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viernes 19, abril 2024

Asturias es una isla

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Repasemos la geografía más elemental. Asturias son apenas diez mil kilómetros cuadrados que limitan al norte con el mar Cantábrico, al oeste con Lugo, al este con Cantabria y al sur con León. Resumiendo y para entendernos: cuando hablamos de fronteras, lo que no es costa es montaña. Para salir de la región hay varias vías -tierra, mar y aire- y ninguna es fácil. El mar vamos a dejarlo de momento: aunque se está haciendo un pequeño esfuerzo por incluir Asturias en el turismo de cruceros, de momento éste es anecdótico. En cuanto a mercancías, la Autopista del Mar une Gijón con Nantes y existen determinadas líneas marítimas regulares para contenedores, algo muy útil para determinado perfil de empresas pero con pocas opciones para el pasajero regular.
Vayamos por tierra ahora. La dificultad técnica de la Autovía del Cantábrico, que recorre la línea de costa y nos comunica con Galicia y Cantabria es evidente para cualquier profano: es suficiente con asomar la vista desde lo alto de sus imponentes viaductos. O, dejando la épica a un lado, basta con vivir los atascos veraniegos del eterno tramo Llanes-Unquera, o ver los pilares elevándose al cielo por la zona de Otur, sin sostener todavía nada. Los plazos, dependientes del Ministerio de Fomento, se eternizan, y eso que todavía tenemos que agradecer que las obras no se han paralizado, como en otros lugares del país.
La otra alternativa es ir en dirección a la Meseta, ruta muy transitada teniendo en cuenta el sistema radial de comunicaciones español, que termina pasando por Madrid para casi todo. El problema, claro, es la Cordillera Cantábrica: una imponente masa de montañas que ofrece un espectacular paisaje, engorrosísimo de atravesar. La forma más sencilla es la Autopista del Huerna, de peaje no precisamente barato, tanto que el año pasado experimentó un descenso de más de mil trescientos tránsitos diarios. La crisis aprieta, y a los usuarios nos duele pagar, especialmente cuando apreciamos un dudoso mantenimiento. La alternativa es saturar la carretera nacional, la de toda la vida, que no deja de ser una peligrosa vía de alta montaña que se hizo famosa en toda España gracias a una foto incluida durante años en el Código de Circulación: el pueblo leonés de Busdongo cubierto de nieve, y una frase que los futuros conductores repetían como un mantra: Puerto de Pajares, con cadenas.
Nos queda el tren, claro, que ha de atravesar las mismas montañas fatigosas y tarda un mínimo de dos horas en recorrer los pocos kilómetros que separan Oviedo de León. La gran esperanza es el gigantesco túnel, la Variante de Pajares, que permitirá salvar ese obstáculo por la vía rápida, aunque no se sabe ni cuándo estará terminado ni cómo, si preparado para alta velocidad (lo que, no nos engañemos, disparará los precios del billete) o con raíles de ancho peninsular. Sin eso decidido, las previsiones que hablan de la inauguración en 2014 parecen como poco irreales, más teniendo en cuenta que las obras acumulan ya unos cuatro años de retraso.
Queda por supuesto el aeropuerto, que en las últimas semanas ha acaparado titulares, sobre todo a raíz de la marcha de Ryanair como operadora en la región. Ésta ha sido la gota que colma el vaso, y los empresarios asturianos se han dedicado a reclamar, a quien quiera escuchar, que no hay forma de hacer negocios con el exterior si para eso hay que pagar precios de hasta setecientos euros por ir y volver de Madrid en el mismo día.
Es un problema de solución difícil. Por un lado es comprensible que el Principado no ceda al chantaje de una compañía, que además ha hecho de la agresividad una política de empresa y es ampliamente conocida por maltratar a sus clientes. Por el otro, habrá que buscar una solución al aislamiento, ya que esta situación no favorece ni a la industria ni al turismo, ahora que empieza la temporada. Se nos ha dicho que el libre mercado favorece la competencia, pero en este caso (y en tantos otros) la desregulación tiende a un monopolio de facto, y perjudica directamente al usuario.
Ningún hombre es una isla, decía el poeta. Y tampoco ninguna región o país se puede permitir serlo. Lo peor es que no se atisba ninguna solución en el horizonte, ninguna idea que apunte maneras, cuando Asturias va a necesitar un plan coherente -y probablemente subvencionado- si quiere salir de ese aislamiento secular que no conseguimos quitarnos de encima, y que tanto nos perjudica. Así, en cualquier caso, no podemos estar, porque nos acabará quedando lo que se hacía antaño: cruzar a lomos de asno el Camín Real de la Mesa para alcanzar la Meseta.
Y si no, al tiempo.

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