En España no hay dos grupos como éste. Su peculiaridad es que todos los miembros de cada equipo –piloto, dos bomberos y médico- son rescatadores, y todos tienen preparación sanitaria.
Son, además, especialistas en montaña y perfectos conocedores del terreno en el que se mueven. Por sus 25 años de actividad, el Principado otorga la Medalla de Plata del Principado al Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias.
El grupo, que cumple un cuarto de siglo de existencia, se crea tras un dramático episodio de búsqueda de un niño ovetense en los Lagos de Covadonga, en 1987, después de que un helicóptero de la Ertxainza que participaba en el rescate se accidentase y murieran siete personas. Asturias decide entonces crear un equipo de rescate propio, integrado por personal especializado, que a día de hoy es único en todo el territorio nacional. El Principado, que este año no ha otorgado medallas de oro, reconoce con la plata al Grupo de Rescate de Bomberos de Asturias por «su fundamental labor a lo largo de 25 años, que va más allá de un estricto desempeño profesional, así como a su implicación con las labores de rescate, que es un ejemplo de compromiso con la seguridad pública».
Uno de estos equipos es el formado por Guillermo Sáenz (piloto), Juan Figaredo (médico), Toni Ruiz y Nacho Fernández (bomberos). Todos son rescatadores. Todos con muchas horas de experiencia, muchos rescates en la memoria, y muchos buenos y malos momentos que les acompañan siempre. Son profesionales con un sueldo, pero por encima de eso son rescatadores por vocación, pioneros en la creación de un cuerpo de élite que es ejemplo para otras comunidades. Todos son montañeros, incluido el médico, que se desplaza al mismo lugar del accidente, haya que subir escalando o lanzándose al mar. Y además todos son técnicos sanitarios, «menos Juan (el médico), que es más», comentan entre risas. De hecho, la complicidad necesaria para realizar este trabajo no sólo se labra en el ámbito laboral, sino que es fruto de muchas otras jornadas realizando actividades deportivas de fin de semana, montaña mayoritariamente. Se entremezclan ocio y entrenamiento, reciclaje y tiempo libre, de la misma manera que lo laboral es inseparable de la relación personal que mantienen, que en algunos casos es de muchos años de amistad.
En cuanto se recibe la orden proveniente del 112, el grupo se pone en marcha. En poco más de veinte minutos pueden trasladarse al 95% de los lugares del territorio asturiano.
El panorama de los rescates ha cambiado mucho en estos 25 años. Cuando este grupo se puso en marcha aún no existía lo que hoy se conoce como Bomberos de Asturias. Los que comenzaron, montañeros voluntarios todos, tenían que usar su propio equipo, ropa y materiales. «Cuando teníamos 18 años leíamos sobre helicópteros que rescataban en Francia a los montañeros –explica el veterano Toni Ruiz-. Aquí no funcionaba así. Si te pasaba algo subía la Guardia Civil. Y si te habías roto una pierna te bajaban en burro. Y eso si tenías la suerte de que el burro llegase hasta arriba». ¿Y ahora? En cuanto se recibe la orden proveniente del 112, el grupo se pone en marcha. En poco más de veinte minutos pueden trasladarse al 95% de los lugares del territorio asturiano. El accidentado no ha de esperar a llegar a un hospital para recibir la primera atención. El médico forma parte de los rescatadores y el helicóptero está medicalizado. Esto es la novedad que los distingue de otros operativos, en los que el médico no forma parte de la tripulación y sólo se le recoge cuando se le necesita. Aquí no. Cuando empieza el turno, desde el minuto uno están todos disponibles en las instalaciones de La Morgal. A primera hora se hace un «briefing» o reunión informativa, una toma de contacto, una puesta al día donde se pone en alto lo que hay que saber. Por ejemplo, las condiciones meteorológicas del día en todo el territorio, mar y montaña, fundamental para actuar, porque «el mismo rescate, si cambia alguna variable, se puede complicar mucho –explica Guillermo Saenz, piloto- No es lo mismo ir al Naranjo con sol o con tormenta, con viento o sin viento. Como no es lo mismo estabilizar a un herido grave que a uno leve». Los rescates tienen tres aspectos a tener en cuenta: la dificultad técnica del vuelo, la complicación del rescate propiamente dicho y el estado del herido. Hay muchas posibilidades de que alguno de los factores, o todos, compliquen la operación. ¿Se pasa miedo?, preguntamos. Aquí el equipo se ríe. Tarda en articularse una respuesta, que empieza como una generalidad: «El miedo es bueno, mientras no sea pánico». Seguidamente, se explican algo más. «Mientras dura el viaje hasta el lugar del accidente hay bastante tensión –cuenta Juan, el médico-. La experiencia dice que la información que nos llega en primer lugar nunca se ajusta del todo a la realidad que nos vamos a encontrar, y en eso vamos pensando. Luego, en cuanto se abre la puerta empieza todo. Hay que poner la cabeza a cero y no pensar. Después es cuando se te viene todo encima. Es a la vuelta cuando a veces dices «dónde me metí, qué hice, qué hicimos…» Continúa Nacho Fernández: «Para la gente, el socorrista típico es un tipo atlético, el típico ‘cachas’, pero por muy fuerte que estés lo fundamental es tener la cabeza fría. Si delante de un accidente te bloqueas, no sólo no sirves para nada sino que puedes generar un problema gordísimo».
Son profesionales con un sueldo, pero por encima de eso son rescatadores por vocación, pioneros en la creación de un cuerpo de élite que es ejemplo para otras comunidades.
Si bien es cierto que la gran mayoría (hablan de un 90%) de los rescates terminan bien, evidentemente hay casos de final trágico. ¿Qué ocurre entonces? «Sabemos que trabajamos salvando vidas humanas, por eso cuando las cosas no salen bien y vamos a buscar un cadáver, es muy duro. Lo peor, cuando hay que ir a por un guaje, a traer el cuerpo…», explica Juan Figaredo, y completa Toni Ruiz: «Hay que tener fortaleza y hay que saber desconectar. Al llegar aquí hay que seguir trabajando, preparar la cena, ver un poco la tele, revisar el material. Nosotros al día siguiente tenemos que seguir aquí y tenemos que seguir haciendo lo mismo. Si no lográsemos desconectar no podríamos soportarlo».
De todos los recuerdos, buenos y no tan buenos, ¿cuáles son los que más perduran? «Los malos, sin duda –responde Nacho-. Es cierto que hay gente por la que no dabas un duro, y que luego vienen aquí a saludar y darnos la mano y eso presta ‘la de Dios’, pero la verdad es que lo que más se te queda es lo otro. Bueno… es para lo que estamos aquí».
José Manuel Hierro Sordo
Miguel Ropero Rébora
Guillermo Sáenz San Bartolomé
Médicos-rescatadores:
José Manuel Suárez Fernández
Juan Figaredo Pidal
Silvino Falcón Díaz
José Manuel Rodríguez García
Fernando Viribay Lorite
Bomberos-rescatadores:
Ignacio David Fernández Martínez
Pablo Villena Rodríguez
José Luis Torres Antuña
Antonio Villena Rodríguez
Jesús Cubillas García
Luis Antonio Ruiz Alonso