Nos habla Pausanias (Descripción de Grecia, Alianza Editorial, Madrid 2000) del nacimiento de las Olimpiadas y de los primeros vencedores en las carreras: Castor, hijo de Tindáreo y hermano de Helena (sí, la esposa de Menelao y de la Guerra de Troya), que se alzó con el triunfo en la carrera del estadio, 600 pies o lo que es lo mismo: 192,27 metros, pero en una época no histórica, mitológica, en la edad de bronce, ya que el primer vencedor acreditado fue un cocinero de Elis llamado Korebo (en alguna fuente: Corebo).
Alejándonos del espacio temporal de la mitología propiamente dicha, pero estrictamente ligado a ella como es el ámbito religioso, el aspecto puramente atlético tuvo su origen en el encendido de la pira sagrada donde se inmolaban los sacrificios a Zeus Olímpico, en el lugar donde se le rendía culto, y para ello se cuenta que un sacerdote con una antorcha encendida se colocó al lado de esta pira y desde la distancia de los seiscientos pasos salieron corriendo varios atletas concediéndosele el honor del encendido solamente al primero que llegó: Corebo de Elis. Que venciera esta persona, cocinero de profesión y de la Élide, da muestra de la escasa participación de otras regiones y, así mismo, poca profesionalización.
el primer vencedor acreditado en la carrera del estadio -192,27 metros- fue un cocinero de Elis llamado Korebo (en alguna fuente: Corebo).
Esta competición era la única de atletismo hasta que en la Olimpiada 14ª se estableció el “diaulos” o doble estadio en el año 724 a.C. ganada por Hipeno de Pisa (localidad cercana a Olimpia, no la Pisa de Italia que fue una colonia de ésta) y a la olimpiada siguiente se introduce la carrera de resistencia en la que se alza con el triunfo el lacedemonio Acanto; aunque la distancia en sí no está muy definida, pues mientras que para unos autores era de 7 estadios para otros llegaba hasta 24.
Otra prueba íntimamente ligada a nuestro deporte, aunque no era netamente atlética, introducida en el año 708 a.C fue el “Pentatlón”, consistente en Carrera de un estadio, Salto de Longitud, Lanzamientos de Disco y Jabalina y la Lucha, siendo el primer campeón nuevamente un lacedemonio llamado Lampis (no confundamos aún con “espartano”).
Continuando con la descripción de los “agones” atléticos, el salto de longitud es el único que pervive en la actualidad y no está muy claro cómo lo realizaban, pues aparte de realizarlo con las “halteras” de piedra o metal y de unos mil quinientos gramos, no se sabe si lo hacían con carrera previa o solo unos pasos para impulsarse. También lo hacían desde un talud o por encima de una cuerda e incluso con equipamiento militar de donde se cree les vino la costumbre de las “salteras”; a medida que se iban despojando –en el tiempo– del armamento, se les hizo obligatorio las “salteras” que fueron usadas para equilibrarse o llegar más lejos. Se corría o partía de un pasillo y se caía en un foso de unos dos metros cuadrados, de pie, midiéndose el salto con una vara.
El lanzamiento de jabalina tuvo una época que por finalidad estaba la puntería, pero prontamente dejó de ser esencial pasando a medirse las distancias. El artefacto era el mismo que el utilizado en las batallas, con punta metálica, y tenía más o menos la misma la altura del lanzador y una cuerda en la mitad para que girase y llegara más lejos (balística). También se utilizaron jabalinas cortas de 1,2 a 1,4 metros.
Elvira Barba, Miguel Ángel: In Corpore Sano, Ed. Estudios Clásicos, nos detalla pormenorizadamente cada prueba atlética y cada especialidad.
Para el Lanzamiento de disco se utilizaba una pieza de bronce o hierro (también los había de madera, plomo o piedra) cuyo diámetro era diferente en cada ciudad donde se celebraban Juegos y también dependiendo de la edad de los lanzadores, habiéndose encontrado artilugios de hasta seis kilos y medio y 33 cm de diámetro. Se cree que al principio de los tiempos olímpicos se usaban lingotes en bruto y que evolucionaron a la forma lenticular cuando se empezaban a usar hoyos en la arena para fundir los susodichos lingotes. El lanzamiento se realizaba untando el disco y la mano en ceniza, para evitar que el sudor los hiciera resbalar, desde una ligera prominencia del terreno y tanto en longitud como en precisión. (Salvador, José Luis. El Deporte en Occidente. Cátedra).
El salto de longitud es el único que pervive en la actualidad y no está muy claro cómo lo realizaban, pues aparte de realizarlo con las “halteras” de piedra o metal y de unos mil quinientos gramos, no se sabe si lo hacían con carrera previa o solo unos pasos para impulsarse.
Por último, en la 65ª Olimpiada (año 520 a.C) se introduce una curiosa prueba: Hoplitodromos, o carrera con armamento, que merece mención aparte.
En las diferentes competiciones solamente había un vencedor. El segundo puesto ya no era nada y menos teniendo en consideración que el vencedor era recibido en su ciudad de origen como un héroe y que se le dispensaban honores como si de un semidios se tratara. Recibía una corona de laurel o de olivo, acanto o lo que otorgase la ciudad donde los Juegos se celebraban, pero luego daba nombre a la olimpiada y su ciudad le proporcionaba la manutención de por vida. Casi nada.
Hubo otros juegos “olímpicos” importantes en otras tantas ciudades helenas: Los de Nemea, los Pitios en Delfos y los Ístmicos en Corinto. Y más tarde en Atenas las Panateneas, que acabaron siendo las más concurridas y de mayor prestigio. Se celebraban éstas todos los años en el mes de hecatombeón (segunda mitad de nuestro julio actual) y cada cuatro años tiraban la casa por la ventana celebrando las Grandes Panateneas dedicadas a la diosa que dio el nombre a la ciudad inmortal, llegando a la actualidad con el nombre y el motor del fútbol mediante el equipo del extrarradio: Panatinaikos.