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jueves 4, septiembre 2025

David Lanza: «No somos héroes, somos personas realizando un servicio»

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Es operador de grúa y rescatista en el Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo con base en El Musel. Formador en el Centro de Seguridad Marítima Integral Jovellanos, la vida de David Lanza siempre ha estado vinculada al mar.

Estudió Magisterio de Educación Física en Oviedo e INEF en A Coruña, pero su vida giró cuando un compañero se enteró de lo que era el Helimer y trabajar de rescatador.

Huye de los grandes calificativos que los colocan en el nivel de héroes y resume todo a que hacen su trabajo de manera fiable y solvente. Sin más. Ese perfil bajo que hace que lo que te está contando parezca fácil, se diluye cuando suena el teléfono anunciando una emergencia. El helicóptero está en el aire y el equipo pone la maquinaria a funcionar. Ahí cobran valor las horas que de niño jugó en el muelle del pueblo, las olas cogidas haciendo surf, las jornadas de pesca submarina, los cursos de formación y las experiencias que templaron nervios y ansiedades. Ese es el momento en el que todo cobra sentido.

-¿Tenías alguna relación con este tipo de trabajo?
-Toda la relación que podía tener anteriormente con las emergencias era haber trabajado de socorrista. Para entrar nos pedían una serie de cursos específicos que, en aquella época, eran otros diferentes a los que exigen hoy. En diciembre de 2007 nos convocaron en Jerez para hacer las pruebas de acceso, los exámenes y las entrevistas, y enero de 2008 ya estaba trabajando. La formación teórica la había hecho en Jerez, las prácticas me mandaron a Tenerife a hacerlas y tuve la suerte de trabajar con un instructor maravilloso (ya no tanto por lo que te transmite de conocimientos, sino por lo que te enseña en cuanto a la vocación y disfrute de este trabajo) que se llama Suso. En cuanto pude, pedí el traslado a la base de Gijón y, más o menos, a finales de verano de 2008 ya estaba aquí.

-¿Qué fue lo que te enganchó de todo este mundo?
-Soy de Ortiguera, un pueblo pequeño y muy marinero. La vida que se hace allí es en el muelle y todo ese ambiente lo tienes muy metido. Aunque no te des cuenta, coges mucha experiencia. No tanto desde el punto de vista de las emergencias, pero sí de valerte en el mar, de conocerlo, de establecer relación con la gente del medio. Aprendes cosas, nomenclaturas, a leer las olas, la meteorología y ahí se empieza a fraguar la vocación y la motivación. Tú no eres consciente hasta que realmente pasa el tiempo, lo analizas y te preguntas: ¿cuáles fueron los determinantes que hicieron que yo me pudiera valer en este medio o en este trabajo? Hace poco, ordenando papeles en casa, vi mi primer certificado de formación de seguridad en el mar que hice cuando tenía más o menos diez años. ¿Qué pinta un niño haciendo ese curso? Supongo que para mí en aquella época sería un juego, pero no deja de ser un primer peldaño en toda esta formación.

-Menudo peligro debíais tener…
-Puede parecer que estábamos todo el día a nuestra bola, pero estábamos más tutelados de lo que pensábamos porque la gente hacía vida en el pueblo y en la calle y siempre había un ojo mirándonos.
Sí que es verdad que el grado de libertad, o la percepción que teníamos para poder andar a nuestro libre albedrío siendo muy pequeños, era tremenda. También mis padres me animaron a hacer cursos que yo jamás hubiese valorado hacer. Mi relación con el mar es total. No existe un certificado que acredite las horas que he pasado haciendo pesca submarina, surf o nadando, pero todo eso te da un bagaje de conocimientos tremendo a la hora de enfrentarte a cualquier situación. Todos los recursos de los que tiras en una emergencia, salen de la formación que recibes y de esa vida en contacto constante con el mar.

