Hoy, el Consejo de Comunidades Asturianas se enfrenta al reto de respaldar tanto a la emigración tradicional como a los nuevos emigrantes: asturianos jóvenes y bien cualificados, dispersos por todo el mundo. Todo ello, mientras se espera por la nueva Ley de Asturianía, un marco legal más ajustado a la globalidad que marcan los nuevos tiempos.
Manuel Fernández de la Cera lleva ya nueve años trabajando como Presidente de esta institución, y disfruta con la labor diaria: “el trato con los emigrantes es uno de los trabajos más gratos que hay en la administración asturiana, porque es gente generosa y agradecida. Conviene repetir lo de que son generosos, porque aunque todo el mundo lo sabe a veces se olvida. Por ejemplo, en el primer tercio del siglo XX los emigrantes crearon más escuelas en Asturias que el Estado”. De la Cera reivindica, pues, la importancia de la emigración, con más de cincuenta centros asturianos repartidos por todo el mundo.
El Consejo de Comunidades Asturianas fue creado a raíz de la aprobación de la Ley de Asturianía, en el año 1984. Desde entonces funciona como un organismo de participación de la emigración asturiana, en el que también están representadas las instituciones políticas, culturales y económicas de la región.
-¿Ha cambiado sustancialmente el perfil de la emigración asturiana?
-Ha cambiado mucho. En primer lugar, porque los asturianos que salen hoy son muy diferentes a los de antes. Generalmente es un perfil de universitario, una persona preparada que es de Asturias, pero a la vez es ciudadano del mundo. El de antes era una persona con una preparación muy modesta, que se trasladaba a veces para no volver, o para hacerlo después de años, muchas veces cuando sus padres ya habían muerto. Yo recuerdo la impresión que me producían en mi pueblo los emigrantes que regresaban de América, porque lo primero que iban a ver era dónde estaban enterrados los padres. Por lo tanto, hay un cambio radical, y también un desafío: que la vieja emigración tenga continuidad en la nueva. Ahora mismo hay asturianos por todo el mundo, y hay gente que lo lamenta, pero yo estoy en desacuerdo con eso: no hay nada más saludable que conocer otros lugares. Las generaciones jóvenes tienen que ir a trabajar donde tengan las mejores condiciones, y además cuando regresan son los que provocan los cambios más significativos en Asturias, cambios de mentalidad importantes, porque traen lo que han visto.
“Hoy en día hay asturianos por todo el mundo, y hay gente que lo lamenta, pero yo estoy en desacuerdo con eso: no hay nada más saludable que conocer otros lugares”
-Hace unos años hubo un aumento de emigrantes que querían retornar ¿sigue manteniéndose esa tendencia?
-Sigue manteniéndose. Por ejemplo, ahora mismo hay un boom de la recuperación de la nacionalidad española, por descendientes de emigrantes asturianos. De padres a hijos no hay ningún problema, pero con los nietos empieza a haberlo. Muchos perdieron la nacionalidad española, y la segunda generación está intentando recuperarla por todos los medios, no sólo porque les interesa ser asturianos o españoles, sino por pertenecer a Europa.
-La Escuela de Asturianía comenzó en 2002. ¿Es una forma de velar y transmitir nuestros valores tradicionales?
-Efectivamente. Es algo que aquí es difícil de ver, porque ahora mismo hay como tres mil gaiteros, y no se valora la importancia de la música y el baile tradicional. Pero en los centros asturianos, por ejemplo de América, es algo muy importante. La escuela fue promovida por Antonio Trevín y Pepe García, y fue un acierto enorme que superó todas las expectativas. Hay algún presidente de un centro asturiano que dijo que si no fuera por la Escuela su centro ya habría cerrado. La paradoja es que la Escuela de Asturianía es un reclamo enorme para la juventud, es decir, lo más tradicional es lo que más atrae a los jóvenes. Y en las escuelas se promueve sobre todo la cultura tradicional, pero también la actual, porque los que van allí estudian no sólo la gaita o el baile, sino la Asturias histórica y la Asturias actual.
“Ante la crisis, el consejo de nuestra cultura tradicional sigue siendo bueno: ser austeros, trabajar mucho y ser generosos con los intereses colectivos”
-¿Qué se entiende por asturianía?
-No es más que la cultura asturiana, comenzando por la tradicional, que quizá no es la más valiosa pero es imprescindible: la gaita, el tambor, el baile no pueden faltar en los centros. Pero también hay que conocer la cultura “superior”, la literatura, la pintura… Las dos cosas tienen que estar. Pérez de Ayala llegó a decir que la esencia de Asturias era la gaita. Y él eso lo aprendió fuera, visitando a un amigo en Londres, un asturiano que tenía una gaita en casa y dijo “dudo que nadie mirara a una mujer con tanto amor como miré yo aquella gaita”.
-¿Qué va a pasar con la nueva Ley de Asturianía?
-Yo creo que esa ley tiene que ser profundamente reformada. Hace falta una Ley de Asturianía porque la anterior es del año 84, han pasado muchos años y hay fenómenos que hay que recoger, como la nueva emigración, esos jóvenes de treinta años que están por el mundo y que en algún momento volverán.
-¿Qué opina sobre la importancia del voto emigrante?
-Yo repito lo que me dijo un emigrante cuando se empezó a hablar sobre este tema: “ahora se cuestiona nuestro voto, pero cuando hacíamos escuelas nadie nos preguntaba si conocíamos el nombre de los concejales o el alcalde”. No creo que se deba limitar el voto del emigrante, porque sería una falta de respeto a la contribución que hicieron. Hay pueblos donde crearon la primera escuela, la primera traída de aguas, el primer asilo de ancianos, el kiosco de la música. ¿Cómo se le puede restringir el voto a esa gente? Además es algo que ellos sienten muy vivamente, y si se les quita ese derecho desaparecerían de la vida de Asturias. La Ley de Asturianía del 84 considera que los emigrantes deben tener plena participación en la vida económica, social y cultural de Asturias, por su enorme contribución a la historia y al progreso de Asturias, y espero que la próxima también lo considere.
“No creo que se deba limitar el voto del emigrante, porque sería una falta de respeto a la contribución que hicieron”
-¿Qué supone que haya empresarios asturianos por todo el mundo?
-Efectivamente, hay empresarios asturianos por todo el mundo, pero también profesionales en puestos muy relevantes, tanto en empresas como en la administración: eso es el presente y el futuro de Asturias. Yo creo que hay que facilitar a esa gente que salga, pero también que vuelva, porque si no esa experiencia queda truncada. El asturiano siempre piensa en el regreso y eso es fundamental para el progreso de Asturias. El escritor catalán Josep Pla decía que los asturianos de dentro y los de fuera no parecían los mismos. Cuando estuvo aquí en el 34 vio al asturiano de aquí atado a la vaca y al chigre, pero cuando estuvo en América como corresponsal de prensa vio que el asturiano de fuera es mucho más emprendedor. Valentín Andrés lo dice de una manera perfecta: “ese hombre que vemos en Asturias, apático a veces, que aspira a sobrevivir pero que no crea, fuera es un emprendedor de grandísimas empresas”.
-La crisis está haciendo mella en muchos aspectos. ¿También afecta a la emigración?
-Y no sabemos el alcance que tiene todavía. Hay quien dice que entramos en una nueva época que aún ni sospechamos. Yo creo que esto no lo hemos vivido nunca, en primer lugar por la dependencia de la economía global, que nos desborda. Por eso sigue siendo un buen consejo el de nuestra cultura tradicional, que es ser austeros, trabajar mucho y ser generosos con los intereses colectivos en el esfuerzo.