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jueves 18, abril 2024

Optimistas bien informados

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Sobre los estados de ánimo colectivos y la influencia de estos en el devenir económico, en Asturias podríamos hacer más de una tesis específica (¡que las habrá!). Llevamos en el diván desde que los sectores que en el siglo XX fueron estratégicos en la economía regional (siderurgia, metalurgia, carbón, agricultura, pesca, astilleros, etc.) entraron en crisis más o menos a la vez y empezamos a autodiagnosticarnos todos los días. Los últimos treinta años largos vivimos entre el lamento por perder una supuesta grandeur (cuya existencia es más imaginaria que real) y la reflexión constante sobre en qué medida la extraña mezcla de conciencia de crisis y autosuficiencia astur nos asentaban en el declive. De todo esto hubo una pequeña tregua en los primeros años de este siglo XXI, una etapa de inversiones, relativa prosperidad y avances en el empleo: en septiembre de 2008 había 469.000 ocupados en Asturias, 80.000 más que ahora, y en 2007 la tasa de paro era del 7,6%, cuando en la actualidad es de casi el doble. Hasta que la Gran Recesión nos devolvió a la casilla de salida anímica, prácticamente ocultando la consecución de las grandes transformaciones productivas (que fue un logro muy importante).

Ahora estamos otra vez metidos de lleno en el debate sobre los estados del espíritu y su efecto en la realidad que nos toca gestionar. Algo, además, muy de nuestro tiempo, en la era de la prevalencia de la emoción sobre la razón. Uno de los vídeos de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) en su campaña de lema “sin empresas, no hay paraíso”, para hacer valer reivindicaciones muy sentidas y razonablemente justas (mejorar la conectividad del aeropuerto, recuperar la “autopista del mar”, terminar la Variante de Pajares, etc.), pinta una Asturias doliente y un panorama poco halagüeño para la inversión. El Gobierno autonómico se ha quejado de las consecuencias negativas de este mensaje y prefiere subrayar los atractivos -que los hay- para anudar emprendimiento, inversión y calidad de vida de nuestra región, llamando a todos a ofrecer al exterior una visión más amable y optimista.

Incidir en las dificultades que tenemos para engancharnos a la recuperación y en la existencia de algunos problemas, acaba por acentuar la dinámica de crisis y por infundir desaliento, adentrándose en el terreno de las profecías autocumplidas

La verdad es que deberíamos estar vacunados tanto de los excesos voluntaristas lanzados al vacío como del lamento y la denuncia del agravio permanente, porque difícilmente puede decirse en serio que Asturias esté discriminada en casi nada, aunque tenga justas reivindicaciones que plantear en materias como infraestructuras e incentivos para la industria (máxime cuando la transición a una economía descarbonizada trae oportunidades en el horizonte pero amenazas más bien inmediatas). Pero sí es cierto que incidir un día sí y otro también en las dificultades que tenemos para engancharnos a la recuperación y en la existencia de algunos problemas endémicos y otros cada vez más agudos (principalmente el llamado “invierno demográfico”), acaba por acentuar la dinámica de crisis y por infundir desaliento, adentrándose en el terreno de las profecías autocumplidas. Después de ver los videos que han generado el debate, creo que la FADE, que es una organización seria, útil e importantísima para el impulso de la actividad empresarial en Asturias, tan necesaria, quizá no tuvo en cuenta que los materiales publicitarios cobran vida propia cuando se separan del claustro materno, navegando en la red desprovistos de contexto y como fuente de posibles impactos no deseados.

Ya se sabe que un pesimista es un optimista bien informado, y de ello andamos en Asturias sobrados. A estas alturas, ciertamente, debemos sentir algo de vértigo y preocupación con el panorama a diez o quince años vista. Pero de lo que se trata es de acotar las disquisiciones anímicas, centrarse en lo importante, arrimar el hombro y labrar un futuro para esta tierra, con la principal de las recetas: trabajo, trabajo y trabajo.

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