Estarán en mejores condiciones para el progreso las comunidades cuyos ciudadanos sean capaces de reconocer en la interdependencia con el resto una necesidad, en la implicación con el bien común un compromiso personal, y en su noción de pertenencia un sentimiento positivo, constructivo e integrador.
El éxito del autogobierno, en resumen, se fundamenta principalmente, y así es preferible, en bases estrictamente racionales. Pero esto en modo alguno es contradictorio con la constatación de que el grado de interiorización del autogobierno, el apego a las instituciones propias, y sobre todo, la implicación individual en el proyecto compartido que significa «la construcción de una Autonomía» -proceso dinámico e inconcluso-, incide en el dinamismo social, político y económico que cada vez será más decisivo para mantener y acrecentar el desarrollo de la comunidad. En las formas de gobierno democráticas cada individuo puede en buena medida influir sobre los destinos de la colectividad, no sólo en la elección de sus gobernantes sino, de forma más cotidiana, al determinar su grado de compromiso con el conjunto social. En el caso de los sistemas territoriales descentralizados y abiertos, como el del Estado de las Autonomías, en el que se tiende a dejar en manos de cada comunidad la definición de buena parte de las políticas y de los objetivos que se pretenden alcanzar, resultará aún más relevante ese especial compromiso responsable con el progreso común. De esta manera, estarán mejor preparadas para afrontar la profundización en el autogobierno propia de la fase de desarrollo autonómico actual aquellas comunidades en las que el lazo que une al ciudadano con su comunidad se forme con la convicción de un destino en buena parte común (difícilmente a uno le irá bien si el entorno cercano flaquea), con el aprecio por la tierra que se comparte y por la colectividad en que se inserta, y con una identidad formada de pertenencias diversas y en ningún caso excluyente. En este contexto, estarán en mejores condiciones para el progreso las comunidades cuyos ciudadanos, desplegando el pleno sentido del ejercicio de la ciudadanía activa, sean capaces de reconocer en la interdependencia con el resto una necesidad, en la implicación con el bien común un compromiso personal, y en su noción de pertenencia un sentimiento positivo, constructivo e integrador.
La evolución del sistema autonómico en España, tras las últimas y desiguales reformas de los estatutos de autonomía acometidas por algunas comunidades, deparará una mayor dependencia de las propias posibilidades y capacidades de cada territorio a la ahora de afrontar el futuro. En este sentido, en una Asturias que, al decir de Ortega y Gasset «se siente región, pero no se sabe región» (Discurso de Oviedo, pronunciado en 1932), afirmación que quizá siga más vigente de lo deseable, el crecimiento de nuestro capital social y la formación de una masa crítica autonomista de suficiente entidad serán imprescindibles para una Comunidad que deberá afrontar, con mayor grado de responsabilidad sobre sus propias decisiones, escenarios más difíciles e inciertos. §