instituto de Sama, era de los que estaban al pie del cañón desde las tres de la tarde hasta bien entrada la noche, de los que apacentaban a los angelitos que teníamos desde los once años hasta los diecisiete, en un pequeño gimnasio abarrotado de chicos en su mayoría.

Fernando Montes hace 50 años, dando ejemplo
Montes hace 50 años, dando ejemplo

Tenía bien merecida fama de buen entrenador de balonmano, buenísimo añado, yo que no tenía ni p. idea de cómo agarrar un balón, que me excedía la pequeña mano y no se podía coger con las dos. Yo corría, siempre fui de pueblo, y Montes sabía que “de Ancos” (así me llama hasta el día de hoy) corría bastante pero de jugar, lo que se dice jugar a balonmano más bien casi nada, pero en su empeño de añadir activos al mejor equipo del Valle y casi de Asturias –Revillagigedo, Ensidesa y pocos más les plantaban cara– y medio Norte, se empeñó en meterme a jugar durante una tarde entera en la pista Dorado, la que está en la parte superior del Parque, y yo caminando penosamente por los laterales hasta que compasivamente me dice: ¡ponte de portero!
Gran error. Los amiguetes del equipo contrario se me vienen todos, todos, encima y “JoseTorre” el de Les Tejeres (amigo de los billares), que anda metido en la Sociedad Filatélica, con una mano del tamaño de una pala del cuatro y medio, coge la pelota, lanza, me tapo la cara con ambas manos y manos, pelota y cara se llevan al Alejandro por delante. Casi seis años más tarde volvía a coger la pelota de balonmano, durante la mili, para jugar unos diez partidos regularcillos con gente que sabía menos que yo; y hasta hoy. Pero Fernando sigue sabiendo de balonmano “todas y una que no se sabe nadie”.

El día 24 de septiembre, como cuando se inauguraba el curso en el siglo pasado, veinticinco amigos entre sí y todos de él, le dimos un homenaje más que merecido. Nos reunimos, como hacemos por el Valle, alrededor de una comida de “hermandad”. Íbamos llegando poco a poco, pero a la hora, el paso de los años nos iba haciendo fijarnos, como los búhos, unos en otros para reconocernos. Todos nos conocíamos y todos teníamos mil anécdotas que contarnos en torno a Montes.

El día 24 de septiembre veinticinco amigos entre sí y todos de él, le dimos un homenaje más que merecido.

Parte del equipo de velocistas en el día del  homenaje a Fernando Montes
Parte del equipo de velocistas el día del homenaje junto a Fernando Montes.

Él y otros dos entrenadores siempre me decían: “No digas a nadie que tiene que hacer tal o cual cosa si tú no lo has hecho antes”. Fue un consejo “empático”, casi paternal (mi santo me decía desde niño: nunca le hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti). Y así era. Desde las clases vespertinas de COU, desde el aula más al Este del IES, veíamos a Montes correr por aquella escombrera, al frente de los alumnos de tal o cual curso, pero siempre al frente. O subir por el Ponticu a Les Pieces, o jugar a balonmano en la “pista” o suplir a otro en “vóley” dentro del pequeño gimnasio. Luego, ya fuera en mayo o noviembre, a la ducha, casi siempre de agua fría, con el suelo encharcado y hasta maloliente.

Le recuerdo en los campeonatos de Asturias escolares. Cogíamos el “Coello” en la calle Dorado, frente a la OJE, e íbamos medio muertos de frío unos cuantos alumnos de Laviana, Blimea, Sotrondio y El Entrego. No cantábamos por ateridos y somnolientos y a veces llovía dentro, el suelo con agujeros; la velocidad, de una hora para los veinte kilómetros que separan Sama de Oviedo, al Cristo, por Entrepeñas. Alguno hasta fumaba, sí, el deporte y el tabaco estaban bastante ligados y hasta hace cuatro días los anuncios de Winston financiaron alguna carrera popular.

Desde las clases vespertinas de COU, desde el aula más al Este del IES, veíamos a Montes correr por aquella escombrera, al frente de los alumnos de tal o cual curso, pero siempre al frente.

Una vez en aquella pista de ceniza, Montes se multiplicaba, tan pronto estaba en una esquina con los lanzadores: Cancio o Pepín, con los velocistas Manuel o Cadenas o con los otros velocistas del 300: Polón, Javi Ordás, o con los fondistas donde éramos los mejores con diferencia: Moto, Toni, Mariano, Mortera, etc. Y a la vuelta, poniendo orden en aquel mismo bus, agujereado, frío y hasta renqueante.

En la OJE de la calle Dorado, era otro mundo. Él era quien ponía orden y concierto en actividades múltiples: fotografía, escalada y marchas de montaña, torneos diversos como el entrañable de Ajedrez de Navidad y hasta un equipo de Ajedrez a quienes nos compró libros en Escolar, teatro, bandas/conjuntos de música. Un centro de actividades múltiples que ponían un poco de color en una época gris y plana.

Alejandro de Ancos con Fernando Montes (sentado)

En el pasado homenaje se leyó un pequeño escrito de un compañero de Montes, Antonio Sampedro:

Fernando:
Un grupo de amigos se reúnen hoy y aquí para hacerte un merecido homenaje que pone en evidencia lo mayores que somos algunos, pero también del cúmulo de recuerdos, experiencias y enseñanzas que, con el transcurso de aquellos años, hemos podido hacer acopio de nuestro desarrollo como personas y que, en tu forma de ser y estar, considero que has aceptado”.

“Por ello, por la gratitud que te tengo y por el entrañable cariño que nos guardamos, recibe de corazón estas palabras de recuerdo y afecto. Tú, Fernando, en este homenaje representas innegablemente la esencia y el cimiento, también el espíritu que te hace ser lo que eres, ayer, hoy, y siempre”.
“Faltan nombres que, por razones personales, de trabajo, o familiares, no han podido acudir a esta cita, pero habrá más ocasiones si Dios quiere. Los nombres de quiénes están hoy, son representativos de aquella época inolvidable del Instituto «Jerónimo González» y de la Organización Juvenil Española de Sama”.
“Cumpliste siempre con la PROMESA: haciendo, con tu vida, con alegría y humildad, un acto permanente de servicio, para el deporte y la juventud, inalcanzable para aquellos tiempos”.
“Un recuerdo cariñoso para Maricarmen, que fue tan necesaria y que sin su empuje y tesón diario no tendría lugar este homenaje. Para tu hija Inma, un beso”.
“Cómo dice el poeta ovetense José García Nieto: Gracias Señor/por habernos al menos dejado sin heridas en el alma/por habernos dado las salidas sin odio/ por no tener lista de enemigos, ni lugar donde llorar por el desamparo/ siempre supimos lo que era el Amor/ de lo demás, no sé”.

GRACIAS, MUCHAS GRACIAS
“VALE QUIÉN SIRVE”

Sama de Langreo 24 de septiembre de 2023.

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