David Lanza, operador de grúa y rescatista en el Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo con base en El Musel. Formador en el Centro de Seguridad Marítima Integral Jovellanos.
Foto cedida por D. Lanza

-¿Cuál es la mayor lección que te ha dado?
-Para mí, ser consciente de hasta dónde puedes llegar y tener muy claro ese límite, porque es muy fácil cometer errores. En el mar eres un corcho flotando y tienes que coger dimensión de hasta dónde puedes llegar. Esto, tal vez sea lo más complicado. En ocasiones ves noticias o imágenes de gente que se mete en líos y a veces, antes de que ocurra el suceso, ya eres capaz de determinar qué problema hay. Eso te lo da la experiencia y el contacto diario con el medio. Cuando empiezas en este trabajo quieres aportar mucho y, obviamente, tus conocimientos pueden ser muy buenos en varios aspectos concretos, pero todo eso tienes que unirlo al conocimiento del medio en el que desarrollas tu trabajo para poder hacer un compendio de las dos cosas y aunar procedimientos y conocimientos. Esto es complejo y, hasta que lo consigues, pasa tiempo.

-¿El equipo por encima del individuo?
-Si no hay feeling entre todos los compañeros, es muy complicado trabajar. Date cuenta de que el nuestro es un trabajo de confianza. Somos una cadena que empieza en los mecánicos que realizan las labores de mantenimiento del helicóptero; continúa por los pilotos, que son los que manejan los mandos y gestionan el vuelo. Los operadores de grúa son el nexo entre los pilotos y lo que pide o necesita el rescatador. Y luego, el rescatador, que es el que baja y se enfrenta al meollo que hay ahí. Por supuesto que no te llevas con todo el mundo igual, pero una vez que dejas la vida de base en segundo plano y tienes que centrarte en una misión, ahí no hay problemas.

David Lanza (dcha.) y Alberto Glez. Mesa, rescatistas del Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo
David Lanza (dcha.) y Alberto Glez. Mesa / Foto cedida por D. Lanza

-La confianza, ¿hay que ganársela?
-A base de ir haciendo las cosas bien, la gente confía más en ti. ¿Cuál es uno de los problemas a los que nos podemos enfrentar? Que lo que digas no se cuestione. Todos nos equivocamos en este mundo. Que yo diga algo según llego a un sitio y todo el mundo me haga caso sin preguntar o plantearse nada, puede llegar a ser un problema. Tiene que haber más filtros y visiones que determinen si hay otros elementos que yo no estoy teniendo en cuenta. Tiene que haber una reevaluación constante de todo lo que estás haciendo, porque puedes pasar algo por alto que sea importante. Pero no por falta de confianza, sino por todo lo contrario. Por exceso.

-Con esta respuesta… ¿acabas de darle una patada al ego?
-Los egos tienen que estar supercontrolados. Al final, en muchas situaciones, son los que nos matan. ¿Por qué? Porque hay gente que no está todavía preparada para trabajar y esto no lo digo tanto por los trabajadores sino por los que los gestionan. Hablo de las capas más altas, a nivel político o empresarial. Cuando hay intereses que no son las vidas de las personas, para mí, ya se está partiendo de un punto erróneo. Aquí, lo único que importa y prevalece, es la seguridad y la vida de esas personas que están en peligro. Tenemos que ser lo suficientemente maduros como para dejar a un lado los egos e implicaciones personales. Si tú tienes que sacar a tres personas y yo saco a siete, perfecto. Pero si me tengo que quedar mirando para darte soporte, no pasa nada. Estoy de apoyo. Lo único importante es que se corra el menor peligro posible. Esto es un ejercicio de madurez y, a veces, es muy complicado.
En cuanto a la gestión de recursos, sí veo que falta. Pero eso es un mal difícil de gestionar.

-¿El personal de rescate está muchas veces en medio de un fuego cruzado?
-Yo estoy seguro de que el trabajador de emergencias no se plantea esas cosas. Por supuesto que no querrá meterse en problemas no respetando las cadenas de mando, las jurisdicciones o las competencias, pero, lo que le interesa, es la vida de esa persona. Imagínate a nivel de efectividad lo que supone esto en el mar. Ahí tienes el tiempo justo y no te puedes quedar parado pensando si va uno o va el otro. ¡Tonterías! Aquí no hay discusión: el que moviliza al medio es el encargado de hacer una buena gestión. Y hay que presuponerle que no tiene intereses más allá de la propia gestión de la emergencia y solucionarla de la mejor manera posible. Pero eso, según se van subiendo escalones, es más complicado.

-Frialdad, tranquilidad, serenidad… ¿son cosas que forman parte de un buen rescate?
-Todas las herramientas que tengas para gestionar las emergencias valen. Cuando entras, lo haces de rescatador. Luego te dan la formación como grúa y eso supone un cambio de rol y de visión importante. Ese propio cambio de función te proporciona herramientas a la hora de trabajar de rescatador, afrontas el trabajo desde otro punto de vista y se te abren otras formas de ver las cosas. Cuando acudes a un rescate en el mar, ¿cuál es el perfil de la persona que quieres ver? Todos queremos una figura que, nada más verla, te transmita que es capaz de salvarte. Si al rescatador lo ves nervioso o fuera de sí ¿qué confianza transmite? Tú quieres un perfil claro que gestione con solvencia, atento y que, ante cualquier posible condicionante inadvertido, sepa reaccionar rápido.

-¿Ejercen la misma influencia para el equipo?
-Todo lo que sea reaccionar desmedidamente va en contra de la misión. Si yo desde la grúa le estoy hablando al piloto entrecortado o rápido, le estoy transmitiendo nerviosismo y eso es contagioso. La tranquilidad tarda un poco más en instaurarse, pero el nerviosismo es pólvora que arrimas a una llama. Si tú estás en tu sitio controlado tus emociones, vas a hacer que el equipo trabaje mucho mejor. Nosotros estamos entrenados para hacerlo así, pero es algo que trabajamos. Porque, al final, el miedo y el estrés existen. Mucha gente dice: yo al mar no le tengo miedo, le tengo respeto. Pues no te preocupes que ya te pondrá él en tu sitio. Llámalo como quieras, la nomenclatura que uses no importa porque te va a obligar a mantener la compostura, transmitir tranquilidad y serenidad. En un estado de agitación o nerviosismo extremo, no vas a poder gestionar ninguna información que te llegue. Si estás tranquilo, eres capaz de ver y oír todo lo que está pasando. Hay cosas que manejas por instinto porque están muy entrenadas en cuanto a la utilización de conocimientos. Muchas veces no te das cuenta y ya estás tomado decisiones de manera muy rápida.

Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo
Foto: @isantiagofoto

-¿Es posible no tener miedo?
-¿Cómo no lo vas a tener? Estás colgado de un cable desde un helicóptero que se mueve, te posas en un barco inestable, con unas olas que hacen que todo suba y baje constantemente. Lo más fácil, es que salga algo mal. Pero por una parte está el miedo y, por otra, los conocimientos, experiencia, entrenamientos y saber que juegas con un equipo superpreparado. Esto tiene que pesar mucho más. Y, si en algún momento hay una evaluación donde digas: “la posibilidad de que esto salga mal supera a las perspectivas de que salga bien”, toca el ejercicio más doloroso y complicado en esta profesión que es tener que decir no. Tristemente, no estamos preparados para el 100% de las situaciones.

-¿Se puede considerar una herramienta más de trabajo?
-El miedo está en todo. Desde que te subes al helicóptero y puedes pensar que se puede caer. Y eso no es nada etéreo, son todo hechos. Los mecánicos hacen una labor que es revisar la máquina para que esté bien, los pilotos pasan todas las checklists y pruebas que tienen pautadas para que todo funcione y nosotros tenemos que seguir los protocolos que tenemos estudiados. Al final, no es tanto que los miedos no surjan como que tengas todo protocolizado contando que hay unos factores que tú no puedes controlar y que son a los que tienes que tener miedo, respeto o ponle el nombre que quieras. Todos los que formamos parte del equipo, somos producto del entrenamiento, y si no generas experiencias en este sentido vas a meter la pata en algún punto.

-¿Qué cualidades son las imprescindibles en un equipo de rescate?
-Aquí yo distinguiría entre capacidad y actitud. Esos dos son los mayores condicionantes que hay para mí. Pero claro, en la balanza, ¿qué pones antes? Siempre tenemos un debate en cuanto a escoger qué preferimos: un vago que sea listo, o una persona muy motivada pero que no tenga las capacidades. Y, evidentemente, somos muy resultadistas. Lo ideal sería un compendio de las dos cosas, un equilibrio en el que tengas unas determinadas cualidades o capacidades y que las mejores con una buena actitud. Para mí son las dos cosas que deberían tener en cuenta los que realizan la selección de personal. Este trabajo hay que disfrutarlo.

-Como formador, ¿qué les pides a tus alumnos?
-Soy un defensor a ultranza de que, lo más valioso que tenemos, es el cerebro. Es el que gestiona, piensa, regula y el que te va a hacer apretar si en algún momento lo necesitas. Yo quiero gente inteligente trabajando conmigo. Cuando me toca adoptar el rol de formador, tanto en el Centro Jovellanos como en la propia empresa, siempre digo que lo más importante es usar la cabeza. De nada me sirve nadar rapidísimo, subirme por una red en dos segundos, si luego no soy capaz de gestionar rápido la emergencia y me bloqueo con toda la información de lo que está ocurriendo a mi alrededor. Todas las herramientas de las que dispongo, tengo que ser capaz de usarlas muy rápidamente.
Uno de los mayores problemas que tenemos en este trabajo es el tiempo: el helicóptero tiene una autonomía, tú tienes equis minutos para ejecutar la misión y volver. No hay margen para las dudas.

Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo
Foto: @janolf97

-¿El tiempo es vida?
-Si ahora en verano, recibimos un aviso a las ocho de la tarde y tardamos una hora en salir, a las nueve es de noche. Ya es mil veces más complicado todo. Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en este trabajo, es que hacemos operaciones diurnas y nocturnas porque son turnos de 24 horas. Con esto no quiero decir que todas las operaciones de día sean más sencillas que las que realizamos de noche porque dependen de muchos factores como la metrología, el sitio donde se produjo la emergencia, cuántas personas son e incluso que nuestras tripulaciones se adapten mejor a un tipo de misiones que a otras. A lo que más me refiero es a la percepción del riesgo. La oscuridad es una barrera tremenda. Date cuenta de que todas las operaciones son visuales y, en cuanto sales un par de millas, ya no ves nada, sólo la línea de costa. Es como si te metes en una habitación a oscuras y enciendes una linterna. Ese es tu campo de visión. Lo que apuntes con el foco es lo que ves y a esto suma que estás en un medio inestable.

-¿Qué dirías que aportas tú al equipo?
-Es muy difícil decirlo de uno mismo. Deberías preguntárselo al resto del equipo, pero creo que soy una persona que mantiene la calma en situaciones de mucho estrés. Soy capaz de ver las cosas y reaccionar rápido de manera fiable. Aunque también es importante destacar que puede haber una misión en la que, la tranquilidad o la razón, pasen a un segundo plano y sea un rescate físico. Ahí también hay que poder ser solvente y estar preparados. Si no hay piernas para darle brasa y salir de donde sea, no estás preparado para asumir todo.

-¿Cómo se gestionan las cosas cuando algo sale mal?
-Pues esos son la mayor parte de los rescates. Siempre sale algo mal y eso, fíjate lo que te digo, es lo que nos hace mejorar. Y tú puedes pensar “¿Cómo me dice que salen mal los rescates si han conseguido el objetivo?”. Que hagas algo mal, no quiere decir que la vida se ponga en riesgo, los procedimientos no se cumplan o que haya algún peligro para la tripulación o el herido. Los protocolos básicos se cumplen en todo momento y nunca desaparecen de la cabeza. Pero siempre se puede hacer algo mejor. Esta es la óptica desde la que hay que analizar todos los rescates. Si empezamos a decir lo buenos y maravillosos que somos, no vamos a mejorar. Si cuestionamos las cosas, nos hacemos preguntas y valoramos de qué otras formas podríamos haberlo hecho, la cosa cambia. Siempre rascamos y buscamos el error. Incluso cuando, a priori, no lo hay. Los aprendizajes pueden estar un poco ocultos, pero si los buscas, los encuentras.

-¿Qué pensáis cuando se habla de vosotros como “héroes sin capa”?
-Yo soy muy reacio a todas esas cosas porque me parece que, al final, esto es un trabajo que tienes la suerte de que te gusta y te desvives por él. Claro que a todos nos gusta que nos reconozcan, pero no nos podemos olvidar de que, tanto si me dan una medalla como si no, yo hago esto porque estoy trabajando. ¿Me tienen que reconocer por hacer lo que tengo que hacer? “Es que han salvado a una persona”. ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Dejarla allí y no ir a por ella? Me pagan y me forman para ello. Es como lo de “Los ángeles del mar”. Somos personas realizando un servicio que pagamos todos. Lo que se supone es que son los mejores los que tienen que estar ahí, personas fiables que te pueden sacar de cualquier problema y que la gente se sienta segura desde el minuto uno porque hay unos equipos que, en caso de tener un accidente o afrontar cualquier problema, los van a poder poner en tierra. Yo sé que vende más decir que somos los ángeles del mar que decir que somos trabajadores.

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